Refugiados palestinos en Siria

James Denselow
HuffingtonPost.com
Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
15/03/08

En 2006, cuando Iraq descendió a los infiernos de su conflicto civil, 350 refugiados palestinos se vieron obligados a escapar de Bagdad amenazados por la violencia. Y así fue como llegaron a la desértica tierra de nadie que se encuentra en la frontera sirio-iraquí, en el cruce de Al Tanf. Las autoridades sirias, debido a su preocupación por la irrupción en su país de más 1,6 millones de refugiados iraquíes, que se añadían a los refugiados palestinos que se encontraban ya en el país, negaron la entrada a Siria a ese grupo, e intentaron también impedir que siguieran llegando más palestinos a esa tierra de nadie.

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Sin embargo, el empeoramiento de la violencia en Iraq hizo que hasta esa frontera siguieran continuamente afluyendo refugiados palestinos. Se estima ahora que hay unos 1.740 refugiados en el campo de Al Walid, en el lado iraquí. Además, a finales de 2007, unos 350 palestinos que habían entrado anteriormente en Siria con pasaporte iraquí, fueron reubicados en el campo de Al Tanf. El número de refugiados en Al Tanf ha aumentado ya hasta llegar a una cifra de 720, de los cuales 500 son mujeres y niños.

Para muchos de los refugiados, el desencadenante de su intento de abandonar Iraq fue la extremada violencia que habían sufrido. Al carecer de milicias que protegieran su minoritario estatus, los palestinos, especialmente los de clase media, han venido siendo objeto de frecuentes y brutales secuestros y peticiones de rescate. Tisar Abdel FAdi, de cuarenta años, madre de tres niños, escapó de Bagdad camino de Al Tanf después de que secuestraran a su marido de un hospital. Posteriormente, fue torturado y asesinado.

Para estos vulnerables refugiados, se trataba de escapar de la sartén de Bagdad para encontrar a cambio el fuego de los baldíos campos del desierto. Los refugiados, especialmente en el campo de Al Walid, están sometidos a las fluctuaciones políticas de los sheij locales y regionales de la sin ley provincia de Anbar. Estas autoridades locales tratan siempre de apropiarse de una porción de la ayuda que les llega e intervienen según convenga a sus propios intereses. Esto hace extremadamente difícil el trabajo de las organizaciones internacionales de ayuda, a las que habitualmente se impide que realicen con eficacia su trabajo. La seguridad es tan escasa que no es posible hacer visitas en horas nocturnas. Otros actores que interfieren en la marcha del campamento son la policía de fronteras, la policía local y el ejército iraquí.

Ambos campos se caracterizan por sus instalaciones de tiendas de campaña debido al temor de que estructuras más sólidas animen a asentarse permanentemente en lo que constituye el más periférico e inmisericorde de los emplazamientos. Dadas las duras condiciones climáticas –el frío helador del invierno y el insoportable calor del verano desértico-, junto a las regulares amenazas del fuego, serpientes y escorpiones, permanecer mucho tiempo en un asentamiento de tiendas de campaña es sencillamente una solución inviable.

En Al Walid, los refugiados han instalado aseos en sus tiendas, pero el suelo no absorbe las aguas residuales. Esto obliga a que esta agua corra abiertamente por todo el campo, produciendo una mayor incidencia de enfermedades y de infecciones en los niños que juegan entre las tiendas. Las necesidades médicas de estos refugiados son numerosas; incluyen la necesidad de una mujer doctora, así como visitas más frecuentes de la ginecóloga. Necesitan también un psicólogo, traumatólogos, un dentista, enfermeras y un adecuado centro médico-sanitario en el campo.

Además, las únicas actividades de que se dispone en el campo se refieren a una mínima escolarización para los niños y trabajo de bordados para las mujeres; por lo tanto, los refugiados están condenados a sentarse, ver un televisor comunitario y no hacer nada la mayor parte del tiempo.

MAP llevó a un doctor iraquí refugiado en Damasco a visitar el campamento. El doctor señaló que las condiciones médicas más graves iban claramente unidas a los efectos negativos que en la salud mental de los refugiados causaban el profundo sentimiento de desesperación por su situación y las dificultades del entorno.

En efecto, los principales problemas a que se enfrentan los refugiados palestinos que viven actualmente junto a la frontera son las insoportables condiciones físicas y la incertidumbre de su futuro. Hay una necesidad urgente, y apenas reconocida, de que estos refugiados sean reasentados en otro lugar tan pronto como sea posible. Es también su deseo explícito no ser trasladados a otro país árabe sino a un país que les de un estatuto de residencia permanente.

La gravedad de la situación humanitaria de los refugiados de estos campamentos llevó a Naciones Unidas en agosto de 2007 a desplegar a su Embajadora de Buena Voluntad Angelina Jolie. Después de visitar Al Walid, la Sra. Jolie dijo a la prensa “es absolutamente imprescindible que el actual debate sobre el futuro de Iraq incluya planes que traten de resolver las inmensas consecuencias humanitarias que estas personas están enfrentando”. Pero, medio año después, casi nada ha cambiado, la situación sigue siendo tan desesperada como siempre para estos palestinos varados en una de las más inhóspitas tierras de nadie.

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