En realidad, es una tortura psicológica

Lee Glendinning
The Guardian
Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
13/06/08

Testimonio de un detenido con la antigua ley antiterrorista británica. La nueva ley prevé 42 días de detención.


Con los parlamentarios votando hoy en la Commonwealth un nuevo plazo de detención de 42 días para los sospechosos de terrorismo, Lee Glendinning habló con un estudiante de 23 años, Rizwaan Sabir, de lo que supone ser detenido en virtud de la actual legislación sobre el terrorismo.

“Un minuto es como una hora y una hora es como un día dentro de una celda… Pierdes completamente el sentido del día o la noche. Las emociones desaparecen: no puedes llorar, no puedes reír…

“En seis días sientes como si pasaran seis años. Me asusta pensar cómo te puedes llegar a sentir en un período de 42 días: 28 días es demasiado duro… la idea de pasar así 42 días es sencillamente monstruosa.

“La ironía es que, sin embargo, se retiene cuatro días, 96 horas como máximo, a pedófilos, asesinos, ladrones de banco, secuestradores y extorsionistas. Y los sospechosos de terrorismo están a la par con todos esos”.

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Rizwaan Sabir, de 23 años, estudiante de la Universidad de Nottingham, se encontró el pasado mes detenido en el ala aislada y cerrada de una prisión, arrestado y retenido en función del Acta de Terrorismo, tras llegar a la universidad y ponerse al día mientras tomaba un café con un amigo.

Durante seis días, se le retuvo en prisión sin acusación alguna, bajo vigilancia las 24 horas, e interrogado a diario sobre sus puntos de vista acerca de al-Qaida y la literatura islámica.

Era un tema muy interesante para él. Cuatro meses antes, Rizwaan, que estaba haciendo un master en relaciones internacionales, había entrado en un documento online de al-Qaida mientras investigaba su tesis, que versaba sobre las diferencias entre varias organizaciones militares. El documento era una versión editada del manual de entrenamiento de al-Qaida descargada de una página de Internet del gobierno estadounidense.

Después de completar una parte sustancial del trabajo en enero, envió el documento a un colega, Hisham Yezza, de 30 años, que trabajaba en el campus y podía acceder gratuitamente a una impresora.

El 14 de mayo por la mañana, Rizwaan no podía ni sospechar que iba a pasar en una celda la semana siguiente, acusado de cometer y preparar un acto de terrorismo, la cuestión de si sería o no acusado parecía pender de un hilo.

“Tras el café, guardé mis cosas y fui a los aseos. Tan pronto como entré, me encontré con tres policías detrás de mí que decían: ‘¡No te muevas! ¡No te muevas! ¿Quién eres?’ y como lo era, contesté: ‘Soy un estudiante. ¿Quién eres tú?’”

“Dijeron: ‘Somos oficiales de policía y buscamos a alguien que encaja con tu descripción”.

Poco después le arrestaban bajo la sección 41 del Acta de Terrorismo por la supuesta comisión, preparación e instigación de actos de terrorismo; Hisham Yezza era igualmente arrestado antes de que hubieran pasado diez minutos.

Cuando Rizwaan llegó a la comisaría, habían aislado completamente el segundo piso. Era, dijo, como una especie de confinamiento en solitario.

“El acceso restringido a ese área hizo que me sintiera como un auténtico criminal. Como si estuviera en los años setenta: las luces estaban apagadas y había sólo una mesa; todas las celdas estaban vacías. Pensé, ‘¿En qué infierno estoy metido?’”

Durante las primeras 48 horas, nadie le habló una palabra, pero estaba bajo vigilancia las veinticuatro horas.

“Observaban todo lo que hacía y lo que escribía. Si leía un libro escribían lo que estaba leyendo. Me seguían cuando iba a ducharme y se quedaban allí. No podía dar un paso fuera de la celda sin alguien siguiéndome. Se paraban y buscaban al azar por la celda. Era tan humillante.

“El sexto día fue el más duro. Saber que tu vida depende de la decisión que alguien pueda tomar… cuando has hecho algo con la más limpia de las intenciones. Es realmente una tortura psicológica”.

Los oficiales de la rama de contraterrorismo de West Midlands le dijeron que estaban registrando su coche, su ordenador y la casa de su familia, haciéndole sentir pánico por la reacción de su familia. Su madre, padre, abuela y dos hermanos que estaban en la casa, en los suburbios de Nottingham.

También estuvieron interrogando a sus colegas del campus en relación con la investigación, centrándose sobre todo en si tenía novia, si bebía alcohol y si siempre había llevado barba.

“La policía estuvo interrogándoles durante cinco horas… A mi tutor personal le dijeron que si esto le hubiera pasado a un estudiante de doctorado joven, rubio, y sueco, nada habría sucedido. Los oficiales de la investigación hicieron esas declaraciones cuando yo estaba detenido”.

En un determinado momento, los oficiales empezaron a preguntarle por las tiendas de campaña que habían encontrado en su coche, y él les explicó que eran de unos amigos que las habían utilizado mientras participaban en una huelga de hambre.

“Encontraron las tiendas y trataron de crear una influencia adversa. ‘¿Has estado haciendo camping?’, preguntaban, ‘¿Estás pensando en hacer camping?’ ‘¿Has jugado al paintball?’ ‘¿Estás pensando ir a jugar al paintball?’”

El sexto día, sin darse cuanta de que su libertad era inminente, una oficial de policía le dijo que el documento que había consultado era considerado ilegítimo por la universidad para objetivos de investigación. Creyó que estaban a punto de acusarle.

Dijo: “Era desesperante… absolutamente aterrador, yo estaba sentado allí pensando: ‘Dios mío, ¿voy a salir alguna vez de aquí?’”

Cuando le comunicaron que le iban a liberar sin cargos, entró en la habitación para hablar con su abogado.

“Temblaba con tanta violencia que me caí al suelo. Regresé a la habitación y me puse a llorar y a llorar… De alguna manera, conseguí recuperar mis emociones”.

Regresar a casa con su familia fue de alguna forma traumático: ya no sentía como si la casa fuera la misma que conocía. La habían registrado, se habían llevado sus cosas, habían estado hurgando en su habitación y sentía como si hubieran forzado la casa.

Todavía siente miedo cuando ve un policía o escucha una sirena. Piensa que podían haberle acusado y que podía haber estado esperando en prisión preventiva hasta que le fijaran una fecha de juicio. Le cuesta mucho volver a los estudios, aunque es lo que más desea, y está buscando ayuda para una experiencia que dice le ha marcado profundamente.

El colega de Rizwaan, Hisham Yezza, fue también liberado sin cargos después de seis días, pero ahora está retenido en un centro de detención y se intenta impugnar que le deporten a Argelia.

Preocupado por lo que él denomina clima de miedo que el gobierno ha creado en Gran Bretaña, que a su vez ha provocado un clima de sospecha en la sociedad, Rizwaan siente que el Reino Unido se está convirtiendo en un lugar que no permite que alguien sienta un interés natural en implicarse en los procesos políticos.

“La policía se pone paranoica ante cualquier musulmán que sea joven, que lleve barba y que esté mínimamente implicado en política, se le considera como una amenaza para la seguridad nacional”, dice.

“Yo no era más que un estudiante normal que estaba investigando uno de los fenómenos que han aparecido en la sociedad actual”.

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