Retrospectiva: ¿La única democracia en el Medio Oriente?

Neve Gordon
Ben-Gurion University, Israel
CounterPunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
9 de febrero del 2004

Todo el que siga las noticias ha visto sin duda la aserción de que "Israel es la única democracia en el Medio Oriente". Generalmente, esta afirmación es seguida por su consecuencia lógica: "Como isla de la libertad ubicada en una región controlada por dictadores militares, reyes feudales y líderes religiosos, Israel debiera recibir un apoyo sin reservas de los estados liberales occidentales interesados en fortalecer los valores democráticos en todo el globo".

A través de los años, se ha denunciado algunas de las falacias que informan este tipo de argumento. Mientras algunos comentaristas han subrayado que la política externa es determinada por intereses egoístas en vez de mandatos morales, pocos analistas han disputado el punto de vista prevaleciente de que Israel es la única democracia en el Medio Oriente.

Para examinar este aspecto, hay que comenzar por determinar las fronteras internacionales de Israel. [...]

SDLT: Una buena referencia más actualizada es el artículo "Todos Caemos"


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En la medida en que las fronteras de Israel se extienden desde el valle del Jordán hasta el mar Mediterráneo - la situación de facto desde hace más de 36 años - entonces el estado de Israel consiste actualmente de una población de más de 9 millones de personas, 3,5 millones de los cuales no pueden votar.

De facto, entonces, Israel no es una democracia. Un tercio de la población no goza de una serie de derechos básicos que componen los pilares de las democracias liberales. El estado de Israel ha existido durante 55 años y ha controlado a la población palestina en los territorios ocupados sin darle derechos políticos durante dos tercios de este período. Por lo tanto, debiera comenzarse a considerar la noción de que la ocupación es provisional o temporaria como una ilusión que oculta la realidad sobre el terreno.

Si, por otro lado, uno prefiere estudiar el tema exclusivamente desde una perspectiva de jure, es decir, desde el interior de las fronteras anteriores a 1967 internacionalmente reconocidas, sigue siendo poco claro hasta qué punto Israel es una democracia.

Existe el problema de que los 400.000 colonos judíos - un siete por ciento de la ciudadanía - que gozan de plenos derechos ciudadanos, no viven en Israel como tal. Esto conduce a una serie de contradicciones, y el hecho de que Israel es el único país del mundo donde hay ministros del gobierno y miembros del parlamento que viven permanentemente fuera de sus fronteras, no es la menor.

Incluso si tampoco se tomara en cuenta esta realidad y consideráramos solamente a los seis millones de personas que viven dentro de Israel propiamente tal, estamos frente a una democracia extremadamente endeble. Las contradicciones que han caracterizado las políticas de Israel en los territorios ocupados están afectando ahora al estado, y sus efectos negativos se han hecho evidentes para todos.

Véase un informe que acaba de ser publicado por el Instituto Israelí de la Democracia (IDI por sus siglas en inglés), que como muchos otros gabinetes estratégicos (en Israel y en el extranjero), ve a Israel en el sentido de jure, e ignora la situación de facto. El IDI examinó varios aspectos de la democracia israelí, y sus conclusiones sugieren que "durante los últimos años ha habido una disminución importante en el apoyo de la población judía para las normas democráticas a todos los niveles, en el apoyo general al sistema democrático, en el apoyo a valores democráticos específicos, y en el apoyo a la igualdad de derechos para la minoría árabe".

El IDI estableció que sólo un 77 por ciento de la población judía apoya la declaración de que "la democracia es la mejor forma de gobierno", el menor porcentaje (junto con Polonia) de entre los 32 países de los que existen datos disponibles. Más de la mitad de la población (un 56%) opina que "líderes fuertes pueden ser más útiles al estado que todas las deliberaciones y leyes". Un cincuenta por ciento está de acuerdo en que existe un conflicto entre los intereses de la seguridad y de la preservación del estado de derecho, y en que los primeros tienen prioridad. Y sólo un 57 por ciento está de acuerdo con la declaración de que jamás se debiera utilizar la violencia para lograr objetivos políticos.

Más de la mitad de los judíos en Israel (un 53%) indica que están contra la plena igualdad para los árabes; un 77 por ciento dice que debería haber una mayoría judía para las decisiones políticas fundamentales; menos de un tercio (un 31%) apoyan que haya partidos políticos árabes en el gobierno; y la mayoría (un 57%) piensa habría que alentar a los árabes para que emigren. No sólo la mayoría de la población judía está contra la igualdad de derechos para los ciudadanos árabes, la mitad de los judíos incluso no están dispuestos a enfrentar el hecho de que se discrimina a los ciudadanos palestinos de Israel.

La confianza pública en las instituciones también ha disminuido en los últimos años debido a la corrupción generalizada y a una falta de cohesión social. Pero, significativamente, los militares israelíes - no la legislatura, los tribunales o los ministros del gobierno - forman la institución en la que más se confía.

Incluso si se quisiera mantener obstinadamente la ilusión de que Israel existe sólo dentro de las fronteras previas a 1967, habría que aceptar que aunque pueda haber democracia, actualmente se apoya en una base muy débil. El gran teórico político Montesquieu nos lo enseñó. Además de su conocida afirmación de que la libertad sólo se puede asegurar mediante la separación de los poderes legislativo, judicial y ejecutivo, señaló que si un régimen ha de mantener su forma, las normas y valores sostenidos por un pueblo deben corresponder a los principios básicos del régimen.

El informe del IDI revela claramente que, incluso en Israel como tal, la mayoría de la población ya no cree en los principios básicos de la democracia - la igualdad y la libertad - sugiriendo así que la democracia está desapareciendo. Si, sin embargo, se confronta el hecho de que las fronteras de Israel llegan al valle del Jordán, entonces la democracia simplemente no existe.

* Neve Gordon enseña política en la Universidad Ben-Gurion University, en Israel. Su correo es: neve_gordon@yahoo.com.
3 de febrero de 2004

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