Niños «terroristas»
Andrés Mourenza
El Periódico de Catalunya
12/10/09
Más de 300 menores kurdos están presos en Turquía acusados de terrorismo
«Ahora comienza la escuela y yo estoy aquí dentro. Me gustaba mucho mi escuela y me la han arrebatado. Ni siquiera sé cuántos años de condena piden para mí». Es el extracto de una carta enviada por Y.S., un niño kurdo encerrado en la prisión de Mardin, en el sureste de Turquía, en espera de juicio por, supuestamente, lanzar piedras a la policía durante una manifestación ilegal.
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No es un caso único. Según denuncia el Colegio de Abogados de Diyarbakir, unos 300 menores de edad –la mayoría de 15 y 16 años, aunque los hay más pequeños– permanecen encarcelados bajo la acusación de actuar en nombre del grupo armado Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado una organización terrorista por Turquía, EEUU y la Unión Europea. Pero sus crímenes pueden haber sido, simplemente, hacer el signo de la victoria, corear un eslógan prohibido, ondear una bandera kurda o tirar una piedra. En los últimos cuatro años se han abierto entre 2.000 y 3.000 juicios a menores kurdos por hechos parecidos.
«¿Dónde está su hijo?»
El 3 de marzo del 2008, los nacionalistas kurdos organizaron en la ciudad de Batman un mítin de protesta para oponerse a la operación militar turca contra las bases del PKK en el norte de Irak. Ahmet y su hijo de 15 años participaron en ella, igual que hicieron otras 20.000 personas. Unos días después, el chico, como cada mañana, fue al restaurante en el que trabajaba. Al anochecer sonó el teléfono y al otro lado, una voz desconocida para Ahmet preguntó: «¿Dónde está su hijo?». «¿Dónde va a estar? En el trabajo», respondió el padre. «No. Lo tenemos nosotros, está en la Comisaría de Lucha Antiterrorista», le informó el funcionario de policía. «Me dijeron que en el mitin mi hijo había tirado cócteles molotov, que había hecho el signo de la victoria, que había coreado eslóganes y un montón de cosas más», explica Ahmet, lleno de dolor y rabia, mientras espera a que su hijo sea trasladado de la cárcel de Diyarbakir a la sala del tribunal donde tiene lugar el juicio.
«Estos niños están siendo juzgados en tribunales para mayores de edad y no en tribunales de menores», critica el abogado Eyüp Sahin. En el 2006, la ley antiterrorista fue enmendada para permitir que se juzgara como adultos a jóvenes de entre 15 y 18 años, según el Gobierno, para intentar alejar a los chicos de los ambientes cercanos al PKK y de la utilización que hacen de ellos los nacionalistas kurdos. «Esta situación viola la Constitución y todos los tratados internacionales de protección de la infancia firmados por Turquía», afirma Sahin. El abogado denuncia, además, que en el 60% de los casos no hay «ni una sola prueba contra los niños», sino que se utilizan sospechosas declaraciones de policías o militares.
«En ningún lugar del mundo es un crimen hacer la señal de la victoria, excepto en Turquía. Es solo porque se trata de un niño kurdo, por eso es un crimen», se lamenta Mohammed, otro padre cuyo hijo se enfrenta a una petición de entre 20 y 30 años de prisión. Esto se debe, según los juristas, a que por un solo hecho se le inculpan violaciones de la ley antiterrorista, de dos artículos del código penal sobre organizaciones criminales y de la ley de manifestaciones.
Daños psicológicos
Al no existir en el sureste de Turquía cárceles especializadas, los menores son retenidos en prisiones para adultos, aunque en bloques separados, y las organizaciones de derechos humanos denuncian que las condiciones son lamentables y que los chicos son objeto de torturas físicas y psicológicas. «A mi hijo le dolía un diente, pidió ver al médico y cuando este le recibió le dijo ‘eres un sucio terrorista’», relata el padre de F.G. Varias organizaciones de Diyarbakir se han unido para protestar contra estos procesos judiciales y alertar del peligro de estos encarcelamientos preventivos aunque luego los chavales sean absueltos porque, según el vicepresidente del colegio de abogados, Eshat Aktas, les causarán «graves daños psicológicos de por vida».
Tras una crítica formulada por la ONU, el Gobierno turco prometió hace pocas semanas que revisaría estas leyes. Mientras, el dolor continúa en cientos de hogares kurdos como el de Ahmet. «Cada noche mi mujer llora por su hijo y, al verla, el resto de los hijos lloran con ella. Yo le digo: ‘Calla, calla, mujer’, pues si no también yo me deprimo. Y ella me grita: ‘¡Haz algo, haz algo, sal de casa y trae al niño!’. ¿Cómo voy a traerlo? El niño que Dios me dio me lo ha quitado el Estado».
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