Uribe-EEUU: cartas ocultas

Sin permiso
Javier Diez Canseco
02/04/08

Tras el conflicto desatado por la intervención militar colombiana en Ecuador -contra un campamento donde murió el comandante de las FARC y principal negociador de la liberación de rehenes, Raúl Reyes- parece haber un juego de ajedrez más complejo que el que parece: promover la reelección de Uribe en Colombia, quebrar la posibilidad de lograr un acuerdo humanitario respecto a los rehenes, frustrar las condiciones para abrir un acuerdo político al conflicto e imponer la "solución" guerrerista de Uribe y el Plan Colombia de los EEUU, que ya invirtió más de US$ 5,400 millones en ese proyecto.

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Un elemento que casi no se ha tratado -y sobre el que Hans Dietrech hace énfasis en el análisis- en América Latina es el que refiere a los avances que se han venido dando en concordancia con el avance de las fuerzas populares y los gobiernos que luchan por la soberanía de los países sudamericanos, para desarrollar lo que algunos han llamado un bloque militar regional: un acuerdo militar regional distinto al TIAR, sometido a la tutela norteamericana, que genere condiciones de efectiva soberanía en la región.

En octubre 2008 debe constituirse un Consejo Sudamericano de Defensa (teniendo como ejes a Brasil, Venezuela y Argentina) que abriría las puertas para que los países de la región dejen de depender de potencias extranjeras en materia de defensa, como lo anunció el mes pasado el ministro de Defensa del Brasil, Nelson Jobim. Cabe resaltar que esta decisión ha ido de la mano con otras importantes decisiones del gobierno de Lula: construir el primer submarino nuclear brasileño, con apoyo francés y de la tecnología nuclear argentina, y declarar que la soberanía de la Amazonía "no es negociable".

El esfuerzo por constituir un bloque militar regional es un componente básico de un esfuerzo integracionista sudamericano que incluye esfuerzos de integración económica, política y cultural como el Banco del Sur (como Banco de Desarrollo), la integración vial y energética que se prepara, y los esfuerzos de coordinar políticas educativas, de salud y culturales que nos den terreno propio ante la dependencia de los EEUU. Una integración regional soberana no puede excluir la dimensión militar. En ello ha jugado importante papel, junto a Brasil, la visión de Chávez en Venezuela que llegó a plantear, aunque sin que se concrete hasta ahora, la necesidad de una Academia de Guerra Latinoamericana y contribuyó a proponer ideas como la de una "Organización de un Tratado del Atlántico Sur" (OTAS) alternativa al TIAR, con Brasil y Argentina. Algunas de estas iniciativas -propuestas desde el 2001 y 2004- parecen madurar en la idea de este Consejo de Defensa, como alianza defensiva y soberana, con la decisiva participación de Brasil, Argentina y Venezuela.

Y es que habría que ser ingenuos para no ver los intereses norteamericanos sobre el petróleo, el gas, los recursos naturales de América del Sur, Venezuela, Bolivia y los países amazónicos, así como las fuentes de agua del Amazonas y del Paraguay. Y, ciertamente, es alrededor de buscar garantizar estos intereses y el control sobre estos recursos que los EEUU preparan la reactivación de su IV Flota Naval y que apuntan a fortalecer el Plan Colombia (incluyendo una nueva flota de aviones israelíes) y la alianza militar con Chile.

Este proceso de integración, que incluye lo militar, constituye un importante avance en el ejercicio de soberanía efectiva de los países de América del Sur y un factor clave para evitar las pretensiones de escindir varios países -separando ciertas provincias o regiones- para controlar sus recursos naturales fundamentales, como lo que pretenden con las provincias de la media luna en Bolivia -ricas en recursos naturales- y con el plan de traerse abajo al gobierno de Evo Morales, para seguir luego con Chávez en Venezuela y Correa en Ecuador. Se trata de evitar la balcanización de varios países sudamericanos en función del interés norteamericano de controlar recursos fundamentales. Un esfuerzo por mantener nuestro carácter de Estados-Nación frente a los intereses imperiales.

Poca duda cabe que los norteamericanos han jugado la carta del conflicto Ecuador-Colombia, con la agresión militar de Uribe, para desarticular estos procesos, y las incipientes alianzas militares soberanas en curso. Tocaría a Brasil encabezar un bloque de países amigos de la paz en Colombia que retome el camino de propiciar una solución negociada para la guerra en ese país y para evitar las maniobras divisionistas y guerreristas del imperio, así como para frenar los afanes golpistas y desestabilizadores que se vienen imponiendo contra los gobiernos progresistas y antiimperialistas de la región, y a todos nuestros pueblos jugarse en esa perspectiva.

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