El "lobby israelí"
Khody Akhavi
IPS
11/09/07
Cuando John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt publicaron su polémico artículo "El lobby israelí" en la revista británica London Review of Books, en marzo de 2006, obtuvieron la clase de respuesta con la que sueñan todos los académicos.
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Sin embargo, no todo fueron elogios. El ensayo recibió críticas por su provocativa tesis sobre una amplia coalición dedicada a diseñar la política de Estados Unidos en Medio Oriente y suprimir el debate público en este país, fundamentalmente aquí, en la capital donde se toman las decisiones.
Mencionaron que esa alianza de cabilderos incluye a neoconservadores, cristianos sionistas, académicos, columnistas de diarios y grupos de presión con sede en esta ciudad, como el Comité Israelí-Estadounidense de Asuntos Públicos.
El columnista Christopher Hitchens consideró que el ensayo era "sospechoso", mientras que La Liga Antidifamatoria, organización de la colectividad judía, dijo que era "la clásica teoría conspirativa antisemita, que invoca los conocidos argumentos sobre el dominio judío".
Alan Dershowitz, profesor de Derecho de la Universidad de Harvard, sostuvo que el texto estaba plagado de distorsiones. También cuestionó la motivación de Walt, decano de la Escuela de Gobierno de Harvard cuando escribió el artículo, y Mearsheimer, docente de la Universidad de Chicago, para redactar un texto que "aporta tan poco a la bibliografía existente y es tan susceptible de ser mal utilizado".
El artículo no hubiera generado tanto revuelo si sus autores no tuvieran un prestigio académico tan marcado. De la noche a la mañana, dos miembros de la elite universitaria abordaron abiertamente un tema que había sido tabú durante mucho tiempo.
Los blancos de sus críticas, los cabilderos, lanzaron una agresiva campaña para desacreditar su trabajo y dañar sus reputaciones.
Mearsheimer y Walt ahora convirtieron su artículo en un libro de 355 páginas, "The Israel Lobby and U.S. Foreign Policy" ("El lobby israelí y la política exterior de Estados Unidos"), editado por Farrar, Straus y Giroux.
En el texto destacan que no existe razón moral o estratégica para el apoyo diplomático y militar incondicional de Estados Unidos a Israel. Washington debería tratar a Tel Aviv igual que a sus otros aliados y llevar adelante una política que beneficie a sus propios intereses, argumentan.
Los autores acusan a los cabilderos israelíes de moldear el debate político en una forma que daña la seguridad nacional de Estados Unidos en el largo plazo.
Mientras otros grupos de presión han logrado llevar la política exterior de Washington hacia direcciones que ellos promueven, argumentan, "ninguno ha desviado esa política tan lejos de la que mejor respondería a los intereses" estadounidenses.
Mearsheimer y Walt señalan que el grupo de presión israelí actúa en función de sus propios intereses, que a veces incluso se contraponen a los del gobierno israelí. Esto se debe, en buena medida, a que está formado por individuos y organizaciones cuyos puntos de vista están asociados a los del derechista partido Likud de Israel.
Los autores admiten que el término "lobby (grupo de presión) israelí" resulta engañoso, ya que no diferencia la multiplicidad de puntos de vista dentro de la comunidad judía. Debería ser llamado, con más precisión, "el lobby pro-Likud". Sin embargo, incluyen dentro de los cabilderos a grupos moderados, con lo cual enturbian las aguas un poco más.
De hecho, la extensión y límites del "lobby", tal como lo definen los autores, resultan borrosos. Identifican a un grupo de académicos, centros de estudios, comités de acción política, neoconservadores y cristianos sionistas, a los que consideran su núcleo duro, y así refuerzan su argumento de que el común denominador entre ellos es su coincidencia ideológica.
Tras la publicación de su artículo en el London Review of Books, Mearsheimer y Walt fueron acusados de antisemitismo, cargo que se esforzaron por desmentir en el libro. Usaron como ejemplo la reacción con la que fue recibido el último libro del ex presidente estadounidense Jimmy Carter (1977-1981), "Palestine: Peace not Apartheid" (Palestina: paz, no apartheid).
"Carter no sólo fue públicamente acusado de ser antisemita y de alguien que odia a los judíos, sino que también se dijo que tenía inclinaciones nazis. Como los argumentos estratégicos y morales del lobby son muy débiles, su única opción es tratar de suprimir o marginar la discusión seria del tema".
Sin embargo, a pesar de su énfasis sobre cómo la influencia de los cabilderos afecta negativamente los intereses de Estados Unidos, Mearsheimer y Walt no ofrecen una descripción sobre los mecanismos que les permiten transformar sus deseos en decisiones políticas de Washington, algo que hubiera reforzado sus argumentaciones.
En el libro no aparecen, por ejemplo, la nómina de contribuciones de campaña de miembros de los grupos de presión a determinados candidatos, entrevistas a figuras relevantes o los resultados de un trabajo de investigación de los autores. Aunque la obra incluye una rica variedad de fuentes, buena parte de la información es de segunda mano, tomada de medios de prensa o declaraciones públicas
La última parte del libro, que es también la mejor, está centrada en cómo los grupos de presión contribuyeron a moldear el debate público y en el Congreso legislativo en Washington sobre Irán, Iraq, Siria y el conflicto entre Israel y la milicia libanesa chiita Hezbolá (Partido de Dios).
Aunque resulta cuestionable hasta qué punto el lobby israelí presionó activamente para que Estados Unidos invadiera Iraq, Mearsheimer y Walt logran demostrar que ejerció una influencia significativa entre los legisladores promoviendo sanciones económicas contra Irán y Siria.
La coalición política de grupos derechistas que los autores caracterizan como "lobby israelí" no mueve los hilos de los políticos de Washington tal como un titiritero lo hace con sus marionetas.
Los cabilderos no constituyen una entidad monolítica, creada a partir de alguna conspiración en la sombra, y los autores no son antisemitas. Son expertos en relaciones internacionales, adscriptos a la escuela "realista" de pensamiento, que enfatiza el interés y la seguridad nacional a la hora de definir las políticas.
Si los lectores no fueron convencidos por el artículo original, es dudoso que encuentren en el libro algo que los haga cambiar de parecer. Sin embargo, Mearsheimer y Walt han entreabierto la puerta a un debate largamente postergado.
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