El hombre del saco vive en la India

M. A. Gayo Macías
El Mundo
11/07/08

Nueva Delhi.- En Ghaziabad, una ciudad industrial a pocos kilómetros de Nueva Delhi, desaparece un niño casi cada día. Nadie sabe por qué, ni quién o quiénes se los llevan, ni se han encontrado rastros que permitan dilucidar si están vivos o muertos algunos de los 298 desaparecidos desde el año pasado, 121 de ellos en los últimos cinco meses,46 entre abril y mayo, dos más cada tres días.

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Los testimonios de los padres repiten la misma historia, la misma incredulidad hacia lo ocurrido, la misma desesperación. Los pequeños desaparecen de improviso, sin dejar rastro y sin que se encuentren indicios o huellas que puedan indicar su paradero o qué ha ocurrido con ellos. El 27 de abril, Nasir, de 13 años, fue a comprar leche por encargo de su padre, un vendedor de chatarra. No volvió. La pequeña Jyoti, de 12 años, dormía con su madre la mañana del 16 de mayo; la madre dejó a la niña durmiendo en casa y salió a hacer la compra, pero cuando regresó al hogar Jyoti no estaba. Salman, de 14 años, fue regañado por sus padres y, enfadado, salió de casa para estar solo; nunca regresó.

Arjun es un niño de Ghaziabad que también pudo desaparecer para siempre, pero logró escapar. Según contó a sus padres, alguien le asaltó cuando caminaba por un descampado y tras golpearle le metió en un saco. Cuando despertó estaba en una especie de taller con docenas de pequeños de entre ocho (la edad de Arjun) y catorce años. Allí, tanto él como los demás niños eran obligados a trabajar dieciséis horas al día cosiendo, manipulando máquinas de cortar metal o fabricando objetos; cada pocos días, las personas al cargo del taller, que trataban a martillazos a los pequeños esclavos, se llevaban a un grupo para extraerles sangre y de este modo, afirma Arjun, mantenerles en un estado de debilidad permanente que les impidiese escapar. Finalmente, cuenta Arjun, aquellos que iban cayendo enfermos o incapaces de trabajar más desaparecían y su lugar era ocupado por otro niño.

Arjun arrastra aún el trauma de sus ocho meses de cautiverio, y es su madre quien narra este estremecedor relato. Según ella, no valió de mucho acudir a la policía para denunciar el caso, le dijeron que para poder poner una denuncia por desaparición antes debía proporcionar una pista sobre el paradero de su hijo o al menos el nombre de algún sospechoso o las razones que pudieran empujar a Arjun a fugarse de su casa. También le exigieron cuatro fotos diferentes de su hijo, pero no las tenía.

El jefe de la policía local, Deepak Ratan, asegura que ninguno de los casi 300 casos de niños desaparecido está relacionado entre sí. Ghaziabad es una ciudad de más de medio millón de habitantes y para el inspector Ratan, que sólo admite 24 desapariciones, casi siempre se trata de pequeños que se escapan de casa tras una regañina o un problema familiar, y aunque se denuncian las desapariciones, jamás se informa a la policía cuando aparece el niño.

Sin embargo, la asociación de padres de niños desaparecidos N.B.S. (Naujawan Bharat Sabha) asegura tener pruebas de que al menos 38 de estos casos son ciertos y están sin resolver. Para el señor Kapil, de N.B.S., "está claro que se trata de una red organizada, ya sea de tráfico de órganos, de prostitución infantil o una mafia de explotación de menores a los que esclavizan y obligan a practicar la mendicidad". Sobre las cifras oficiales de desaparecidos, la organización asegura que la policía de Ghaziabad admite la existencia de 46 secuestros en los últimos dos meses. Para obligar a la policía a aceptarlo, tuvieron que interponer una demanda de derecho a la información en un juzgado de Delhi. Por su parte, la joven Jagratan, que vio por última vez a su hijo el ocho de febrero, cuando le envió a comprar tomates, dice que cuando acusó al inspector de policía de colaborar con una red de tráfico de órganos, éste la amenazó: "Hablas demasiado, por eso no vas a volver a ver a tu hijo".

Lo extraño de estos casos y la corta edad de las víctimas ha avivado el recuerdo de los recientes crímenes de Nithari, a sólo 14 kilómetros de aquí, donde un siniestro médico y su criado secuestraron, violaron y asesinaron a docenas de pequeños a los que luego enterraron en el jardín de su casa. Hace poco más de un año de aquel horror que sacudió a la opinión pública de la India, y lo más inquietante de todo es que entonces, como ahora, la policía no actuó a pesar de las denuncias.

Con razón, en un informe de 25 de agosto, la ONU calificó a Delhi como la ciudad más peligrosa del mundo para los niños.

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