Recordemos "El 11-S: la verdad definitiva"



Hoy se cumplen siete años desde que el mundo dio un vuelco rotundo. Es por eso que hemos decidido compartir con ustedes una cita que corresponde a la introducción del libro El 11-S: la verdad definitiva, escrito por Laura Knight-Jadczyk y Joe Quinn, y publicado en español por la editorial Pilule Rouge.


Es un relato extremadamente bien documentado, chocante, profundo e imperdible para todos aquéllos que se preguntan qué sucedió realmente el 11 de Septiembre de 2001, así como quiénes fueron los instigadores y por qué llevaron a cabo una operación de semejante crueldad y envergadura.

¡No se lo pierdan! Pueden adquirirlo visitando la página de Internet de la editorial Pilule Rouge.






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El 11-S: la verdad definitiva

Segunda edición revisada



Laura Knight-Jadczyk
Joe Quinn

Con los editores de
Signs of the Times
Scott Ogrin
Henri See

Prefacio de Darren Williams,
el creador del video
Pentagon Strike (El ataque al Pentágono)

Les Editions Pilule Rouge
2007

Índice

Reconocimientos..........7
Prólogo
..........9
Introducción a la segunda edición revisada
..........11
Introducción
.............13
El 11-S: punto cero
..........21
Yendo al grano
...........30
Primera parte: el 11-S
...........35
El 11-S
............36
Detalles de los acontecimientos del 11/9/2001
............39
EL VUELO 11
...........48
EL VUELO 175
............49
EL VUELO 77
.............50
EL VUELO 93
.............50
El papel del ejército
............53
¿Cómo lo hicieron?
..............65
El nexo entre la fantasía y la realidad
...........84
¿Qué sucedió realmente con el vuelo 93?
............99
Las tres torres
...........103
Entonces, ¿qué fue lo que sí causó el colapso de las torres del WTC?
...........111
La implicación israelí
...........117
El golpe al Pentágono, e Israel
.............125
El montaje
.............128
Los preparativos
...........129
Preparando el WTC
............133
Llega el Gran Día
............133
Zoom
...........140
La saga de Babs y Ted
............140
Más pruebas de un golpe de estado
...........151
El problema con el vuelo 93
..........153
Segunda parte: la verdad definitiva
.............160
Adentrándonos en el laberinto
............161
¿Quién escribió la Biblia y por qué?
.............169
La conspiración del Éxodo y el acuerdo Balfour...........182
Howard Carter
...........184
Sobre el cadáver de Tut
............186
La conspiración del Éxodo
.............196
¡Dejen marchar a mi mujer – eh, a mi pueblo!
............206
Los cristianos y Sión
.............210
La Biblia y la espada: los sionistas cristianos estadounidenses descubren Israel.............213
Vacas rojas para el rapto, y ríos de sangre............216
Explorando el laberinto...........251
Manipulaciones de los tiempos modernos y el ADNmt............251
¿Quiénes eran los hunos?
.........274
La supervivencia del más apto
............280
Primera programación en circuito - ¡aun mejor que la religión!............282
Aquellos que olvidan el pasado
...........291
Retrocediendo aun más en el tiempo
............296
La historia de los francos
.............296
El misterio de los guanches
............303
Retomando Gog y Magog
..........307
Gogmagog, Armagedón y la guerra de Troya
...........309
Donde existió Troya alguna vez
............310
Stonehenge y Troya
............314
Josefo: ¿apologista o traidor?
............319
Platón sobre la Atlántida
............320
En contra de Apión
...........326
El testimonio de Tácito
............327
¿Quién está primero?
.............330
Saliendo del laberinto
..............336
Ponerología política
.............336
La historia de la ponerología
............350
La patocracia
.............356
El ciclo histeroide
.............359
La psicopatía de base
.............370
Otras psicopatías
.............379
Fascinadores y paramoralismos
............381
Asociaciones ponerogénicas
.............384
El ave y la serpiente
............389
Fenómenos macrosociales
.............392
La gente normal bajo el mando patocrático
............402
El capitalismo y la psicopatía
............404
Ideologías
............412
La cultura de la crítica
...........417
Historia natural de la inteligencia ashkenazi
............420
El culto de la mentira plausible
............425
Cómo se juega a este juego
.............436
La Secta Secreta
...........438
Un gobierno de, por y para psicópatas
............441
Más allá de la locura
...........443
La sexta extinción
............449
Conclusión
.............456
Entonces, ¿en dónde estamos?
............456
Apéndices
...........475
Una ventana hacia su mundo
............476
Bibliografía
...........489

Introducción

“Cabe recordar que la primera tarea de cualquier conspiración, ya sea en la política, el crimen o dentro de una oficina de negocios, es la de convencer a todo el resto de que no existe ninguna conspiración. El éxito de los conspiradores estará determinado en gran parte por su capacidad para lograr esto.” [Gary Allen, None Dare Call It Conspiracy ("Nadie se atreve a llamarlo conspiración")]

Apenas horas después del ataque del 11 de Septiembre de 2001, se volcó la culpa en la entrada de la cueva de Osama Ben Laden en las montañas de Afganistán. Se nos dijo que los secuestradores habían sido 19 hombres árabes, la mayoría de los cuales eran ciudadanos sauditas, y que por alguna turbia razón, haber declarado culpables a ciudadanos sauditas secuestradores justificaba la invasión y la ocupación de Irak en el 2003.

Sin embargo, esta perturbadora inconsistencia no alcanzó para disuadir a la mayoría de los ciudadanos estadounidenses de que creyeran que Saddam Hussein también estaba involucrado de algún modo en los ataques del 11-S, a pesar de que nunca ha habido ninguna prueba del vínculo entre Osama y Saddam, mientras que sí hay una montaña de pruebas de que no existía ningún tipo de amor entre el laico Hussein y el fanático religioso Ben Laden. Más aun, nunca se ha ofrecido ninguna prueba de que aquel día alguno de los 19 hombres acusados de los secuestros haya estado siquiera en los aviones, sin mencionar el hecho de que algunos de ellos en realidad todavía siguen vivos según las noticias internacionales[1] .

El gobierno de Bush no proporcionó ninguna prueba de la existencia de armas de destrucción masiva que, según afirmó, Saddam estaba preparando para utilizar en contra de los Estados Unidos, o que podía llegar a preparar para utilizar en contra de los Estados Unidos, o que podía llegar a pensar en crear con el propósito de utilizarlas en contra de los Estados Unidos. Hoy sabemos, por el contrario, que no poseía ningún arma de destrucción masiva, ni los medios para crearlas, debido a los años de sanciones internacionales que ya habían reducido a Irak a un estado de impotencia militar y económica.

Aquí nos enfrentamos con un problema extraño y alarmante: ¿qué puede llevar a tanta gente a creer una historia sobre la cual no sólo no hay ninguna prueba, sino que además en realidad la preponderancia de pruebas apunta en una dirección diferente? ¿Cómo puede equivocarse tanta gente? En este libro, presentaremos un estudio científico que responderá a esta pregunta.

En la primavera de 2002, después de la publicación del libro Le 11-S: L’effroyable imposture de Thierry Meyssan, muchos lectores de nuestra página de Internet[2] nos inundaron con correos electrónicos preguntándonos qué pensábamos acerca de la prueba de que un Boeing 757 no había impactado en el Pentágono.

Hasta ese momento, no cabía ninguna duda en nuestra mente de que los acontecimientos físicos del 11-S habían ocurrido tal y como los habían descrito los medios y el gobierno de Bush. Por supuesto, teníamos ciertas ideas acerca de quién podía llegar a estar detrás de aquellos acontecimientos, pero lo importante es que no cuestionamos los “hechos en el terreno” –la logística física– del acontecimiento.

Ciertamente, dado que esa era nuestra creencia, comenzamos a buscar datos con una cierta inclinación. Yo[3] estaba bastante segura de que la teoría del “No Boeing” era un programa “psi-ops”[4] diseñado para tenderle una trampa a la gente que se preguntaba “¿quién lo hizo?, para que cuando finalmente se dejara al descubierto una “prueba del Boeing” golpeando el Pentágono, todos los que hubieran sospechado que se trataba de un “trabajo con cómplice interno” fueran vistos como completamente estúpidos y que se acallaran así perfectamente todas las teorías de la conspiración relacionadas. De esa manera se silenciarían todas las demás preguntas, principalmente la de Qui bono. En realidad, yo me esperaba que tal revelación de la teoría del “No Boeing” erigida en todo el mundo vía Internet y el libro de Meyssan se convirtieran en cualquier momento en un best seller. Cuando la “gran revelación diseñada para que todo el mundo fuese tratado de estúpido y dejara de hacer preguntas” nunca ocurrió, comencé a preguntarme lo que de verdad estaba sucediendo. ¿Podía ser posible que no existiera ninguna prueba de que el Boeing 757 había golpeado el Pentágono? ¿Qué estaban esperando para darla a conocer?

Debo admitir también que no consideré dentro del marco de posibilidades que tal “cambio” pudiera haber sido perpetrado ante el público estadounidense, y mucho menos en los medios. ¡Por supuesto que ningún elemento criminal dentro de nuestro propio gobierno podría ser tan disparatado como para simular un ataque terrorista en el Pentágono tratando de hacerlo pasar por un Boeing y esperar salir impune! ¡Qué idea tan descabellada! Y sin embargo, a medida que continuaba indagando a través de los montones de información, tanto a favor como en contra, comenzaba a tener la sensación de que eso era exactamente lo que había ocurrido.

Pero esa idea era tan loca, tan imposible, tan increíble, que –como la mayoría del promedio de la gente– yo quería resistir a brazo partido. Y desde luego parecían haber muchas buenas razones para resistirse a tal idea, y la más importante era la de ¿cómo podría existir realmente tal “conspiración” teorizada?

El término “teoría de la conspiración” ha sido utilizado a modo de burla desde hace ya tanto tiempo que el mero hecho de pronunciar tales palabras sirve para desviar las capacidades de reflexión del ciudadano promedio de las naciones occidentales. La “teoría de la conspiración” de la historia ha sido descartada en repetidas oportunidades y en forma peyorativa por los políticos y los medios de comunicación de los Estados Unidos.

Eso me resulta curioso. Y cuando algo despierta mi curiosidad, salgo en busca de una respuesta. Lo primero que pensé fue el hecho de que la palabra “conspiración” evocara una reacción tan fuerte en todos nosotros –y me incluyo– que nadie quiere ser tildado de “teórico de la conspiración”. Simplemente no es “aceptable”. “No es científico” o es una prueba de una inestabilidad mental. ¿Verdad?

En realidad, pienso que hasta la simple lectura de la palabra produce ciertas reacciones fisiológicas: una leve aceleración de los latidos del corazón y quizás un vistazo rápido alrededor suyo para asegurarse de que nadie lo esté mirando cuando usted simplemente lee la palabra en silencio.

Me pregunté por qué, ¿por qué esta palabra evoca tal reacción emocional instantánea? ¿Y usted, alguna vez se ha preguntado por qué estimula tal “retroceso”? Después de todo, no es más que una palabra. Sólo describe la idea de gente en “altos cargos” que piensa en cosas y en hacer cosas que manipulan a los demás para producir beneficios personales. ¡No hay nada de incierto en eso! En realidad es la cosa más cierta acerca de este mundo. El acto de conspirar es una parte antigua y bien documentada de la historia. En la Biblia, Caín conspiró para matar a Abel; los hijos de Jacob conspiraron para vender a su hermano como esclavo; Judas conspiró para traicionar a Jesús; Brutus y otros conspiraron para ‘acabar con’ Julio César. Los instigadores de la Revolución Americana eran conspiradores.

En el 1934 Irénée du Pont y William S. Knudsen (presidente de la General Motors) conspiraron con amigos del Banco Morgan para efectuar un golpe de estado contra Franklin D. Roosevelt. Tenían un ejército mercenario de terroristas y la única razón por la cual no lograron hacerlo fue porque se acercaron al General Smedley Butler para que guiara el golpe. A Butler no le gustaba el “New Deal” de Roosevelt; sin embargo, era un ser humano decente. Inmediatamente informó acerca de los conspiradores. Roosevelt sabía que arrestar a los conspiradores crearía una crisis peor aun en medio de la depresión. Entonces, en lugar de hacerlo decidió transmitir la información a la prensa, que la minimizó a un “rumor ridículo” a pesar de que fuese la verdad absoluta y aterradora. No obstante, sabiendo que habían sido desenmascarados, los conspiradores abandonaron el país. El Congreso designó una comisión especial para investigar el caso, pero podemos conjeturar que se ejerció una presión muy fuerte en el comité para que la verdad no surgiera “oficialmente.”. El Comité Legislativo fue extendiendo el proceso durante cuatro años y finalmente publicó un informe de “circulación restringida” únicamente. Este último mencionaba que “ciertas personas habían intentado establecer una organización fascista en este país” y añadía que el comité “había sido capaz de verificar todas la afirmaciones pertinentes hechas por el general Butler”.

El periodista Jim Marrs escribe:
El hecho de que este intento de derrocamiento del gobierno no sea mencionado en los libros de historia ilustra la deficiencia en la educación pública de esta nación en lo que se refiere a estos temas, gracias a unos medios de comunicación masiva que se preocupan más por temas como el “Ratón Mickey” que por noticias de investigación. Es irónico que hoy en día el imperio de Disney incluya varias organizaciones de medios de noticias.

En el prólogo de su libro, Fifty Greatest Conspiracies of All Time (Las cincuenta conspiraciones más grandes de todos los tiempos) los autores Jonathan Vankin y John Whalen señalan que la versión ‘Disney’ de la historia podría fácilmente llamarse la versión ‘New York Times’ o la versión “manual de escuela’. La mayor resistencia a las teorías de la conspiración no proviene de la gente de la calle, sino de los medios, la educación y el gobierno. Es decir, de gente que maneja la economía nacional y global de la información.
En 2005, la versión del New York Times fue expuesta abiertamente por el carácter “Disneyesco” de su información; la periodista Judith Miller pasó 85 días en la cárcel y el asistente del vicepresidente, I. Scooter Libby, fue acusado de haber “mentido” sobre el hecho de “dejar pasar” la identidad de la agente de la CIA, Valerie Plame. Considerando la situación en la que se encontraba el mismo Roosevelt y cómo fue modificada y luego ridiculizada por la prensa, uno debe preguntarse qué era lo que se escondía verdaderamente detrás del escándalo “Plamegate”.

Richard M. Dolan estudió en las universidades de Alfred y de Oxford antes de completar su licenciatura con un proyecto de historia en la universidad de Rochester, en donde salió finalista para una beca Rhodes para estudiar la estrategia de la Guerra Fría en los Estados Unidos, la historia y cultura soviéticas, y la diplomacia internacional. (Los mismos temas en los que se supone que Condoleezza Rice es una “experta”.) Ha escrito sobre “conspiración” de la siguiente manera:
La etiqueta misma [conspiración] sirve de desestimación automática, como si nadie actuara nunca en secreto. Aportemos un poco de perspectiva y de sentido común a este propósito.

Los Estados Unidos se componen de enormes organizaciones –corporaciones, burocracias, “grupos de interés”, y otros similares– que por su misma naturaleza son conspiratorios. Es decir, son jerárquicos, respiran dentro de un ambiente de secreto que rodea la toma de las decisiones importantes por parte de ciertos elementos claves con poder de decisión, y además, no tienen escrúpulos para mentir cuando se trata de hablar de sus propias actividades. Tal es la naturaleza del comportamiento de las grandes organizaciones. En ese sentido, la “conspiración” es una forma de vida a todo lo largo y ancho del globo.

Dentro de los aparatos militares y de inteligencia del mundo, esta tendencia se encuentra magnificada a un grado extremo. Durante la década de 1940, [...] los militares y sus científicos desarrollaron las armas más poderosas del mundo en completo secretismo. [...]

Todo el que haya vivido en una sociedad represiva sabe que la manipulación oficial de la verdad es cosa de todos los días. Pero las sociedades tienen sus mayorías y sus minorías. En toda época y lugar es siempre una minoría la que gobierna, y es siempre una minoría la que ejerce su influencia dominante para dar forma a lo que podríamos llamar la cultura oficial. Todas las élites se ocupan de manipular la información pública con vistas a mantener las estructuras de poder existentes. Se trata de un juego sumamente antiguo.

Estados Unidos es nominalmente una república y una sociedad libre, pero en la realidad es más bien un imperio y una oligarquía, vagamente consciente de su propio estado de opresión, tanto la que se ejerce internamente como la que se ejerce externamente. He utilizado la expresión “estado de seguridad nacional” para describir sus estructuras de poder, ya que es una manera conveniente de caracterizar a las comunidades militares y de inteligencia, así como a todas las esferas que se alimentan de estas, tales como los contratistas de defensa y otras entidades nebulosas y encubiertas. Sus rasgos fundamentales son el secretismo, la riqueza, la independencia, el poder y la duplicidad.
Prácticamente todas las iniciativas de importancia emprendidas por las comunidades militar y de inteligencia en el pasado medio siglo, han tenido lugar en secreto. El proyecto de fabricación de la bomba atómica, más conocido como Proyecto Manhattan, sigue siendo el gran modelo para todas las subsiguientes actividades. Por más de dos años ni un solo miembro del Congreso se enteró siquiera de su existencia, a pesar de que la factura final excedió los dos mil millones de dólares.

Durante la Segunda Guerra Mundial y en la época posterior a ella, otros importantes proyectos tales como el desarrollo de las armas biológicas, la importación de los científicos nazis, los experimentos sobre control mental, la intercepción del correo y transmisiones de cable a nivel nacional y con una población en completa ignorancia del hecho, la infiltración de los aparatos mediáticos y de las universidades, los golpes de estado secretos y los asesinatos planificados, todo ello ha tenido lugar sin conocimiento no solamente del público norteamericano, sino también de la mayoría de los miembros del Congreso y varios presidentes. El hecho es que muchas de entre las más poderosas agencias de inteligencia fueron establecidas bajo el más profundo secreto, con absoluto desconocimiento del público y del Congreso por muchos años.

Desde la década de 1940 las esferas de Inteligencia y de Defensa de los Estados Unidos han tenido más dinero a su disposición que la mayoría de las naciones, y además del presupuesto oficial, la mayor parte de su capital ni siquiera está declarado. Desde un principio la CIA se involucró en una serie de actividades de “negocios” que permanecieron fuera de todo registro y generaron grandes sumas de efectivo. Las relaciones de la CIA con el crimen organizado a nivel mundial (y por ende con los carteles de la droga internacionales) han quedado bien establecidas y documentadas desde hace muchos años ya. Gran parte de los dineros que financian a la comunidad de inteligencia provienen de familias norteamericanas muy acaudaladas y de larga tradición, las cuales por mucho tiempo han tenido especial interés en financiar operaciones de seguridad nacional que consideran importantes para sus propios intereses.

En los Estados Unidos existe, en teoría, un grado de supervisión de parte de la sociedad civil sobre el aparato de seguridad nacional. El presidente es el comandante militar en jefe. El Congreso tiene facultades de fiscalización sobre la CIA. El FBI debe responder al Departamento de Justicia. En la práctica, sin embargo, poco de esto se cumple, y una de las razones tiene que ver con el secretismo. [...]

Un escalofriante ejemplo de tal independencia tuvo lugar durante la década de 1950, cuando el presidente Eisenhower efectivamente perdió el control del arsenal nuclear de los Estados Unidos. La situación se deterioró a tal punto que durante los dos últimos años de su período presidencial, Eisenhower solicitó en repetidas ocasiones una audiencia con el jefe del Comando Aéreo Estratégico para ponerse al tanto de los detalles del plan de respuesta nuclear de la nación. Lo que finalmente descubrió en 1960, su último año en el cargo, lo espantó: la mitad del Hemisferio Norte resultaría destruido.

Si un héroe militar reverenciado como Eisenhower no pudo controlar el arsenal nuclear de los Estados Unidos, ni obtener una respuesta directa del Pentágono, ¿cómo demonios pudieron hacerlo los presidentes Truman, Kennedy, Johnson, o Nixon en asuntos semejantes?

El secretismo, la riqueza y la independencia se traducen en poder. A lo largo de los años el estado de seguridad nacional ha tenido acceso a la tecnología más sofisticada del mundo, ha sellado millones de acres fuera de todo acceso o escrutinio público, ha adquirido ilimitadas habilidades de intrusión en la esfera privada de los ciudadanos tanto dentro como fuera de las fronteras, ha llevado a cabo acciones evidentes o clandestinas en contra de otras naciones, y se ha involucrado en guerras sin que mediara ningún escrutinio serio de parte de los medios de comunicación. En el ámbito doméstico mantiene su influencia sobre los oficiales elegidos para cargos públicos y sobre las comunidades mismas con la idea de obtener algunos de los miles de millones de dólares que se destinan al rubro de la defensa.

El engaño es una actividad clave dentro de cualquier actividad bélica, y cuando el ganar es todo cuanto importa, la moralidad convencional del común de la gente ordinaria se convierte en un impedimento. Cuando se consideran en conjunto, los ejemplos de duplicidad oficial forman una tendencia abrumadora. Incluyen “jugosos bocados” tales como la falsa crisis bélica de 1948, la supuesta brecha de los misiles declarada por la fuerza aérea en la década de 1950, los eventos cuidadosamente manipulados que condujeron a la resolución del Golfo de Tonkin... [...]

El secretismo proviene de un hecho fundamental de la vida en nuestro mundo, que aquellos que se encuentran en la cima siempre tomarán las medidas necesarias para asegurarse de mantener el status quo.
Los escépticos a menudo preguntan: “¿realmente piensa que el gobierno puede esconder [cualquier cosa] por tanto tiempo?” La pregunta misma refleja el desconocimiento de la realidad de que el secretismo es una forma de vida dentro del Estado de Seguridad Nacional. Pero lo cierto es que la respuesta es sí y no.

Sí, en cuanto a que los encubrimientos son un procedimiento estándar dentro del manual, y a menudo son del completo desconocimiento del público por espacio de décadas, pasando a ser asuntos de dominio público sólo merced a alguna circunstancia fortuita. Y no, en cuanto a que [...] a menudo hay fugas de información desde el mismísimo comienzo: es imposible mantener la tapa herméticamente cerrada. La clave reside en neutralizar y desacreditar cualquier información no deseable, en algunas ocasiones por medio de la negación oficial, pero en otros casos mediante la complicidad de ciertos elementos dentro de los medios de comunicación.

Es muy improbable que cualquier evidencia [de una conspiración] proveniente de los niveles primarios pueda sobrevivir al inevitable conflicto con la cultura oficial, y ningún reconocimiento de la realidad [de las conspiraciones] puede tener lugar a menos que la cultura oficial lo considere pertinente o necesario.
Más aun, el mero hecho de que éste sea uno de los tantos libros que presentan el caso de una implicación del gobierno en el 11-S es una clara prueba de que esta conspiración en especial ciertamente no tuvo éxito, o por lo menos no tanto como les hubiera gustado a los conspiradores. Sin embargo, el problema reside en el hecho de que los conspiradores tienen a personas clave en cargos de poder que los capacitan para seguir actuando como más les plazca, como si no hubiese ninguna conspiración, sin miedo a las repercusiones. Si uno controla el ejército, la mayoría de los medios y el poder judicial, no hay mucho que el común de la gente –que sólo quiere vivir su vida con la menor cantidad de dolor posible– vaya a arriesgar para oponérsele.

Ahora, vuelva a pensar en la palabra “conspiración”, y permítame enfatizar este punto clave: desde un punto de vista histórico, la única realidad es la de la conspiración. Recuerde: el secretismo, la riqueza y la independencia se se traducen en poder. El engaño es el elemento clave de cualquier actividad bélica (la herramienta de las elites poderosas), y cuando el ganar es todo lo que importa, la moralidad convencional sostenida por el común de la gente se convierte en un impedimento. El secretismo proviene de un elemento fundamental y profundo de la vida en nuestro mundo, que dice que aquellos que están en la cima tomarán las medidas necesarias para mantener el estatus quo, es decir, su posición de poder y su empuje para obtener lo que desean.

¿Y cómo lo logran? A través de la “cultura oficial”. Uno de los temas que vamos a abarcar en este libro es el de cómo funciona esto exactamente.

Hace poco mantuve un intercambio con Robin Ramsay, el editor de la revista Lobster, supuestamente la “principal” fuente acerca de la conspiración. El contexto del intercambio estaba relacionado con uno de sus artículos más recientes, “Konspiracy Korner”, publicado en el Fortean Times. En él, Ramsay escribe:
…muchos de los que están a favor de la conspiración concuerdan que sea lo que sea que golpeó al Pentágono, no fue el vuelo 77.
Luego le informa al lector de Fortean Times que Christopher Nelly, del Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, ha afirmado que “lo que muchos expertos han denominado “la investigación forense más completa en la historia de los EE.UU.” terminó el 16 de noviembre con la identificación de 184 de los 189 individuos que murieron en el ataque terrorista al Pentágono.”

Ramsay descarta a los “teóricos de la conspiración” al escribir:
“Por supuesto que debe ser mentira”, dicen muchos entuasiastas de la conspiración. Y sí, es posible que no haya ningún Christopher Kelly; o que sea una victima de burlas para “los conspiradores”; o que dcmilitary.com esté bajo su poder a tal punto que esté dispuesto a dar un informe fabricado. Pero nada de esto es probable.
¿Entendió eso? Todo lo más probable del mundo, en cuanto a las verdaderas conspiraciones, que existen como ya bien lo sabemos todos, Robin Ramsay, supuestamente el “experto en conspiración”, ¡acaba de rechazarlas como si considerarlas fuera una muestra de fragilidad mental! Lo más inquietante de todo es que la “versión oficial” deducida de los informes de noticias y la información dada por oficiales del gobierno no aguanta siquiera el escrutinio más superficial, de lo cual Ramsey se habría enterado si se hubiera tomado el tiempo de examinarla concienzudamente. Contrariamente a las afirmaciones de Christopher Kelly citadas anteriormente por Robin Ramsay, nunca hubo un “análisis forense” completo. Bueno, permítame corregir esto: muy probablemente sí hubo algún tipo de “análisis forense”, ¡pero lo que no hubo fue una investigación forense antes de ese análisis!

Después de haberle escrito un largo e-mail a Robin Ramsay, que incluía muchos fragmentos del material de nuestra investigación y de la de otros, el Sr. Ramsay respondió:
En última instancia se reduce a cómo ustedes ven el mundo. El tipo de conspiración que están describiendo, o insinuando, me parece inconcebible: demasiado grande, demasiado compleja, demasiado probable que fallara o fuera descubierta, como para llegar a montarse. Lo que están describiendo […] es ampliamente mayor –y más complicado y más peligroso– que cualquier tipo de proyecto de control mental o de psi-ops que se conozca. Y no hay ninguna prueba de ello. […]
Aquellos –como ustedes– que hablan a favor de una conspiración de estado en los EE.UU. están proponiendo una conspiración masiva, de múltiples agentes, de un tipo que nunca antes ha existido. Todos los organismos estatales de los EE.UU. se odian mutuamente y apenas cooperan entre sí, se alistan en guerras interminables por ganar terreno. La clase de operación entre agencias que están proponiendo simplemente nunca ha existido en tiempos de paz. Para mí es inconcebible que se haya podido reunir tal grupo. Y ésta es probablemente la razón principal por la cual los organismos estatales oficiales de los EE.UU. y los políticos, nunca han tomado en serio las teorías de la conspiración. Saben cómo opera el estado de los EE.UU. y por consiguiente rechazan la idea desde el comienzo. (Y en la investigación oficial sobre el 11-S abundan los ejemplos de hostilidad entre las agencias estatales.) En realidad, cuando los aviones golpearon las torres, una gran parte de los cuerpos militares y de inteligencia de los EE.UU. pensaron inmediatamente en Ben Laden. Y nunca tuvieron una buena razón para cambiar de opinión, sobre todo porque Ben Laden y sus varias cohortes han admitido (y se han jactado de) haberlo hecho.
En pocas palabras, Robin Ramsay sufre de la misma enfermedad identificada por Richard Dolan: una moralidad ordinaria que no es capaz de concebir la verdadera realidad sobre la conspiración y los conspiradores. Recuerde:

Desde un punto de vista histórico, la única realidad es la de la conspiración.

El secretismo, la riqueza y la independencia se traducen en poder; el engaño es el elemento clave de cualquier actividad bélica (la herramienta de las elites poderosas), y cuando el ganar es todo lo que importa, la moralidad convencional sostenida por el común de la gente se convierte en un impedimento. El secretismo proviene de un elemento fundamental y profundo en la vida en nuestro mundo, que dice que aquellos que están en la cima tomarán las medidas necesarias para mantener el status quo…


Sin duda las afirmaciones de Robin Ramsay “dan en el blanco”, si se considera a todos por igual. Pero es aquí donde nos encontramos con un problema: basándose en una observación científica minuciosa, todas las cosas no son iguales. Es más, hay una montaña de pruebas –muchas de ellas circunstanciales pero de tanto peso que podrían ser aceptadas por un tribunal– de que sí se trata de una conspiración gigantesca, y de que la “elite poderosa” (individuos cuya existencia podemos desconocer por completo, dado que es posible que los que mueven y agitan la política y el mundo de las empresas al nivel más alto no sean más que sus peones), en la cima de la montaña, de alguna manera controla todo lo que está más allá, incluso a los gobiernos de varios países.

¡Hombre, es que esto suena demasiado loco! Pero antes de que usted rechace esta idea descabellada, permítame explicar mi afirmación de que “todas las cosas no son iguales”. En este libro vamos a presentar una investigación científica que demuestra cómo es posible que exista tal conspiración en nuestra realidad, basándonos en “leyes naturales” poco conocidas. Esta investigación fue realizada en secreto por científicos que estaban experimentando dicha realidad en Europa del Este antes, durante y después de la segunda guerra mundial. La historia de este grupo de científicos y de su investigación nunca se ha hecho pública si bien, ciertamente, individuos dentro de los “neocons” sabían de ella y la suprimieron, como veremos luego. Efectivamente, el trabajo emprendido por estos científicos y los resultados que alcanzaron nos proveen de pruebas más que suficientes de que la conspiración del 11-S no sólo es posible sino también muy probable.

Pero nos estamos adelantando. Primero, volvamos a…

El 11-S: punto cero

El 14 de septiembre de 2001 –apenas dos días después de los Ataques Terroristas– leí en Internet un curioso artículo de una página de noticias rusa que me llamó la atención y me dejó extrañamente preocupada. Era una entrevista con un ex-oficial ruso de alto rango y especializado en los servicios secretos rusos que nos fue traducido y enviado por un lector, y voy a reproducirlo tal como lo leí. Sólo he añadido subrayados y énfasis para resaltar los puntos que me parecieron más interesantes:
En una entrevista con Andrey Kosyakov, ex-asistente del presidente del Congreso ruso y especialista en Seguridad Internacional, se trata el tema de los actos de terrorismo llevados a cabo el 11 de Septiembre en los Estados Unidos, y de sus consecuencias.
P: ¿Qué sugiere que el terrorismo en los EE.UU. fue planeado con mucha antelación?

R: Primero, los conspiradores poseían aptitudes profesionales para pilotar un avión. Tuvo que haber habido por lo menos cuatro de ellos con substitutos a mano para el caso de que alguno fallara. La probabilidad de que el secuestro de un avión falle es alta. Por lo tanto, tenía que haber secuestradores y/o pilotos de apoyo para esta eventualidad.

En segundo lugar, todos los participantes de la operación estaban listos para sacrificar sus propias vidas, y no es fácil encontrar tales individuos.

Y por último, los horarios de salida de los aviones desde cuatro puntos diferentes estaban coordinados minuto por minuto. Esto quiere decir que las rutas y el horario ya se conocían con mucha antelación, y que estos vuelos en especial habían sido seleccionados específicamente por sus rutas y horarios.

Todo esto es lo suficientemente complicado como para necesitar un largo período de planificación.

P: ¿Y, según su opinión, cuánto tiempo llevaría planear algo así? ¿Cómo de grande sería la organización que requeriría? ¿Podría por ejemplo el Ejército Rojo llevar a cabo tal operación? Algunos analistas dicen que sólo una organización nacional podría hacer esto.

A: En lo que concierne al tiempo de preparación, requeriría meses. Y dicha organización debe ser muy poderosa.

Pero la participación de una organización nacional, tal como el gobierno de un país, es muy dudosa.

Le aseguro que aquí no se usaron recursos nacionales.

Ningún servicio secreto arriesgaría a sus agentes de esa manera. Pasan mucho tiempo y gastan mucho dinero para entrenar a sus agentes. Sin embargo, si el blanco hubiese sido el presidente Bush, entonces uno podría sospechar del servicio secreto de alguna organización. Pero aquí el blanco fue otro: los civiles.

En cuanto al Ejército Rojo, no encaja por una simple razón: consiste principalmente en orientales, y es demasiado fácil distinguir a japoneses de estadounidenses.

P: Entonces, ¿qué conclusión saca de todo esto?

R: Mire, analizando la situación, me llamó la atención un hecho significativo: se sabe que hubo llamadas telefónicas desde el avión. Una de las personas que llamó era una periodista profesional. Y sin embargo, ni uno de los individuos que llamaron dijeron que habían sido secuestrados por “terroristas musulmanes”. No hubo aparentemente nada inusual acerca de la apariencia de los secuestradores. No se hizo ningún intento por describirlos. Nadie dijo: “Terroristas musulmanes han secuestrado el avión”, lo que habría sido el primer comentario de esta periodista si hubiera sido aparente que los secuestradores eran “extranjeros”. Obviamente no había nada inusual en ellos en cuanto a su apariencia, acento, pronunciación, u otros factores similares.

P: Pero las organizaciones secretas podrían esconder estas cosas, ¿no?

R: Todas estas llamadas fueron privadas. Y ni siquiera el FBI fue capaz de suprimir el hecho de que estas llamadas tuvieran lugar. Entonces, la conclusión que me viene a la mente es que la apariencia de los secuestradores no era de ninguna manera diferente a la de los demás pasajeros. Sólo en tales casos los comunicantes habrían identificado a los secuestradores en una forma simple. Esto sugiere que los secuestradores eran de apariencia europea.
También existe el hecho sospechoso de que los conspiradores hayan dejado una “pista” enorme en el automóvil alquilado en el aeropuerto con una copia del Corán e instrucciones sobre cómo pilotear un avión en árabe.

Ahora observe que ninguna organización se ha declarado culpable. Esto significa que los terroristas quieren esconder su identidad.

Con todos los otros aspectos de control y profesionalismo total, ¿cómo pueden haber cometido ese error?

Esto no concuerda con la perfección de todo el resto de esa operación.

Todo esto dice que los criminales quieren crear una pista falsa.

De esta manera, se ha inducido muy inteligentemente a los servicios secretos a que busquen a “terroristas musulmanes”.

P: ¿Pero la práctica del autosacrificio es, en efecto, típica de la cultura musulmana?

A: Usted tiene toda la razón. ¿Pero quién le dijo que los que murieron no eran musulmanes?

De esta manera podemos reducir el radio de nuestra búsqueda.

Sobre la base de esta información que poseemos, puede ser que lleguemos, a través del análisis, a la conclusión de que los que lo hicieron eran americanos o europeos seguidores del Islam radical.

Fueron manipulados para que los verdaderos criminales se salvaran de las acciones de seguimiento.

Está totalmente claro que esta es una operación multifacética… parece que el blanco es precisamente Estados Unidos; precisamente los civiles.

P: Pero, recordamos que algunos analistas afirmaron que si George Bush hubiera estado en la Casa Blanca el 11 de Septiembre, entonces el avión habría apuntado hacia la Casa Blanca en lugar de dirigirse hacia el Pentágono.

R: Esto es altamente improbable. En ese caso la Casa Blanca o el Pentágono habrían sido el primer blanco, y no la pacífica población.

De hecho, tras un primer acto terrorista exitoso, las posibilidades de éxito del resto disminuyen. Observe que la última acción sí fracasó en el choque del vuelo en Pittsburgh. Lo más probable es que fuera abatido. Sin embargo, por más difícil que sea admitirlo, hacer eso fue lo correcto.

Por lo tanto está claro que los primeros blancos son los civiles.

Existe esta frase que forma parte de la mentalidad de los terroristas: “La población civil en los países democráticos es responsable de las acciones de sus gobiernos.” Los terroristas aceptan y usan esta fórmula. Por consiguiente, los próximos actos terroristas seguirán este mismo modelo. Obviamente, sucederán el miércoles o el jueves de la semana próxima. ¿Por qué? No deseo explicar la lógica terrorista. Pero está basada en un cierto sentido de “exactitud” de la cuestión.

Pero me gustaría repetir esto: el hecho de que ningún terrorista se haya declarado responsable nos dice que volverán a matar una y otra vez hasta que se haya alcanzado la nueva etapa de conflicto global. Este es precisamente el objetivo de estas acciones. Sólo en ese momento revelarán su identidad, con el propósito de obtener seguidores.

P: ¿Cómo puede ser que los servicios secretos de los EE.UU. hayan fracasado en detectar tal acto terrorista?

R: Daré dos ejemplos: hace seis meses el servicio de reconocimiento israelí llevo a cabo estudios sobre el uso de blancos aéreos empleados para conducir actos terroristas.

Es seguro que los estadounidenses tenían acceso a estos estudios. Pero parece que nos les entró en la cabeza aplicar esta información en medidas defensivas.

Y otro: en marzo de 1991 Korzhakov estuvo sentado en nuestra oficina, y le contamos la situación que condujo al golpe de gobierno de septiembre. Predijimos que todo ocurriría en septiembre. En efecto, todo ocurrió, correspondiendo exactamente a nuestro guión, sólo que sucedió un mes antes: en agosto. Nadie le prestó atención. Esto significa que cuando hay predicciones de posibilidades que parecen ser improbables, nadie las toma en serio, y mucho menos los servicios secretos. Es por eso que Putin dice que lo que se necesita es una unión de todos los servicios secretos de todas las naciones.

P: ¿Cuál es la probabilidad de que los servicios secretos estadounidenses consigan encontrar al líder detrás de esta operación, o que simplemente presenten a alguien falso a la sociedad?

R: Una muy alta. Hay gente, hay departamentos en donde están situados, lo que quiere decir que seguramente haya huellas. Siguiendo estas huellas, es posible que uno encuentre al líder.

P: ¿Y quién es? ¿Ben Laden?

A: Difícilmente.

Sí. Hubo una intercepción de su conversación con alguien más, en donde se le reportó la destrucción de los dos blancos. Eso fue visto como la confirmación directa de su participación. Pero él no es un ideólogo. Es demasiado conocido. Y el que organizó todo esto es demasiado inteligente como para que se lo reconozca.

Jamás.
Ahora, recuerde, esta entrevista con un experto del espionaje tuvo lugar solo días después de los ataques del 11-S. El oficial estaba basando su análisis en la información abierta al público, pero me sorprendió que estuviera haciendo por demás hincapié sobre algunos puntos, como si tuviese pistas. Muchos puntos en este artículo hicieron que comenzara a reflexionar. Esos puntos son los siguientes: los ataques fueron llevados a cabo en contra de civiles, blancos que son altamente simbólicos para el estadounidense promedio. En otras palabras, estaba planeado hacer que absolutamente todos los estadounidenses se sintieran invadidos por el miedo y la indignación para que cualquiera que se presentara como un “hombre fuerte”, señalando a los culpables y declarando que los iba a perseguir fuese capaz de hacer lo que quisiera. Y eso es exactamente lo que hizo George W. Bush.

El hombre de la inteligencia rusa dijo que era obvio que los ataques habían sido llevados a cabo por una “organización muy poderosa” que desea culpar a los musulmanes por estos ataques (para crear una pista falsa). Más tarde se contradijo a sí mismo cuando afirmó que debía haber musulmanes radicales (si bien probablemente eran europeos). Y también hizo notar que, ya que los ataques habían sido tan bien planeados, era obvio que los autores serían demasiado inteligentes como para ser descubiertos, y ciertamente demasiado astutos como para dejar a la vista pistas tales como pasaportes y videos de “cómo volar” en árabe. Efectivamente, los pasaportes y videos fueron trampas puestas para inculpar falsamente a terroristas islámicos por el acto cometido.

Después de leer todas las dudas que introdujo y retiró, lo que más me llamó la atención casi forzosamente fue la pregunta: “¿Cómo puede ser que los servicios secretos de los EE.UU. hayan fracasado en detectar tal acto terrorista?”, cuando si se lo considera a la luz de todo lo otro que dijo: “El servicio de reconocimiento israelí llevo a cabo estudios sobre el uso de blancos aéreos para conducir actos terroristas”, seguido por su afirmación de que “es seguro que los estadounidenses tuvieron acceso a estos estudios”.

Entonces, comencé a reflexionar un poco más profundamente sobre lo que este sujeto del servicio de inteligencia estaba diciendo a pesar de que aseguraba confidencialmente a su entrevistador que ningún “servicio nacional” había hecho esto, como diciendo “¡por supuesto, que un servicio nacional lo hizo!”

Esta evaluación me llamó la atención como uno de los comentarios más inteligentes con respecto a los ataques del 11-S que salieron en aquel momento, emergiendo como una pequeña isla de cordura por sobre el despotrique histérico sobre Osama y aquellos musulmanes malvados.

Lo que me pareció más interesante de todo fue quién exactamente estaba señalando más vigorosamente al Islam radical: un verdadero coro griego dirigido por un ex-animador, nuestro propio George Bush, y los militaristas.

Otro comentario astuto proviene de Musa Keilani, que escribió para The Jordan Times:
Jordania está totalmente comprometida en combatir tanto al terrorismo como a Osama Ben Laden, cuyos seguidores aún están siendo procesados esta semana por haber intentado sabotear y llevar a cabo ataques en Amán. Aun así, muchos de nosotros sentimos la misma frustración que el ministro saudita de asuntos exteriores quien dio a conocer el nombre de los cinco sauditas buscados por el FBI, a pesar de que éstos ya habían muerto años antes de que comenzara la histérica caza de brujas anti-árabe.

Pero todavía surgen algunas preguntas en medio del esfuerzo de los EE.UU. en contra del “terrorismo internacional”.

Nosotros en Jordania hemos tenido unas pocas posibilidades de escapar a los viles complots tramados por Ben Laden y le daríamos la bienvenida a cualquier iniciativa que pudiera acabar con el miedo recurrente a repetidas conspiraciones en contra de nuestra seguridad y estabilidad nacionales. Como tal, el compromiso con una campaña internacional genuina en contra del terrorismo, en todas sus manifestaciones, incluyendo el estilo de patrocinio estatal que practica Israel, es inquebrantable.

Algunos veteranos que se han pasado la vida entera estudiando las operaciones de los cuerpos de espionaje afirman que los ataques no podrían haber sido conducidos por ningún grupo “árabe o islámico” sin la implicación de redes de agentes “internos” de alto rango en las instituciones de los Estados Unidos.

Efectivamente, estos veteranos están mejor ubicados para evaluar las operaciones de los cuerpos de espionaje, en especial en los Estados Unidos, porque el enfoque mismo de su trabajo profesional eran los EE.UU. y porque han adquirido un conocimiento íntimo de cómo funciona la comunidad de los cuerpos de espionaje en los Estados Unidos. Incluyen, entre otros, a Mikhail Magrelov, un antiguo especialista del espionaje y líder diputado del Comité de Asuntos Internacionales del Consejo de la Federación Rusa, Yevgeny Kozhokin, director del Instituto Público de Estudios Estratégicos (RISS), y Andrei Kosyakov, ex-asistente del director del subcomité del Soviet Supremo de Rusia, a cargo del control de la actividad de los servicios de espionaje.

Dudas acerca de las afirmaciones de EE.UU. de que los ataques tenían un vínculo “árabe e islámico” bajo la forma de Ben Laden también habían sido levantadas por veteranos de gobierno y diplomáticos en Europa, que sostienen que Washington no debería saltar a la conclusión de que el disidente saudita fue responsable de los ataques, ni tratar de venderle esa idea al mundo; los EE.UU. deberían concentrarse más en sus investigaciones sobre el terrorismo sembrado dentro del propio país.

El argumento general por parte de los expertos en los cuerpos de espionaje rusos es que una organización que aún está por identificarse pero que es poderosa e influyente debe haber estado detrás de la operación, y que este grupo debe tener poco en común o quizás hasta ningún vínculo con árabes y musulmanes.

Los expertos sostienen que una organización controlada por alguien como Ben Laden no podría haber orquestado los ataques que requerían la implicación de por lo menos 100 a 150 personas dedicadas viviendo dentro de los Estados Unidos, docenas de ellos con extraordinarias habilidades para volar, una familiaridad absoluta con el sistema de aviación civil de los Estados Unidos, con rutinas y procedimientos de emergencia, capacitación en la comunicación de alto nivel y el planeamiento estratégico, además de la capacidad para evadir la vigilancia de los cuerpos de espionaje. Tales mentes de alta tecnología con precisión y coordinación militar sólo podrían pertenecer a un grupo mucho más sofisticado que los operativos desarrapados de cualquier país u organización del Tercer Mundo cuyas operaciones pasadas han consistido como máximo en hacer explotar camiones cargados de explosivos dentro de edificios.

El argumento y la creencia general de que ningún estadounidense sería capaz de llevar a cabo tal crimen de destrucción atroz en una operación de suicido como la del 11 de Septiembre es contrarrestada por la bomba de Oklahoma en 1995. Timothy McVeigh fue incriminado por aquella bomba del mismo modo que otros títeres han sido utilizados en asesinatos y bombardeos de alto perfil en el transcurso de los últimos cincuenta años. La realidad, que está respaldada por pruebas sólidas, es que el bombardeo de Oklahoma fue llevado a cabo por un grupo astuto dentro de la comunidad de espionaje de los EE.UU. que se había infiltrado en una red de trabajo más amplia de militantes estadounidenses puros (anglosajones), lo que incluye a oficiales activos y retirados y a coroneles de los “boinas verdes”.

La verdad sobre la historia del grupo en el que McVeigh estaba involucrado fue suprimida deliberadamente, según los expertos, señalando que Mc Veigh tenía igualmente sentimientos suicidas cuando insistió en que lo ejecutaran. Además, se notaba también una ansiedad visible pero inexplicable por parte de las autoridades en Washington por ver su boca sellada con la muerte lo más rápidamente posible.

Dentro de las muchas preguntas formuladas por los expertos, se encuentran las siguientes:
- ¿Cómo pudo ser posible que un “grupo árabe o islámico” encontrara “suicidas”, profesionales en el arte de volar con precisión, que podían dirigir un avión civil grande con tanta exactitud como para infligir un daño máximo?

- ¿Cómo puede ser que los “procedimientos de emergencia” no hayan logrado acudir a los pocos minutos después de que los aviones secuestrados se desviaron de su curso predeterminado de vuelo?

- ¿Cómo es que los aviones secuestrados lograron permanecer en el aire entre 55 y 80 minutos?

- ¿Por qué los pasajeros secuestrados que hablaron con miembros de sus familias a bordo de los aviones no se molestaron en mencionar nada acerca del aspecto físico de los secuestradores? (“La apariencia de los secuestradores no los distinguía de ninguna manera de todos los otros pasajeros… Esto apoya la suposición de que los secuestradores tenían aspecto europeo”, dice uno de los expertos.)

- ¿Por qué y cómo puede ser que las mentes detrás de una operación planeada tan meticulosamente permitieran que se dejasen atrás “¡¡pruebas tan comprometedoras!!” como un vehículo alquilado fácil de rastrear, con el Sagrado Corán y manuales de aviación en árabe que establecían claramente un vínculo árabe con los ataques?

- ¿Cómo hicieron los “árabes y musulmanes” que según los EE.UU. llevaron a cabo los ataques, para evadir la atención de la alerta de las agencias de espionaje de los Estados Unidos, durante los varios meses que fueron requeridos para planear la operación?

El argumento aquí es que casi todos los árabes o musulmanes que viven o entran a los EE.UU. con la mínima huella de vínculos de militancia, han sido puestos bajo el escrutinio cercano de las agencias de espionaje e investigación del país. Es virtualmente imposible que tanta cantidad de árabes y musulmanes hayan evadido la investigación y logrado formar parte de una operación de esta magnitud involucrando áreas tan altamente sensibles como la seguridad aérea.

Todas las indicaciones hasta el momento muestran que acusar a árabes y musulmanes de haber llevado a cabo los ataques es muy conveniente para muchos grupos interesados, y que sirve a más de un propósito. Además, es un ejercicio que desvía la atención de los verdaderos autores del delito.
Cuando observamos el hecho de que, desde el principio, se comparó a este acontecimiento con Pearl Harbor, nos debemos preguntar si no se trata de una especie de “firma”.

Recuerdo que por el 1986, cuando encontré las pruebas documentadas de que el ataque en Pearl Harbor se había sabido en los Estados Unidos mucho antes de que sucediera, eso me conmocionó. No sólo los gobiernos no hicieron nada para prevenirlo, sino que tampoco se lo advirtieron a aquellos que iban a ser atacados. La pérdida de vidas estadounidenses fue horrenda. Y la culpa reside en el umbral de los líderes de los Estados Unidos. Existen incluso pruebas de que manipularon deliberadamente la situación, en los niveles más elevados, para asegurarse de que el acontecimiento tuviera lugar.

¿Por qué?

Bueno, para llevar a los Estados Unidos a la guerra, por supuesto. La guerra es un gran negocio. En donde sea que haya una economía lenta, un poquito de belicismo siempre es la respuesta. En tiempos remotos, era el negocio del día: ir a la guerra, matar a los hombres, capturar a las mujeres y las riquezas del enemigo, irse a casa cuando lo habían gastado todo y se habían cansado de las mujeres, y luego volver a hacerlo. Hasta Herodoto entendió que esa era la razón de la guerra. Y los seres humanos no han cambiado en nada. Por lo menos no aquellos que aspiran a puestos de poder.

¿Es posible que el gobierno de nuestro país tuviera un indicio de que los acontecimientos del 11-S iban a ocurrir?

Efectivamente, luego de haber examinado todas las pruebas disponibles, ese parece ser el caso.

Y si fuera así, ¿es posible que no hayan hecho nada?

Una vez más, eso también parece ser cierto. Cuando por fin se despertaron de sus juegos de guerra y sus clases de lectura en la escuela, lo único que hicieron fue exactamente lo opuesto a tratar de llegar al fondo del asunto, e intentar encontrar a los verdaderos culpables. En cambio, fueron detrás de pistas falsas, puestas para llevar a todos por mal camino y se les negó a todos el derecho de cuestionar las conclusiones a las que ellos hicieron propaganda de manera tan vigorosa.

Bueno, de seguro tales pistas pueden llevar al ciudadano promedio por mal camino. Es posible que no estén conscientes de lo que llamamos “operaciones de falsa bandera”. No están educados acerca del accionar del espionaje y no saben nada acerca de las manipulaciones malvadas que siguen existiendo en el mundo de espía contra espía.

Pero seguramente, el presidente de la nación más grande de la Tierra no va a ser engatusado con un disparate tan flagrante como un video de “cómo volar” en árabe, o el descubrimiento fortuito del pasaporte del presunto líder secuestrador Satam Al Suqami que escapó milagrosamente al choque del vuelvo 11 y al colapso del WTC, y fue encontrado en una calle de Manhattan, ¿no?

Aparentemente así fue.

Entonces, aquí tenemos a un gobierno que no actúa cuando y como debería hacerlo, ni antes ni después del ataque.
¿Es esto una coincidencia? ¿O una prueba de complicidad?

Durante los cuatro años que han seguido al 11 de Septiembre de 2001, hemos leído discusiones interminables sobre la complicidad del gobierno de los Estados Unidos, esparcidas como un fuego arrasador por la red, seguidas por libros o videos que analizan en forma exacta los detalles del material disponible en los videos de los ataques y en la historia oficial. Hemos leído los resultados de la información publicada por los medios de comunicación más importantes que muestran lagunas en la versión oficial. Docenas, y luego centenares, y ahora miles de comentaristas de mayor o menor prestigio simplemente no creen en el “fracaso del espionaje”, que es la respuesta del gobierno al por qué y al cómo George y cía. fueron tomados desprevenidos. Mucha, pero mucha gente está segura de que el gobierno no sólo estaba al tanto del ataque, sino que además lo consintió para satisfacer sus propios infames propósitos –o que incluso participó– y que los ataques del 11-S fueron equivalentes a un nuevo Pearl Harbor o hasta al incendio del Reichstag de Hitler.

Así pues, aquí tenemos dos fuerzas en oposición: la teoría oficial de la conspiración por parte del gobierno y respaldada por los medios de comunicación de masas controlados (en su mayoría) por los sionistas, en contra de un porcentaje creciente de la población que afirma que no hubo ningún error en el espionaje, que el gobierno consintió a propósito y que incluso participó en este ataque, y que es parte de un programa planeado para imponer un Gobierno Mundial sobre todos nosotros, para acortar nuestras libertades, y atraparnos dentro de un estado fascista.

Por otro lado, George Bush y su gobierno dicen que debemos aceptar algunas leyes nuevas, restrictivas, para mantenernos “a salvo” (restándole importancia al hecho de que los cuerpos de espionaje estaban disponibles y que fue el gobierno el que no les hizo caso y no pudo mantener a los Estados Unidos a salvo). Dicen que debemos efectuar cambios significativos en el modo en el que el país realiza negocios, y sobre todo, que necesitamos una pequeña guerra aquí y allá para volver a equilibrar la situación (sin mencionar la economía). Y toda la población atontada y consumidora lo debe creer y aceptar. Todas las abuelitas inversoras deben estar sentadas en casa, pegadas a las noticias de la Fox en sus televisores, contentas de que el tío Sam se haya hecho cargo, de que haya bombardeado a los afganos, dado una paliza grande a Saddam y que esté acabando activamente con los iraquíes y con cualquiera que los haya ayudado alguna vez, mientras hace votar todas las leyes necesarias para asegurar la seguridad de su gran nación. No importa si eso incluye desplazarse hacia una sociedad sin dinero en efectivo, implantando microchips bajo la piel para que todos puedan ser fáciles de encontrar, y grabando las conversaciones privadas telefónicas y por Internet de millones de estadounidenses para asegurarse de que no estén cometiendo actos terroristas durante su pausa a la hora del almuerzo.

Existe un dicho atribuido a Franklin Roosevelt: “En la política, nada sucede por accidente. Si sucede, puede estar seguro de que fue planeado de esa manera.” Quizás de verdad lo haya dicho, quizás no. Pero cualquiera que estudie la historia en profundidad puede comprender que se acerca mucho a la verdad. Una vez, yo también tuve una conversación con un sujeto que había seguido un entrenamiento en la inteligencia militar y me dijo que una de las primeras reglas usadas en el espionaje para recopilar información consiste en observar la situación tal como es y extrapolarla a quién saldrá ganando de eso: Cui bono. Por lo tanto estos dos principios eran lo que más rondaba en mi cabeza mientras analizaba todos los datos. Estaba claro que los ataques del 11-S eran “acontecimientos políticos”.

En este momento, la situación es un poco compleja. Pero notamos que sólo se ha vuelto compleja después de los hechos. Fueron únicamente las especulaciones desatadas y el juego constante de agendas y sus contra-agendas las que han tendido a oscurecer lo más esencial del asunto. Hay grupos que insisten en el hecho de que una “ráfaga de luz” fue emitida entre los dos aviones que chocaron con el WTC, y esto (según ellos) comprueba que se lanzó una especie de misiles. Esa es una idea interesante, pero ciertamente no llega al estatus de “teoría” porque hay otras explicaciones posibles para dicha ráfaga, incluyendo una descarga de electricidad entre el avión y el edificio tan pronto como se encuentra lo suficientemente cerca como para estar “conectado a tierra”, o bien un artefacto de video dados los diferentes campos en la imagen filmada.

Existen grupos que hacen mucho escándalo acerca de unas supuestas cápsulas debajo del avión que golpeó el WTC. Es fácil descartar eso examinando cuidadosamente fotos de la parte de debajo de ese tipo de avión en particular.

Luego existe un grupo que es el colmo, según mi opinión: personas “holograma”. Esto es de lo más tonto que se está viendo. Eso no quiere decir que yo no crea que sí existe una tecnología de hologramas y que puede que sea utilizada de muchas maneras, pero no creo que los hologramas se fotografíen tan bien, ya que son producidos por luz y hay un sinfín de videos que repiten la imagen de los aviones chocando con las torres del World Trade Center.

Entonces, volvamos al punto cero de la situación actual y observemos el acontecimiento mismo, por sí solo, y hagamos la primera pregunta de importancia: ¿quién sale beneficiado?

Es fácil ver que el Complejo Militar-Industrial en los Estados Unidos ha sido el principal beneficiario junto con el Israel sionista. En realidad, los dos son casi una sola criatura. Por lo tanto es difícil pensar en ellos como entidades separadas. Se podría sugerir que, al focalizar el enojo de los ciudadanos de los Estados Unidos en contra de los musulmanes, Israel tiene un fuerte respaldo para con sus propósitos expansionistas, y con la mayoría del MIC (Complejo Militar-Industrial) en el bolsillo, tienen el dinero como para hacer lo que les plazca. (Deberíamos añadir que se trata del dinero de los contribuyentes estadouidenses.) En este punto, considere el hecho de que durante una reunión en el Pentágono, el 10 de septiembre de 2001, el secretario de defensa Donald Rumsfeld admitió que el Pentágono no podía justificar 2,3 billones de dólares.
Según algunas estimaciones no podemos rastrear 2,3 billones de dólares en transacciones,” admitió Rumsfeld.

2,3 billones de dólares. Eso es 8.000 dólares por cada hombre, mujer y niño en los Estados Unidos. Para entender cómo el Pentágono puede perder el rastro de billones, considere el caso de un contador militar que intentó descubrir lo que ocurrió con apenas 300 millones de dólares.
“Sabemos que han desaparecido. Pero no sabemos en qué los gastaron,” dijo Jim Minnery, del Servicio de Financiamiento y Contaduría de la Defensa.
Tenga en cuenta que hasta agosto de 2004 sólo 144 mil millones de dólares habían sido comprometidos para la guerra en Irak, por lo que 2,3 billones es mucho más dinero de lo que se ha gastado en todo el show “Shock and Awe” hasta la fecha. En aquel momento, 2,3 billones de dólares eran equivalentes a seis presupuestos anuales del Pentágono.
Un día después de la confesión de Rumsfeld del 10 de septiembre, esta madre de todos los escándalos sin terminar desapareció de la visión de los medios corporativos. Para bien.

El controlador general que llegó a la escena, Dov Zakheim, fue autor principal del tristemente célebre programa electoral de septiembre de 2000, del Proyecto de un Nuevo Siglo Americano, “Reconstruyendo las Defensas Americanas.” Esto detallaba un plan maníaco para la dominación del mundo por parte del ejército de los EE.UU. y el reordenamiento de Medio Oriente, observando que este proceso podía llegar a requerir un “nuevo Pearl Harbor” antes de que los estadounidenses estuvieran dispuestos a pagar los costos.

¿Y cuál fue la explicación de Zakheim sobre los 2,3 billones faltantes? Su testimonio en el comité de presupuestos de la Casa Blanca (11 de julio de 2002) comienza de la siguiente manera:

Sr. Zakheim: Antes que nada, debería decir que muy a menudo, a pesar de que las cifras parezcan grandes, no es porque de verdad no sepamos lo que ocurrió con las transacciones. El problema ha tendido a ser que simplemente no los registramos correctamente…

Cierto. El dinero nunca desaparece de la superficie de la tierra. Siempre termina en alguna parte. Sólo son los destinos los que a veces no se registran adecuadamente.
Yendo al grano

Los ataques del 11 de Septiembre de 2001 en el World Trade Center fueron seguidos en vivo y en directo en la televisión por centenares de millones de televidentes alrededor del mundo. Todos se sintieron conmocionados por el horror de los ataques. Las redes de televisión difundieron los videos de los ataques una y otra vez con pocos reportajes, ya que nadie sabía verdaderamente qué decir; era simplemente demasiado horroroso e inesperado. Mientras se mostraban repetidamente los ataques, no hubo ninguna explicación de los acontecimientos porque nadie, según se nos dijo, conocía ningún detalle. Es decir, nadie, excepto el FBI que soltó los nombres de los 19 secuestradores a la semana de los ataques y que afirmó que estaban conectados con Ben Laden y al-Qaida, un nombre que salió rápidamente a la superficie en el 11-S como el principal y único candidato a ser el culpable, a pesar de que ellos nunca reconocieron personalmente ser responsables. En realidad notamos que en los últimos años desde los ataques del 11-S se mostró una cantidad de videos y de mensajes escritos, supuestamente de Ben Laden, pero que sin embargo no fue sino hasta dos días antes de las elecciones presidenciales del 2004 que el FBI fue capaz de proveer una cinta en la cual Osama aparecía asumiendo la responsabilidad por los ataques del 11-S. ¿Coincidencia? Difícilmente. Algunas cintas previas que se habían hecho públicas eran claramente falsas, con reclamaciones de que las traducciones, realizadas por traductores del FBI, habían traducido incorrectamente las palabras de Ben Laden. Un video en particular, dado a conocer el 13 de diciembre de 2001 , mostraba a un hombre que tan obviamente no era Osama Ben Laden que fue difícil imaginar que los miembros del espionaje de los EE.UU. y de Israel, autores de esta cinta, hayan podido creer que podrían usarla para salirse con la suya.

Unos días más tarde, algunos fragmentos y trozos de información fueron dados a conocer a la prensa por oficiales del gobierno, se publicaron y retiraron informes, y el centro de atención de la mayoría de las noticias se concentró en el frenesí de los esfuerzos de rescate. El enfoque de esta información se concentró rápidamente en el colapso de las torres Gemelas del World Trade Center, apartando cualquier mención acerca de los acontecimientos en el Pentágono. Esto es extremadamente curioso cuando se considera que un ataque en el centro de mando del ejército de los EE.UU. puede ser considerado como mucho más improbable y conmocionante que un ataque a un rascacielos desprotegido. Creemos que esta puesta al margen del ataque al Pentágono desde su mismísimo comienzo, fue una pista temprana del verdadero carácter del ataque.

Durante los meses que siguieron, se dio a conocer más información por aquí y por allá, pero una vez más, poca gente estaba prestando siquiera atención a los datos, porque para ese entonces, el shock se había convertido en terror. Osama y Saddam eran musulmanes, Osama había cometido este acto malvado, y Saddam –buen compinche de Osama, o por lo menos eso es lo que nos dijeron– estaba planeando algo aun peor con sus armas de destrucción masiva.

Los hechos demuestran que poco menos de 2.750 personas murieron en los Estados Unidos el 11 de Septiembre de 2001, y que como resultado, los Estados Unidos invadieron Afganistán e Irak, matando a cientos de miles de seres humanos más, incluso matando o mutilando permanentemente a muchos miles de sus propios ciudadanos. Las listas de cifras oficiales de muertes en Irak emitidas por el ejército de los Estados Unidos, cerca de los 3.000 mientras lo escribimos, casi seguro son falsas, dado que las muertes de estadounidenses que ocurren en los hospitales militares fuera de Irak no son incluídas en la cuenta como parte de las listas de cifras oficiales de bajas. Algunos observadores han estimado que el verdadero total debe andar cerca de las 8.000 muertes de soldados estadounidenses, aproximadamente tres veces el número de muertos en septiembre de 2001, y esto no incluye a los 200.000 iraquíes que han perdido la vida, pero que los EE.UU. no estiman importantes o humanos, no lo suficiente como para contarlos.

Sin embargo, los acontecimientos del 11-S todavía son una ciénaga de contradicciones que no ha hecho más que exacerbarse con el así llamado ‘informe oficial del 11-S’ que pone a las agencias de espionaje estadounidense como chivo expiatorio para la clara evidencia de la complicidad en el gobierno.

No obstante, el público de los Estados Unidos en su mayoría ha aceptado la versión “cultura oficial” de los ataques. Se acepta casi sin ser cuestionada la afirmación de que la “Seguridad Nacional” requiere que las autoridades disimulen muchos de los datos sobre este crimen. De hecho, es bastante sorprendente lo poco que el estadounidense medio sabe verdaderamente sobre los acontecimientos de aquel día, aun restringiendo la definición de “acontecimientos” a lo que fue informado por los medios.

El hecho más perturbador es que la versión oficial que se deduce de las noticias y de la información dada a conocer por oficiales del gobierno no resiste siquiera al escrutinio más superficial.

Lo que más nos molesta es que, considerando el hecho de que los ataques del 11-S fueron unos de los más audaces de la historia estadounidense, no se realizó ninguna investigación forense adecuada. No hubo ningún Sherlock Holmes a mano para que usara su lupa y su gran conocimiento de los diferentes tipos de cenizas de cigarrillos; no hubo ningún Hércules Poirot llamado a ejercitar sus pequeñas células grises; no hubo ningún trastabilleo de Columbo con sus preguntas aparentemente inocuas que irritan a los perpetradores. (Este también fue el caso del asesinato de JFK. Se violó a tal punto la escena del crimen antes de que un investigación decente tuviera lugar, que no había ninguna posibilidad de hallar la verdad de los hechos).

Uno creería que en la nación supuestamente más grande y más poderosa sobre la Tierra la investigación debería haber sido la más minuciosa y científica que se haya conducido jamás.
Pero no es así, a pesar de que el gobierno afirme lo contrario.

Si bien los ataques terroristas del 11 de Septiembre fueron claramente actos criminales de asesinato masivo, no se hizo ningún esfuerzo por preservar la integridad de las escenas del crimen y la prueba esencial fue descartada como si fuese basura. El ex-alcalde de la ciudad de Nueva York, Rudolph Giuliani, llamado el “Príncipe de Nueva York”, contrató a dos grandes empresas constructoras británicas para supervisar lo que muchos expertos consideran una destrucción criminal masiva de pruebas. El redactor jefe de la revista Fire Engineering (Ingeniería en incendios), William A. Manning, publicó una llamada urgente a los bomberos estadounidenses a fines de 2001, solicitando una investigación forense y pidiendo que el acero del lugar fuera preservado para permitir que los investigadores determinaran lo que provocó el colapso, pero fue absolutamente en vano. Irónicamente, una de las empresas involucradas en el trabajo de limpieza del complejo del WTC fue una compañía bajo el nombre “Demolición Controlada.”

Tanto la comisión independiente del 11-S como las autoridades federales han afirmado que ninguno de los cuatro dispositivos que podrían haber grabado los momentos finales de los vuelos que chocaron con las torres del WTC –un grabador de voces en cabina y un grabador de datos de vuelo de los dos aviones– fue encontrado jamás entre los escombros.

Sin embargo, según lo informado por el Philadelphia Daily News en octubre del 2004, dos hombres que trabajaban extensamente en los escombros del World Trade Center afirman haber ayudado a agentes federales a encontrar tres de las cuatro cajas negras de los aviones que impactaron en las torres el 11-S.

El bombero Nicholas DeMasi, de la ciudad de Nueva York, dijo haber acompañado a agentes federales en un vehículo todo terreno en octubre de 2001 y haberlos ayudado a localizar tres de los cuatro dispositivos.

Un bombero voluntario, Mike Bellone, cuyos esfuerzos en el punto cero han sido motivo de crónica en el New York Times y en todos los demás medios, apoyó su relato. Bellone dijo que había asistido a DeMasi y a los agentes, y que había visto un aparato que se asemejaba a una “caja negra” en la parte trasera del vehículo todo terreno del bombero.

Las cajas negras –en verdad de color naranja– podrían haber suministrado nueva información valiosa sobre el peor ataque terrorista que jamás haya tenido lugar en suelo estadounidense, pero quizás los datos no correspondían a la historia oficial.

Esos aparatos están construidos para sobrevivir a un impacto de enorme potencia –3400G– y a un incendio de 1100 grados Celsius durante una hora, considerablemente mayor a las estimaciones oficiales de las llamaradas del World Trade Center que alcanzaron como máximo los 800 grados.

Los mismos oficiales de la aviación federal han hecho notar que los ataques al World Trade Center parecen ser los únicos choques de aviones de línea más importantes en la historia de la aviación en los que los aparatos de la caja negra nunca fueron localizados. ¿Coincidencia o conspiración?

Las dos cajas negras del vuelo 93 también fueron halladas. Sin embargo, se sostuvo que estaban severamente dañadas, y que no se sabía si los datos iban a poder ser recuperados. Una vez más, los impactos del 11-S serían aquellos en los que por primera vez en la historia las cajas negras no sobreviven a un choque aéreo. Muchos meses después de los ataques, el FBI reveló que había sido capaz de extraer el contenido de las cajas del vuelo 93, pero eligieron dar a conocer solo algunos fragmentos de las grabaciones.

Según el director del FBI, Robert Mueller, las dos cajas negras del vuelo 77 también fueron halladas pero sólo contenían información acerca de la altitud, la velocidad, la dirección y otro tipo de información y el grabador de voces no contenía “nada útil”. Suponemos pues que tendremos que tomarle la palabra con respecto a eso.

Sólo a modo de ejercicio, supongamos que los teóricos de la conspiración están en lo cierto y que el gobierno está mintiendo y escondiendo la verdad sobre los ataques del 11-S, ya sea en parte o completamente. Sin ninguna verdadera evidencia, sin ninguna verdadera investigación imparcial, ¿qué nos queda para continuar?

La verdad es que no nos resta mucho más además de observar el comportamiento de todas las partes antes, durante y después del acontecimiento. Pero a pesar de que tenemos muy pocas pruebas forenses, aun así podemos declarar junto con el gran detective Sherlock Holmes: “Cuando usted elimina lo imposible, sea lo que sea que quede –por más improbable que sea– ¡esa debe ser la verdad!”

Contrariamente a los que afirman que ningún avión de pasajeros real fue utilizado en absoluto en los ataques, y que todo fue un holograma, parece bastante claro que verdaderos aviones comerciales golpearon las Torres Gemelas del World Trade Center exactamente como lo describieron tantos testigos y como fue confirmado por los oficiales del gobierno. Fue filmado, y simple y llanamente no podemos refutarlo con nuestra opinión. Sucedió, y todo el mundo lo vio; una y otra y otra y otra vez.

Pero eso no significa que el Boeing comercial 757 haya golpeado al Pentágono.

¿Por qué digo esto?

Porque el hecho de que grandes aviones comerciales hayan sido vistos una y otra vez por televisión golpeando el World Trade Center, puede muy fácilmente haber “condicionado” al público a creer que el mismo tipo de avión golpeó al Pentágono cuando oficiales del gobierno les dijeron que así había sido, apoyados por “testigos”, cuya mayoría por casualidad también resultaron ser oficiales del gobierno.

Ciertos estudios del cerebro muestran que lo que se sugiere durante un período de sufrimiento y shock se convierte en recuerdo. Es como si el cerebro “atrapara” las ideas que son asimiladas en tiempos de sufrimiento y shock dentro de “patrones sinápticos de pensamiento/memoria” permanentes.

Las condiciones alrededor de los acontecimientos del 11-S eran perfectas para crear impresiones y “recuerdos” específicos: una manipulación de la mente de las masas a través de acontecimientos conmocionadores y de cuentos relatados por los medios.

Por lo tanto, como tenemos imágenes filmadas de los aviones comerciales que golpearon a las torres del World Trade Center, es seguro que eso fue lo que ocurrió. El caso de la caída de los edificios es diferente y más probablemente sugiere un planeamiento previo para asegurarse de que los edificios no sobrevivieran al impacto, y que el colapso fuese dramático e impresionante.

Es sobre esta y otras preguntas que nos volcaremos en la primera parte de este libro. La segunda parte aborda la pregunta desde una perspectiva totalmente diferente y original, una que remonta a muchos miles de años atrás. Se trata del rol de las tres religiones monoteístas en la tragedia que se despliega en el Medio Oriente, tratando de comprender por qué simplemente parece demasiado oportuno que estas tres religiones estén en el centro de un conflicto que podría desatar una guerra, la cual probablemente aniquile tanto a las poblaciones judías como árabes de la región. La segunda parte incluye también pruebas alarmantes del porqué y cómo conspiraciones monstruosas pueden y definitivamente existen.

Damas y caballeros, ajusten sus cinturones de seguridad.

[Nota SDLT: Todo el texto contiene notas a pie de página con las referencias a cada página web o libro citados por los autores.]

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