Un sicario paramilitar colombiano le confiesa a un cura que tiene orden de matarle

El Mundo
29/03/08

El sicario se metió en el confesionario de la parroquia del barrio Belén de Ibagué, ciudad a cinco horas de Bogotá, como un feligrés más y admitió su peor pecado esperando la absolución. Su banda criminal, llamada Águilas Negras, había dado la orden de eliminar al sacerdote que le estaba escuchando. Y él, el chico que confesaba el asesinato en ciernes, sería el responsable de apretar el gatillo.

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El cura Luis Duván Pérez Ramírez quedó impávido pero preguntó acerca de las razones para matarle. El asesino le informó que pertenece a las Águilas Negras, un grupo de paramilitares proveniente de las antiguas Autodefensas Unidas de Colombia, oficialmente desmovilizadas hace ya más de tres años.

La banda considera que el párroco colabora con la guerrilla de las Farc, sus acérrimos enemigos, por lo que le declararon objetivo militar, es decir, blanco de sus matones.

Cuando abandonó la Iglesia, se fue directo a denunciar la amenaza ante su obispo, monseñor Flavio Calle Zapata. Éste, a su vez, habló con el Defensor del Pueblo del Tolima, departamento cercano a Bogotá, Santiago Ramírez, quien denunció el hecho ante las autoridades locales.

El gobernador, Oscar Barreto, convocó a un consejo extraordinario de seguridad en su propio despacho, para determinar la veracidad de la información y las medidas a adoptar para proteger al sacerdote.

El padre Duván cuenta ahora con una fuerte escolta pero ha optado por escabullirse de los periodistas y de la curiosidad de sus parroquianos. Guarda silencio mientras avanzan las investigaciones y su obispo decide qué hacer a partir de ahora.

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