Israel codicia la dote, no la novia

Neve Gordon
alternativenews
Traducido para Rebelión por LB
22/06/08

El 8 de junio de 1967, apenas unas horas después de que el ejército israelí capturara el Monte del Templo de Jerusalén, Haram al-Sharif, el Ministro de Defensa Moshe Dayan visitó el lugar. Viendo que los soldados habían colgado una bandera israelí en la cúpula del santuario de al-Aqsa, Dayan pidió a uno de los soldados que la quitara, y añadió que hacer ostentación del símbolo nacional israelí era un acto de provocación innecesario.

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Quienes en los últimos años han visitado los territorios palestinos ocupados habrán notado que las banderas israelíes ondean sobre prácticamente todos los edificios ocupados por Israel, así como sobre todos los asentamientos judíos. La muy publicitada visita de Ariel Sharon al complejo de la Mezquita Al-Aqsa en septiembre del 2000 –visita que fue el detonante de la segunda Intifada- podría considerarse como el último paso de un proceso que en última instancia ha pulverizado el legado estratégico de Dayan de tratar de normalizar la ocupación ocultando la presencia de Israel. "No gobernéis sobre ellos", dijo una vez Dayan: "Dejad que ellos mismos organicen sus vidas."

Otro cambio significativo que se ha operado en los últimos 41 años afecta a la relación que mantiene el gobierno israelí con los árboles, el símbolo de la vida. Así como en 1968 Israel ayudó a los palestinos de la Franja de Gaza a plantar unos 618.000 árboles y proporcionó a los campesinos palestinos variedades mejoradas de semillas de hortalizas y cultivos extensivos, durante los tres primeros años de la segunda Intifada Israel destruyó más del 10% de la tierra agrícola de Gaza y arrancó cerca de 226.000 árboles.

La aparición y proliferación de la bandera israelí, por un lado, y el arrasamiento de los árboles, por otro, indican una transformación fundamental en los intentos de Israel por controlar a los palestinos de los territorios ocupados. Es como si Israel hubiera decidido cambiar sus métodos de ocupación sustituyendo una política de la vida, orientada a garantizar la existencia y la supervivencia de los palestinos, por una política de la muerte.

Este cambio se manifiesta de muchas maneras. Durante la primera década de la ocupación, por ejemplo, Israel trató de reducir el desempleo palestino para gestionar mejor a la población, pero tras el nuevo milenio Israel fomentó deliberadamente el desempleo en los Territorios Ocupados. Durante los primeros años posteriores a 1967 Israel proporcionó vacunación para el ganado y las aves de corral, pero en 2008 creó una condiciones tales que hacen imposible vacunar ni siquiera a las personas.

Cambios como estos reflejan claramente la radical transformación de los repertorios de la violencia desplegada en los territorios ocupados. Mientras que durante las dos primeras décadas siguientes a la Guerra de 1967 los israelíes mataron a unos 650 palestinos en Cisjordania y la Franja de Gaza, durante el período de seis años comprendido entre 2001 y 2007 Israel ha matado a un promedio de 650 palestinos por año.

También ha aumentado significativamente el número de israelíes muertos en este conflicto, y esto no es casual. Mientras que durante los trece años comprendidos entre diciembre de 1987 y septiembre de 2000 422 israelíes fueron asesinados por palestinos, durante el período de seis años que va desde el estallido de la segunda Intifada hasta finales de 2006, murieron 1.019 israelíes.

Los comentaristas no suelen tratar de buscar las razones que explican estos cambios y, cuando lo hacen, casi siempre subrayan las opciones políticas del gobierno israelí o las decisiones adoptadas por las distintas facciones políticas palestinas. Un enfoque de este tipo, si bien suele ser útil, elude el impacto significativo que ejerce el principio rector de la ocupación.

Mediante el término “principio rector de la ocupación” me refiero a la distinción que Israel ha establecido entre la tierra que ocupó y las personas que la habitan. Levi Eshkol, Primer Ministro de Israel en 1967, formuló claramente esta distinción durante una reunión del Partido Obrero que tuvo lugar apenas tres meses después de la guerra. Cuando debatía sobre las consecuencias de la victoria militar de Israel, se volvió hacia Golda Meir, a la sazón secretaria general del partido, y dijo: "Lo entiendo. Codicias la dote pero no la novia".

No es posible comprender cabalmente la ocupación israelí y la razón por la que se ha vuelto más violenta sin tener en cuenta la separación entre la dote (es decir, las tierras que Israel ocupó en junio de 1967) y la novia (la población palestina). Este principio es la fuerza propulsora del proyecto masivo de asentamientos, de las carreteras de circunvalación, de las expropiaciones de agua palestina y de la construcción del muro de separación tan adentro del territorio palestino. Y son precisamente estas últimas acciones israelíes las que han precipitado la intensificación de la violencia en los territorios ocupados, por no hablar del ascenso de Hamas.

El principio rector de la ocupación ha producido por consiguiente las condiciones mismas que impiden en estos momentos un acuerdo de paz basado en la solución de los dos Estados. Reconocer todas las ramificaciones de este principio es fundamental, ya que permite que veamos más allá de la cortina de humo de proclamas y declaraciones políticas, y que mejoremos nuestra comprensión sobre las causas que han hecho que este amargo conflicto se haya desarrollado del modo en que lo ha hecho. Igual de importante es el hecho de que el principio arroja luz sobre la forma en puede resolverse el conflicto, ya que la clave para llegar a una solución justa y pacífica implica reunir al pueblo palestino y sus tierras y ofrecer a aquel la plena soberanía sobre estas. Mientras el principio rector siga siendo ignorado, la sangre seguirá siendo corriendo.

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