Las trágicas consecuencias de la pérdida de derechos laborales: homicidios europeos

Loris Campetti
Il Manifesto
Traducido por Gorka Larrabeiti
13/06/08

Hay un nexo terrible entre la decisión de la Unión Europea de liberalizar el horario de trabajo y la enésima masacre de ayer en la cotidiana guerra italiana en el trabajo, que acabó con la vida de nueve obreros, nueve personas (1). Este nexo se llama liberismo.

En la segunda mitad del S. XIX, lucha a lucha, matanza tras matanza, tomó cuerpo la Fiesta de los trabajadores, el 1 de mayo. El movimiento partió de los Estados Unidos y Canadá, desembarcó en Europa en 1889 cuando los delegados socialistas de la Segunda Internacional dieron carácter oficial a la fiesta. El 1 de mayor estaba centrado en un gran objetivo estratégico: la conquista de las ocho horas. En la primavera de 1906, nueve mil trabajadoras del arroz desfilaban por las calles de Vercelli junto con los trabajadores del metal cantando: “Si ocho horas / os parecen pocas…”. La lucha por las 40 horas ha marcado el S. XX. Una batalla de civilización que representó un hito histórico.

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¿Quién sabe si los 27 ministros del trabajo de la UE han estudiado la historia del S. XX? ¿Quién sabe si la comprendieron? Hace dos días, 22 de ellos votaron una normativa que sentencia el fin no ya de las 40 sino de las 48 horas conquistadas en el lejano 1917. Del “siglo breve”, de su ferocidad y de sus conquistas casi todo se sabe. Pero ¿qué hemos de esperarnos de este siglo, si en sus albores nos catapulta 120 años atrás?

Si Estrasburgo vota el texto sancionado por la Unión Europea, la desregulación del trabajo desbordará las esperanzas de los peores gobiernos liberistas. Entre los más entusiastas, el italiano y el francés, que sellaron su victoria sumándose al frente de la “modernidad”, o sea, del mercado y del beneficio como únicos reguladores de las relaciones sociales y de la vida de las personas. Se podrá trabajar 60, 65 horas a la semana sólo con tal que el patrón lo desee. Será aún más fácil morir en la fábrica, en las obras, en los campos, o dentro de cisternas, envenenados como ratas. Liberalizar el horario de trabajo es un crimen, una instigación a delinquir. Ahórrennos, señores ministros y secuaces, las lágrimas por los últimos homicidios de ayer, empezando por los seis obreros sicilianos muertos por exhalaciones tóxicas dentro de una cisterna de depuración. Así se moría en el S. XIX; así se sigue muriendo en el S. XXI. ¿Y las conquistas del S. XIX que han sobrevivido? Carbonizadas en los escaños de Estrasburgo, si no se frena esta marcha liberista.

Gracias a la nueva normativa se podrá acabar con toda forma de convenio colectivo, sustituido por las relaciones de trabajo individuales, “trajes hechos a medida”, que es con lo que sueña la Confindustria [patronal italiana, N. d. T.], la cual interpreta la victoria de la derecha, la evaporación de la izquierda y la “modernización” del Partido Democrático, como un viático para doblegar los derechos a la lógica de empresa. Cueste lo que cueste, aunque sean vidas humanas. Por lo demás, ¿no han dicho ya patronal y ministros que las nuevas leyes sobre seguridad son demasiado costosas y que hay que suavizarlas?

Es cierto, en Italia los comunistas y los socialistas ya no tienen representación política. Pero no todo se reduce al Parlamento, no está escrito que las fuerzas democráticas hayan muerto. La cuestión es si siguen existiendo fuerzas sociales, sindicales, civiles y culturales, aquí y en Europa, capaces de plantarse, de defender una conquista de civilización. Siquiera en nombre del derecho a la vida de los que trabajan. De ser negativa la respuesta, ganarían quienes tachan de ideologismo toda crítica al estado actual de las cosas. No sería el fin de la historia, pero hemos de tener en cuenta que habrá que volver a empezar desde muy lejos. Desde finales del S. XIX.

(1) Al menos seis trabajadores murieron hoy en la isla italiana de Sicilia al inhalar gases tóxicos mientras limpiaban un tanque de una planta depuradora de agua. El accidente tuvo lugar en el municipio de Mineo, a 35 kilómetros de la ciudad de Catania.

Un suceso similar ocurrió en marzo pasado, cuando cinco trabajadores de una empresa de aseo murieron intoxicados mientras limpiaban un camión cisterna en la región de Apulia. Italia encabeza la lista de países fundadores de la Unión Europea con mayor número de accidentes laborales, lo cual ha sido denunciado en varias ocasiones por las organizaciones sindicales más importantes del país.

Según datos oficiales, en 2007 murieron 900 italianos por esa causa.
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