Rooibos, joya africana

Laura Kohan
Integral

No contiene teína y ayuda en los casos de alergia.

El continente africano rebosa alimentos únicos. Nos ofrece auténticas sorpresas gastronómicas de gran valor terapéutico, que son prácticamente desconocidas para muchos. Éste era el caso del té rooibos hasta hace unos años, pero ahora su fama ha traspasado fronteras y cada vez son más las marcas productoras de tés que lo incluyen en alguna de sus mezclas. A pesar de tan repentina popularidad, todavía hay demasiada confusión con respecto del verdadero potencial de esta maravillosa planta.
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El otro té rojo

Son muchos los que creen que el rooibos y el té rojo Pu-erh son la misma cosa. Esta creencia tal vez venga de que ambos tés dan una infusión de un encendido color rojizo, pero lo cierto es que se trata de dos plantas muy diferentes, que sólo coinciden en alguna de sus propiedades. Para empezar, el rooibos está libre de teína, por lo que puede ser tomado sin problema en las últimas horas del día o por los más pequeños de la casa. Además, es bastante más digestivo que su homónimo asiático y no inhibe la absorción de hierro. Pero el punto donde existen más confusiones es en sus cualidades quemagrasas, nombre con el que muchos conocen al té rojo chino. Cierto es que el rooibos puede ser un complemento muy valioso en dietas de adelgazamiento, pero esto no es debido a su capacidad de acelerar nuestro metabolismo sino porque, al tomarlo de forma continuada, contribuye a equilibrar nuestros niveles de potasio y sodio, reduciendo la retención de líquidos y ayudándonos a deshincharnos.

Antialérgico y relajante

Otra de las sorprendentes propiedades de esta planta es que puede funcionar de forma efectiva contra algunas alergias porque frena la producción de histamina, pero sin producir los incómodos efectos secundarios de los antihistamínicos. También es una planta muy interesante para tratar afecciones de la piel como dermatitis o eczemas gracias a su poder antioxidante. Y es precisamente este poder que le confieren sus flavonoides, vitamina C y minerales, entre otros componentes, lo que la convierten en una bebida perfecta para prevenir la proliferación de células cancerígenas o la formación de arteriosclerosis.

Por otra parte, algo que poca gente sabe es que el rooibos comparte un flavonoide que se encuentra también en el hipérico. Por este motivo, se viene usando desde hace mucho tiempo en el continente africano para regular el sistema nervioso y combatir la depresión.

Algo más que un té

Es una pena que un producto que cuenta con tantas propiedades quede relegado exclusivamente al ámbito de las bebidas. Por eso, de vez en cuando no estaría mal que entrase a formar parte de nuestras recetas, tanto en saladas como en dulces. Además, su peculiar sabor nos puede alegrar los platos de verduras y de cereales más insulsos, dar color a sopas y salsas y todo esto elevando enormemente el contenido nutricional del plato.

Una taza llena de minerales

Por su riqueza en minerales, el té de rooibos es una bebida ideal para deportistas, personas convalecientes, niños, mujeres embarazadas o en lactancia y, en general, cualquiera que busque mejorar sus niveles en estos micronutrientes. Sobresale su contenido en hierro, que se asimila con mucha facilidad por nuestro organismo gracias a su significativo aporte de cobre y vitamina C y a la casi ausencia de ácido tánico, que suele inhibir este tipo de absorción. También cabe destacar su aporte en otros minerales como magnesio, manganeso y zinc, así como otros tan fundamentales como el calcio, el flúor o el potasio, ya que en una taza elaborada con 3 gramos de rooibos encontramos 1,1 mg, 0,22 mg y 7 mg respectivamente de cada uno.

Calabaza en almíbar de rooibos

Presentamos una forma de inyectarle las valiosas propiedades del rooibos a un postre elaborado con calabaza.

Ingredientes para 4 personas:

200 g de calabaza
6 g de rooibos
El zumo de un limón
1 clavo de olor
1 barrita de canela
Un chorrito de aceite de girasol
200 ml de sirope de agave

Elaboración

Cortamos la calabaza en cubitos medianos, los untamos con el aceite y los metemos a horno medio durante unos 15 minutos o hasta que pinchemos la calabaza y esté tierna, pero sin llegar a deshacerse. Ponemos en un cazo medio litro de agua, el rooibos, el zumo de limón, el agave, el clavo y la canela. Cocemos hasta obtener un sirope. Metemos el sirope en un bote de cristal, introducimos con delicadeza los dados de calabaza tibios y cerramos al vacío. Dejamos reposar al menos una semana antes de comer.

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