¿Cuantos científicos falsean investigaciones?
dx.plos.org / EFN
03/07/09
¿Es tan común el mal comportamiento de los científicos? Se trata de una pregunta muy antigua y crucial que aún no tiene una respuesta clara. Daniele Fanelli de la Universidad de Edimburgo presenta el primer metaanálisis de encuestas en las que se preguntó a los científicos sobre sus malas conductas. Los resultados sugieren que la alteración o la invención de datos son más frecuentes de lo que se había estimado anteriormente, y que podrían alcanzar sus cotas más altas en las investigaciones médicas.
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Escándalos recientes como las falsas líneas de células madre de Hwang Woo-Suk, o los ensayos falsos de Jon Sudbo sobre tratamientos para el cáncer, han demostrado cuán fácil es publicar una investigación fraudulenta, incluso en las revistas científicas más prestigiosas. Los medios de comunicación y la comunidad científica tienden a explicar estos casos como desviaciones patológicas de algunas “manzanas podridas”. Sin embargo, el sentido común y el creciente número de evidencias sugieren que los casos conocidos podrían ser sólo la punta del iceberg, ya que el fraude y otras formas más sutiles de mala conducta parecen ser relativamente frecuentes. La frecuencia exacta, sin embargo, es tema de grandes debates.
Las estimaciones basadas en datos indirectos, por ejemplo, los casos de autores de estudios científicos publicados retractándose de los mismos, o los hallazgos delatadores mediante auditorias sobre datos escogidos al azar de investigaciones científicas, han generado resultados con grandes discrepancias. Por tanto, muchos investigadores del tema han preguntado directamente a los científicos a través de encuestas llevadas a cabo en diferentes países y especialidades científicas, aunque se han utilizado métodos distintos y se han hecho preguntas diferentes, por lo que los resultados de estas encuestas no pueden combinarse debidamente para obtener un cuadro preciso de la situación.
Para poder comparar estas encuestas, el nuevo metaanálisis se concentró en conductas que realmente distorsionan el conocimiento científico (excluyendo los plagios y otras malas prácticas), y se extrajo la frecuencia con que los científicos recordaban haber tenido un mal comportamiento de un tipo específico, al menos una vez, o conocían un colega que lo había tenido.
Como promedio, en las encuestas, un 2 por ciento de los científicos admitió haber inventado o retocado datos para mejorar los resultados al menos una vez, y un 34 por ciento admitió otras prácticas cuestionables, incluyendo no presentar los datos que contradijesen los resultados de investigaciones propias previas, y descartar observaciones o datos sin más motivo que una corazonada de que eran inexactos.
En las encuestas sobre el comportamiento de los colegas, un 14 por ciento sabía de alguien que hubiera inventado o retocado datos. Y un 72 por ciento conocía a alguien que había llevado a cabo otras prácticas cuestionables de investigación científica.
En ambos tipos de encuestas se corroboró que la mala conducta era más frecuente en los investigadores del sector médico y del farmacéutico. Esto sugiere que o bien estos son más honestos y abiertos en sus respuestas, o bien el fraude y otras conductas cercanas a éste son más frecuentes en estos dos sectores que en los demás. La segunda interpretación les daría la razón a quienes temen que el patrocinio industrial esté distorsionando fuertemente las evidencias científicas para promover tratamientos y medicamentos comerciales.
Como en toda encuesta en la que se hacen preguntas escabrosas, es probable que algunos encuestados no respondieran con sinceridad, sobre todo cuando se les preguntó por su propio comportamiento. Por tanto, una frecuencia de un 2 por ciento es probablemente un cálculo conservador, y no queda claro cómo se debería interpretar la cifra del 14 por ciento.
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