Diputados paraguayos dan vía libre a la depredación del ambiente y de las comunidades campesinas
Diego Segovia
Rebelión
10/09/07
En la sesión del jueves 6 de setiembre los diputados paraguayos rechazaron el proyecto de ley que pretendía regular el uso de sustancias químicas en la producción agrícola. Cabe aclarar que este proyecto de ley fue pensado por las organizaciones civiles no como manera de limitar la expansión de los cultivos mecanizados sino como instrumento de control del uso de agrotóxicos para promover la convivencia pacífica entre los distintos modelos productivos del campo. Los grandes productores, sin embargo, acostumbrados a actuar como les da la gana, usaron todo su potencial para presionar a los políticos a que rechacen la propuesta. Ciertamente lo lograron.
Mientras tanto, el país arde en llamas. Casi 2.500 focos de incendio están actualmente consumiendo vastos territorios (13.000 hectáreas según la Secretaría del Ambiente) de pastizales, bosques y cultivos por causa de la sequía. Lo tragicómico es que muchos políticos se muestran consternados por esta situación y pretenden controlar el fuego con la intervención de los bomberos al mismo que siguen dando vía libre al modelo de producción que en gran medida es responsable de todo esto.
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Unas semanas atrás el senado aprobaba las modificaciones del código penal endureciendo las sanciones contra el campesinado por ocupación de inmuebles, la única estrategia que para los campesinos dio resultados en la lucha por la tierra hasta el momento. Mientras, siguieron pululando, tanto en el sector público como en el privado, las demostraciones de interés por convertir a Paraguay en el Kuwait de los agrocombustibles (como lo expresara el presidente de la república). Ahora, los diputados rechazan el proyecto de ley de agrotóxicos que deja abiertas las puertas a una depredación salvaje de la naturaleza y al desbaratamiento de las últimas fortalezas campesinas que resisten heroicamente en sus territorios por conservar sus modos de vida, su cultura y nuestra soberanía. ¿Cuál será el próximo paso que dará nuestra clase política para dejar nuestras vidas al arbitrio del capital?
Ayer miraba el cielo asunceno y no veía más que una sola estrella, no porque había nubes sino porque el aire estaba cargado del humo en que se convirtieron nuestros bosques. Hoy el cielo está gris, también sin nubes, el sol apenas brilla. El país y nuestra democracia están en llamas pero no muchos lo perciben. Quizás haga falta que nos toque de cerca el fuego para que empecemos a preocuparnos y, más importante, a ocuparnos. Ojalá no sea demasiado tarde.
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