Los ejércitos secretos de la OTAN (VI) - La guerra secreta en Italia
Daniele Ganser*
Red Voltaire
05/03/10
Estados Unidos, el país que se presenta como el gran defensor de la democracia, organizó fraudes electorales en Italia, así como dos golpes de Estado invisibles y no vaciló en hacer ejecutar al primer ministro italiano Aldo Moro. En esta sexta parte de su estudio sobre el Gladio, el historiador suizo Daniele Ganser explica cómo Washington controló la vida política en Italia, a espaldas de los italianos, a lo largo de 50 años.
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En 1978, Estados Unidos hizo asesinar al primer ministro italiano Aldo Moro. Las Brigadas Rojas se responsabilizaron con su ejecución, pero la operación estuvo manipulada por el Gladio.
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Este artículo es la continuación de:
1. «Cuando el juez Felice Casson reveló la existencia del Gladio…»
2. «Cuando se descubrió el Gladio en los Estados europeos…»
3. «Gladio: Por qué la OTAN, la CIA y el MI6 siguen negando»
4. «Las cloacas de Su Majestad»
5. «La guerra secreta, principal actividad de la política exterior de Washington»
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El anticomunismo estadounidense ha dado origen a muchas de las tragedias que marcan la historia de la I República Italiana (1945-1993). Las pruebas descubiertas durante la última década demuestran que el ejército Gladio, dirigido por los servicios secretos italianos, participó activamente en esa guerra no declarada, con la complicidad de los terroristas de extrema derecha. A falta de invasor soviético, las unidades paramilitares anticomunistas entrenadas por la CIA se dedicaron a la realización de operaciones internas destinadas a influir sobre la vida política nacional. Una investigación parlamentaria a la que el Senado italiano confió la misión de aclarar la cuestión del Gladio así como una serie de misteriosos atentados concluyó al final de la guerra fría que, en Italia, «la CIA gozó de la mayor libertad» debido al hecho que, durante la I República, Italia había vivido «en una situación de división difícil e incluso trágica».
En el marco de aquella división se enfrentaban las dos ideologías dominantes de la guerra fría. A la izquierda, estaba el muy popular e influyente PCI (Partido Comunista Italiano, secretamente financiado por la URSS) y el poderoso Partido Socialista [1] mientras que del otro lado del tablero actuaban la CIA, los servicios secretos militares italianos y el ejército que estos habían conformado bajo la apelación Gladio, así como diversos movimientos terroristas de extrema derecha, que gozaban todos del apoyo político de la conservadora DCI [2].
Durante la Segunda Guerra Mundial, la Italia del dictador fascista Benito Mussolini había conformado una alianza con Hitler. Después de la derrota de las potencias del Eje, el presidente estadounidense Franklin Roosevelt, el primer ministro británico Winston Churchill y el principal dirigente de la URSS Josef Stalin se reunieron en Yalta (Crimea), en febrero de 1945, para discutir el destino de Europa y tomaron la decisión, crucial para Italia, de incluir esa península en la esfera de influencia estadounidense. En sus esfuerzos por limitar el poder de los comunistas, la CIA no vaciló en aliarse con la mafia y con los terroristas de extrema derecha. El agente de la CIA Victor Marchetti explicó al respecto: «La CIA se apoyó en el anticomunismo visceral de la mafia para controlar Italia» [3].
Incluso antes del fin de la guerra, el propio jefe de la OSS en Italia, Earl Brennan, había mediado ante el secretario estadounidense de Justicia para que éste último redujera la pena de 50 años de cárcel contra Charles «Lucky» Luciano. Su objetivo era poner en práctica un acuerdo secreto. A cambio de su libertad, Luciano proporcionaba al ejército estadounidense una lista de los más influyentes mafiosos sicilianos que apoyarían el desembarco estadounidense de 1943 en Sicilia [4].
Después de la guerra, la CIA «puso especial interés en conservar aquella amistad secreta con la mafia siciliana» y fue así que «en nombre de la lucha contra el comunismo en Italia y en Sicilia, los americanos dejaron la isla en manos del hampa que todavía la controla hoy en día» [5].
Las tropas estadounidenses que liberaron Italia y reemplazaron la dictadura por una frágil democracia fueron recibidas por los italianos con banderas, pan y vino. A pesar de ello, los Aliados «estaban inquietos por la situación política en Italia y sobre todo por la amenaza del partido comunista cuya influencia seguía creciendo, situación que ya habían observado en el pasado en Grecia y en Yugoslavia».
Fue por eso que Londres y Washington decidieron cambiar de política dejando de aportar su ayuda a los partisanos italianos, en su mayoría comunistas, que gozaban de cierto prestigio entre la población debido a su heroica resistencia contra el fascismo. «Ese cambio de política fue vivamente desaprobado» por los oficiales de enlace británicos y estadounidenses que habían luchado tras las líneas enemigas junto a los comunistas italianos y «por los propios italianos» [6].
El descontento creció todavía más cuando los comunistas italianos vieron como sus antiguos aliados reclutaban en secreto a fascistas, notaron la presencia de miembros de la extrema derecha en el aparato del Estado y comprobaron que «el virulento anticomunismo que había servido de base a los fascistas para alcanzar el poder era ahora una cualidad muy apreciada» [7].
«Es probable que grupúsculos de extrema derecha fuesen reclutados e integrados a la red stay-behind para que nos avisaran si se preparaba una guerra», confirmó posteriormente Ray Cline, director adjunto de la CIA desde 1962 hasta 1966, en un reportaje sobre el Gladio. «Desde esa óptica, la utilización de extremistas de derecha, no con fines políticos sino con fines de inteligencia, no me parece representar un problema.» [8]
Sin embargo, en vez de limitarse a la búsqueda de información, esos elementos recibieron realmente las llaves del poder. Estados Unidos convirtió la DCI (la Democracia Cristiana Italiana) en una muralla contra el comunismo, «una colección de colaboracionistas, de monárquicos y de fascistas convencidos» [9].
Alcide De Gasperi, proveniente de la DCI, fue nombrado primer ministro y dirigió 8 gobiernos sucesivos entre 1945 et 1953 [10]. «A falta de una verdadera purga, la vieja burocracia fascista logró mantenerse.» [11]
El primer ministro De Gasperi y el ministro del Interior Mario Scelba supervisaron personalmente «la reintegración de funcionarios profundamente comprometidos con el régimen fascista» [12].
El príncipe Valerio Borghese, conocido como «el Príncipe Negro», fue uno de los fascistas más notorios reclutados por Estados Unidos. A la cabeza de la Decima MAS (XMAS), una fuerza de élite de 4 000 hombres creada en 1941 y puesta a los órdenes de los nazis, el príncipe había dirigido una campaña de exterminio contra los miembros de la resistencia bajo la República de Saló y se había especializado en la persecución y ejecución de comunistas italianos.
Al final de la guerra fue capturado por los miembros de la resistencia y estaba a punto de ser ahorcado cuando, el 25 de abril de 1945, el almirante Ellery Stone, procónsul estadounidense en la Italia ocupada por los aliados y amigo de la familia Borghese, se puso en contacto con James Angleton, un miembro de la OSS que se convertiría con el tiempo en el más célebre agente de la CIA, y le ordenó que se ocupara de sacarlo de aquella situación. Angleton le proporcionó al Príncipe Negro un uniforme de oficial estadounidense y lo escoltó hasta Roma, donde debía responder por crímenes de guerra.
Gracias a la protección que Estados Unidos le garantizó, Borghese fue finalmente declarado «no culpable» [13]. El agente de la CIA James Angleton fue condecorado con la Legion of Merit del ejército estadounidense por actos «excepcionalmente meritorios» y continuó su carrera en la dirección de contraespionaje de la CIA «convirtiéndose en la encarnación misma del control que ejercía Estados Unidos sobre los movimientos políticos y los grupos paramilitares neofascistas y de extrema derecha de la Italia de postguerra» [14]. Al igual que para muchos otros soldados de la guerra fría, después de la derrota del Eje, «el enemigo simplemente había cambiado de forma a los ojos de Angleton», como escribieron sus biógrafos, «la hoz y el martillo habían reemplazado la cruz gamada» [15].
En 1947 fueron creados en Washington el NSC [National Security Council o Consejo de Seguridad Nacional. NdT.] y la CIA. Debido a «continuos ataques de su poderoso partido comunista», Italia tuvo el triste privilegio de convertirse en teatro de operaciones de una guerra secreta no declarada de la CIA. Era clara la misión de la agencia: impedir que la izquierda italiana ganara las primeras elecciones nacionales de la postguerra, que debían celebrarse el 16 de abril de 1948. El presidente estadounidense Harry Truman estaba muy contrariado porque el PCI, que era el mayor partido comunista de Europa occidental, y el PSI [Partido Socialista Italiano. NdT.] acababan de unirse en una alianza para conformar el Fronte Democratico Populare (FDP).
Basándose en los buenos resultados que la coalición de izquierda había obtenido en las últimas elecciones municipales, en las que la DCI –apoyada por los estadounidenses– a menudo había sido derrotada, los observadores predecían una victoria del FDP en el parlamento. La OPC, el departamento de operaciones especiales de la CIA, que –bajo la dirección de Frank Wisner– había montado la red Gladio, le inyectó entonces 10 millones de dólares al partido demócrata-cristiano.
Al mismo tiempo, comunistas y socialistas fueron blanco de campañas de difamación. Entre otros trucos sucios, la CIA recurrió a la publicación de panfletos anónimos con calumnias sobre la vida sexual y la vida privada de los candidatos del PCI y atribuyéndoles contactos con los fascistas y/o con movimientos anticlericales. La estrategia que consistía en apuntar específicamente a los puestos que podían garantizar una mayoría a la DCI en vez de buscar una amplia victoria funcionó en cada una de las 200 circunscripciones seleccionadas, exceptuando sólo dos de ellas.
La DCI obtuvo finalmente el 48% de los sufragios, obteniendo así 307 escaños en el parlamento, mientras que el FDP tuvo que contentarse con el 31% de los votos y 200 escaños [16].
La brutal represión que dio respuesta a las protestas de la población y de la izquierda en particular dejaron un «número considerable de víctimas durante las manifestaciones y las ocupaciones de locales» [17].
El presidente Truman quedó satisfecho con los resultados obtenidos y se convirtió en un adepto de las operaciones clandestinas. En su famosa «Doctrina Truman» de marzo de 1947 había especificado: «No debemos reconocer ningún gobierno impuesto a una nación por una fuerza o una potencia extranjera», basando así la política exterior de Estados Unidos en «el Derecho y la Justicia» y rechazando todo «compromiso con el mal» [18].
Sin embargo, si las elecciones italianas hubiesen terminado con otro resultado que no fuese una victoria de la DCI, que gozaba del apoyo de Estados Unidos, Italia se habría visto sumida en la guerra civil, al igual que Grecia. Durante las elecciones y después de éstas, naves de guerra estadounidenses patrullaban frente a las costas de la península y fuerzas terrestres se mantuvieron en estado de alerta. George Kennan, jefe del buró de planificación política del Departamento de Estado encargado de desarrollar los programas a largo plazo que debían posibilitar la obtención de los objetivos [estadounidenses] en materia de política exterior, aconsejaba pura y simplemente una intervención militar de Estados Unidos en caso de victoria de los comunistas en las elecciones [19].
Después de las revelaciones sobre el Gladio, el presidente italiano Francesco Cossiga confirmó que una facción paramilitar de la DCI estaba lista para intervenir si aquello hubiese sucedido. Armado con un fusil automático Stern, varios cargadores y «granadas de mano», el propio Cossiga formaba parte del comando. «Yo estaba armado hasta los dientes y no era el único.» El armamento de los paramilitares de la DCI había sido «comprado gracias al dinero puesto a su disposición por el partido» [20].
Después de lograr apartar al PCI del gobierno, la Italia gobernada por la DCI proestadounidense fue invitada, el 4 de abril de 1949, a incorporarse a la OTAN, que acaba de ser creada, en calidad de miembro fundador. Sólo unos días antes, el 30 de marzo de 1949, Italia se había dotado de su primer servicio de inteligencia militar desde 1945, nacido de la colaboración con la CIA. Integrada al ministerio de Defensa, aquella unidad secreta fue bautizada con la apelación SIFAR y puesta bajo el mando del general Giovanni Carlo. Bajo la I República Italiana, el SIFAR se inmiscuyó en numerosas ocasiones en los asuntos políticos de Italia y su división «Buró R» se encargó de comandar el ejército stay-behind anticomunista conocido como Gladio [21]. «La coincidencia entre la adhesión de Italia a la OTAN y el restablecimiento de su capacidad en el campo de la inteligencia está lejos de ser fortuita», observó con toda razón el experto en servicios secretos Philipp Willan, y «nos informa sobre los objetivos fundamentales de los servicios secretos en la Italia de postguerra y sobre las intenciones de quienes permitieron su restablecimiento» [22].
Desde su creación, el SIFAR estuvo «regulado por un protocolo ultrasecreto impuesto por Estados Unidos que constituye una total renuncia a la soberanía nacional». Según ese protocolo, implantado en coordinación con el programa de la OTAN, las obligaciones del SIFAR para con la dirección de la CIA en Estados Unidos incluían el compartir la información que se recogía y observar un derecho de control en cuanto al reclutamiento del personal, que tenía que contar con la aprobación de CIA [23]. En efecto, el SIFAR no era independiente sino que se hallaba bajo el control de la CIA. O más bien, como lo describió Paulo Taviani, ministro italiano de Defensa entre 1955 y 1958, los servicios secretos italianos eran dirigidos y financiados por «por los tipos de la Via Veneto», o sea la CIA y la embajada de Estados Unidos en Roma [24].
Los senadores italianos también notaron esta hegemonía de la CIA: «El Gladio fue creado como resultado de un acuerdo entre dos servicios secretos. Uno de ellos, muy importante, el estadounidense. El otro, mucho menos importante, el italiano» [25].
En 1951, el general Umberto Broccoli fue nombrado director del SIFAR y, en su calidad de miembro de un «Comité Secreto», se reunió regularmente con representantes de la CIA, con el responsable del comando de la OTAN para el sur de Europa y con responsables del ejército, de la Marina de Guerra y de la Fuerza Aérea de Italia [26]. Debido el temor de la OTAN por la influencia del PCI, el objetivo del SIFAR era garantizar la estabilidad en Italia. El ejército secreto Gladio era su herramienta fundamental para la realización de esa tarea. El 8 de octubre de 1951, Broccoli escribía al ministro de Defensa Efisio Marras sobre el entrenamiento de los miembros del Gladio en el Reino Unido y el suministro de armas y explosivos provenientes de la CIA.
En su carta, el general explicaba que el SIS había ofrecido entrenar a los cuadros del Gladio italiano a cambio de que Italia comprara armamento británico. Por su parte, la CIA proponía proporcionar las armas de forma gratuita, pero no disponía de la capacidad necesaria para garantizar un entrenamiento del nivel que proponían los ingleses.
Los italianos decidieron… no decidir. Enviaron a sus oficiales a recibir la prestigiosa formación de los centros de entrenamiento británicos y concluyeron simultáneamente con Estados Unidos un acuerdo secreto que les garantizaba la entrega gratuita de armas. Aquello no fue del agrado de los británicos. Cuando el general Ettore Musco, sucesor de Broccoli a la cabeza del SIFAR, viajó a Inglaterra para visitar Fort Monckton, el recibimiento fue particularmente frío: «En 1953, los británicos, furiosos de haber sido engañados, le reprocharon al general Musco que “su servicio se había entregado en cuerpo y alma a los estadounidenses”» [27].
En el marco de su trabajo a favor de la política anticomunista secreta de la OTAN, los representantes del SIFAR participaban regularmente en las reuniones sobre el Gladio con el comando de la OTAN, el ACC y el CPC [28]. Poco antes de dejar sus funciones, el presidente Cossiga afirmó en una entrevista de televisión que el ejército secreto Gladio había nacido en Italia, en 1951, debido al temor «por lo que pudiera pasar si Europa era invadida». «Se decidió que 3 países, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, serían miembros permanentes y que los demás serían miembros asociados, lo cual incluía a Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Grecia y Turquía», explicó Cossiga al referirse al CPC, el comité de dirección de la red Gladio. «Italia fue invitada a participar en calidad de miembro asociado. Declinó la proposición y pidió convertirse en miembro permanente pero no recibió respuesta en aquel momento. En 1956, Alemania se unió al grupo.» El presidente insistía en el secreto que rodeaba aquellas operaciones: «La línea de conducta de la OTAN consistía en negar la existencia de todo lo que se había decidido mantener en secreto.» [29]
En un documento altamente secreto del NSC (el Consejo de Seguridad Nacional estadounidense), firmado por el propio Truman el 21 de abril de 1950, el presidente subrayaba que «Italia es la llave de la seguridad americana», Estados Unidos debe por lo tanto «estar dispuesto a utilizar todo su poder político, económico y, de ser necesario, militar» para combatir al PCI [30]. «En caso de que los comunistas lograsen entrar al gobierno de forma democrática o si ese gobierno tuviese que dejar de oponerse firmemente al comunismo dentro y fuera del país, Estados Unidos tiene que prepararse para tomar las medidas necesarias», señalaba Truman e incluso mencionaba explícitamente la posibilidad de una invasión si «parte del territorio italiano cayese bajo el dominio comunista como consecuencia de una insurrección armada».
Al aproximarse las elecciones, el plan concebido por Estados Unidos preveía: como fase 1, el fortalecimiento de «la presencia militar americana en el Mediterráneo»; fase 2, «la fase de alerta», las tropas estadounidenses tenían que invadir Italia a «petición del gobierno italiano y después de consultar con Gran Bretaña y con los demás países de la OTAN». Tenían que desplegarse «en las zonas de la península bajo control del gobierno en una demostración de fuerza». Y finalmente estaba la «fase 3, alerta roja: las fuerzas armadas [estadounidenses] con efectivos suficientes» tenían que «desembarcar en Sicilia y/o en Cerdeña» con el objetivo «de ocupar y defender el territorio contra la resistencia comunista local» [31].
Los temores de Washington aumentaron aun más durante las elecciones de junio de 1953 cuando la DCI, a pesar de las operaciones especiales de la CIA, obtuvo solamente 261 escaños en el parlamento, o sea 46 escaños menos que en 1948. Mientras tanto, la coalición de izquierda obtenía 218 escaños, con el 35% de los sufragios. La CIA intensificó su guerra secreta ya que «había razones para temer que si proseguía aquella tendencia observada entre 1948 y 1953 (…) la coalición que conformaban los comunistas y los socialistas acabaría convirtiéndose en la principal fuerza política del país», según el análisis de William Colby, posteriormente designado para dirigir la CIA bajo la presidencia de Nixon [32].
En primer lugar, se decidió que había que poner un jefe más agresivo a la cabeza del SIFAR. En 1955, Carmel Offie, alto responsable de la CIA y cercano colaborador del entonces director de la agencia, Allen Dulles, viajó a Italia donde, junto con el director de la estación de la CIA en aquel país, el COS [Chief of Station, en español Jefe de Estación. NdT.] Gerry Miller, puso en manos de Claire Boothe Luce, la hermosa embajadora de Estados Unidos en Roma, la misión de convencer al ministro de Defensa italiano Emilio Taviano para que nombrara el general Giovanni De Lorenzo a la cabeza del SIFAR. Al año siguiente, De Lorenzo, feroz adversario del comunismo y defensor de las ideas de Washington, asumía la dirección del SIFAR y de sus ejércitos secretos [33].
Con su bigote, sus espejuelos y su aire militar, De Lorenzo era la imagen misma del general a la antigua. En un documento altamente secreto, con fecha del 26 de noviembre de 1956 y firmado de su puño y letra, el jefe del SIFAR menciona «acuerdos anteriores» concluidos entre la CIA y sus servicios y precisa que la Operación Gladio va por buen camino. [34]
Este documento, que contiene datos altamente sensibles, no fue revelado a los senadores italianos a cargo de la investigación parlamentaria. «El acuerdo concluido entre el SIFAR y la CIA en 1956 sobre la organización stay-behind no puede hacerse público en este momento ya que se trata de un acuerdo bilateral clasificado como altamente secreto», explicó el almirante Fulvio Martin, director del SIFAR, a los asombrados senadores que habían creído, erróneamente, que el SIFAR tenía que rendir cuentas ante el parlamento italiano, no ante la CIA. «La desclasificación del documento, que ya solicité el 13 de diciembre de 1990», precisó el almirante, «exige obligatoriamente la conformidad de la otra parte implicada». [35].
Entre los proyectos prioritarios del SIFAR, el general De Lorenzo incluyó la construcción de un nuevo cuartel general para el ejército secreto, proyecto al que la CIA no vaciló en destinar 300 millones de liras. Estadounidense e italianos habían decidido que, por razones de discreción y de funcionalidad, el nuevo centro del Gladio no debía construirse en territorio continental sino en una de las grandes islas de la costa occidental de Italia. Se seleccionó Cerdeña y se compró el terreno. El coronel Renzo Rocca, jefe del Buró R que dirigía el Gladio local, fue el encargado de supervisar la construcción de la nueva base en la que los soldados anticomunistas iban a recibir su equipamiento y a entrenarse con instructores de las Fuerzas Especiales estadounidenses y británicas [36].
El «Centro de Entrenamiento para Sabotaje» (en italiano CAG) estaba en Cabo Marragiu, cerca de un pueblo llamado Alghero. Tras los muros y las cercas electrificadas se construyeron un pequeño puerto y varios búnkeres subterráneos, se instalaron poderosos transmisores de radio de largo alcance así como instalaciones submarinas destinadas al entrenamiento de los buzos de combate, además de dos pistas cortas de aterrizaje y un helipuerto. A esto se agregaron otros edificios destinados al entrenamiento en el uso de armas y explosivos y la formación ideológica [37].
«Fui por primera vez a Capo Marragiu en 1959», declaró en su testimonio el miembro del Gladio Ennio Colle, después del descubrimiento de los ejércitos secretos. El 27 de noviembre de 1990, Colle recibió una carta del director del SISMI informándole que «el ejército secreto había sido disuelto».
El ex combatiente afirmó que los miembros de la unidad especial eran mantenidos en la ignorancia en cuanto a la dimensión internacional de la red y que ignoraban dónde se habían entrenado: «Yo no sabía dónde me hallaba ya que nos transportaban en aviones que tenían las ventanillas tapadas.» Decimo Garau, instructor del CAG y entrenado a su vez en Gran Bretaña, confirmó a periodistas que los miembros del Gladio italiano eran mantenidos en la oscuridad, en el sentido literal: «Llegaban a bordo de un avión enmascarado y los llevaban después en vehículos con los cristales tapados que los dejaban en su alojamiento. Entonces comenzaba el entrenamiento.» [38]
«En resumen, mi trabajo consistía en impedir que los comunistas lograran apoderarse de Italia en las próximas elecciones de 1958», escribió en sus memorias el agente de la CIA William Colby. Durante el otoño de 1953, Colby fue enviado a Roma, donde debía ponerse a las órdenes del COS Gerry Miller. Los ejércitos secretos Gladio debían permitirle a la CIA «evitar que las defensas militares de la OTAN se vieran bloqueadas políticamente por una quinta columna subversiva, el Partito Communista Italiano (o PCI)» en el marco de lo que Colby describe como «el más amplio programa de acción política clandestina que la CIA haya emprendido jamás».
Al igual que los comunistas, los socialistas italianos también sufrían los ataques de la CIA, que orquestaba campañas de difamación contra ellos mientras que seguía financiando la DCI. «No íbamos a abandonar a la DCI, que teníamos controlada, por los imprevisibles socialistas.» Las maniobras de Colby dieron resultado y en 1958 la DCI consolidó su poder con el 42% de los votos y 273 escaños mientras que los comunistas, con su 23%, tenían que conformarse con 140 escaños y los socialistas con 84. [39]
Colby compartía el entusiasmo del presidente Dwight Eisenhower por las operaciones secretas debido al éxito de los golpes de Estados, organizados conjuntamente con el MI6, que derrocaron los gobiernos de Mossadegh en Irán, en 1953, y de Arbenz en Guatemala, al año siguiente. En Italia, la manipulación de las elecciones y el financiamiento secreto de la DCI «eran tan eficaces que incluso los que se beneficiaban con nuestra ayuda ignoraban a veces su procedencia», dijo Colby, no sin cierto orgullo.
«Las operaciones políticas que la CIA realizó en Italia y en otros países durante los siguientes años, por ejemplo en Chile, son hoy objeto de críticas vehementes», observa Colby retrospectivamente. «Ya no se puede negar hoy la ilegalidad de ese tipo de “injerencia”. Las leyes en vigor en la mayoría de los países del mundo, incluso en Estados Unidos, prohíben que cualquier gobierno extranjero se inmiscuya en el proceso político interno del país en cuestión.» Este veterano de la guerra fría sostiene sin embargo que «ayudar a los movimientos democráticos italianos a responder a una campaña de subversión prosoviética se justifica moralmente» [40].
A través de la acción secreta, el Pentágono, que visiblemente compartía ese punto de vista, ordenó a la CIA la realización de la «Operación Demagnetize». Se trataba de la realización, en colaboración con los servicios secretos militares franceses e italianos, de «operaciones políticas, paramilitares y sicológicas» tendientes a debilitar a los comunistas en ambos país. La orden directiva del Joint Chiefs of Staff, con fecha del 14 de mayo de 1952, subrayaba: «Limitar la influencia de los comunistas en Italia y en Francia es un objetivo prioritario. Debe ser alcanzado por todos los medios» incluyendo el recurso a una guerra secreta y a operaciones terroristas. «No es indispensable que los gobiernos italianos y franceses sean informados del plan “Demagnetize” ya que este pudiera ser visto como una violación de su soberanía nacional.» [41]
Después del envío de Colby a Vietnam, el director del SIFAR De Lorenzo prosiguió su lucha contra el PCI y el PSI. Un documento altamente secreto titulado Las Fuerzas Especiales del SIFAR y la Operación Gladio y fechado el 1º de junio de 1959 describía cómo el programa de guerra no convencional de la OTAN y las operaciones secretas anticomunistas se hallaban bajo la coordinación del CPC, que a su vez estaba estrechamente vinculado al SHAPE [42].
Indicaba que, además de una invasión soviética, la OTAN temía también «una subversión interna» y, especialmente en Italia, un avance del partido comunista. «A nivel nacional, la posibilidad de una situación de emergencia como la que se describe anteriormente ha sido y sigue siendo lo que justifica las actividades especiales del SIFAR.
Estas son realizadas por la sección SAD del Buró R», especificaba el documento, que se refería así al ejército Gladio. «Paralelamente a esa resolución, el director del SIFAR ha decidido, con la aprobación del ministro de Defensa [italiano], confirmar los acuerdos anteriores concluidos sobre ese tema entre los servicios secretos italianos y estadounidenses, conforme al principio de colaboración mutua conveniado en el marco de las actividades S/B (stay-behind)», con vistas a realizar una operación conjunta.» Como conclusión, el general De Lorenzo precisaba que los acuerdos del 26 de noviembre de 1956 entre la CIA y el SIFAR constituían «el documento de referencia de la Operación “Gladio” (nombre que se daba a las operaciones desarrolladas por los dos servicios secretos)» [43].
Con la elección de John F. Kennedy como presidente, en enero de 1961, la política de Estados Unidos hacia Italia se modificó ya que, contrariamente a sus predecesores Truman y Eisenhower, Kennedy no abrigaba hostilidad alguna hacia el PSI. El nuevo presidente estadounidense compartía un análisis de la CIA según el cual «el avance de los socialistas, incluso sin intervención externa, prueba que, en Italia, la sensibilidad de izquierda tiende hacia una forma democrática de socialismo» [44].
Sin embargo, las ambiciones reformistas de Kennedy encontraron la tenaz resistencia del Departamento de Estado y de la CIA. El secretario de Estado Dean Rusk informó con horror al presidente que Riccardo Lombardi, del PSI, había reclamado públicamente el reconocimiento de la República Popular China y la retirada de las bases militares estadounidenses de Italia, incluyendo la de la OTAN, situada cerca de Nápoles, y que había declarado además que el capitalismo y el imperialismo eran enemigos que había que combatir. «¿Ese es el partido con el que Estados Unidos debe negociar?» [45]
En Roma, el embajador Frederick Reinhardt y el COS Thomas Karamessines discutían sobre cómo detener a Kennedy. Se dirigieron a Vernon Walters, de la CIA, un convencido partidario de la lucha anticomunista, quien «había participado directa o indirectamente en más golpes de Estado que cualquier otro en la administración estadounidense». [46] Declaró que si Kennedy permitía que el PSI ganara las elecciones, Estados Unidos tendría que invadir Italia. Más sutilmente, Karamessines sugería fortalecer los movimientos que se oponían a la izquierda en Italia [47]. «Aquello llevó a una situación absurda en la que el presidente Kennedy se encontraba en oposición con su secretario de Estado y con el director de la CIA.» [48]
Kennedy acababa de permitir que Italia se inclinara hacia la izquierda. Al recibir los socialistas varias carteras ministeriales, los comunistas italianos también exigieron entrar al gobierno, invocando para ello los buenos resultados que habían obtenido en las elecciones. En mayo de 1963, el sindicato de trabajadores de la construcción organizó en Roma una manifestación con esa demanda. Aquello inquietó a la CIA que encargó a miembros del ejército secreto Gladio vestidos de policía y de paisano la tarea de reprimir aquellos movimientos. Más de 200 manifestantes resultaron heridos [49]. Pero, para Italia, lo peor estaba por llegar.
En noviembre de 1963, el presidente Kennedy fue asesinado en Dallas, Texas, en extrañas circunstancias. Cinco meses más tarde, la CIA, el SIFAR, el ejército secreto Gladio y los carabineros protagonizaron un golpe de Estado que obligó a los socialistas a renunciar a sus ministerios.
Aquel golpe de Estado, designado como «Piano Solo», estaba dirigido por el general Giovanni De Lorenzo, el ex jefe del SIFAR, quien había sido nombrado jefe de los carabineros por orden del ministro de Defensa Giulio Andreotti, un democratacristiano. En estrecha colaboración con el experto en guerra secreta de la CIA, Vernon Walters; con el jefe de la estación CIA en Roma, William Harvey, y con el comandante de las unidades del Gladio en el seno del SID, Renzo Rocca, el general De Lorenzo intensificó la guerra clandestina. La primera vez que Rocca utilizó su ejército secreto fue para volar las oficinas de la DCI y la sede de varios periódicos, para atribuir la acción a la izquierda con vistas a desacreditar a los comunistas y los socialistas [50].
El 25 de marzo de 1964, como el gobierno todavía no se tambaleaba, De Lorenzo ordenó a sus soldados de las sombras «ocupar a su señal las agencias gubernamentales, los principales centros de comunicaciones, las sedes de los partidos de izquierda, los locales de las publicaciones más favorables a la izquierda así como los edificios de la radio y de la televisión. Las agencias de prensa debían ser tomadas únicamente durante el tiempo necesario para destruir las rotativas e impedir la publicación de los periódicos» [51].
De Lorenzo insistió en que la operación se realizara «con la mayor determinación y vigor posibles sin dejar lugar a la vacilación o la duda» y, según los términos del informe de la investigación sobre el Gladio, logró que sus soldados actuaran «rabiosos y exaltados» [52].
Los miembros del Gladio, a los que se había entregado una lista de varios centenares de nombres, tenían orden de perseguir a los socialistas y comunistas que figuraban en ella, arrestarlos y deportarlos a Cerdeña, donde serían encarcelados en el CAG [el Centro de Entrenamiento para Sabotaje del SIFAR]. El documento titulado Las Fuerzas Especiales del SIFAR y la Operación Gladio especificaba que: «Al igual que el cuartel general de Operaciones, el Centro de Entrenamiento para Sabotaje CAG está protegido por un sistema de seguridad particularmente eficaz y equipado de instalaciones y de equipamiento especialmente concebidos para los casos de urgencia» [53]. En una atmósfera de gran tensión, el ejército secreto se preparaba para entrar en acción.
El 14 de junio de 1964, De Lorenzo dio la orden de inicio y penetró en Roma con blindados, transportes de tropas, jeeps y lanzagranadas mientras que las fuerzas de la OTAN realizaban en la región maniobras militares de gran envergadura cuyo objetivo era intimidar al gobierno italiano. Hábilmente, el general De Lorenzo afirmó que aquella demostración de fuerza tenía lugar la víspera del aniversario 150 de la creación del cuerpo de carabineros y, en compañía del presidente italiano Antonio Segni, proveniente del ala derecha de la DCI y fanático anticomunista, asistió radiante al desfile de las tropas. Los socialistas italianos notaron que, contrariamente a lo acostumbrado, los tanques y los lanzagranadas no se retiraron al terminar el desfile sino que se mantuvieron desplegados en Roma durante todo el mes de mayo y parte del mes de junio de 1964 [54].
Extremadamente inquieto ante aquella situación, el primer ministro Aldo Moro se reunió en secreto con el general De Lorenzo, en Roma. Fue, naturalmente, una «entrevista muy inhabitual entre un primer ministro que se hallaba en el ojo de una tormenta política y un general que soñaba con reemplazarlo para instaurar un régimen político más autoritario» [55].
Después de aquella entrevista, los socialistas abandonaron sus ministerios sin protestar y propusieron a sus representantes más moderados para conformar el segundo gobierno de Aldo Moro. «Aquellos partidos políticos comprendieron de pronto que podían ser expulsados del poder. De producirse un vacío del poder debido a un fracaso de la izquierda, la única alternativa habría sido un gobierno de crisis», recordó años más tarde el socialista Pietro Nenni, «y en el contexto político del país aquello hubiera significado un gobierno de derecha» [56].
Después de aquel golpe, se procedió a esconder las huellas del Gladio. Años después, en julio de 1968, varios investigadores quisieron interrogar al comandante Renzo Rocca. Aquel miembro del Gladio dijo que estaba dispuesto a cooperar, pero el día antes de su comparecencia apareció muerto, con una bala en la cabeza, en su apartamento de Roma. Un juez que trató de aclarar el asesinato fue despojado del expediente por sus superiores [57]. «No cabe duda que aquella operación favorecía los intereses que perseguían ciertos servicios de la administración estadounidense», se vieron obligados a reconocer los investigadores mientras que el historiador Bernard Cook observó muy justamente que Piano Solo «llevaba la marca del Gladio» [58].
Como consecuencia del descubrimiento de los ejércitos secretos, Ferraresi, un especialista en ese tema, concluye que «por fin se reconoce hoy la naturaleza verdaderamente criminal de ese plan» y denuncia las dramáticas consecuencias que tuvo la Operación Piano Solo, que «contrarrestó e hizo fracasar los esfuerzos de la primera coalición de izquierda –quizás el único intento real de proyecto reformador en la Italia de postguerra» [59].
Además de fomentar el golpe de Estado, el general De Lorenzo también espiaba, por orden del jefe de estación de la CIA en Roma Thomas Karamessines, a toda la clase dirigente italiana. Se interesaba especialmente en los «comportamientos anormales», o sea las relaciones extraconyugales, homosexuales y la utilización del sexo rentado, con hombres o mujeres.
En la florida jerga de Langley, aquello permitía que la CIA y el SIFAR tuvieran a las élites italianas agarradas «por las pelotas». Amenazándolos con revelar ciertas informaciones comprometedoras, [la CIA y el SIFAR] pudieron presionar durante años a políticos, eclesiásticos, hombres de negocios, responsables sindicales, periodistas y magistrados. De Lorenzo llegó incluso a instalar micrófonos en el Vaticano y en el palacio del primer ministro, permitiendo así a la CIA escuchar y grabar las conversaciones hasta en las más altas esferas del poder italiano.
La revelación de la existencia de los ejércitos secretos provocó considerable conmoción entre la población [italiana] y una investigación parlamentaria reveló la existencia de expedientes muy documentados sobre las vidas de más de 157 000 ciudadanos italianos. Algunos de esos expedientes eran enormes. El del profesor Amintore Fanfani, un senador de la DCI que había ocupado muy altos cargos, incluyendo el de primer ministro, se componía de 4 volúmenes, cada uno de ellos del grosor de un diccionario.
«Se espiaba a la gente con cámaras capaces de filmar primeros planos a muy grandes distancias, se controlaba su correspondencia, se grababan sus conversaciones y se acumulaban fotografías sobre sus relaciones extraconyugales o sus hábitos sexuales.» La comisión parlamentaria que presidía el general Aldo Beolchini confirmó también que «se conservaban de forma prioritaria los datos que podían proporcionar un medio de presión» [60].
Al declarar ante los investigadores, De Lorenzo se vio obligado a reconocer que había conformado expedientes por orden de Estados Unidos y de la OTAN [61].
Esa confesión provocó la indignación de los parlamentarios que componían la comisión. «Lo más grave de este asunto», insistieron los miembros de la comisión investigadores, «es que la búsqueda de información por cuenta de los países de la OTAN y del Vaticano se convirtió en una de las principales actividades del SIFAR». Los senadores estaban verdaderamente indignados. «Esta situación viola la Constitución. Es una violación comprobada de la soberanía nacional, una violación de los principios de libertad y de igualdad de los ciudadanos y una amenaza constante para el equilibro democrático de nuestro país.» [62]
La guerra secreta de la CIA quedaba, en cambio, fuera del campo de investigación de los parlamentarios italianos. Después del escándalo, el SIFAR fue rebautizado como SID y se confió su dirección al general Giovanni Allavena. El parlamento ordenó a De Lorenzo la destrucción de todos los expedientes secretos. De Lorenzo aplicó la orden… no sin tomar la precaución de entregar copia al representante local de la CIA Thomas Karamessines y al general Giovanni Allavena, el nuevo jefe de los servicios secretos italianos. Se trataba de un regalo de inestimable valor que permitía controlar Italia desde adentro.
En 1966, Allavena fue reemplazado en sus funciones por el general Eugenio Henke, pero no por ello renunció a la lucha anticomunista. En 1967 fue admitido en una logia masónica anticomunista secreta llamada «Propaganda Due» [Conocida en español como la logia Propaganda Dos. NdT.], o P2, y le entregó a su Venerable [Jefe de la logia P2], Licio Gelli, una copia de los 157 000 expedientes secretos.
Años más tarde se descubrió hasta qué punto el Venerable de la logia Propaganda Due, Licio Gelli, y la CIA habían manipulado la vida política italiana con el objetivo de impedir que los comunistas tuviesen acceso al poder. Nacido en 1919, Gelli había recibido solamente una educación muy somera ya que fue expulsado de la escuela a los 13 años por golpear al director. A los 17 años se enroló en los Camisas Negras y participó en la guerra de España del lado de los franquistas. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió en la Waffen SS de Hermann Goering como sargento mayor y, al final del conflicto, escapó a la justicia de los partisanos de la izquierda italiana uniéndose al ejército estadounidense.
Frank Gigliotti, miembro de la logia masónica estadounidense reclutó personalmente a Gelli y le confió la misión de instaurar un gobierno paralelo anticomunista en Italia con la ayuda de la estación de la CIA en Roma. Según un informe interno del antiterrorismo italiano, «Fue Ted Shackley, el hombre que dirigió todas las operaciones secretas de la CIA en Italia en los años 1970, quien le presentó el jefe de la logia masónica a Alexander Haig». El general Haig, consejero militar de Nixon y jefe de las tropas estadounidenses en Vietnam antes de ocupar el cargo de SACEUR de la OTAN entre 1974 y 1979, y el consejero para la Seguridad Nacional Henry Kissinger «autorizaron a Gelli, en el otoño de 1969, a reclutar dentro de su logia a 400 oficiales superiores del ejército italiano y de la OTAN» [63].
Durante todo el periodo de duración de la guerra fría, Gelli mantuvo excelentes relaciones con los Estados Unidos. En señal de confianza y respeto, en 1974 Gelli fue invitado a asistir a la ceremonia de investidura del presidente Gerald Ford, y también a la de Carter, 3 años después. Cuando Ronald Reagan resulto electo para ocupar la Casa Blanca, en 1981, Gelli recibió con orgullo la invitación a sentarse en la primera fila. Era el hombre de Washington en Italia y, a su modo de ver, él estaba protegiendo al país del peligro que representaba la izquierda y afirmaba que por ello «se merecía una medalla» [64].
En abril de 1981, en el marco de una investigación criminal, magistrados milaneses realizaron un registro en la residencia de Licio Gelli en Arezzo y descubrieron allí los expedientes de la logia P2, cuya existencia se ignoraba hasta aquel momento. Una investigación parlamentaria dirigida por Tina Anselmi reveló posteriormente, para sorpresa del pueblo italiano, que la lista de miembros de la logia anticomunista secreta P2 incluía al menos 962 nombres y estimaba los efectivos de la organización en alrededor de 2 500 personas.
En aquel verdadero «Who’s Who en Italia» no sólo se encontraban los individuos más conservadores sino también los más influyentes del país: 52 oficiales superiores del cuerpo de carabineros, 50 altos oficiales del ejército italiano, 37 responsables de la brigada financiera, 29 oficiales superiores de la Marina italiana, 11 prefectos de policía, 70 industriales extremadamente ricos y poderosos, 10 directores de bancos, 3 ministros en funciones, 2 ex ministros, 1 presidente de partido político, 38 miembros del parlamento y 14 altos magistrados. En la lista figuraban también individuos situados en categorías un poco más bajas dentro de la jerarquía social, como alcaldes, directores de hospitales, abogados, notarios y periodistas. El nombre más célebre que figuraba en aquella lista es el de Silvio Berlusconi, electo presidente del Consejo en mayo de 2001 –¡Vaya coincidencia!–, casi exactamente 20 años después del descubrimiento de la existencia de Propaganda Due [65].
«Hemos llegado a la conclusión definitiva de que la soberanía italiana está limitada por la injerencia de los servicios secretos estadounidenses y de la masonería internacional», declaró Antonio Bellochio, miembro comunista de la comisión Anselmi, quien también deploró, en época de la presidencia de Reagan, que los parlamentarios no se hubiesen ocupado de investigar además los vínculos que unían a la logia P2 con Estados Unidos. «Si la mayoría de los miembros de la comisión hubiera aprobado nuestro análisis, no hubiesen tenido otro remedio que admitir que no son más que títeres en manos de los estadounidenses y dudo que lo acepten.» [66]
El informe de la investigación resaltaba también que si bien la masonería estaba presente en Alemania, España, Francia, Argentina, Australia, Uruguay, Irlanda, Grecia, Indonesia y en la mayoría de los países del mundo, su verdadera casa madre se encontraba en Estados Unidos, donde contaba no menos de 5 millones de miembros [67].
«Si la democracia es un sistema de reglas y de procedimientos que definen el marco de la acción política, ¿qué sucede cuando se inserta otro sistema, con sus reglas misteriosas, sus procedimientos ocultos, su inmenso poder y su capacidad para protegerse de las instituciones legales tras un muro de secreto?», se interrogaban los parlamentarios al denunciar también «la peligrosidad de ese tipo de actividad extraparlamentaria» [68].
El gobierno paralelo anticomunista P2 y el ejército paralelo anticomunista Gladio, financiados ambos por Estados Unidos, trabajaron en estrecha colaboración durante la I República Italiana. Licio Gelli, quien después del descubrimiento de la logia P2 logró escapar al arresto refugiándose en Sudáfrica, confirmó con orgullo al final de la guerra fría que el ejército secreto se componía de anticomunistas furibundos. «Buena parte de ellos habían combatido como mercenarios en la guerra civil española o habían servido bajo la república fascista de Saló.
Sólo reclutaban anticomunistas comprobados. Sé que se trataba de una organización muy estructurada. Si la influencia de los comunistas se hubiese extendido en Italia, nosotros –con la ayuda de los estadounidenses– habríamos librado una nueva guerra con las armas que nos habrían sido proporcionadas en grandes cantidades.» [69]
Los miembros del Gladio estaban bien pagados, explicó Gelli, ya que Estados Unidos invertía en abundancia en la red: «Los estadounidenses les ofrecían mucho dinero, el equivalente de un salario muy bueno. Además, garantizaban un apoyo financiera a las familias de los miembros del Gladio muertos en combate.» [70]
Gelli explica también la doble función del ejército secreto: «El objetivo del Gladio y de las organización similares que existían en todos los países de Europa occidental era contrarrestar una invasión del Ejército Rojo o un posible golpe de Estado de un partido comunista.» «El hecho que el PCI nunca lograra llegar al poder en todos estos años, a pesar de sus repetidos intentos, se debe a la organización Gladio.» [71]
Haciendo referencia de forma implícita a los numerosos atentados perpetrados en Italia, el documentalista Francovich le preguntó a Gelli: «¿Hasta dónde estaban ustedes dispuestos a llegar en su campaña contra el comunismo?» A lo que Gelli respondió vagamente: «Ah, el comunismo era el enemigo número 1. [Silencio] Nosotros éramos una asociación de creyentes. No tolerábamos a los no creyentes. Queríamos frenar el impulso del comunismo, erradicar el comunismo, combatir el comunismo.» [72]
Como después de la muerte de Kennedy y durante la presidencia de Lyndon Johnson, los comunistas y los socialistas italianos seguían gozando de gran popularidad y seguían obteniendo buenos resultados en las elecciones, la derecha italiana y la CIA prosiguieron su guerra secreta. En 1965, después del éxito de la Operación Piano Solo, el comandante del Gladio Renzo Rocca organizó, por orden de la CIA y del SIFAR, un congreso de la extrema derecha en Roma sobre el tema de «la contrarrevolución armada» y «la defensa de Italia contra el comunismo por todos los medios necesarios».
El Instituto Alberto Pollio, un grupo de reflexión de derecha, sirvió de cobertura al SIFAR y a la CIA para la celebración del congreso en el lujoso hotel Parco del Principi, en Roma, del 3 al 5 de mayo de 1965. Los militantes de extrema derecha allí presentes concluyeron que «la Tercera Guerra Mundial ya comenzó, aunque se esté librando a un bajo nivel de intensidad militar». Entre los oradores, Eggardo Beltrametti subrayaba que: «Es una lucha a muerte y estamos decididos a erradicar el comunismo por todos los medios. Preferiríamos conformarnos con métodos no violentos, pero no podemos excluir el considerar otras formas de lucha.» [73]
La investigación del parlamento italiano permitió descubrir que los participantes de la tristemente célebre conferencia del Parco dei Principi se habían referido sistemáticamente a una misteriosa organización militar paralela, de la que más tarde se supo que se trataba del Gladio [74].
Richard Nixon, quien se convirtió en presidente de los Estados Unidos en enero de 1969, y Richard Helms, director de la CIA de junio 1966 a febrero de 1973, quien organizó el golpe de Estado que puso al dictador Pinochet en el poder en Chile, compartían el análisis de la extrema derecha italiana.
En efecto, los agentes de la CIA en Roma vivieron una nueva pesadilla durante las elecciones de 1968, cuando la DCI resultó nuevamente derrotada por la alianza de socialistas y comunistas mientras que las manifestaciones no violentas contra la guerra de Vietnam iban en aumento en las calles.
La respuesta se produjo en la noche del 7 diciembre de 1970, cuando Junio Valerio Borghese, el célebre fascista italiano que James Angleton había salvado en 1945, dio comienzo al segundo golpe de Estado del Gladio, con el apoyo de la CIA. La operación secreta se llamaba «Tora Tora», en referencia al nombre codificado del ataque japonés contra Pearl Harbor que determinó la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial el 7 de diciembre de 1941.
La fase final del plan incluía la intervención de los barcos de guerra de la OTAN y de Estados Unidos, que se hallaban en estado de alerta en el Mediterráneo.
Al igual que Piano Solo, la Operación Tora Tora incluía el arresto de los líderes de los sindicatos y de los partidos de izquierda, así como de conocidos periodistas y activistas políticos que serían inmediatamente enviados por mar a Cerdeña y encarcelados en el centro del Gladio. Cientos de hombres armados a las órdenes de Borghese se desplegaron en el país mientras que unidades de élite se concentraban en Roma.
Aprovechando la oscuridad, un destacamento de paramilitares bajo las órdenes del conocido líder de extrema derecha Stefano Delle Chiaie logró tomar el ministerio del Interior, con la complicidad de los guardias. Los conspiradores se apoderaron de 180 metralletas y utilizaron un camión para sacarlas del edificio y hacerlas llegar a sus cómplices. La investigación parlamentaria sobre el Gladio reveló que otra unidad, bajo las órdenes del paracaidista y partidario de la extrema derecha Sandro Saccucci tenía a su cargo el arresto de los funcionarios políticos.
Un tercer grupo armado, que se componía esencialmente de carabineros que ya habían participado en Piano Solo, estaba a la espera en un gimnasio de la Via Eleniana, en Roma, listo para intervenir. En la capital, una unidad clandestina al mando del general Casero debía ocupar el ministerio de Defensa. Bajo las órdenes del general Berti, un escuadrón de hombres armados hasta los dientes y equipados con esposas se encontraba a algunos cientos de metros de los edificios de la televisión y de la radio.
Otro grupo de golpistas, comandado por el general Amos Spiazzi, se disponía a marchar sobre Sesto San Giovanni, un barrio obrero de Milán, feudo del electorado comunista, donde la CIA esperaba encontrar fuerte resistencia [75].
Italia se hallaba al borde del golpe de Estado. Pero nada sucedió. Durante la noche del 7 al 8 de diciembre, poco antes de las 01h00, Borghese, el líder del golpe, recibió una misteriosa llamada telefónica y la operación fue cancelada. Los conspiradores se retiraron de sus estratégicas posiciones y volvieron a sus cuarteles.
En Chile y en Grecia, la extrema derecha había tomado el poder mediante un golpe de Estado, después de un fuerte avance de los partidos de izquierda. ¿Por qué se canceló el golpe en Italia? Varios miembros de la mafia, reclutados por la CIA para que apoyaran a los golpistas, testimoniaron posteriormente que los servicios de inteligencia de la URSS habían descubierto el proyecto y que, como consecuencia de ello, las fuerzas estadounidenses y de la OTAN habían notado la presencia de un gran número de navíos de guerra soviéticos en el Mediterráneo.
«Si se abortó el golpe de Estado y finalmente no se hizo nada fue porque había un gran número de navíos de guerra soviéticos en el Mediterráneo», declaró Tommaso Buscetta, alto miembro de la mafia, ante el juez Giovanni Falcone en 1984 [76].
Otro mafioso, Luciano Liggio, se lamenta de su suerte: «Me dijeron que los servicios secretos y los estadounidenses estaban a favor. Los mandé al diablo y, como consecuencia, me condenaron a cadena perpetua.» [77]
Según el plan que habían trazado la CIA y el príncipe Borghese, el mundo e Italia hubiesen descubierto en la mañana del 8 de diciembre de 1970 que un nuevo régimen autoritario de derecha se había apoderado del poder en la península. «Los principios que rigen nuestra política desde hace 25 años y que nos han puesto al borde de la bancarrota económica y moral han quedado atrás», debía declarar Borghese en una alocución dirigida a la población que iba a transmitirse aquella mañana.
«Las fuerzas armadas, las fuerzas del orden, los hombres más competentes y legítimos de esta nación están con nosotros y, pueden ustedes estar seguros de ello, nuestros peores enemigos, aquellos que han querido someter nuestra patria a las potencias extranjeras, han sido neutralizados.»
Después de aquello, Borghese y sus conspiradores pretendían poner en aplicación su propio programa político que estipulaba «que se mantengan los compromisos militares y financieros con la OTAN y que se trace un plan con vistas al fortalecimiento de la contribución de Italia en la alianza atlántica» ¡sin olvidar la nominación de una delegación especial que viajaría a Estados Unidos para discutir una contribución militar de Italia a la guerra de Vietnam! [78]
¿Quién realizó la misteriosa llamada telefónica que detuvo la marcha del ejército del Gladio poco después de la medianoche? El director de la CIA William Colby insinuó que fue el presidente Nixon en persona. [Colby] escribió en sus memorias: «Por supuesto, [la CIA] intentó un golpe de Estado militar en 1970, por orden directa del presidente Nixon» [79].
Para este presidente republicano, el mundo no era otra cosa que un campo de batalla donde los comunistas amenazaban con imponerse. Es por ello que, en la época de la Operación Tora Tora, y mientras proseguía la guerra contra Vietnam, Nixon bombardeaba también, sin muchos escrúpulos, la vecina Camboya, matando a miles de habitantes de éste último país supuestamente neutral [80].
Remo Orlandini, un rico hombre de negocios cercano a la derecha, afirmó que el presidente de los Estados Unidos también estaba implicado en la Operación Tora Tora. En 1973, en el cuartel general del SID, [Orlandini] sostuvo una discusión cara a cara con el capitán Antonio Labruna.
Cuando éste último lo interrogó sobre «el apoyo del extranjero», la respuesta de Orlandini fue breve pero elocuente: «La OTAN y Alemania, en lo que concierne a los militares porque no confiamos para nada en los civiles.» Labruna insistió: «Necesito nombres y todo lo demás porque yo conozco bastante bien el escenario internacional…». A lo que Orlandini contestó: «Escuche, en América teníamos el apoyo de Nixon y de su gente.» Para Orlandini, la orden que puso fin al golpe del Gladio podía perfectamente provenir de un alto representante de la OTAN: «Por eso le digo que no tiene usted ni la menor idea del alcance y de la importancia de la cosa», repitió ante Labruna [81].
Giovanni Tamburino, magistrado de la fiscalía de Padua, realizó una profunda encuesta sobre la Operación Tora Tora y descubrió, con gran sorpresa y mucho antes de las revelaciones sobre el Gladio, la participación de un misterioso ejército secreto. Ordenó el arresto de Vito Miceli, por entonces jefe del SID, quien había dirigido el Buró de Seguridad de la OTAN en Bruselas.
Tamburino inculpó a Miceli por haber «promovido, instaurado y organizado, con la ayuda de cómplices, una asociación secreta conformada por civiles y militares y destinada a provocar una insurrección armada tendiente a modificar ilegalmente la Constitución y la composición del gobierno» [82].
La información que obtuvo el juez sugería la existencia, en el seno del SID, de una misteriosa organización armada. Como todavía no se conocía la existencia del Gladio, en las audiencias se denominó aquella estructura como «Súper-SID». Durante su juicio, el 17 de noviembre de 1974, Miceli exclamó: «¿Disponía yo de un súper-SID bajo mis órdenes. ¡Por supuesto! Pero no lo monté yo mismo en una noche para dar un golpe de Estado. ¡No hice más que obedecer las órdenes de Estados Unidos y de la OTAN!» [83]
En 1977, mientras se prolongaba el proceso, Miceli no tuvo más remedio que dar una explicación: «Siempre ha existido cierta organización altamente secreta, la conocen los más altos personajes del Estado, activa en el campo de los servicios secretos e implicada en actividades que no tenían nada que ver con la inteligencia (…) Si quieren detalles, no cuenten conmigo.» [84]
En 1990, cuando el primer ministro Andreotti divulgó la existencia del Gladio, Miceli se sintió muy contrariado y hasta el día de su muerto no dejó de criticar aquellas revelaciones [85].
El coronel Amos Spiazzi también fue condenado a prisión por haber reunido a los miembros del Gladio bajo sus órdenes para reprimir a los sindicatos comunistas durante el golpe de Estado de Borghese.
«El día del golpe de Borghese, el 8 de diciembre de 1970, recibí la orden de realizar un ejercicio de mantenimiento del orden público recurriendo a mis hombres de confianza», contaba Spiazzi en un documental de la BBC dedicado al Gladio. «Se suponía que ocupáramos de antemano ciertos lugares que serían particularmente sensibles en casos de sublevación popular», explicaba, al ser entrevistado en su casa, ante una foto en la que él mismo aparecía de uniforme y haciendo el saludo nazi.
«En aquella época, simplemente sabía que existía una estructura que se componía de fervientes anticomunistas, pero que debía activarse sólo en caso de invasión contra el país», precisaba el militante de extrema derecha. «Cuando me arrestaron en 1974, me encontré en una situación delicada. El juez me interrogaba sin descanso. En poco tiempo comprendí que él creía estar descubriendo algo revolucionario o anticonstitucional. Para mí se trataba de una organización de la seguridad nacional.»
El testimonio de Spiazzi era confuso. «El juez pertenecía al mismo sistema que mis superiores. ¿Podía yo decirle ciertas cosas? No, debido al secreto militar.»
Spiazzi solicitó entonces al juez que le permitiera hablar con el director del SID, Vito Miceli, quien le orientó de manera nada hábil que no hablara del Gladio. «Me hizo señas de que no hablara [Spiazzi imitó entonces el gesto que Miceli le hizo con la mano en el tribunal]. Pero el juez vio aquella seña. Su “no” [sobre la existencia del Gladio] equivalía a un “sí”.» [86]
En total, 145 conspiradores que habían participado en la Operación Tora Tora fueron inculpados, pero sólo 78 fueron realmente juzgados. 46 de ellos fueron reconocidos culpables por el Tribunal de Roma, pero todos salieron absueltos después de apelar. Todos los miembros del Gladio quedaron así libres en aquella parodia de proceso.
Para gran contrariedad de la CIA y de la administración Nixon, el frustrado golpe de Estado de la Operación Tora Tora no logró detener a la izquierda italiana. En las elecciones de 1972, la DCI proestadounidense sólo obtuvo, con el 39% de los sufragios, una reducida ventaja frente a los comunistas del PCI y los socialistas del PSI, quienes contabilizaron el 37% [87].
Aquello sucedía a pesar de que, por orden de Nixon, el embajador estadounidense en Roma, Graham Martin, había invertido 10 millones de dólares en operaciones secretas y de corrupción a favor de la DCI, como reveló una investigación parlamentaria estadounidense sobre la CIA dirigida por Ottis Pike. Mientras que Moscú sostenía financieramente al PCI, Washington financiaba a la DCI, como reveló Pike: «La CIA evalúa el monto del financiamiento de de Estados Unidos a campañas electorales durante los últimos 20 años en unos 65 millones de dólares» [88].
Como los comunistas y los socialistas italianos seguían obteniendo muy buenos resultados en las elecciones y disponían de numerosos escaños en el parlamento, lo natural era que se incorporasen al gobierno. Pero el presidente Nixon se oponía firmemente a aquel tipo de apertura hacia la izquierda porque temía que se divulgaran los secretos de la OTAN.
Como consecuencia del escándalo del Watergate, aquel decidido partidario de las operaciones especiales se vio obligado a dimitir el 8 de agosto de 1974. Al día siguiente, al asumir sus [nuevas] funciones en la Casa Blanca, su vicepresidente, Gerald Ford, declaró: «Esta larga pesadilla nacional ha terminado» [89].
Aquellas palabras encontraron eco en Italia, donde muchos esperaban un cambio en la política estadounidense. El ministro interino de Relaciones Exteriores, Aldo Moro de la DCI, y el presidente Giovanni Leone viajaron a Washington en septiembre de 1974 para conversar sobre la entrada de la izquierda italiana al gobierno.
Sus esperanzas fueron barridas de un golpe. Ford perdonó todos los crímenes cometidos bajo la presidencia de Nixon y conservó a los personajes claves de su administración. En medio de un duro enfrentamiento, Henry Kissinger, quien después de haber sido el consejero de Seguridad Nacional de Nixon ocupaba entonces el puesto de secretario de Estado, dijo a los representantes italianos que la izquierda no debía en ningún caso entrar al gobierno.
Italia tenía que mantenerse fuertemente implicada en la OTAN. Aquella visita oficial afectó a Aldo Moro quien, después de las operaciones Piano Solo y Tora Tora, ya no se hacía ilusiones en cuanto a la independencia de la I República Italiana frente a Estados Unidos.
A su regreso a Italia, Moro estuvo enfermo varios días y evaluó la posibilidad de retirarse por completo de la vida política. «Es una de las pocas veces en que mi marido me comunicó lo que le habían dicho, sin decirme sin embargo de quién venía aquello», testimonió posteriormente Eleonora Moro. «Trataré de recordar sus palabras: “Tiene usted que renunciar a su política consistente en colaborar directamente con cada una de las fuerzas políticas de su país. Hágalo ahora o le costará muy caro.”» [90]
En las elecciones legislativas de junio de 1976, el PCI obtuvo el mejor resultado de su historia, un 34,4%, infligiendo una dura derrota a la DCI. Como consecuencia de ello, Aldo Moro, primer ministro democratacristiano, se decidió a ignorar la prohibición que le habían formulado los estadounidenses.
El 16 de marzo de 1978, con los documentos del «compromiso histórico» (compromesso storico) en su cartera, ordenó a su chofer que lo llevara, junto a sus guardaespaldas, a la sede del parlamento italiano, en Roma, donde tenía decidido presentar su programa de integración de los comunistas al ejecutivo italiano.
El auto de Moro se aproximaba a la intersección de la Via Fani y la Via Stresa, en el barrio residencial donde vivía, cuando un Fiat blanco dio bruscamente marcha atrás y se atravesó en medio de la calle.
El chofer de Moro frenó tan violentamente que el auto de los escoltas impacto el vehículo por detrás. Los 2 ocupantes del auto blanco y otros 4 individuos apostados en la calle abrieron fuego sobre los 5 guardaespaldas de Moro. Éste último, que parecía inquieto desde su regreso de Washington, había solicitado un auto blindado, pero su pedido había sido rechazado.
Las balas atravesaron por lo tanto la carrocería matando instantáneamente a los guardaespaldas. Uno de ellos logró disparar dos veces sobre los atacantes, pero fue ultimado a quemarropa al mismo tiempo que sus colegas sobrevivientes. Moro fue capturado y retenido como rehén en pleno centro de Roma durante 55 días. Finalmente, su cuerpo acribillado a tiros apareció en el portaequipajes de un auto abandonado en el centro de Roma, estacionado simbólicamente a medio camino entre la sede de la DCI y la del PCI.
Italia estaba conmocionada. Los servicios secretos militares y el primer ministro en funciones, Giulio Andreotti, acusaron a la organización terrorista de extrema izquierda Brigadas Rojas y tomaron enérgicas medidas contra la izquierda. Se establecieron 72 barreras de control y se hicieron registros en 37 000 casas.
En menos de 2 meses, más de 6 millones de personas fueron interrogadas. Durante el cautiverio de Moro, sus familiares vivieron 5 semanas de angustia. Su esposa Eleonora pidió incluso la ayuda del Papa Pablo VII, viejo amigo de su esposo. «Me dijo que haría todo lo que estuviera en sus manos y yo sé que trató, pero encontró demasiada resistencia» [91]. El propio Aldo Moro, comprendió durante su cautiverio que él era la víctima de un crimen político en el que las Brigadas Rojas estaban siendo manipuladas por la derecha más dura y Estados Unidos.
En su última carta pidió que no se aceptara en su entierro a ningún representante de la corrupta DCI. «Besa a todos por mí», escribió a su esposa y sus hijos, plenamente conciente de que iba a morir. «Transmíteles todo mi cariño. Sé fuerte, cariño mío, en esta prueba tan absurda e incomprensible. Es esta la voluntad del Señor. Alimenta mi recuerdo en el corazón de todos nuestros amigos. Os abrazo cálidamente como muestra de mi eterno amor. Me gustaría ver, con mis ojos de simple mortal, bajo qué forma habremos de encontrarnos nuevamente en el otro mundo.» [92]
La comisión senatorial encargada de investigar sobre el Gladio y el terrorismo sospechó que la CIA y los servicios secretos militares italianos, sobre todo sus escuadrones Gladio, podían haber organizado el asesinato de Aldo Moro. Y por lo tanto reabrió el expediente. Pero descubrió con estupor que casi todos los documentos vinculados al secuestro y asesinato de Moro habían desaparecido misteriosamente de los archivos del ministerio del Interior.
Aquellos expedientes contenían todas las transcripciones de las comunicaciones telefónicas oficiales, las cartas entre Moro y el gobierno, los contactos que se habían establecido con las fuerzas de seguridad y los apuntes de las reuniones organizadas durante los 55 días que duró el cautiverio del primer ministro. El senado expresó su indignación por «la desaparición de los documentos de la célula de crisis del ministerio del Interior» y subrayó que «el caso Moro debe ser analizado en un contexto más amplio» ya que era necesario «situar nuevamente los hechos en la realidad política de la época».
Concluyó que el asesinato de Aldo Moro era «un proyecto criminal en el que las Brigadas Rojas fueron probablemente el instrumento de un juego político más amplio» [93]. Los senadores señalaron también que en 1978 «la administración de los Estados Unidos se negó primeramente a cooperar en el marco de la investigación sobre el secuestro y que envió posteriormente un solo experto en casos de tomas de rehenes que trabajó con la dirección del ministerio del Interior» [94].
La tragedia de la historia italiana alcanzó su clímax durante los años de la presidencia de Richard Nixon, cuando la derecha ensangrentó y sembró el terror a través del país poniéndolo al borde de la guerra civil. Los terroristas ponían bombas en los lugares públicos y responsabilizaban a los comunistas para debilitar así la influencia del PCI y del PSI. «Su presunta implicación en los atentados de Bolonia [95] es potencialmente la más seria acusación contra el Gladio», tituló la prensa en 1991, cuando la comisión parlamentaria encargada de investigar sobre el Gladio y el terrorismo recibió un memorando anónimo sugiriendo que los explosivos utilizados en Bolonia provenían de un arsenal del Gladio [96].
El general Gerardo Serravalle, quien había dirigido las unidades del Gladio en el seno del SID entre 1971 y 1974, confirmó después que, para su mayor pesar, algunos miembros del Gladio «pasaron de una lógica defensiva postinvasión a una lógica ofensiva de guerra civil» [97].
Cuando un periodista de la BBC le preguntó por qué razón, a pesar de aquel evidente peligro, no había decidido él desmantelar la red, Serravalle contestó: «Bueno, desmantelarla era una decisión política, que estaba fuera de mi esfera de competencia.» [98]
Era la CIA la que controlaba el ejército secreto italiano y cuando Serravalle expresó sus inquietudes sobre las operaciones interiores de la red clandestina, chocó con el COS Howard Stone, el jefe de estación de la CIA en Roma, quien suspendió las ayudas provenientes de la CIA. «Al asumir mis funciones, noté que el financiamiento estadounidense, previsto en los acuerdos bilaterales, y en particular el abastecimiento de armas y material, había sido interrumpido.»
Furioso, Serravalle convocó a Stone al cuartel general del Gladio, en Cerdeña. Cuando llegó el COS, junto con un oficial de la CIA llamado Mike Sednaoui, Serravalle dijo a los dos hombres: «Este es nuestro centro de entrenamiento, etc… Ustedes pueden ayudarnos a alcanzar el máximo de nuestro potencial. Entonces, ¿por qué nos cortan la ayuda? Si es una decisión de su gobierno, la aceptamos. Pero nos deben ustedes una explicación.»
Comprendió después que «a la CIA, representada por aquellos dos agentes, no le interesaba tanto el nivel de nuestro entrenamiento como las posibilidades de control interno. En otras palabras, nuestra capacidad para reprimir levantamientos populares, sabotear huelgas nacionales y, por sobre todo, controlar el avance del partido comunista. El señor Stone explicó claramente que el apoyo financiero de la CIA dependía únicamente de nuestra disposición para programar y poner en aplicación lo que pudiéramos llamar “medidas internas”.» [99]
«Queda demostrado fuera de toda duda que elementos de la CIA emprendieron, durante la segunda mitad de los años 60, una vasta operación tendiente a contrarrestar, por todos los medios necesarios, el desarrollo de grupos y de movimientos de izquierda en toda Europa», concluye, en 1956, el informe final de la investigación del Senado italiano sobre el Gladio y el terrorismo. «Este análisis arrojó la imagen de un país que, durante más de 40 años, ha vivido en un funesto clima de división.
Las tensiones que caracterizaron estas 4 décadas probablemente tienen su origen en la realidad social interna del país. Sin embargo, esas tensiones no hubiesen perdurado, no hubiesen alcanzado esta trágica dimensión ni se hubiese dificultado tantas veces la búsqueda de la verdad si la situación política interna no hubiera estado condicionada y controlada por el sistema internacional en el que se insertaba Italia.» [100]
Dado el nivel de violencia que había caracterizado la historia de la I República Italiana –las estadísticas oficiales recogen la muerte de 491 civiles mientras que otros 1 181 resultaron heridos o mutilados entre 1969 y 1987– los miembros de la comisión provenientes de la izquierda encontraron esta formulación demasiado tímida. Pero prosiguieron sus investigaciones, bajo la presidencia del senador Pellegrini, y siguieron oyendo testigos y analizando documentos. En junio del año 2000 presentaron su informe final, de 326 páginas, en el que concluían que: «Estas masacres, atentados y operaciones militares fueron organizados, instigados o apoyados por individuos dentro del propio seno de las instituciones italianas y, como se ha descubierto recientemente, por individuos vinculados a las estructuras de la inteligencia estadounidense.» [101]
Para sostener esta conclusión preñada de implicaciones, el informe del año 2000 sobre el Gladio incluía varios testimonios de miembros de la red. El soldado de las sombras Giuseppe Tarullo, quien se había incorporado al SIFAR en 1961, había declarado bajo juramento ante los senadores que, paralelamente a la preparación de una misión, la tarea había consistido también en poner bajo control a los comunistas italianos: «Incluso entre nosotros hablábamos de misión interna. Se decía que la estructura, con sus conexiones en el extranjero, habría sido activada también para contrarrestar una subversión interna, con el apoyo de las Fuerzas especiales. Por subversión interna entendíamos un cambio de gobierno contrario a la voluntad del poder establecido» [102] El miembro del Gladio Giuseppe Andreotti explicó aquello a los senadores ed la siguiente manera: «La estructura Gladio respondía a una lógica interna en el sentido en que, como ya expliqué, tenía que oponerse a la toma del poder por parte de un régimen rechazado por la población, o sea a una dictadura de derecho o de izquierda» [103].
El miembro del Gladio Manlio Capriata quien, con el rango de general, había dirigido el Buró R en el seno del SIFAR entre febrero y junio de 1962, prestó testimonio ante los senadores: «Yo confirmo que la sección V, y por consiguiente la organización S/B [stay-behind] y el CAG [eL Centro Addestramento Guastatori, en Cerdeña] tenían una función antisubversiva en caso de que las fuerzas políticas de izquierda llegaran al poder» [104].
Teniendo en cuenta las pruebas acumuladas, el senador Valter Bielli concluyó: «Estoy convencido de que la intervención de Estados Unidos en Italia constituye ahora un hecho histórico comprobado». En Washington, la administración Clinton, más bien incómoda, prefirió abstenerse de hacer cualquier comentario mientras que una fuente anónima de la embajada estadounidense en Roma declaró: «Son las mismas acusaciones que vimos oyendo desde hace 20 años. No tienen absolutamente ningún fundamento.» [105]
Pero el senador Bielli se negaba a darse por vencido y declaró: «Ellos se inmiscuyeron para impedir una victoria democrática del partido comunista. Ya no existe la amenaza roja y sería bueno que los propios estadounidenses nos ayuden a aclarar lo sucedido.» Mientras que la ex Unión Soviética abría sus archivos, Estados Unidos no dejaba filtrar nada.
«Durante la guerra fría, el Este estaba bajo el dominio comunista, pero el Oeste también se había convertido de cierta forma en una colonia estadounidense», se quejaba Bielli. Aldo Giannuli, un historiador que trabajaba como consultante de la comisión parlamentaria, insistió con toda razón en la necesidad de ampliar ahora la investigación llevándola al plano internacional y examinando los documentos de la alianza atlántica:
«El verdadero problema de hoy es tener acceso a los archivos de la OTAN.» [106]
(Continuará…)
Documentos adjuntos
Commissione parlamentarre di inchiesta sulle cause dell’occultamento di fascicioli relativi a crimini nazifascisti (2006)
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Stato Maggiore della Difesa. Servizio Informazioni delle Forze Armate. Ufficio R – Sezione SAD : Le forze speciali del SIFAR e l’operazione Gladio. Roma, 1 Giugno 1959.
(PDF - 178.3 KB)
Daniele Ganser - Historiador suizo, especialista en relaciones internacionales contemporáneas. Se dedica a la enseñanza en la universidad de Basilea, Suiza.
Este artículo es el capítulo 6 del libro Armées secrètes de l’OTAN © Versión francesa: Ediciones Demi-lune (2007).
[1] Aunque se ha comprobado que el PCI recibió un importante apoyo financiero de Moscú, la verdadera naturaleza de las relaciones entre esa organización política italiana y el Partido Comunista de la Unión Soviética durante la guerra fría sigue siendo objeto de debate entre los historiadores. Sergio Romano, embajador de Italia en la URSS de 1985 a 1989, informó que hasta el final de los años 1970 la mayoría de los recursos financieros del PCI provenían del Partido Comunista de la Unión Soviética. Entre las investigaciones sobre los vínculos entre el PCI y Moscú se encuentran las de Joan Barth Urban, Moscow and the Italian Communist Party: From Togliatti to Berlinguer (Cornell University Press, Ithaca, 1986); Gianni Cervetti, L’Oro di Mosca: La Verita sui Finanziamenti Sovietici al PCI Raccontata dal Diretto Protagonista (Baldini & Castoldi, Milán, 1993, reeditado en 1999) y Valerio Rima, Oro da Mosca. I Finanziamenti Sovietici al PCI dalla Rivoluzione d’Ottobre al Crollo dell’ URSS (Mondadori, Milán, 1999).
[2] Senato della Repubblica. Commissione parlamentare d’inchiesta sul terrorismo in Italia e sulle cause della mancata individuazione dei responsabiliy delle stragi: Il terrorismo, le stragi ed il contesto storico politico. Redatta dal presidente della Commissione, Senatore Giovanni Pellegrino. Roma, 1995, p. 20. Este informe del Senado italiano es uno de los documentos de referencia sobre el Gladio y más generalmente sobre las acciones clandestinas de Estados Unidos en Italia. Aborda los temas del Gladio, el terrorismo y atentados no aclarados. Para evitar cualquier confusión con el segundo informe senatorial, también muy interesante, presentado en el año 2000, el primer documento será designado como Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados.
[3] Publicación italiana Panorama, 10 de febrero de 1976. Citado en el Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados, p. 13.
[4] Roberto Faenza, Gli americani in Italia (Editore Feltrinelli, Milán, 1976), p. 10–13. Las conexiones entre Estados Unidos y la mafia ya habían sido reveladas en 1951 por una investigación del Senado estadounidense dirigida por el senador Kefauver. Ver US Senate Special Committee, Hearings on Organised Crime and Interstate Commerce, part 7, p. 1181 (1951). El historiador italiano Roberto Faenza fue uno de los primeros en apreciar el considerable impacto de las operaciones clandestinas estadounidenses en Italia. Su primer libro sobre ese tema, en coautoría con Marco Fini y publicado en 1976, se concentraba en los años de postguerra y su título, muy sobrio, era Gli Americani in Italia. El prefacio señalaba: «Para muchas personas a través del mundo, incluyendo el ciudadano estadounidense promedio, resultó muy difícil y doloroso admitir que Estados Unidos es la fuerza más conservadora y contrarrevolucionaria del mundo. Pero eso es lo que se demuestra en este libro al revelar las intervenciones secretas del gobierno estadounidense en los asuntos internos del pueblo italiano (…) la situación es comparable a lo que ya han revelado otras investigaciones en Grecia, Irán, Guatemala, República Dominicana y muchos otros países (…) Es particularmente difícil mirar esa verdad de frente.»
[5] Diario británico The Observer, 10 de enero de 1993. Referencia al documental Allied to the Mafia, transmitido en enero de 1993 a través de BBC2.
[6] Mackenzie, W. J. M., History of the Special Operations Executive: Britain and the resistance in Europe (British Cabinet Office, Londres, 1948), p. 842 y 853. Estados Unidos aplicó esa estrategia en la zona del Pacífico, esencialmente en Filipinas. Consistía en apoyar y debilitar a las guerrillas de extrema izquierda durante la Segunda Guerra Mundial. Japón había invadido Filipinas en enero de 1942. Estados Unidos apoyaba y entrenaba a guerrilleros con diferentes orientaciones políticas que luchaban contra la ocupación japonesa, como el movimiento izquierdista Huk que podía representar una poderosa fuerza favorable a una revolución social. Al igual que en Italia y Grecia, la decisión fue sacrificar a los antiguos compañeros de armas. Después de la derrota japonesa, Estados Unidos confiscó el armamento de la guerrilla y los Huks fueron masacrados en presencia de oficiales estadounidenses en el marco de una operación que duró, como mínimo, hasta 1945. El historiador estadounidense Gabriel Kolko comenta: «Los dirigentes Huks creían ingenuamente que los americanos iban a tolerarlos». Ver, Gabriel Kolko, Century of War Politics, Conflict, and Society since 1914 (The New Press, New York, 1994), p. 363.
[7] Geoffrey Harris, The Dark Side of Europe: The Extreme Right Today (Edinburgh University Press, Edimburgo, 1994), páginas 3 y 15.
[8] Allan Francovich, Gladio: The Ringmasters. Se trata del primer documental de una serie de 3 que Francovich dedicó al Gladio, transmitido el 10 de junio de 1992 a través de BBC2.
[9] William Blum, Killing Hope: US Military and CIA Interventions since World War II (Common Courage Press, Maine, 1995), capítulo 2, p. 28. La edición en francés se titula Les guerres scélérates (Parangon, 2004).
[10] Sobre Alcide de Gasperi, ver «L’Opus Dei et l’Europe - Du recyclage des fascistes au contrôle des démocraties», por Thierry Meyssan, 22 de marzo de 1995. NdlR.
[11] Martin Lee, The Beast Reawakens (Little Brown and Company, Boston, 1997), p. 100.
[12] Jonathan Dunnage, «Inhibiting Democracy in Post-War Italy: The Police Forces, 1943–48» en Italian Studies, n°51, 1996, p. 180.
[13] Stuart Christie, Stefano delle Chiaie (Anarchy Publications, Londres 1984), p. 6.
[14] Ibid., p. 4.
[15] Tom Mangold, Cold Warrior: James Jesus Angleton; The CIA’s Master Spy Hunter (Simon & Schuster, Londres, 1991), p. 20. Mangold, biógrafo de Angleton, desgraciadamente no proporciona ningún detalle sobre la colaboración que este agente estableció con los fascistas después de 1945 y no explica cómo fue que Angleton salvó al príncipe de Borghese de la justicia italiana al final de la guerra. James Angleton ha sido interpretado en el cine por Matt Damon, en el film de Robert DeNiro The Good Shepherd (2006), y en televisión por Michael Keaton, en la serie The Company (2006). NdlR.
[16] William Corson, The Armies of Ignorance: The Rise of the American Intelligence Empire (The Dial Press, New York, 1977), páginas 298 y 299. Debido a su carácter clandestino, la operación fue financiada a través de una operación de lavado de dinero, ya que se trataba de dinero sucio. Corson explica que se procedió a retirar 10 millones de dólares en efectivo del Fondo de Estabilización Económica y que esa suma transitó posteriormente por varias cuentas personales antes de ser entregada, en forma de donaciones, a diferentes organismos que la CIA utilizaba como tapaderas o pantallas.
[17] Christie, delle Chiaie, p. 175.
[18] Denna Frank Fleming, The Cold War and Its Origins 1917–1960 (Doubleday, New York, 1961), p. 322.
[19] Thomas Powers, The Man Who Kept the Secrets: Richard Helms and the CIA (Weidenfeld and Nicolson, Londres, 1980), p. 30.
[20] Diario británico The Guardian, 15 de enero de 1992.
[21] Durante la I República Italiana, el servicio de inteligencia militar tuvo que cambiar de nombre muchas veces debido a los numerosos escándalos en los que estuvo implicado. Desde su creación, en 1949, hasta el primer gran escándalo, en 1965, fue designado como SIFAR. Después se llamó SID y conservó la mayor parte de su personal. En 1978, como consecuencia de un nuevo escándalo, el SID se dividió en dos servicios que todavía existen actualmente. La rama civil pasó al control del ministerio del Interior y fue bautizada como SISDE (Servizio Informazioni Sicurezza Democratica) mientras que la rama militar se mantuvo bajo control del ministerio de Defensa bajo la denominación de SISMI.
Directores de los servicios secretos militares
General Giovanni Carlo 1949–1951 SIFAR
General Umberto Broccoli 1951–1953 SIFAR
General Ettore Musco 1953–1955 SIFAR
General Giovanni De Lorenzo 1956–1962 SIFAR
General Egidio Viggiani 1962–1965 SIFAR
General Giovanni Allavena 1965–1966 SID
General Eugenio Henke 1966–1970 SID
General Vito Miceli 1970–1974 SID
General Mario Casardi 1974–1978 SID
General Giuseppe Santovito 1978–1981 SISMI
General Nino Lugaresi 1981–1984 SISMI
Almirante Fulvio Martini 1984–1991 SISMI
Sergio Luccarini 1991 SISMI
General Luigi Ramponi 1991–1992 SISMI
General Cesare Pucci 1992–1993 SISMI
General Sergio Siracusa 1994-1996 SISMI
Almirante Gianfranco Battelli 1996-2001 SISMI
General Nicolò Pollari 2001-2006 SISMI
Almirante Bruno Branciforte 2006-2007 SISMI
Almirante Bruno Branciforte 2008… AISE
[22] Philip Willan, Puppetmasters: The Political Use of Terrorism in Italy (Constable, Londres, 1991), p. 34.
[23] Mario Coglitore (editor), La Notte dei Gladiatori. Omissioni e silenze della Repubblica (Calusca Edizioni, Padoue, 1992), p. 34.
[24] Diario británico The Observer, 18 de noviembre de 1990.
[25] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados, p. 49.
[26] Coglitore, Gladiatori, p. 133.
[27] Pietro Cedomi, «Service secrets, Guerre froide et ‘stay-behind. 2e partie’: La mise en place des réseaux», en la publicación belga Fire! Le Magazine de l’Homme d’Action, septiembre/octubre de 1991, p. 80.
[28] Allied Clandestine Committee (ACC) y Clandestine Planning Committee (CPC).
[29] Diario británico The Observer, 7 de junio de 1992.
[30] Memorandum, National Security Council to Harry S. Truman, April 21, 1950, Biblioteca de la Red Voltaire.
[31] Al ser desclasificado en 1994, este documento desató una ola de protestas en Italia. Ver el diario italiano La Stampa, 27 de noviembre de 1994.
[32] William Colby, Honourable Men: My Life in the CIA (Simon & Schuster, New York, 1978), capítulo 4, p. 110. La edición francesa se titula 30 ans de CIA (presses de la Renaissance, 1978).
[33] Roberto Faenza, Il malaffare. Dall’America di Kennedy all’Italia, a Cuba, al Vietnam (Editore Arnoldo Mondadori, Milán, 1978), p. 312.
[34] La existencia de este documento se dio a conocer en el momento de las revelaciones sobre el Gladio, en 1990. Ver el informe de la investigación senatorial sobre el Gladio y los atentados, p. 25.[[La existencia de este documento se dio a conocer en el momento de las revelaciones sobre el Gladio, en 1990. Ver el informe de la investigación senatorial sobre el Gladio y los atentados, p. 25.
[35] Publicación italiana Europeo, 18 de enero de 1991. La comisión investigadora del parlamento sólo supo de la existencia del documento de 1956 sobre el Gladio cuando obtuvo un texto fechado el 1º de junio de 1959 que se refería a aquel documento en términos muy precisos, señalando incluso que tenía como fecha el 26 de noviembre de 1956 y que su título era Accordo fra il Servizio Informazioni Italiano ed il Servizio Informazioni USA relativo alla organizzazione ed all’attivita della rete clandestina post-occupazione (stay-behind) italo-statunitense. [Acuerdo entre el SIFAR y la CIA sobre la organización y la actividad de una red italo-estadounidense secreta postocupación (stay-behind).]. El contenido del documento original aparece en Coglitore, Gladiatori, p. 118–130.
[36] Publicación belga Fire, enero de 1992, p. 59.
[37] Ibid., p. 62.
[38] Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers. Segundo documental de la serie de 3 dedicada al Gladio, transmitido por la BBC2 el 17 de junio de 1992. La versión francesa se titula Gladio, les Marrionettistes.
[39] Colby, Honourable Men, p. 128.
[40] Ibid., p. 109–120.
[41] Este documento aparece citado en Faenza, Malaffare, p. 313. En los años 1970, el historiador italiano Roberto Faenza obtuvo, a través de la FOIA, acceso al documento Demagnetize revelando así por vez primera «esta grave desvío [de su misión] de los servicios secretos italianos».
[42] Supreme Headquarters Allied Powers in Europe (SHAPE), o sea el Gran Cuartel General de las potencias aliadas en Europa.
[43] Stato Maggiore della Difesa. Servizio Informazioni delle Forze Armate. Ufficio R – Sezione SAD: Le forze speciali del SIFAR e l’operazione Gladio. Roma, 1 Giugno 1959. Descubierto por el juez Casson en los archivos del SIFAR, este documento dio origen a una larga serie de revelaciones en Italia y a través de toda Europa. Disponible para su descarga a través del vínculo que aparece al final de este artículo.
[44] Cobly, Honourable Men, p. 136.
[45] Telegrama del secretario de Estado a la embajada de Estados Unidos en Roma, enviado el 18 de octubre de 1961. Su transcripción aparece en Faenza, Malaffare, p. 311. Faenza hace un análisis muy acertado del proyecto de Kennedy de favorecer una apertura hacia la izquierda en Italia. Ver Faenza, Malaffare, p. 307–373 (“L’apertura a sinistra”).
[46] Fragmento de Regine Igel, Andreotti. Politik zwischen Geheimdienst und Mafia (Herbig Verlag, Munich, 1997), p. 49. El autor cita como fuente la publicación estadounidense New Statesman sin proporcionar la fecha de publicación.
[47] Faenza, Malaffare, p. 310.
[48] Igel, Andreotti, p. 50.
La pesadilla de la CIA se hizo realidad en abril de 1963. El día de las elecciones los comunistas ganaron terreno mientras que todos los demás partidos perdían escaños. A pesar del apoyo de la CIA, la DCI cayó a un 38%, el peor resultado desde su creación al final de la guerra. El PCI, con un 25% de los sufragios, y el PSI, con un favorable 14%, se unieron en una alianza para conformar la primera mayoría de izquierda en el parlamento italiano. Los electores de la izquierda italiana festejaron en las calles la nominación, por vez primera, de varios socialistas como miembros del gobierno del primer ministro Aldo Moro, proveniente del ala izquierda de la DCI. Inmensamente satisfecho ante aquellos resultados, el presidente Kennedy decidió en julio de 1963 viajar a Roma en visita oficial, para alegría de muchos italianos. A su llegada, el aeropuerto estaba repleto y una vez más los estadounidenses fueron recibidos con banderas y aclamaciones. «Es un hombre formidable. No aparenta la edad que tiene. Me invitó a visitar Estados Unidos», declaró con entusiasmo el jefe del PSI, Pietro Nenni. (Faenza, Malaffar, p. 356).
[49] Jens Mecklenburg (ed.), Gladio: Die geheime Terrororganisation der Nato (Elefanten Press, Berlín, 1997), p. 30, y Coglitore, Gladiatori, p. 185. Fue un ex general del SID quien reveló, al declarar como testigo en el marco del caso de la logia P2, en los años 1980, que aquellos criminales eran miembros del Gladio.
[50] Jean-Francois Brozzu-Gentile, L’Affaire Gladio (Editions Albin Michel, París, 1994), p. 77, y Faenza, Malaffare, p. 315. Ver además Willan, Puppetmasters, p. 84.
[51] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados, p. 85.
[52] Ibid.
[53] Le forze speciali del SIFAR e l’operazione Gladio, documento disponible para su descarga a través del vínculo que aparece al final de esta página. Las investigaciones sobre la operación Piano Solo indican que 731 personas iban a ser deportadas. La comisión investigadora del senado comprobó que eran más bien 1 100 o 1 200 ciudadanos influyentes quienes debían ser encarcelados en el CAG, el cuartel general del Gladio instalado en Cerdeña. Los servicios secretos militares se negaron a entregar la lista a la comisión investigadora del senado. «La situación es muy grave ya que se puede pensar razonablemente que la lista contiene nombres de parlamentarios y de responsables políticos y que la divulgación de esa lista permitiría contradecir definitivamente la tesis de que los acontecimientos de 1964 eran operaciones de prevención destinadas a evitar problemas de orden público», concluyeron los senadores. Ver el Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados, p. 89.
[54] Richard Collin ofrece una descripción muy buena del golpe en The De Lorenzo Gambit: The Italian Coup Manqué of 1964 (Sage, Beverly Hills, 1976). Graduado de Harvard, este especialista en cuestiones militares ofreció conferencias en el Estado de Maryland antes de pasar a trabajar para el ministerio de Defensa y, posteriormente, como consejero del agregado militar de la embajada de Estados Unidos en Roma y convertirse finalmente en consultante de las fuerzas armadas de Arabia Saudita. En unas 60 páginas, Richard Collin ofrece un excelente recuento de la operación Piano Solo. Sin embargo, oculta casi totalmente el papel de Estados Unidos en aquellos hechos.
[55] Collin, Coup, p. 60.
[56] Ibid. Su fuente es la publicación italiana Avanti! del 26 de julio de 1964.
[57] Coglitore, Gladiatori, p. 186. Ver también Willan, Puppetmasters, p. 85.
[58] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados, 1995, p. 87. Bernard Cook, «The Mobilisation of the Internal Cold War in Italy» en History of European Ideas. Vol.19, 1994, p. 116.
[59] Franco Ferraresi, «A Secret Structure Codenamed Gladio» en Italian Politics. A Review, 1992, p. 41. Sin la prensa de investigación nunca se hubiese sabido nada del golpe de Estado silencioso del Gladio. Ya en la primavera de 1967, Raffaele Jannuzzi (quien se convertirá más tarde en diputado socialista) informó a los lectores de la publicación Espresso que Italia había estado al borde del golpe de Estado («Complotto al Quirinale», Espresso, 14 de mayo de 1967). El intento de De Lorenzo de hacer callar a Jannuzzi mediante un proceso judicial por difamación resultó contraproducente ya que la instrucción sacó a la luz tal cantidad de pruebas que el gobierno no tuvo más remedio que autorizar la apertura de una investigación parlamentaria sobre «los acontecimientos de 1964». (Senado italiano. Commissione parlamentare d’inchiesta sugli eventi del giungo-luglio 1964. Informe de 2 volúmenes publicado en Roma en 1971).
[60] Relazione della Commissione parlamentare d’inchiesta sugli eventi del giungno-luglio 1964, Roma 1971, p. 67. Citado en Igel, Andreotti, p. 51, y en Willan, Puppetmasters, p. 38.
[61] Commissione parlamentare d’inchiesta sugli eventi del giugno-luglio 1964, Relazione di minoranza, Roma 1971, p. 307. Ver Igel, Andreotti, p. 53.
[62] Fragmento de Igel, Andreotti, p. 52.
[63] Después de comprobar la existencia de vínculos entre Licio Gelli y varios terroristas de extrema derecha, el juez italiano Carlo Palermo ordenó a la sección antiterrorista del SISMI que le aportara su ayuda a la investigación. El 16 de abril, esta sección proporcionó información sobre la intervención estadounidense en Italia. Era probablemente la primera vez que la sección cumplía con su misión, y fue cerrada de inmediato. La prometedora carrera de Emilio Santillos, el director de la sección antiterrorista del SISMI, se vio bruscamente interrumpida y varios de sus colaboradores tuvieron un trágico destino. El coronel Florio, miembro del SISMI, murió en un misterioso accidente automovilístico; el coronel Serrentiono abandonó el servicio por «razones de salud»; el mayor Rossi se suicidó. El mayor Antonio de Salvo fue el único que salió de la sección sano y salvo y se hizo masón. Fuente: Igel, Andreotti, p. 232.
[64] Diario británico The Observer, 21 de febrero de 1988.
[65] Senato della Repubblica Italiana. Relazione della Commissione Parlamentare d’Inchiesta Sulla Loggia P2, Roma 1984.
[66] Proveniente de una entrevista con Willan. Fragmento de Willan, Puppetmasters, p. 55.
[67] Igel, Andreotti, p. 229.
[68] Citado en la publicación británica The New Statesman, 21 de septiembre de 1984.
[69] Hugh O’Shaughnessy, «Gladio: Europe’s best kept secret». Se suponía que aquellos agentes iban a quedarse detrás de las líneas enemigas si el Ejército Rojo invadía Europa occidental. Pero aquella red, creada con las mejores intenciones, degeneró en ciertos países convirtiéndose en instrumento del terrorismo y de la agitación política de extrema derecha. Diario británico The Observer, 7 de junio de 1992.
[70] Gentile, Gladio, p. 28.
[71] Ibid.
[72] Televisión británica Newsnight, transmitido en BBC1 el 4 de abril de 1991.
[73] Willan, Puppetmasters, p. 41.
[74] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados, p. 97.
[75] Ibid., p. 164.
[76] Willan, Puppetmasters, p. 97. Buscetta hizo revelaciones al juez Falcone en diciembre de 1984. Este valiente magistrado fue posteriormente asesinado por la mafia.
[77] Declaración de Liggio ante el tribunal de Calabria, en 1986. Citado en Willan, Puppetmasters, p. 97.
[78] Willan, Puppetmasters, p. 94.
[79] Colby, Honourable Men, p. 395.
[80] Ver, por ejemplo, McNamara, Robert, Retrospect: The Tragedy and Lessons of Vietnam (Random House, New York, 1995).
[81] Willian, Puppetmasters, p. 93.
[82] Publicación política británica Statewatch, enero de 1991.
[83] Gentile, Gladio, p. 105.
[84] Publicación política británica Statewatch, enero de 1991, y Gentile, Gladio, p. 19.
[85] Publicación política italiana Europeo, 16 de noviembre de 1990.
[86] Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers.
[87] Resultados de las tres principales formaciones políticas italianas (DCI, PCI y PCI) en las elecciones legislativas desde 1968 hasta 1994:
1968 1972 1976 1979 1983 1987 1992 1994
DCI (%) 39 38 38 38 32 34 29
PCI (%) 26 27 34 30 29 26 23 28
PSI (%) 14 9 9 9 11 14 13 2
PCI + PSI (%) 41 36 44 40 41 40 37 30
[88] Pike Report: Report of the House Select Committee on Intelligence [Pike Committee], Ninety-fourth Congress (Village Voice, New York, 1976), p. 193 y 195.
[89] Jœ Garner, We Interrupt this broadcast. The Events that stopped our lives. From the Hindenburg Explosion to the Death of John F. Kennedy Jr (Sourcebooks, Naperville, 2000), p. 87.
[90] Fragmento de Willan, Puppetmasters, p. 220.
[91] Willan, Puppetmasters, p. 325.
[92] Fragmento de Willan, Puppetmasters, p. 219.
[93] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados, p. 294 et 295.
[94] Ibid., p. 294
[95] Sobre el mismo tema, ver «1980: carnage à Bologne, 85 morts», Réseau Voltaire, 12 de marzo de 2004.
[96] Diario británico The Guardian, 16 de enero de 1991.
[97] Agencia internacional de prensa Associated Press, 20 de noviembre de 1990.
[98] Entrevista de Serravalle realizada por Peter Marshall, de la BBC, en el marco de un reportaje especial sobre el Gladio que se transmitió en el programa Newsnight el 4 de abril de 1991.
[99] Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers.
[100] Informe de la investigación senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados, p. 242 y 364.
[101] Senato della Repubblica. Commissione parlamentare d’inchiesta sul terrorismo in Italia e sulle cause della mancata individuazione dei responsabili delle stragi: Stragi e terrorismo in Italia dal dopoguerra al 1974. Relazione del Gruppo Democratici di Sinistra l’Ulivo. Roma, junio de 2000. Documento designado aquí como Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados. Los 8 miembros de la comisión eran: Valter Bielli, diputado; Antonio Attili, diputado; Michele Cappella, diputado; Piero Ruzzante, diputado; Alessandro Pardini, senador; Raffaele Bertoni, senador; Graziano Cioni, senador; Angelo Staniscia, senador. Fuente: Philip Willan, «US ‘supported anti-left terror in Italy’. Report claims Washington used a strategy of tension in the cold war to stabilise the centre-right» en el diario británico The Guardian, 24 de junio del año 2000.
[102] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados, p. 41.
[103] Ibid.
[104] Ibid., p. 42.
[105] Philip Willan, diario británico The Guardian, 24 de junio de 2000.
[106] Ibid.
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