Fuenteovejuna en Gaza
Eugenio García Gascón
Público/Rebelion.org
12/04/08
Unas de las medidas de la política israelí de castigos colectivos es la destrucción de casas.
A Abu Bilal al-Yaabir no le pesaría tanto la pérdida de su casa como la del hijo que murió en febrero cuando un helicóptero israelí lo abatió con un misil no muy lejos de su domicilio en Beit Lahiya, al norte de Gaza.
Mohamed al-Yaabir militaba en las Brigadas al-Qasam, las milicias de Hamás, y todo el mundo sabe que eso a menudo puede conducir a la muerte. Unos días después, el 29 de febrero, a la una de la tarde, Abu Bilal recibió una llamada que muchos palestinos temen. La pantalla de su móvil indicaba un número de teléfono israelí, y a pesar de ello cometió la imprudencia de descolgar el aparato."Soy de la seguridad israelí. ¿Es usted Abu Bilal al-Yaabir?", preguntó una voz del otro lado. "Le llamo para comunicarle que dentro de cinco minutos bombardearemos su casa. Si quieren seguir vivos desalójenla inmediatamente".
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Abu Bilal, su esposa y dos de sus hijos casados, que viven en el mismo edificio de tres plantas con siete nietos, no abandonaron la flamante casa que terminaron de construir hace dos años. Sin perder tiempo, todos los miembros de la familia llamaron a los vecinos y cinco minutos después la azotea estaba llena de cientos de personas convertidas en escudos humanos y dispuestas a sacrificar sus vidas si era necesario.
"No es la primera vez que ocurre algo así", comenta Abu Bilal cuando termina de rezar la plegaria del mediodía sobre una esterilla extendida en la azotea y orientada a La Meca. "Sólo en este barrio hay siete casas en la misma situación. Decenas de personas pasan el día y la noche en los tejados para que la aviación israelí no las destruya".
Unos minutos después de la fatal llamada, un helicóptero Apache sobrevoló la vivienda, comprobó que había cientos de personas en el tejado y decidió no disparar. Sin embargo sí que descargó un misil de advertencia en mitad de la plaza vecina, donde todavía hay un cráter.
Amenazas telefónicas
La gente del tejado no se arredró y nadie abandonó la azotea. El Apache sobrevoló la vivienda durante algunos minutos antes de irse por donde había venido.
"Desde entonces recibo llamadas de Israel continuamente, pero cuando veo en la pantalla que es un número israelí no descuelgo el aparato", explica Abu Bilal, de 56 años y padre de siete hijos. Por ahora Abu Bilal ha conseguido mantener su casa intacta y los agentes del Shin Bet (el equivalente al FBI israelí) tratan en vano de enviarle mensajes telefónicos con más amenazas.
"A mí no me preocupa tanto la casa como la vida. Una casa se puede reconstruir pero una vida no. Con 23 años mi hijo dio su vida luchando contra la ocupación y estoy orgulloso de ello, pero nadie va a devolvérmelo", dice resignado. En toda la franja hay centenares de casas en una situación similar, en cuyas azoteas viven y pernoctan decenas de vecinos para impedir que Israel las destruya. Son pequeñas fuenteovejunas de solidaridad.
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