La lucha por el cambio

Antonio Peredo Leigue
Rebelión
08/09/09

Finalmente, a regañadientes, los opositores, formaron un frente. Se presentarán a las elecciones del 6 de diciembre en una sola bolsa. Su pretensión es lograr el mayor número de parlamentarios para continuar, en la Asamblea Legislativa Plurinacional, la guerra sucia que comenzaron hace ya cuatro años.

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Sin un programa de principios, sin un plan de gobierno, con el absurdo intento de volver al pasado, quieren debilitar al gobierno de Evo Morales y destruir la revolución que se inició en Bolivia el 22 de enero de 2006. ¿Por qué? No es que sean anticomunistas, anticastristas o antichavistas; no es que sean todo eso junto, agregando su obsecuencia a Washington. Al fin y al cabo, tal explicación, daría un cierto sentido doctrinario a la posición que asumen. Es mucho más simple: actúan en función de mezquinos intereses personal y, específicamente, monetarios. Lo dijeron ellos mismos, cuando se acusaban mutuamente de rehusarse a formar el frente que ahora, en forma apresurada, han armado de modo grotesco.

Cuando este gobierno, que es gobierno del pueblo, inició sus funciones, heredó un país que estaba en la ruina. Las cifras lo dicen: el presupuesto aprobado para 2006 calculaba, de principio, un déficit de 4%; las reservas en moneda extranjera apenas alcanzaban a 1.600 millones de dólares; las exportaciones apenas pasaban 2.000 millones de dólares, en tanto que las importaciones superaban esa cifra; la deuda externa llegaba a los 5.000 millones y, cada vez que subía el precio del petróleo, la economía nacional se estremecía. Hay otras cifras, pero esas son suficientes.

Evo Morales y su entorno calculaban que necesitarían 3 años para equilibrar la economía nacional. Sabíamos, como lo sabía todo el pueblo, que la riqueza del país iba a parar a las cuentas de las transnacionales; los grupos de poder nativos recibían comisiones. Se enriquecían sin importarles que Bolivia se desmorone. Se necesitaban 3 años para salir del desastre y entonces, recién entonces, comenzar a construir.

Al finalizar aquel primer año, la situación había cambiado de forma tan espectacular, que todos los índices superaban las mayores expectativas. ¿Qué ocurrió ese año? El mensaje inicial fue de austeridad e, inmediatamente después, la recuperación de la riqueza generada por los hidrocarburos. Si no recuerdan, entre mayo y octubre de 2006, las petroleras entregaron al Estado el 82% de sus ingresos y, ¿saben qué?, con el 18% que les quedaba, tenían ganancias.

Era evidente que, el ataque de los defensores del status quo, se desbordaría por ese frente. Atacaron a YPFB, la empresa estatal del petróleo que habían descalabrado con el esquema neoliberal, al mismo tiempo que usaban los recursos que recibían prefecturas y alcaldías opositoras, en organizar campañas sucias, alimentar grupos de delincuentes, propiciar actos vandálicos y, por supuesto, seguir enriqueciéndose.

Los años 2007 y 2008 persistieron en su campaña sucia. De diversas formas, tras ellos, estaba la embajada de Estados Unidos de Norteamérica. Retirado el embajador y expulsada la DEA, abiertamente Washington con Bush a la cabeza. Pero debieron convencerse que, este gobierno, era y es más fuerte de lo que esperaban.

2009 es el año de las definiciones. Derrotados en el referendo revocatorio, quedaron obligados a reconocer la nueva Constitución ampliamente apoyada por el pueblo y, en consecuencia, sancionar la ley electoral transitoria. Así, en diciembre, Evo Morales y Álvaro García serán reelegidos y se instalará la Asamblea Legislativa Plurinacional, para renovar la legislación nacional.

Ahora bien. ¿A qué se oponen los grupos de poder que gobernaron hasta 2005? A esta formulación que da carácter a la nueva Bolivia. El primer artículo de la constitución que rige desde el 7 de febrero pasado, dice: “Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario”. Esta es la formulación globalizadora que espanta a quienes se creyeron dueños eternos de nuestro país.

Nos reconocemos, en nuestra Constitución, como Estado Unitario, no por la geografía, tampoco por ser una nación o tener una sola lengua, sino porque formamos una sociedad. Eso sostenemos al afirmar que somos un Estado Unitario Social, a lo que añadimos “de Derecho”; con esto significamos que esta unidad social se rige por principios establecidos en leyes y normas. Pero, por supuesto, al ser diversos, explicamos que somos un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional, pues las leyes y las normas, son reconocidas en su diversidad, respetando el derecho y las formas de vida de todas las nacionalidades y pueblos que conforman esta sociedad. Pero la definición no estaría completa si no señalamos el carácter Comunitario del Estado que organizaremos de aquí en adelante. Recién entonces, ese artículo primigenio de la Constitución hace una pausa, para establecer los atributos que el pueblo le asigna a su Estado.

Tal es la definición doctrinaria con la que, el pueblo de Bolivia, afirma su voluntad de terminar el poder de unos pocos para beneficio de las transnacionales y enriquecimiento de sus sátrapas. Ellos son los que han formado un frente electoral, con muy malas características. Un candidato que siempre ha sido perdedor acompañado por un político de viejo cuño que aguarda un juicio por la matanza del 11 de septiembre de 2008.

Pero no es ese el problema mayor que tienen. Carecen de programa. Les costará mucho ensamblar los diferentes listados de promesas que han presentado al Órgano Electoral a título de programas de gobierno. Deben hacerlo en las próximas 48 horas. Asumiremos que pueden hacerlo y que, además, tengan a punto sus listas de candidatos. ¡Menuda tarea la que tienen entre este sábado y las últimas horas del lunes 7 de septiembre!

No es ese, sin embargo, el mayor esfuerzo que deberán hacer. Durante tres meses, con todo su pasado en contra, querrán convencer a las mujeres y los hombres de Bolivia, que ellos pueden hacer lo que no hicieron: que Bolivia sea una patria para todos, un país integrado al continente y un Estado respetado por todos los países.

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