Las transnacionales mundiales se están desconectando de la economía estadounidense: cuando las grandes dicen adiós
Robert Weissman
CounterPunch
Traducido para Rebelión por S. Seguí
07/03/08
Nadie parpadea siquiera cuando el redactor jefe de una revista titulada Multinational Monitor (es decir, su seguro servidor) sugiere que los intereses de las grandes empresas transnacionales difieren de los de la gente corriente y con frecuencia se enfrentan a éstos.
Pero la cosa es diferente cuando quien lo afirma es la revista BusinessWeek.
“¿Son buenas para EE UU las multinacionales? es el título del artículo principal del número más reciente de esta revista, heraldo de las noticias que interesan al business. La respuesta a la pregunta la aporta el principal economista de BusinessWeek, Michael Mandel, y pretende ser equilibrada –por una parte, sí; por otra parte, no— pero la conclusión final es: no especialmente. El artículo hace hincapié en que el éxito de las transnacionales con razón social en Estados Unidos –es decir, el sector empresarial que está en mejor situación para beneficiarse de la recesión estadounidense y del dólar en caída libre, por sus grandes ventas a otros países— no hace gran cosa para ayudar a la economía estadounidense, si tenemos en cuenta los indicadores más significativos.
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En favor de las multinacionales, el artículo de BusinessWeek hace referencia a encuestas que indican que estas empresas son más productivas, pagan mejores salarios y están mejor gestionadas que sus contrapartes nacionales. Las transnacionales de EE UU tienden además a mantener sus actividades de investigación y desarrollo en Estados Unidos, y ofrecen con ello empleos bien pagados.
Sin embargo, aunque estas empresas son más eficientes según muchos indicadores –y BusinessWeek no aclara si son eficientes porque son transnacionales o si las empresas eficientes crecen hasta convertirse en transnacionales— no cumplen en cambio muchos de los requisitos que la gente espera en primer lugar de una economía.
El más importante de todos: las transnacionales tienen una tasa muy insuficiente de creación de empleo. Las transnacionales estadounidenses han suprimido más de dos millones de empleos en Estados Unidos, desde 2000 a 2005, según indica BusinessWeek. Las grandes empresas extranjeras también redujeron el empleo en EE UU durante ese periodo en 500.000 puestos de trabajo.
Y no se trata aquí sólo de empresas que se han deslocalizado a lugares con menores costos y salarios. En comparación con las grandes empresas que operan en EE UU, las transnacionales proporcionan un número global mucho menor de empleos –contando los de EE UU y los del resto del mundo— en relación con su porcentaje de ventas y beneficios.
Pero la explicación más decisiva de esta reducción de empleo reside, en gran parte, en el traslado de las empresas a lugares con salarios más bajos (y en la subcontratación, un tema que BusinessWeek no aborda). “En lugar de poner al día sus instalaciones aquí y vender en los mercados mundiales, las empresas gigantes estadounidenses –como General Electric, IBM y United Technologies— trasladaron sus fábricas a otros países”, escribe Mandel. “En efecto, en la pasada década las multinacionales se han ido desconectando de la economía de EE UU”, afirma.
Un dólar en caída libre debería propiciar que los fabricantes de todo el mundo invirtiesen cada vez más en Estados Unidos, un país cada vez más barato a medida que el dólar sigue cayendo. Pero BusinessWeek previene de que las consideraciones fiscales, entre otras, frenarán esta tendencia.
Lo cual nos conduce a un segundo tema clave que plantea el citado artículo de BusinessWeek: las estrategias de evasión fiscal de las transnacionales. “Trasladar sus operaciones a otro país proporciona a una multinacional un número casi infinito de estrategias, unas legales y otras algo menos, para reducir los impuestos estadounidenses que gravan a las empresas.” Entre otras bien probadas, las siguientes: transferencias de precios: las subsidiarias basadas en EE UU pagan un precio excesivo por productos de otras subsidiarias propias en el extranjero, con lo que trasladan sus ingresos y beneficios a lugares de baja fiscalidad; transferencia de propiedad intelectual a las subsidiarias sitas en paraísos fiscales y pago a éstas de altas sumas en concepto de royalties; y, por último, endeudamiento en lugares de alta fiscalidad con el fin de aprovecharse de las deducciones sobre los intereses de la deuda.
Un tercer problema que señala BusinessWeek es la capacidad de las transnacionales de chantajear (esta palabra la utilizo yo, no la revista) a los países, exigiendo concesiones a cambio de localizar allí sus instalaciones de producción.
El artículo cita en concreto la industria de los semiconductores, rama industrial en la que la investigación se realiza en territorio estadounidense y en la que hay perspectivas de ampliación de la producción. A continuación, cita textualmente a líderes empresariales que, con todo descaro, afirman que la única salida que tiene EE UU es proporcionar a las empresas todo tipo de deducciones e incentivos fiscales.
“Debemos tomar la decisión de competir en el plano de la inversión e igualar así las ofertas de incentivos y vacaciones fiscales de otros países,” afirma George Scalise, presidente de la Semiconductor Industry Association. “Si no lo hacemos, será difícil mantener nuestra ventaja en materia de tecnología e innovación.”
Y Hector Ruiz, presidente-director general de Advanced Micro Devices, añade: “No se trata de corporate welfare(1). [Estamos] en un mundo competitivo.”
Pero lo que Ruiz no dice es que esta competencia que menciona está trucada. En un mundo dominado por las grandes empresas transnacionales, la competencia se produce entre países (y Estados y ciudades) y entre las personas que viven en ellos: pero gane quien gane, las mismas empresas seguirán ganando.
(1) corporate welfare: Estado de bienestar empresarial. Adaptación de welfare state: Estado de bienestar (general) (N. del t.)
Robert Weissman es redactor jefe del Multinational Monitor, de Washington DC, y director de Essential Action.
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