Lujo y corrupción en Afganistán

Ana Garralda
BBC
29/05/08

Afganistán, un país desolado después de tres décadas de guerra, se ha convertido en el hogar temporal de cientos de ciudadanos occidentales que en unos casos trabajan para ayudar a reconstruir el país y en otros persiguen engrosar sus cuentas bancarias haciendo su personal agosto con sueldos millonarios.

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Expatriados que viven cómodamente en guetos privilegiados que nada tienen que ver con la dura realidad de la tierra que les aloja y bajo la atenta mirada del pueblo afgano, que sigue esperando, como agua que cae del cielo, la ayuda prometida.

La comunidad internacional afincada en Afganistán, así como ocurre en Irak, recibe elevados salarios en contraprestación por la falta de seguridad y la restricción de movimientos en su vida cotidiana.

Mientras que militares y policías llegan a doblar y triplicar respectivamente sus ingresos habituales, los consultores civiles de organizaciones privadas pueden recibir de US$25.000 a US$30.000 mensuales si se trata de directivos de empresas multinacionales o de seguridad privada, que acumulan amplios beneficios prestando protección a embajadas y corporaciones.

Esta situación fue denunciada en un informe publicado en noviembre de 2007 por la organización no gubernamental británica Oxfam, donde se señala que una gran parte de la ayuda total destinada a Afganistán, más de US$15.000 millones en los últimos seis años, "es absorbida por los beneficios que reciben empresas y subcontratas extranjeras".

Kabul, la nuit

Daniele Canestri, que trabaja como asesor legal para la Institución Internacional de Altos Estudios de Criminalística nos confirma lo que pocos expatriados se atreven a afirmar mientras cenamos con él en el Atmosphére, un restaurante francés situado en el barrio de Chari-Naw y uno de los escasos lugares donde pueden acudir los extranjeros en la noche de Kabul.

"Los extranjeros venimos para periodos de 6 meses y luego nos vamos. Esto supone un problema dado que no se traduce en beneficios para el pueblo afgano sino en réditos para los expatriados que trabajan en las organizaciones internacionales", comenta Canestri mientras le hinca el diente a un suculento filete de ternera con salsa de mostaza.

"Aquí la gente viene para ganar dinero o hacer carrera", añade Canesti.

Una amiga suya, cooperante de nacionalidad malaya y también sentada en la mesa, no piensa que el afán de lucro esté tan generalizado.

"Hay gente que viene realmente por razones humanitarias y no se está embolsando los macro sueldos de las organizaciones internacionales", nos asegura.

Privilegios y corrupción

De similar opinión es Gloria Company, directora de la Asociación de Cooperación con Afganistán (ACAF), con sede en Barcelona.

"La comunidad internacional necesita de un cierto bienestar. Puede parecer excesivo, pero para poder permanecer aquí, el expatriado necesita de un mínimo de condiciones", argumenta esta catalana quien actualmente dirige en Herat, en el oeste del país, un proyecto de ayuda a mujeres que han intentado autoinmolarse, anacronismo que todavía pervive en Afganistán.

"Sin duda hay bolsillos muy abiertos, pero esto es así en todas partes del mundo", añade Company en relación a los altísimos niveles de corrupción del Estado afgano, situado en el último ranking establecido por Transparencia Internacional.

Esta incipiente corrupción sumada a la aparente incapacidad de las fuerzas e instituciones internacionales para combatirla hacen que Afganistán se haya convertido en el primer productor y exportador de opio, acaparando en 2007 el 93% del mercado mundial, según las estadísticas de la Oficina de las Naciones Unidas de Fiscalización de Drogas y de Prevención del Delito (UNODC, en sus siglas en inglés).

Los salarios de los expatriados occidentales, "mordidas" de los altos funcionarios afganos y beneficios de los nuevos "barones de la droga" -muchos de ellos antiguos "señores de la guerra" en los años 80 y 90- contrastan con la pobreza de un pueblo que está a la cola del Índice de Desarrollo Humano elaborado anualmente por la ONU.

Pobreza que contrasta con este mundo paralelo existente tras muros y alambradas donde la comunidad internacional vive en una burbuja alejada de la miseria que campa a escasos metros de distancia.

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