Diario de Palestina

Emir Sader
Sin Permiso/Carta Maior
Traducción para Sin Permiso por Carlota Mendoza
29/06/09

1.- La resistencia cultural

Una ocupación colonial no es sólo una ocupación militar. Ella debe intentar impedir la sobrevivencia de la cultura, de la memoria del pueblo ocupado. Más aún si se trata de la ocupación de un pueblo con una de las más antiguas historias y más ricas culturas.

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Como era imposible que la Capital de la Cultura Árabe pudiese ser Bagdad, por la ocupación de las tropas norteamericanas, fue decidido que Jerusalén (que ellos llaman Al-Quds) fuera la Capital de la Cultura Árabe de 2009. Las conmemoraciones habían sido víctimas de las más violentas y odiosas represiones de las tropas israelíes de ocupación. Organizar lindas actividades en torno de la cultura árabe pasó a ser un inmenso desafío para el Comité Palestino de Organización, por dificultades de recursos, invitaciones de poetas, músicos, cantantes, artistas del mundo árabe y de otras regiones del planeta para venir a una región cercada y ocupada; actividades que tendrían que realizarse en las calles y las plazas de Jerusalén.

El acto de presentación del logotipo del encuentro, programado para realizarse en el Teatro Nacional de Jerusalén, en abril del año pasado, fue prohibido por Israel, declarado ilegal y reprimido brutalmente por las fuerzas militares para impedir su realización. Fueron detenidos tres de los miembros del grupo organizador.

Pese a todas las dificultades, el día 21 de marzo de este año se iniciaron las conmemoraciones, con actividades populares en las calles de Jerusalén, que terminaron con una noche de discursos en Belén. Israel mandó tropas contra los niños que llevaban globos con los colores de la bandera palestina, rojos, blancos, verdes y negros. Las tropas de ocupación atacaron a los jóvenes que iban a realizar danzas tradicionales palestinas, con sus ropas típicas, provocando escenas de pánico y desesperación.

Como reacción, todas las escuelas, universidades, centros culturales, municipios del centro y de las afueras de Palestina, decidieron asumir la celebración organizando actividades sobre la bandera y el logotipo de Jerusalén Capital de la Cultura Árabe 2009. Centenares de encuentros se organizaron en muchos países como muestra de solidaridad y de protesta contra la represión israelí. Queda claro, cada vez más, que no se trata de la ocupación y de la acción militar contra "fuerzas terroristas", como alegan los ocupantes, sino contra la resistencia de la cultura palestina.

Los palestinos adoptaron el lema: "Jerusalén nos une y no debe dividirnos", reforzando la necesidad de unión de todos los palestinos para derrotar la ocupación y por la conquista del derecho de un Estado palestino, reconocido por las Naciones Unidas, pero impedido por los Estados Unidos y por Israel.

"Una vez liberada, Jerusalén no será solamente la incuestionable capital de la cultura árabe sino que será la ciudad de la diversidad cultural y religiosa, de la tolerancia y del respeto por los otros. Una ciudad abierta para la paz cuyos tesoros históricos y religiosos serán disfrutados por todos, del este y del oeste. El único muro que la cercará será el muro histórico de su Ciudad Vieja y sus 12 puertas, incluyendo la Puerta de Oro, que una vez abierta llevará a todos los pueblos de bien para el cielo".

Las palabras son de Ragiq Husseini, presidente del Consejo Administrativo del Comité Nacional por la celebración de Jerusalén como Capital de la Cultura Árabe en 2009. Estar aquí, llegar a Ramallah, muestra con toda fuerza, cómo éste es un territorio ocupado, cruzado por muros que dividen a los propios palestinos, poblado de tropas y carros militares, sometiendo a este heroico pueblo a la ocupación, opresión, humillación, en la más grave situación de violación de los derechos humanos – políticos, sociales, económicos y culturales – en el mundo de hoy.

2.- Ocupación, colonialismo y apartheid

Una cosa es oír, leer, hablar de ocupación. Otra es ver lo que significa. Ramallah, una ciudad pacífica, sin violencia, sin problemas de seguridad, donde se puede andar por cualquier barrio a cualquier hora del día y de la noche, una ciudad sin personas viviendo en la calle, sin niños abandonados.

La ocupación israelí significa la brutalidad de cortar la ciudad con muros, que separan palestinos de palestinos. Hay una gran avenida que el muro corta de un lado al otro. Los muros separan, segregan, colocan entre palestinos y palestinos los controles comandados por soldados israelíes armados hasta los dientes, que ejercen sistemáticamente su poder armado, con arbitrariedad y discriminación. No hay una lógica en los muros, es un ejercicio conscientemente arbitrario, para demostrar – como hace el torturador ante su víctima – que el ocupante puede hacer lo que quiere, sin ninguna lógica, sólo como ejercicio del poder armado que dispone.

Muros para lacerar la carne y el orgullo, la autoestima, para intentar desmoralizar a los palestinos, llevarlos al dilema de la pasividad, de la resignación, o de la desesperación de las acciones armadas. Esa sería la actitud espontánea de cualquier ser humano, ante las humillaciones a las que son sometidos los palestinos, frente a la demostración brutal de la fuerza. Parece que los ocupantes quieren provocar reacciones violentas, que justificarían nuevas ofensivas violentas. Los palestinos gastan varias horas por día en las filas de los controles. Para ir de Ramallah a Jerusalén se requieren diez minutos o tres horas, depende de la arbitrariedad de las tropas de ocupación. Los palestinos tienen que elaborar guías de sobrevivencia para subsistir con los 630 puntos de control que existen actualmente en Palestina.

Se trata de una ocupación ilegal, injusta, de discriminación racial del tipo del apartheid sudafricano. Los israelíes quieren impedir a los palestinos tener un Estado como fue reconocido a Israel al final de la Segunda Guerra Mundial. Considerarse un "pueblo elegido", también esto tienen ellos en común con los norteamericanos. Como dice Edward Said, los palestinos son "las víctimas de las víctimas". Los israelíes se consideran víctimas, pero pasaron a ser verdugos, colonialistas, imperialistas y racistas.

Ver los muros, su violencia, su brutalidad, la frialdad de su inhumanidad, frente a las casas humildes, los olivos de los palestinos – tantas casas y olivos destruidos para construir los muros –, permite sentir en lo más profundo de cada uno los dos mundos que se contraponen aquí. La neutralidad, la pasividad, se tornan imposibles, cómplices, frente a tanta injusticia y violencia.

Un estado terrorista, un Ejército del terror, tropas de ocupación coloniales, acciones imperiales, esa es la ocupación israelí de lo que tendría que ser territorio palestino. De lo que tendrá que ser el territorio de una Palestina libre, democrática y soberana.

3.- ¿Por qué Israel no acepta un Estado palestino?

¿Israel y Estados Unidos van en direcciones opuestas? En tanto Obama intenta rescatar una imagen internacional muy desgastada, que propone retomar las negociaciones sobre Palestina, Netanyahu va en la dirección opuesta. Mientras su partido no reconoce, ni formalmente, el derecho al Estado palestino, presionado por Obama, Netanyahu presentó una propuesta imposible, pero una artimaña de algo que apuntase a volver a las negociaciones con los palestinos.

Para quien constata, aquí en la Palestina, la ocupación militar, los muros, los asentamientos protegidos militarmente, es ridícula la propuesta del primer ministro de Israel de un Estado Palestino desmilitarizado. Porque acordar la paz con Palestina es, antes de todo, la retirada inmediata e incondicional de las tropas israelíes de ocupación de los territorios palestinos. Eso es desmilitarizar.

Por otro lado, no solamente no retirarse, sino seguir instalando asentamientos judíos en el corazón de Palestina – no sólo en el campo, sino en el centro mismo de ciudades como Ramallah – es sabotear concretamente cualquier solución pacífica a la cuestión palestina. Decir que desea negociaciones con Palestina, pero al mismo tiempo afirmar y seguir instalando asentamientos, es decir que, por la vía de los hechos, Israel quiere perpetuar la ocupación genocida de los territorios palestinos.

Israel niega a Palestina el mismo derecho que él tiene: de tener un Estado soberano, a pesar de las reiteradas decisiones de la ONU, que garantizan la existencia de dos Estados, uno israelí y otro palestino, con los mismos derechos. Con territorios continuos, con soberanía con derecho de retorno de los inmigrantes. ¿Por qué Israel no acepta la existencia de un Estado Palestino? ¿Por qué pasó de víctima a verdugo?

El argumento usual era que los palestinos constituían una amenaza para la sobrevivencia de Israel. Pero desde que la Autoridad Palestina, mediante Arafat, reconoció el derecho a la existencia del Estado de Israel, ese argumento desapareció. Alega Israel que los palestinos son "terroristas", aunque todas las reacciones a la ocupación militar, las agresiones cotidianas y las humillaciones cotidianas contra los palestinos en sus propios territorios, configuran, claramente, un régimen de terror contra el pueblo palestino.

En estos días, aquí en Palestina, pudimos constatar la quema de plantaciones de trigo de los palestinos, realizadas por colonos judíos de los asentamientos. La aprobación de más de 250 millones de dólares por parte del gobierno israelí para seguir con los asentamientos. Casas palestinas siguen siendo destruidas para la construcción de nuevos asentamientos. La expulsión arbitraria de palestinos de Jerusalén, la destrucción de casas y de olivares, el asedio constante, para incitar al abandono de la ciudad santa.

Pero, además de eso, al inviabilizar el desarrollo económico – por el cerco militar, por la ocupación, por las incursiones genocidas, como la realizada recientemente contra Gaza -, Israel establece una situación de súper explotación de los palestinos. Incita a los palestinos a emigrar para otros países o a someterse a ser súper explotados por los israelíes. Los absurdos muros tienen menos una lógica de defensa militar y mucho más de hacer inviable la economía de Palestina.

Adicionalmente, la ocupación militar sirve también para la apropiación de los recursos naturales de Palestina. Por ejemplo, Israel utiliza seis veces más agua que los palestinos, mientras explota los manantiales ubicados en Palestina.

Aunque el objeto mayor de la ocupación es la tentativa de asesinar la identidad del pueblo palestino, de liquidar su memoria histórica, de liquidar la autoestima de los palestinos, de desmoralizarlos, de dispersarlos por todo el mundo, fomentando la diáspora y bloqueando el retorno de los palestinos a sus territorios.

Si Obama quisiera, de hecho, presionar a Israel para que reabriera las negociaciones reales, lo primero que debería hacer sería simplemente no ejercer más el derecho de veto en las Naciones Unidas de todas las resoluciones que condenan a Israel. Además de amenazar y verdaderamente suspender el inmenso apoyo militar que su país da a Israel, para que ocupe los territorios palestinos. Cuando Israel tiene un gobierno que niega el derecho de los palestinos a tener un Estado aprobado por las Naciones Unidas, tiene un ministro de relaciones exteriores que desea la expulsión de los palestinos de Israel, incluso hasta el ataque nuclear para destruir a los palestinos, queda claro que la solución política de la cuestión palestina tiene que apuntar hacia Tel-Aviv y no hacia los palestinos.

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