El ex jefe de Prensa de la Casa Blanca acusa a Bush de engaños sobre Irak

ABC.es
28/05/2008

WASHINGTON. Cuando en la segunda mitad de su estancia en la Casa Blanca, el presidente Bush renovó su plana mayor y prescindió de Scott McClellan, el cesado jefe de Prensa fue objetivo de una ceremonia de despedida. Un George W. Bush, entre campechano y melancólico, llegó a decir sobre su ayudante que «uno de estos días, él y yo vamos a sentarnos en mecedoras en Texas, hablando sobre los buenos y viejos tiempos, y puedo asegurar que entonces sentiré lo mismo que ahora y seré capaz de decirle buen trabajo».

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Dos años después, la nostálgica escena planteada en abril del 2006 se ha convertido en una embarazosa fuente de descrédito para la Administración Bush. Ya que sin esperar a que su antiguo jefe abandone la Presidencia, Scott McClellan se ha descolgado con un demoledor libro de memorias titulado «Lo que sucedió: Dentro de la Casa Blanca de Bush y la cultura de engaño de Washington» (editorial PublicAffairs, 341 páginas). Aunque su venta al público no está prevista hasta el próximo lunes, el avanzado y chirriante contenido del libro corresponde más bien a un documental de Michael Moore que los recuerdos de un veterano miembro de la guardia pretoriana de Bush desde los tiempos de Texas.


Embustes forzados

McClellan acusa a Bush, entre otras cosas, de «haber perdido terriblemente el rumbo», de tomar decisiones basadas en su «instinto», de no haber sido «abierto y directo sobre Irak», y de haber tomado «una aproximación de campaña permanente» en la Casa Blanca sacrificando candor y competencia. Según el ex secretario de Prensa, el presidente tiende a «convencerse a sí mismo de lo que satisface sus necesidades en cada momento» y ha caído en el «auto-engaño».A pesar de que él mismo ayudó a divulgar los argumentos barajados por la Casa Blanca para el uso de la fuerza contra el régimen de Sadam Husein, McClellan indica que la cúpula de la Administración Bush no tuvo reparos en participar en «un esfuerzo sin fin para manipular a la opinión pública» y justificar a base de propaganda la invasión de Irak. De haber anticipado el coste actual de esa guerra, McClellan argumenta que Bush «nunca habría tomado la decisión de invadir a pesar de lo que ahora pueda decir».En su muy comentado ajuste de cuentas, McClellan acusa al gurú electoral Karl Rove de engañarle sobre su papel en la saga de la espía de la CIA delatada y de «hacerle pasar información falsa» en las ruedas de Prensa de la Casa Blanca. También describe a Condoleezza Rice como magistral a la hora de «desviar culpas» y califica al vicepresidente Cheney de «hombre mágico» capaz de forzar toda clase de decisiones sin dejar huellas dactilares.El ex portavoz de la Casa Blanca indica que a los tres años en el puesto insistió en dimitir al saber que el presidente había autorizado, dentro de la campaña para justificar la invasión de Irak, la filtración de parte de un informe de inteligencia sobre los desmentidos intentos del régimen de Sadam Husein para adquirir uranio en Níger. A su juicio, la Administración Bush se ha dejado claramente contagiar de «la práctica de evitar la verdad» muy típica de Washington. Además de atribuir a la Prensa de Estados Unidos un papel de complicidad facilitadora en el periodo previo al «error estratégico garrafal» de una guerra innecesaria como Irak

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