Bush deja Iraq sin asumir el coste real de la guerra

Gara
15/12/08

Por cuarta vez desde que las tropas de la coalición internacional dirigida por Washington invadieran Irak, George W. Bush viajó a Irak para despedirse como presidente de EEUU. Lo hizo en un país que todavía sigue azotado por la guerra. En esta ocasión tuvo que soportar, entre la anécdota y el susto, la recriminación de sus actos en primera persona: un periodista iraquí le lanzó sus zapatos a la cara, un gesto que en los países árabes se considera una grave ofensa.

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El hombre que dio la orden de invadir Irak el 9 de marzo de 2003, George W. Bush, se despidió ayer en Bagdad como presidente de EEUU, cargo que dejará en enero, dos meses antes de que el conflicto bélico en el país árabe cumpla seis años. Pese a que los hechos sobre el terreno demuestren lo contrario un día sí y otro también, el mandatario norteamericano mantiene los ejes del discurso al que se ha aferrado tras su fracaso militar y político: justificar el ataque a Irak para proteger la seguridad de EEUU; minimizar las mentiras sobre las supuestas armas de destrucción masiva que afirmó que poseía el Gobierno de Sadam Hussein; responsabilizar a terceros de la muerte de decenas de miles de civiles a causa de la guerra, de la destrucción de infraestructuras y de la desaparición de servicios básicos; negar los intereses económicos de petroleras y empresas armamentistas que impulsaron la agresión.

Por eso a nadie sorprendió que ayer reiterara que, aunque la guerra no ha concluido, la victoria «está próxima». «La guerra no ha terminado, pero con la firma de estos acuerdos [de seguridad entre Irak y EEUU], el valor del pueblo y de los soldados iraquíes, de los militares y el personal civil americanos, caminamos con determinación sobre la vía de la victoria», comentó tras la firma del acuerdo junto al primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki.

Protesta a zapatazos

Esa firma simbólica se desarrollaba ante la prensa, lo que fue aprovechado por un periodista iraquí para trasladar al presidente estadounidense su desacuerdo de una forma muy llamativa. Cuando se dirigía a los periodistas fue interrumpido desde la tercera fila por el corresponsal del canal de televisión Al-Bagdadia, que se levantó con un zapato en la mano y se lo arrojó mientras a gritos llamaba «perro» al mandatario estadounidense, que logró esquivarlo. Inmediatamente después, el periodista le lanzó su otro zapato y tampoco alcanzó su objetivo.

Tras el ataque, los miembros del equipo de seguridad redujeron al atacante, lo detuvieron y lo sacaron de la sala, según testigos presentes en la rueda de prensa.

«Este tipo de hechos no me preocupan, quien los hace quiere llamar la atención», dijo Bush tras el incidente. En Irak, igual que en gran parte del mundo árabe, arrojar un zapato es una de las mayores ofensas que se pueden cometer contra una persona, al igual que llamarla «perro».

Retirada o no retirada

Previamente, Bush dijo ante su homólogo iraquí, Yalal Talabani, que la intervención estadounidense en Irak «fue difícil, pero necesaria». «La misión no fue fácil pero fue importante para la seguridad de EEUU, para el futuro de Irak y para la paz mundial», añadió.

En la misma línea, describió el acuerdo de seguridad alcanzado entre ambos gobiernos como «una carta de amistad y un medio para continuar ayudando a los iraquíes a construir una sociedad libre».

Talabani, por su parte, se dirigió a Bush calificándole de «gran amigo del pueblo iraquí, que ha ayudado a liberar».

Más allá de los discursos protocolarios, y a expensas de lo que pueda cambiar la política de EEUU hacia Irak con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, lo que estipula el acuerdo firmado ayer es que las tropas estadounidenses podrán permanecer en las ciudades iraquíes después del plazo estipulado para su retirada de esas zonas urbanas, el 30 de junio de 2009.

Ateniéndose a la literalidad del texto, esa presencia militar debería contar con la autorización del Gobierno iraquí, según manifestó el portavoz del Ministerio iraquí de Defensa, Muhamed al-Askari en otra rueda de prensa en Bagdad.

Al-Askari respondía así a las declaraciones del comandante en jefe del Ejército de Estados Unidos en Irak, Raymond Odierno, que comentó recientemente que algunas de sus unidades podrían quedarse en las ciudades después del próximo 30 de junio en misiones de «entrenamiento y apoyo».

«La dirección del Ministerio de Defensa se puso en contacto con su contraparte estadounidense por las declaraciones norteamericanas sobre la permanencia de algunas tropas de Estados Unidos a partir de junio y le informó de que esto sólo se llevará a cabo con la aceptación de la parte iraquí», puntualizó Al-Askari.

El traspaso de poderes

La visita de Bush se produjo al día siguiente de la llegada de su secretario de Defensa, Robert Gates, que el sábado anunció que las tropas norteamericanas han comenzado su última etapa en este país. Durante su estancia, Gates puntualizó que el plan presentado por el presidente electo, Barack Obama, para retirar las tropas en 16 meses no significa que se vaya a realizar de manera «irresponsable».

Antes de que se produzca el traspaso de poderes en la Casa Blanca, su actual inquilino -cuyos índices de popularidad están en sus niveles más bajos, en gran parte por la guerra contra Irak- ha querido dar un pequeño giro a la actitud que ha mantenido durante sus dos mandatos presidenciales.

El pasado 1 de diciembre, Bush llegó a reconocer, en una entrevista concedida a la cadena ABC News, que el mayor error de sus ocho años en la Casa Blanca fue hacer caso a los informes de inteligencia que decían que había armas de destrucción masiva en Irak. También explicó entonces que no estaba preparado para la guerra cuando ,en 2001, se convirtió en presidente de Estados Unidos.

No obstante, ayer mostró su «alegría» por poder visitar Irak una vez más antes del fin de su legislatura. Sentimiento que, sin duda, no comparte la mayor parte de la población iraquí.

De regreso a Norteamérica, el avión presidencial en el que viajaba Bush sobrevoló ayer el mismo cielo nocturno que hace más de cinco años fue incendiado por los bombas que la coalición internacional lanzó indiscriminadamente sobre ciudades y pueblos iraquíes; el mismo cielo que los prisioneros de la cárcel de Abu Grahib no podían ver mientras eran torturados; el mismo cielo al que han clamado cientos de miles de iraquíes al contemplar la muerte en los rostros de sus familiares y amigos.

Cuatro visitas

27 noviembre 2003

Tras la invasión de Irak en el mes de marzo, el presidente de EEUU realiza su primera visita relámpago. Era el Día de Acción de Gracias y pretendía sostener la moral de los 13.000 militares desplegados en el país árabe y la de la opinión pública estadounidense.

13 junio 2006

Ante la embajada de EEUU en Bagdad, Bush lanza un mensaje de apoyo al primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki: «El destino y el porvenir de Irak están en sus manos. Nuestro trabajo es ayudarles a lograrlo».

3 setiembre 2007

Pasa algunas horas en una base militar de EEUU en la región de Al-Anbar, una de las zonas más inestables del país. Allí se reúne con jefes militares estadounidenses y recibe a Maliki y a Talabani. Habla de una posible reducción de tropas cuando Londres ya ha decidido sacar las suyas de Basora.

14 diciembre 2008

Cuando falta poco más de un mes para que abandone la Casa Blanca, Bush es recibido por Talabani en la sede presidencial ubicada en el centro de Bagdad.
Vulneración de derechos en el sistema judicial

La organización de defensa de los derechos humanos Human Rights Watch (HRW) hizo público ayer un informe en el que afirma que el principal tribunal iraquí no respeta las normas internacionales en materia de justicia. Por ello, reclama al Gobierno de Bagdad que tome inmediatamente medidas para proteger a las personas detenidas ante el riesgo de sufrir torturas y vejaciones, para asegurar que los acusados tengan pronto acceso a un abogado y para que pasen a disposición judicial sin dilación.

Según este informe, titulado «La calidad de la justicia: incumplimientos de la Corte central criminal iraquí», miles de personas detenidas se ven obligadas a esperar meses o, incluso, años antes de ser juzgadas por este tribunal y de conocer las acusaciones que pesan sobre ellas. Como conclusión, HRW remarca que a los procesados se les impide tener una defensa digna de este nombre.

La carga de trabajo de la Corte central aumentará el próximo año, cuando las 15.800 personas detenidas por las fuerzas estadounidenses sean transferidas gradualmente a las autoridades iraquíes. Esa transferencia debería comenzar el 1 de febrero.

La coalición invasora dirigida por EEUU puso en marcha la Corte central tras la invasión del país en 2003, intentando ofrecer la imagen de que existe una jurisdicción nacional encargada de asuntos ligados a la seguridad y bajo el teórico auspicio de una ley criminal propia. En mayo pasado, representantes de HRW -que afirma que la tortura está ampliamente extendida en las prisiones iraquíes- asistieron a más de 70 audiciones y procesos ante la Corte.

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