La «americanización» de Francia y Europa: ¿Un camino hacia el fascismo?
Danielle Bleitrach 1. Sarkozy sólo es el hombre de un capital financiero cada vez más integrado en EEUU ¿Es una casualidad que la crisis de las subprimes empezase en un banco francés, el BNP Paris Bas? Las finanzas francesas están totalmente comprometidas en los fondos de inversión colocados en Estados Unidos. Las estadísticas del FMI sitúan a Francia, desde 2005, en el cuarto puesto mundial según el volumen de inversiones financieras ubicadas por todo el mundo. En los años 60, el gaullismo favoreció esta tendencia, pero fueron los años de Miterrand los que conocieron un esfuerzo de financiación pública masiva del Estado dirigido a la reestructuración para la competitividad mundial, la desregulación financiera de los mercados y la consolidación del capital financiero, en la época de Bérégovoy (Primer Ministro francés de abril de 1992 a marzo de 1993, bajo la presidencia de Miterrand, N. de T.). Todo en un contexto de desempleo masivo y permanente y de aceptación de las injusticias sociales. Así, desde entonces entramos en una dinámica, cada vez más acentuada, que conlleva el debilitamiento del capital industrial, una innovación tecnológica cada vez más limitada al sector financiero para los fondos públicos y un desarrollo del capital financiero parasitario. La clase dominante francesa prefiere colocar sus capitales en especulaciones financieras totalmente opacas. Si queremos entender a la Unión Europea y a su actual presidente, hay que referirse a esta realidad y no únicamente a su «mestizaje» pro israelí, real o imaginario. Sarkozy es el hombre del capital financiero francés y, en este sentido, está totalmente integrado en el capitalismo estadounidense y sus estrategias planetarias. Las recientes crisis de la patronal francesa demuestran el declive del capital industrial en beneficio de una alianza entre el sector financiero, los clientes del Estado y los servicios, todo dirigido hacia la aceleración atlantista. El divorcio entre el pueblo francés, que sufre una situación cada vez más desfavorable, y sus «elites», ha sido señalado por el semanario The Economist, que se sorprende de las creciente divergencias de opinión de los ciudadanos franceses, de los cuales sólo una minoría declara que «la economía de mercado es el mejor sistema económico, así como las innovaciones financieras de categoría mundial realizadas por las elites francesas gracias a una formación científica de excelencia en las grandes escuelas» (1). Es natural que exista el mismo divorcio entre Europa y los franceses (2). Y esta insatisfacción tiene tendencia a extenderse a otros países europeos. 2. ¿La Unión Europea debería convertirse en una zona de libre intercambio de EEUU? Esta es la cuestión que plantea al respecto la moción presentada por el senador del PS Jean Luc Mélenchon en el congreso de su partido, donde acusa de que se está llevando a cabo un viraje de integración económica y también geoestratégica, la defensa de Occidente y sus intereses contra todos los demás, tras Estados Unidos, sin que eso se haya debatido nunca en el PS. Yo añadiría que de las fuerzas políticas que disfrutan de una audiencia mediática, incluida la nueva estrella de los medios franceses, Olivier Besancenot (candidato a la presidencia francesa por la LCR, N. de T.), ninguna plantea el debate ante la opinión pública. Es probable que quien hable de este asunto sea censurado inmediatamente por el sistema y condenado a la marginalidad de Internet: «Efectivamente, la izquierda democrática de Europa se está comprometiendo, de acuerdo con la derecha europea, en la construcción de un futuro ‘gran mercado trasatlántico’». Este proyecto se frustró por el gobierno de Lionel Jospin en 1998. Pero se ha relanzado en 2006 por dos informes, uno defendido por una diputada europea del SPD a favor de ‘un gran mercado trasatlántico sin barreras en 2015’. Entonces los diputados europeos de nuestro partido se opusieron. En mayo de 2008, una nueva resolución favorable a un mercado común trasatlántico se adoptó por el Parlamento Europeo». Esta vez, casi todos los eurodiputados del PS francés lo han apoyado y, como señala el senador del PS Jean Luc Mélenchon, sin que hubiera el menor debate interno en el Partido. «El proyecto de gran mercado trasatlántico prevé la creación de una zona de libre cambio para los servicios, eliminación de las barreras aduaneras técnicas y reglamentarias para el comercio, liberalización de los mercados públicos de la propiedad intelectual y las inversiones. Dicho proyecto compromete a Europa en una promoción fanática de libre intercambio a escala mundial, como demuestra la declaración común de la Cumbre UE-USA del pasado 10 de junio: ‘resistiremos la tentación del proteccionismo interior y nos opondremos al proteccionismo extranjero. Los modelos de intercambio libre e igualitario y la inversión abierta son los pilares del crecimiento económico mundial’». Es decir, dirige la evolución europea hacia una gran zona de libre comercio motivada exclusivamente por la libre circulación de los bienes y servicios. «Además, este mercado común no sólo tiene un objetivo económico. Se presenta oficialmente como ‘la base idónea para el establecimiento cerrado de una asociación transatlántica que permitirá a la Unión europea y Estados Unidos enfrentarse conjuntamente a los retos políticos y económicos mundiales’. También se propone crear a largo plazo una auténtica ‘Asamblea Trasatlántica’. Por lo tanto, se trata de un gran proyecto político que involucra a las instituciones comunes a ambos lados del Atlántico. Pero si vemos claramente su objetivo económico, también vemos su significado geopolítico. Encarna el proyecto de formación de un ‘Occidente político’ deseado por la doctrina estadounidense del ‘Choque de civilizaciones’. Esa es la línea adoptada por numerosos líderes europeos y, en Francia, por Nicolas Sarkozy. Esta visión geopolítica se basa en la idea de que la ‘hegemonía occidental’ corre peligro y hay que responder a ese fenómeno con una integración creciente de los países occidentales en los aspectos económico y militar». 3. El enemigo está en todas partes, del choque de civilizaciones a los motines urbanos y otros brotes de rebeldía Partiendo de semejante lógica es normal, como señalamos en un artículo anterior, Francia y Europa se doten de mecanismos de defensa y seguridad adecuados, totalmente integrados en la OTAN, y que señalen claramente al enemigo exterior e interior. El artículo 5 de la Constitución establece que el presidente de la República es el jefe del ejército. El nuevo «Libro Blanco de la Defensa» va más allá; Sarkozy, dado que lamenta visiblemente no seguir siendo ministro del Interior, ha añadido a ese papel de jefe del ejército el de jefe de Defensa y coordinador principal de la seguridad. El espacio reservado al presidente de la República ya no sólo es la prioridad en Defensa y Asuntos Exteriores; con la creación del Consejo de Seguridad Nacional, que suprime la diferencia entre defensa y seguridad, el jefe del ejército se convierte en el «superpoli» de Francia. Esta reforma adquiere todo su sentido en el contexto presentado por el Libro Blanco, el de la creación de una «Defensa europea» integrada en la OTAN. Si la Defensa europea independiente hubiera tenido esta pretensión, antes de que se anunciara la novedad de la supresión de la frontera entre seguridad y defensa, como mínimo habría tenido que negociar con las demás naciones europeas para ver si su concepción de la seguridad se ajusta a la nuestra. Pero está claro que eso ya no es necesario si la referencia común admitida por los gobiernos europeos (20 de los 27 son miembros de la OTAN) es, efectivamente, la OTAN bajo dirección europea. Como señalaba Pascal Boniface en relación con el Libro Blanco: «El marco de las relaciones Francia-OTAN ya está aclarado. Tanto el presidente como el ministro de Defensa han afirmado explícitamente su aceptación de que Francia se reintegre en la OTAN a cambio de una europeización de ésta. Falta conocer la respuesta de Washington». Dicha respuesta fue entusiasta, Bush celebró el regreso francés y acogió con alborozo la idea de una Defensa europea. Pascal Boniface en el mismo artículo, a propósito del abandono de la doctrina francesa de la disuasión nuclear, señaló que la Comisión nombrada por el presidente para redactar el Libro Blanco de la Defensa, está compuesta por halcones neoconservadores: «Pero la composición de esta Comisión, por lo que respecta a los expertos extranjeros, puede suscitar algunas inquietudes sobre ese punto. Está, en el plano de las ideas estratégicas (donde las divergencias sobrepasan las familias políticas), claramente menos diversificada que la que establece el ministerio de Asuntos Exteriores. El abanico –limitado- va de los atlantistas tradicionales a los partidarios de las tesis neoconservadoras más radicales. Los expertos estratégicos próximos a la actual mayoría política, pero que se inscriben en la tradición de De Gaulle y Miterrand, no se han seleccionado. Los elegidos fueron partidarios, abierta o más discretamente, de la guerra de Iraq, incluso aunque ahora tengan mala memoria al respecto. Muchos de ellos abogan actualmente por la dureza, incluida la utilización de medios militares, con respecto a irán. Igualmente, la mayoría son partidarios del concepto estadounidense de respuesta gradual y aceptan las armas nucleares como armas de guerra convencionales, lo que se opone al concepto francés de disuasión» (3). La reforma que borra la diferencia entre defensa y seguridad bajo la autoridad de un ejecutivo todopoderoso tiene su origen, indiscutiblemente, en el análisis neoconservador de que al no existir ya un enemigo desde que acabó la Guerra Fría, es necesario fabricar uno, el «terrorismo». El 11 de septiembre de 2001 fue una sorpresa providencial que les permitió afirmar un cambio de era y la apertura de una gran batalla en un mundo globalizado e interdependiente; el enemigo está en todas partes. Ya no hay fronteras ni diferencias entre seguridad interior y exterior. Para defender la seguridad interior hay que establecer la guerra preventiva (incluida nuclear) y la «inteligencia omnipresente»; ya no hay que pensar en términos de defensa nacional, la seguridad es un asunto a escala planetaria y justifica cualquier actuación preventiva; y en el plano interior hay que proteger el territorio de agresiones que pueden ser de cualquier naturaleza (4). ¿Quién no ve la auténtica naturaleza del enemigo que los medios de comunicación fabrican día tras día? En primer lugar las tribus extranjeras que bajo las órdenes de un tirano nos niegan el acceso a sus recursos naturales; y además está el denominado «fenómeno de los suburbios», e incluso las luchas reivindicativas, que también se pueden criminalizar; así se llega a una mezcolanza absoluta entre las amenazas a la seguridad del Estado (donde el «ciudadano» se convierte en un individuo aislado frente a la llamada amenaza «colectiva» y extranjera), las luchas por la independencia y las luchas sociales. Esa es la concepción paranoica, pero no gratuita, que han puesto en marcha los neoconservadores. En la última cita de su blog Alain Gresh, especialista en Oriente Próximo de Le Monde Diplomatique, nos advierte: «No suelo reaccionar rápidamente ante una información. Sin embargo, lo que ha revelado Isabelle Mandraud en Le Monde el 20 de junio en su artículo ‘Les surprises de la fusion entre les Renseignements généraux et la DST’ (Las sorpresas de la fusión entre la Seguridad general y la DTS), merece una amplia difusión: En relación con la fusión entre el Renseignements généraux , RG (Dirección de seguridad general francesa, N. de T.) y la Dirección de seguridad territorial (DST), la periodista escribe: Como era de esperar, la RG se divide en dos: una parte de su personal se fusiona con la DST para formar la inteligencia interior (RI) y la otra se unió a la nueva Subdirección general de información (SDIG) dentro de la seguridad pública . Poco a poco, el reparto de papeles y personal se lleva a cabo en el marco de la reforma puesta en marcha por Michèle Alliot-Marie, ministro del Interior. Unos son la inteligencia ‘ cerrada’: la lucha contra el terrorismo y la protección de los intereses económicos, y los otros la vigilancia ‘abierta’: la violencia urbana, los sin papeles, el medio ambiente, los viajes oficiales…; pero hay otra sorpresa: Segunda innovación: Si el Islam tradicional, como todas las religiones, permanece en el dominio de la SDIG, mientras que el Islam radical es responsabilidad de la RI, la futura dirección general de información interior podrá, cuando lo considere oportuno y sin previo aviso, intervenir en todos los ámbitos. Si lo hemos entendido bien, la Inteligencia interior (es decir, la antigua DST reforzada) podrá, cuando lo considere necesario, vigilar, filtrar e interrogar a los musulmanes, las organizaciones o los fieles de las mezquitas cuyas prácticas le desagraden. Si esta interpretación es correcta, marca un viraje en las prácticas de seguridad en Francia». Hasta aquí un breve esbozo de la lógica que se puede deducir, a poco que nos tomemos la molestia, de las trivialidades esbozadas sobre Europa. Estamos claramente ante un proceso de «fascistización» imperialista a través de la integración económica, institucional y militar de Occidente. (1) The Economist «Francia tiene una actitud paradójica de riesgo financiero» 31-01-2008. (2) Una reciente encuesta de BVA (29 de junio de 2000) señalaba que el 13% de los obreros franceses y el 49 % de los ejecutivos tienen confianza en Europa. (3) Pascal Boniface, «Le nécessaire débat sur le nucléaire», La Croix, 14 de enero de 2008. (4) El arsenal militar para luchar contra el terrorismo existe y se ha reforzado desde 1995 con el plan Vigipirate, tras los atentados del GIA argelino. Esa fecha de 1995, que no sólo corresponde a una serie de atentados, sino a otro libro blanco de la defensa, de 1994, que ya marcaba una inflexión de la visión de la disuasión. Toda la política de Nicolas Sarkozy se puede analizar, seguramente, como una ruptura y, al mismo tiempo, la búsqueda de una alteración de la orientación en el marco de una Europa que cada vez se dirige más claramente hacia el atlantismo y las grandes coaliciones.
Changement de société
Traducido por Caty R.
02/07/08
Francia inaugura su presidencia de la Unión Europea en circunstancias un tanto turbulentas por el «no» irlandés. Una presidencia europea de seis meses que no es más que un lapso fugaz comparado con la morosidad burocrática del monstruo que es la Unión Europea. A la cabeza de los obstáculos está el rechazo de los pueblos a la llamada Unión Europea, en primer lugar los franceses, cada vez más «euroescépticos». Pero tener en cuenta las exigencias de los ciudadanos no es el problema de Sarkozy, que tiene intereses muy poderosos.
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La máquina es enorme, pesada, sombría, pero corre sobre sus raíles y va tomando velocidad sin que nadie parezca darse cuenta de hacia dónde o hacia qué nos conduce este cacharro fantasmagórico: junto a Estados Unidos, para mayor gloria de las multinacionales, vamos hacia la guerra contra el resto del planeta para apropiarnos de sus recursos, y a la caza del enemigo interior, una lógica paranoica del choque de civilizaciones. Y en ese punto parece que hay un acuerdo tácito entre las fuerzas políticas, la derecha y el PS, pero también los pequeños partidos satélites, los verdes, y los comunistas de todas las tendencias: El PCF y la LCR, sin ir más lejos.
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, la traductora y la fuente.
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