El fantasma de las invasiones del pasado

Salah Hemeid
Al Ahram Weekly
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
22/06/09

Ni siquiera el observador más pesimista hubiera esperado que las relaciones entre los nuevos dirigentes de Iraq y su diminuto vecino del sur, Kuwait, pudieran dar tan pronto un marcado giro a peor tras la luna de miel que siguió al derrocamiento de Saddam Hussein. Kuwait fue la plataforma de lanzamiento de la guerra y los nuevos dirigentes iraquíes no albergan pretensión alguna hacia el territorio del que Saddam Hussein afirmaba era parte integral de Iraq, y que tanto apoyó y favoreció la invasión estadounidense.

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Pero la luna de miel se acabó. La tensión entre los dos vecinos árabes ha ido subiendo de tono desde principios de mes, tras instar Kuwait a las Naciones Unidas para que mantengan las sanciones económicas contra Iraq de dos décadas ya de antigüedad hasta que su gobierno pague por todos los daños resultantes de la invasión de 1990 de Saddam del emirato rico en petróleo. Iraq, que lucha por recuperarse de la devastación perpetrada por la invasión y la subsiguiente ocupación, quiere que se anule el pago de los 25.000 millones en reparaciones de guerra que debe a Kuwait, ya que la bajada de los precios del petróleo ha reducido en gran medida sus ingresos presupuestarios.

El Subsecretario del Ministerio de Asuntos Exteriores kuwaití, Khaled Al-Jarallah, declaró que su país quiere que Iraq cumpla totalmente las resoluciones de Naciones Unidas relativas a la invasión de Saddam, incluyendo el pago a Kuwait de las reparaciones por los siete meses de ocupación, la devolución de los cuerpos de docenas de kuwaitíes que fueron supuestamente hechos prisioneros y asesinados por los agentes de Saddam, y llegar a un acuerdo sobre la compartida frontera. Bajo el Capítulo Siete de la Carta de Naciones Unidas, se congelaron los activos que Iraq tenía en el exterior hasta que pagara por todo. Si no lo hiciera, podría tener que enfrentar sanciones de Naciones Unidas o incluso el uso de la fuerza.

Ahora Iraq quiere cerrar el Capítulo Siete, argumentando que no debe castigarse al nuevo gobierno de Iraq por los errores o maldades cometidas por el régimen de Saddam. En función del acuerdo de seguridad firmado entre Iraq y EEUU en noviembre de 2008, el gobierno se aseguró también una cláusula en función de la cual EEUU le ayudaría en sus esfuerzos para que se levantaran las sanciones y para que Iraq pudiera recuperar su total soberanía. En términos prácticos, la objeción de Kuwait impide los esfuerzos iraquíes y mantiene el control de Naciones Unidas sobre sus recursos.

No es sorprendente que la decisión kuwaití haya levantado enormes críticas entre los funcionarios, parlamentarios y medios iraquíes que la consideran una rotunda manifestación de hostilidad. Incluso los iraquíes de a pie se sintieron anonadados por la postura kuwaití, acusando a Kuwait de ingratitud tras sus esfuerzos por derrocar el régimen de Saddam que era la principal amenaza para Kuwait. Algunos legisladores iraquíes piden incluso que Iraq deje totalmente de pagar las reparaciones de guerra y en su lugar exija reparaciones a Kuwait por haber facilitado la invasión estadounidense. “La posición de Kuwait es repulsiva y refleja un espíritu vengativo”, dijo Hamid Moussa, diputado y líder del Partido Comunista Iraquí, reflejando el extendido punto de vista entre los políticos iraquíes.

Los kuwaitíes han contraatacado con parecido furor. La semana pasada, el Primer Ministro kuwaití urgió al gobierno a convocar a su embajador, que había tomado posesión de su puesto en octubre pasado como primer enviado del emirato a Bagdad desde la invasión de agosto de 1990. Su nombramiento fue saludado como un gran paso adelante en las hasta ahora congeladas relaciones entre los dos países. Pero ahora los comentaristas de los principales periódicos kuwaitíes arremetieron contra los políticos iraquíes llamándoles “nuevos Saddam” y acusándoles de albergar ambiciones similares a las suyas contra Kuwait. Algunos llegaron hasta acusar a los iraquíes de llevar metido el odio en las venas hacia Kuwait. “Los que conocen Iraq no deberían sorprenderse por las despreciables afirmaciones de los iraquíes. Sus sucias palabras indican su naturaleza calumniosa, traidora e ingrata”, escribió Khaled Al-Sultan en el periódico Al-Siyasa.

Funcionarios de ambas partes, incluyendo al Emir de Kuwait, el Sheij Sabah Al-Ahmed Al-Sabah, trataron de rebajar la nueva crisis e instaron a poner fin a las declaraciones provocativas. Pidió a los diputados que conservaran la calma y esperaran al encuentro entre los ministros de asuntos exteriores de los dos países. El Presidente iraquí Yalal Talabani pidió también que se pusiera fin a la disputa con Kuwait. En un comunicado publicado en su página de Internet, Talabini rechazó lo que describió como “intento para perturbar el desarrollo de las relaciones entre Iraq y Kuwait”.

Pero, mientras tanto, Kuwait insiste en que no debe haber cambios en la posición del Consejo de Seguridad hasta que se hayan cumplido totalmente las resoluciones. Los funcionarios kuwaitíes dijeron que Iraq debería pagar, a ese país tan rico en petróleo, 25.500 millones de dólares para compensar los daños causados por la ocupación iraquí de Kuwait de siete meses de duración bajo el régimen de Saddam, además de otras deudas que alcanzan los 16.000 millones de dólares. También insisten en otras demandas, especialmente en la demarcación fronteriza que muchos iraquíes consideran como un intento de apropiarse de la tierra y aguas territoriales de Iraq. Los iraquíes contemplan con sorpresa la otra exigencia kuwaití sobre el destino de los kuwaitíes desaparecidos durante la invasión, mientras hay cientos de miles de iraquíes prisioneros del régimen de Saddam de los que aún no se sabe nada, frente a unas cuantas docenas de kuwaitíes.

Aunque la mayor parte de los países árabes guarda reserva sobre la disputa iraquí-kuwaití, Kuwait ha recibido importantes apoyos de sus aliados regionales, mientras Iraq intenta conseguir apoyo internacional a su petición de que se cancelen las sanciones. La pasada semana, los seis miembros del Consejo de Cooperación del Golfo manifestaron su total respaldo a Kuwait en su disputa con Iraq sobre las reparaciones de la guerra de 1991 y la demarcación de fronteras. En un comunicado, tras una reunión de emergencia celebrada en la capital saudí, los ministros de exteriores del CCG reafirmaron su apoyo a Kuwait. “El Consejo reitera que Iraq debería cumplir con todos sus compromisos, de acuerdo con las resoluciones de Naciones Unidas relativas a Iraq y a través de las estructuras a tal efecto dispuestas”, dijo el secretario general de la organización, Abdel Rahman Al-Attiya, tras las discusiones entre los ministros.

La controversia ha suscitado el temor de que las públicas injurias creen profundas heridas en las relaciones entre los dos países, que tienen una compleja relación histórica. La tensión ha reavivado ya los temores de que los dos países puedan volver a la política de odio tras la invasión por Saddam de Kuwait en agosto de 1990. Poco antes de la incursión, Saddam acusó a Kuwait de estar robando el petróleo iraquí mediante perforaciones en diagonal en sus campos petrolíferos de Rumailah en el sur.

Pero la desconfianza entre los dos países data de mucho tiempo atrás, porque los gobiernos iraquíes anteriores a Saddam insistieron también en que Kuwait era parte natural de Iraq, y no sin motivo. Después de todo, fueron los británicos los que obligaron a los turcos a firmar la humillante Convención Anglo-Otomana de 1913, creando ese reino de jeques en la estratégica área costera al sur de la principal provincia sureña de Iraq, Basora. Cuando turcos y británicos se convirtieron en enemigos en la I Guerra Mundial, se declaró que esa Convención no tenía fuerza legal, pero los británicos ganaron la guerra y se adueñaron del Iraq de hoy en día, reafirmando la “independencia” de Kuwait, lo mismo que ha hecho Estados Unidos.

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