Retrospectiva. Más del sesenta por ciento de la población carcelaria francesa la componen reclusos musulmanes

Molly Moore
Washington Post (28-04-2008) / mQh
29-05-2008

Samia El Alaoui Talibi hace su ronda con un pañuelo de cabeza color crema y una túnica negra como la tinta con ribetes color naranja de puesta de sol, una tenida que encontró en un mercadillo.

Después de pasar por un cristal a prueba de balas, El Alaoui Talibi pasa penosamente frente una media docena de pesadas puertas cerradas antes llegar a las creyentes musulmanas a las que atiende en el pabellón de mujeres del Centro de Detención Lille-Sequedin en el extremo norte de Francia.

Le tomó varios años poder acceder a esta cárcel, dice El Alaoui Talibi, que es una de las cuatro clérigos musulmanas autorizada a trabajar en prisiones francesas. "Todo el mundo tiene los mismos prejuicios e imagen negativa de los musulmanes y el islam", dice El Alaoui Talibi, nacida en Marruecos, 47 y madre de siete hijos. "Cuando los gendarmes te ven, todo lo que ven es a una árabe; te miran igual que si fueras una presa".
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En esta cárcel la mayoría de las reclusas son musulmanas -como prácticamente en todas las cárceles francesas. Entre un sesenta a setenta por ciento de los reclusos en el sistema penitenciario del país son musulmanes, de acuerdo a dirigentes musulmanes, sociólogos e investigadores, aunque los musulmanes constituyen sólo el doce por ciento de la población del país.

En un continente donde los inmigrantes y los hijos de inmigrantes están desproporcionadamente representados en casi todas las cárceles, las cifras francesas son las más marcadas, de acuerdo a investigadores, criminalistas y líderes musulmanes.

"El alto porcentaje de musulmanes en las cárceles es una consecuencia directa del fracaso de la integración de las minorías en Francia", dice Moussa Khedimellah, un sociólogo que lleva varios años investigando a los musulmanes en el sistema penal francés.

De acuerdo al ministerio de Justicia de Gran Bretaña, el once por ciento de los presos en el país son musulmanes, aunque sólo constituyen el tres por ciento de sus habitantes. Una investigación realizada por el Instituto Sociedad Abierta, una organización de apoyo, muestra que en Holanda el veinte por ciento de los reclusos adultos y el veintiséis por ciento de los delincuentes juveniles son musulmanes; el 5.5 por ciento de su población es musulmana. En Bélgica, los musulmanes de Marruecos y Turquía constituyen al menos el dieciséis por ciento de la población carcelaria, en comparación con el dos por ciento de la población general, según constató la investigación.

Sociólogos y líderes musulmanes dicen que el sistema penal francés refleja la profunda división social y étnica que enturbia a Francia y sus vecinos europeos en momentos en que los inmigrantes y una nueva generación formada por sus hijos alteran el mapa demográfico y cultural del continente.

Funcionarios de prisiones franceses atribuyen las altas cifras a la pobreza de la gente que se ha mudado aquí desde el norte de África y otros países musulmanes en las últimas décadas. "Muchos inmigrantes llegan a Francia en condiciones económicas difíciles, lo que hace que la delincuencia sea más frecuente", dice Jeanne Sautière, directora de integración y grupos religiosos para el sistema penitenciario francés. "Lo más importante es que no hay una correlación entre el islam y la delincuencia".

Pero líderes musulmanes, sociólogos y activistas de derechos humanos dicen que más que en la mayoría de los otros países europeos, las políticas sociales del gobierno francés han servido para aislar a los musulmanes en suburbios pobres con altas tasas de desempleo, escuelas malas y viviendas de baja calidad. Esto ha ayudado a crear una generación de niños nacidos en Francia con pocas esperanzas de movilidad social y escaso respeto por las autoridades francesas.

"El problema de la discriminación y la justicia es una de los problemas políticos clave de nuestra sociedad, y todavía no se le otorga la importancia que merece", dice Sebastian Roche, que ha estudiado la discriminación judicial como director de investigaciones del Centro Nacional de la Investigación Científica francés. "No podemos culpar al estado si sus compañías discriminan; sin embargo, podemos acusar al estado si su propio sistema judicial y sus policías discriminan".

Como asunto de política, el gobierno francés no recoge datos sobre la raza, la religión o el origen étnico de sus ciudadanos, haciendo difícil obtener cifras precisas sobre la composición de la población carcelaria. Pero demógrafos, sociólogos y líderes musulmanes han compilado estimados generalmente aceptados que muestran que la población musulmana en las cárceles alcanza en promedio de entre el sesenta y el setenta por ciento a nivel nacional.

Las cifras varían de región a región: Son más altas en zonas con grandes concentraciones de musulmanes, entre ellos los suburbios de París, Marsella en el sur y Lille en el norte.

En las prisiones, El Alaoui Talibi y su marido Hassan -una poco frecuente combinación de un matrimonio de clérigos- luchan por obtener para los reclusos musulmanes los mismos derechos que se otorgan a sus contrapartes de las minorías cristianas. Hassan es un imam. Samia recibió formación religiosa y pueda asistir a los fieles, aunque según las estrictas prácticas musulmanas no podrá nunca llegar a ser un imam. El sistema carcelario sólo cuenta con cien clérigos musulmanes para las doscientas cárceles del país, en comparación con los cerca de 480 católicos, 250 protestantes y cincuenta capellanes judíos, aunque los reclusos musulmanes superan con creces a los presos de las otras religiones. "Es verdad que en las cárceles no hemos alcanzado una igualdad religiosa completa", dijo Sautière, la funcionaria de prisiones. "Pero es una cuestión de tiempo".

En los últimos años, la principal preocupación del gobierno francés con respecto a su población carcelaria musulmana ha sido política. En 2005, funcionarios de la seguridad nacional francesa advirtieron a las autoridades carcelarias francesas que deberían trabajar para impedir que musulmanes extremistas incitaran a otros prisioneros. Un año después, el Senado francés aprobó un proyecto de ley otorgando a la agencia de inteligencia nacional del país amplios poderes para controlar a los reclusos musulmanes como parte de las actividades contraterroristas.

Las autoridades carcelarias empezaron a permitir en las cárceles a imames cuidadosamente controlados con la esperanza de "neutralizar a los elementos extremistas", dijo Aurélie Leclerq, 33, director del Centro de Detención Lille-Sequedin.

Hassan El Alaoui Talibi, 52, que llegó a Francia desde Marruecos como estudiante, es el director nacional de los imames de las cárceles francesas y el típico musulmán moderado que el gobierno francés anda buscando para su sistema penitenciario.

El Alaoui Talibi escribe sus sermones de los viernes con palabras cuidadosamente escogidas, dice. Evita la política y otros temas que pudieran parecer remotamente incendiarios. Se aferra a aconsejar a traficantes de drogas condenados, asesinos e inmigrantes ilegales en asuntos de fe y respeto.

Pero no todos los musulmanes de Lille-Sequedin comparten su punto de vista moderado. El año pasado un recluso contrariado hizo retumbar un sermón religioso en el patio de la cárcel. Los gendarmes consideraron que su mensaje era incendiario y pusieron al preso en régimen solitario.

El Alaoui Talibi describe años de lucha para conquistar incluso las concesiones más modestas de parte de los alcaides. Recordó la primera visita que hizo a una cárcel, hace diez años: Fue obligado a esperar una hora y media para poder reunirse con los presos. "Si no hubiese sido paciente, me habría marchado", dijo el ex maestro de secundaria que se convirtió en imam de cárcel después de ver que muchos de sus alumnos tenían problemas con la ley por delitos pequeños y que después de la cárcel terminaban como endurecidos criminales.

Hoy, trabajando en la más moderna cárcel francesa -la enorme prisión de Lille-Sequedin, iniciada hace tres años-, los El Alaoui Talibi dicen que son más aceptados que otros colegas musulmanes en otras cárceles. Los funcionarios de prisiones rechazaron la petición del Washington Post de visitar algunas de las cárceles más problemáticas del antiguo sistema.

Un viernes hace poco, Hassan El Alaoui Talibi, un hombre de ojos expresivos y una barba que muestra los primeros destellos de gris, entró con un periodista al pabellón de hombres, recogiendo las notas de los presos de buzones que comparten capellanes católicos y protestantes. Varios reclusos nuevos que volvían de deportes le rodearon, pidiéndole una visita personal. Garabateó sus nombres y números de teléfono en un pedazo de papel.

Muchos de los reclusos musulmanes en esta cárcel justo al oeste de Lille son hijos y nietos de inmigrantes que fueron traídos al norte hace décadas para que trabajaran en las minas de carbón.

El Alaoui Talibi entró a un pequeño despacho con vista a un diminuto jardín y tiró de las esteras de oración apiladas en un armario junto a una rústica cruz de madera. Cada viernes por medio transforma el cuarto en una mezquita para algunos de los fieles musulmanes de la cárcel. Uno de sus temas de sermón más frecuente es la comida.

"Nos dice que no desechemos la comida de la cárcel simplemente porque no es halal", o en conformidad con las normas dietéticas musulmanas, dijo un ex funcionario público de 33 años, de origen argelino, que asiste a las oraciones cada dos semanas. Las reglas carcelarias francesas prohíben que los periodistas identifiquen por sus nombres a los reclusos, o que revelen sus delitos.

El rechazo de los funcionarios de la prisión a servir alimento halal, especialmente productos cárneos, es una de las quejas más importantes de los reclusos musulmanes en toda Francia y ha provocado algunas protestas en las celdas.

Durante muchos años las prisiones han permitido que los presos musulmanes rechacen los productos porcinos, y las estadísticas que incluyen a los presos que rehúsan la carne de cerdo es un preciso barómetro de la población musulmana de una cárcel, de acuerdo a investigadores. Pero eliminar el cerdo está lejos de un régimen completamente halal. Sólo hace poco dejaron los presos de usar grasa porcina para cocer verduras y otros platos.

"Si quieres obedecer tu religión, no tienes opción: tienes que convertirte en vegetariano", dijo el funcionario público condenado, un hombre rechoncho que trabaja en la biblioteca de la cárcel. "Tenemos acceso al economato de la cárcel que vende dos productos halal: salchichón halal y ravioles en lata".

Funcionarios de prisiones dicen que es muy caro servir comidas halal. "Nos gustaría comprar carne fresca, pero no podemos", dijo Leclerq, cuya oficina en la cárcel está decorada con osos de peluche.

Los reclusos musulmanes dijeron que creen que se trata de desaires religiosos. Los cristianos pueden recibir paquetes con regalos y delicias que les envían sus familias para Navidad, pero los musulmanes no gozan del mismo privilegio durante los días de Ramadán. "Tomamos el cuidado de no llamarlos paquetes navideños, porque entonces los musulmanes pedirían paquetes de fin de ayuno", dijo Leclerq. "Los llamamos paquetes de fin de año. No podemos usar términos religiosos; algunos se pondrían tensos".

Hassan El Alaoui Talibi dice que el sistema carcelario francés ha progresado desde que empezara su ministerio hace diez años. El año pasado el gobierno fijó las reglas que deben observar las cárceles sobre las prácticas religiosas; ya no permite que los alcaides determinen arbitrariamente esas reglas.

Los imames de las cárceles se reunieron con el ministro de Justicia Rachida Dati el mes pasado con una lista de pedidos frecuentes, incluyendo el pedido de permitir más imames y de adiestrar a los gendarmes para ayudarles a entender mejor las diferencias religiosas.

Una mujer de 31 años, de origen argelino, de cara joven y negros cabellos ondulados amarrados descuidadamente en una cola de caballo recibió a Samia El Alaoui Talibi una mañana hace poco con dos besos en las mejillas.

"Llegar aquí fue una pesadilla", dijo la mujer, una de las ciento cincuenta reclusas aquí. "Estaba llorando. No podía creer que estaba aquí".

"Entonces vi a esta mujer con un pañuelo de cabeza", dijo, sonriendo hacia Samia. "Supe de inmediato que venía a ayudarme. Digo que es mi ángel".

Corinne Gavard contribuyó a este reportaje.

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