La lucha contra el antisemitismo en Canadá

Yakov M. Rabkin
The Canadian Charger
Traducido para Rebelión por J.M. y revisado por Caty R.

Los parlamentarios canadienses han formado un comité para luchar contra el antisemitismo


Cualquier iniciativa para combatir el antisemitismo es loable, a condición de que sirva a los canadienses y no a poderes foráneos. Uno de esos poderes es el Estado de Israel, al que el antisemitismo proporciona su razón de ser.

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Según el autor israelí Tom Segev, el fundador del sionismo, Theodore Hertzl, consideraba a los antisemitas como “amigos y aliados”: los antisemitas quieren liberarse de los judíos, mientras que los sionistas quieren agruparse en Israel.

Muchos judíos lo advirtieron y se opusieron al sionismo desde el principio, a finales del siglo XIX, porque vieron que los sionistas jugaban en el campo de sus peores enemigos, los antisemitas.

Es más, la cooperación de los sionistas con los antisemitas usualmente era armoniosa. Así ocurrió en los años 30, cuando los emisarios sionistas en Alemania establecieron una buena relación de trabajo con las autoridades nazis.

En opinión de Howard Sachar, historiador estadounidense favorable al movimiento sionista, Adolf Eichmann, que estaba encargado entonces de la emigración judía, “negociaba cordial y cooperativamente con los representantes sionistas de Palestina. Cuando los sionistas solicitaron permiso para abrir campos de entrenamiento profesional para los futuros emigrantes (a Palestina), Eichmann brindó su apoyo con albergues y equipamiento”.

Desde 1948, cuando los sionistas declararon unilateralmente la independencia de Israel, contra la voluntad de la mayoría no judía de Palestina, los líderes israelíes se preocuparon abiertamente porque los judíos volvían a ser una minoría en Tierra Santa.

Para contrarrestar este espectro, alentaron la inmigración de ciudadanos judíos de otros países. Como la mayoría de los inmigrantes se trasladaron a Israel bajo la amenaza –real o supuesta- del antisemitismo, más que por razones ideológicas, el antisemitismo sirvió a los intereses de Israel.

El ex jefe de los servicios de inteligencia de Israel, Y. Harkabi, advirtió hace algunos años de que “sería una trágica ironía que el Estado judío, que pretendió resolver el problema del antisemitismo, se convirtiera en un factor del aumento del antisemitismo. Los israelíes deben ser conscientes de que el precio de su mala conducta no solamente lo pagarán ellos, sino también los judíos que viven en otras partes del mundo”.

En la actualidad, a los judíos canadienses y de otros países cada vez se les asocia más con los bombardeos aéreos israelíes, los soldados armados hasta los dientes y los colonos sionistas que llenan las pantallas de televisión de todo el mundo.

Sin embargo, a las autoridades israelíes no les preocupa que su política para con los palestinos engendre antisemitismo por todo el mundo. Al contrario, el crecimiento del antisemitismo apoya su afirmación de que los judíos sólo están a salvo en Israel.

Al mismo tiempo, los “vasallos de Israel” (término acuñado por el ex embajador israelí en Francia Elie Barnavi para individuos a menudo confundidos por los líderes judíos), no sólo proclaman su lealtad hacia Israel, también izan banderas israelíes a la entrada de instituciones judías, incluso en los hogares para ancianos y hospitales.

Esa irresponsable confusión entre Israel y los judíos canadienses origina antisemitismo y hostilidades. El modelo sionista reclama que Israel –un Estado lejano y belicista controlado por una mayoría judía- es “El estado del pueblo judío”, implicando a judíos canadienses inocentes en lo que Israel es y hace. Esto es lo que fomenta el antisemitismo en nuestro país.

Irónicamente, mientras los “vasallos de Israel” contribuyen al crecimiento del sentimiento antijudío en Canadá, acusan de antisemitas hasta a los críticos de Israel más moderados. Es una fuerte y pesada táctica que genera resentimiento y alimenta el antisemitismo.

A la inversa, los judíos canadienses que hablan en contra del abuso de poder de Israel -como “Voces Judías Independientes”- socavan profundamente los argumentos antisemitas. Ellos encarnan la diversidad de la vida judía -“dos judíos, tres opiniones”- desmintiendo el embuste del antisemitismo creado por el mundo judío de la conspiración.

A raíz del Holocausto, muchos judíos prominentes, entre ellos el filósofo Martin Buber y la científica política Hannah Arendt, advirtieron de que el establecimiento de un estado étnico para los judíos haría caer a la región en un estado de violencia permanente.

Pensaban que solamente un estado pluralista para todos los habitantes de Palestina podría asegurar la paz. Desde entonces, más de un millón de ciudadanos israelíes abandonaron su eternamente amenazada etnocracia por las democracias liberales de otros países. Son muchos más los judíos israelíes que se han establecido en Canadá que los judíos canadienses que abandonaron su país para ir a Israel.

Los canadienses tienen buenas intenciones cuando asocian a los judíos, que padecieron el Holocausto debido a su etnia, con el Estado de Israel, que ha asegurado a este grupo étnico el monopolio del poder.

De esta manera, mantienen el mito de que Israel representa a los judíos del mundo y constituye su patria natural. Esta visión no ayuda a combatir la discriminación.

Para luchar contra el antisemitismo, es crucial disociar a los judíos y el judaísmo del Estado de Israel y su conducta. Nuestros parlamentarios deben garantizar el derecho de todos los canadienses a criticar a Israel, como a cualquier país del mundo, sin que se les tilde de antisemitas. Esta sería una manera segura de liberar a Canadá del viejo y el nuevo antisemitismo.

El Dr, Yakov M. Rabkin es profesor de historia en la Universidad de Montreal. Su último libro A Threat from within: A Century of Jewish Opposition to Zionism (Fernwood), se ha traducido a ocho idiomas y ha sido nominado para el Governor General Award.

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