Iraq: Muerte y cifras
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Salah Hemeid
Al-Ahram Weekly
Traducido para para Rebelión por Loles Oliván
23/10/10
La famosa cita de la ex secretaria de Estado, Madeleine Albrigh justificando, al parecer, la muerte de medio millón de niños iraquíes como resultado de las sanciones impuestas contra Iraq con el apoyo de Estados Unidos y de las Naciones Unidas en la década de los 90, se recuerda a menudo como una afirmación a sangre fría de los objetivos políticos estadounidenses.
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El aforismo ha vuelto a la mente la semana pasada cuando los medios de comunicación estadounidenses informaron de que Estados Unidos había hecho pública, finalmente, su primera recopilación oficial de datos sobre las víctimas iraquíes, más de siete años después de su invasión del país.
El informe, publicado en la página web del Comando Central de Estados Unidos, había llamado la atención escasamente hasta el pasado jueves, cuando los medios de comunicación publicaron detalles que muestran que 63.185 civiles y 13.754 miembros de las fuerzas de seguridad iraquíes fueron asesinados desde principios de 2004 a agosto de 2008.
No está claro por qué las cifras no incluyen las víctimas de las consecuencias inmediatas de la invasión dirigida por Estados Unidos en 2003, o desde el período posterior a agosto de 2008. No está claro tampoco cómo se compilaron los datos ni con qué metodología.
Las cifras parecen una “ingeniería política” anti-clímax en el momento en que el Gobierno de Obama, que se enfrenta al reto electoral de mitad de la legislatura, trata de poner fin a la desventura estadounidense en Iraq.
El número de iraquíes muertos durante la invasión liderada por Estados Unidos y sus consecuencias ha sido objeto de acalorados debates, con estimaciones que van desde menos de cien mil a más de un millón. Saber cómo se ha llegado a estas últimas cifras estadounidenses lo dice todo acerca de cómo le está yendo a Estados Unidos mientras se prepara para salir de Iraq.
Las cifras de víctimas publicadas por Washington son más bajas que las que provienen de fuentes gubernamentales iraquíes. El año pasado, el Ministerio iraquí de Derechos Humanos informó de que 85.694 iraquíes, incluido personal militar y de policía, habían sido asesinados desde el comienzo de 2004 hasta octubre de 2008.
En enero de 2008, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimaba que se habían producido en el país 151.000 muertes debido a la violencia, con un cálculo estimado, con un 95% de fiabilidad, entre 104.000 y 223.000 desde marzo de 2003 hasta junio de 2006. Las cifras se basaban en los resultados de una encuesta de salud familiar en Iraq publicada en New England Journal of Medicine, una respetada revista estadounidense [http://www.nejm.org/doi/pdf/10.1056/NEJMsa0707782].
Otra estimación del Iraq Body Count, organización no gubernamental con sede en Gran Bretaña, que utiliza los recuentos aparecidos en medios de comunicación, sitúa el número de civiles muertos en Iraq, durante el mismo periodo que el estudiado por la OMS, en 47.668. Las cifras más recientes de esta organización sobre muertes de civiles a causa de la violencia en el país hasta el 19 de septiembre de 2010 oscilan entre 98.252 y 107.235. [http://www.iraqbodycount.org/].
Una encuesta realizada en 2006 por The Lancet, una revista médica británica, estimaba que más de seiscientos mil iraquíes habían muerto como consecuencia de la guerra, una cifra diez veces mayor que otras estimaciones en el mismo momento [http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(06)69491-9/abstract].
Iraq no ha reaccionado oficialmente a ninguno de los estudios, aunque muchos iraquíes han rechazado las nuevas cifras de Estados Unidos sobre el número de muertes de civiles en el conflicto, afirmando que están muy por debajo del número real de muertos. Los números son engañosos, dicen los críticos, porque no se basan en una metodología bien definida que se ocupe de todas las muertes relacionadas con la violencia, incluyendo asesinatos y operaciones llevadas a cabo por el ejército estadounidense.
Las estimaciones sobre cifras de muertos durante la invasión y ocupación de Iraq dirigidas por Estados Unidos, han sido motivo de controversia por los altos riesgos políticos que comportan y por la posibilidad de manipularlas para influir en la opinión pública. El reciente informe fue motivado por la solicitud de una Ley de Libertad de Información del Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington.
El escepticismo sobre estas últimas cifras ha surgido no sólo por las posibles discrepancias y por los criterios misteriosos que se han utilizado para establecer la magnitud de las bajas, sino también porque las partes implicadas se han mostrado reacias a decir la verdad sobre esta tragedia humana. Una pregunta esencial es por qué el ejército de Estados Unidos, que es el principal responsable del conflicto, no abordó la cuestión por el principio y por qué no mantuvo registros precisos sobre las víctimas de la invasión y de la ocupación.
La aparente incapacidad de los militares para proporcionar estadísticas sobre las bajas de los bombardeos aéreos estadounidenses y otros relacionados con las operaciones constituye una preocupación real y apremiante. Otra cuestión que preocupa es la razón por la que los medios de comunicación estadounidenses, omnipresente en Iraq desde la invasión de 2003, no han aprovechado sus altos estándares de profesionalismo para reunir datos precisos acerca de la tragedia humana en Iraq. Associated Press ha mantenido un registro durante el periodo comprendido entre el 25 de abril de 2005 hasta el 30 de septiembre de 2010 que recoge 49.416 muertes.
Sin embargo, aún más preocupante que estos fracasos estadounidenses ha sido el fracaso de los sucesivos gobiernos iraquíes en establecer un proceso eficiente de recopilación de datos para registrar las muertes de ciudadanos iraquíes y para compensar a sus familias.
La dejadez en la recopilación de datos y las estadísticas poco fiables, no son los únicos problemas. También está el problema de cómo contar las muertes directamente relacionados con la guerra y la ocupación, separándolas de las muertes como consecuencia de la violencia en el país.
Queda fuera del debate una explicación de la crisis humanitaria que ha golpeado a Iraq desde la invasión liderada por Estados Unidos en 2003, incluyendo el aumento de la pobreza, el desempleo, el deterioro de los servicios de salud y la destrucción del sistema ecológico del país. Estadísticas como las publicadas por el ejército de Estados Unidos también ignoran en gran medida las muertes iraquíes causadas por la falta de agua potable y por la descomposición de los servicios públicos. Las agencias humanitarias como el Comité Internacional de la Cruz Roja, han advertido de que las instalaciones de salud afrontan una grave escasez en personal y suministros, estando el agua, el alcantarillado, y las infraestructuras eléctricas en estado crítico. Las tasas de cáncer, leucemia y tumores cerebrales, que se cree han sido causadas por el armamento estadounidense, han ido en aumento: ciertas investigaciones sugieren que rivalizan con las recogidas entre los supervivientes de los ataques nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki.
El informe del ejército de Estados Unidos sobre el número de muertos en Iraq llega en un momento en que el presidente Barack Obama ha alcanzado su calificación más baja en las encuestas de opinión de Estados Unidos, antes de las cruciales elecciones de mitad de legislatura del próximo mes. La publicación de estas estadísticas en el momento en que Obama se embarca en una campaña para conseguir apoyo para los candidatos del Partido Demócrata no puede ser una coincidencia. Puede que mediante la publicación de un número limitado de víctimas en Iraq, la Administración Obama espere poder seguir adelante con su política de “pasar página” en Iraq, poniendo fin a la presencia militar de Estados Unidos en el país a finales del próximo año. Salir de Iraq beneficiaría al Partido Demócrata, cuyo presidente se comprometió a poner fin al legado del Partido Republicano y de su presidente en Iraq.
Si todo va según lo previsto, Iraq ya no será noticia de primera plana en Estados Unidos, a medida que los soldados estadounidenses hagan las maletas para irse a ayudar a que los demócratas logren algún tipo de esperanza de victoria en las elecciones del próximo mes. Sin embargo, el mismo día en que este artículo se ha enviado a imprimir, una serie de atentados con bomba en Iraq ha matado y herido a muchas personas, lo que ilustra que la amenaza de muerte sigue formando parte de la vida cotidiana en el país.
Si la idea de Albright de que el precio pagado por la población civil iraquí por la política de Estados Unidos “vale la pena” puede servir como una especie de recordatorio en este triste capítulo de la historia de Iraq, entonces debe ser que la invasión liderada por Estados Unidos se ha convertido en una tragedia humanitaria, así como en un atolladero nacional para Estados Unidos.
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El aforismo ha vuelto a la mente la semana pasada cuando los medios de comunicación estadounidenses informaron de que Estados Unidos había hecho pública, finalmente, su primera recopilación oficial de datos sobre las víctimas iraquíes, más de siete años después de su invasión del país.
El informe, publicado en la página web del Comando Central de Estados Unidos, había llamado la atención escasamente hasta el pasado jueves, cuando los medios de comunicación publicaron detalles que muestran que 63.185 civiles y 13.754 miembros de las fuerzas de seguridad iraquíes fueron asesinados desde principios de 2004 a agosto de 2008.
No está claro por qué las cifras no incluyen las víctimas de las consecuencias inmediatas de la invasión dirigida por Estados Unidos en 2003, o desde el período posterior a agosto de 2008. No está claro tampoco cómo se compilaron los datos ni con qué metodología.
Las cifras parecen una “ingeniería política” anti-clímax en el momento en que el Gobierno de Obama, que se enfrenta al reto electoral de mitad de la legislatura, trata de poner fin a la desventura estadounidense en Iraq.
El número de iraquíes muertos durante la invasión liderada por Estados Unidos y sus consecuencias ha sido objeto de acalorados debates, con estimaciones que van desde menos de cien mil a más de un millón. Saber cómo se ha llegado a estas últimas cifras estadounidenses lo dice todo acerca de cómo le está yendo a Estados Unidos mientras se prepara para salir de Iraq.
Las cifras de víctimas publicadas por Washington son más bajas que las que provienen de fuentes gubernamentales iraquíes. El año pasado, el Ministerio iraquí de Derechos Humanos informó de que 85.694 iraquíes, incluido personal militar y de policía, habían sido asesinados desde el comienzo de 2004 hasta octubre de 2008.
En enero de 2008, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimaba que se habían producido en el país 151.000 muertes debido a la violencia, con un cálculo estimado, con un 95% de fiabilidad, entre 104.000 y 223.000 desde marzo de 2003 hasta junio de 2006. Las cifras se basaban en los resultados de una encuesta de salud familiar en Iraq publicada en New England Journal of Medicine, una respetada revista estadounidense [http://www.nejm.org/doi/pdf/10.1056/NEJMsa0707782].
Otra estimación del Iraq Body Count, organización no gubernamental con sede en Gran Bretaña, que utiliza los recuentos aparecidos en medios de comunicación, sitúa el número de civiles muertos en Iraq, durante el mismo periodo que el estudiado por la OMS, en 47.668. Las cifras más recientes de esta organización sobre muertes de civiles a causa de la violencia en el país hasta el 19 de septiembre de 2010 oscilan entre 98.252 y 107.235. [http://www.iraqbodycount.org/].
Una encuesta realizada en 2006 por The Lancet, una revista médica británica, estimaba que más de seiscientos mil iraquíes habían muerto como consecuencia de la guerra, una cifra diez veces mayor que otras estimaciones en el mismo momento [http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(06)69491-9/abstract].
Iraq no ha reaccionado oficialmente a ninguno de los estudios, aunque muchos iraquíes han rechazado las nuevas cifras de Estados Unidos sobre el número de muertes de civiles en el conflicto, afirmando que están muy por debajo del número real de muertos. Los números son engañosos, dicen los críticos, porque no se basan en una metodología bien definida que se ocupe de todas las muertes relacionadas con la violencia, incluyendo asesinatos y operaciones llevadas a cabo por el ejército estadounidense.
Las estimaciones sobre cifras de muertos durante la invasión y ocupación de Iraq dirigidas por Estados Unidos, han sido motivo de controversia por los altos riesgos políticos que comportan y por la posibilidad de manipularlas para influir en la opinión pública. El reciente informe fue motivado por la solicitud de una Ley de Libertad de Información del Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington.
El escepticismo sobre estas últimas cifras ha surgido no sólo por las posibles discrepancias y por los criterios misteriosos que se han utilizado para establecer la magnitud de las bajas, sino también porque las partes implicadas se han mostrado reacias a decir la verdad sobre esta tragedia humana. Una pregunta esencial es por qué el ejército de Estados Unidos, que es el principal responsable del conflicto, no abordó la cuestión por el principio y por qué no mantuvo registros precisos sobre las víctimas de la invasión y de la ocupación.
La aparente incapacidad de los militares para proporcionar estadísticas sobre las bajas de los bombardeos aéreos estadounidenses y otros relacionados con las operaciones constituye una preocupación real y apremiante. Otra cuestión que preocupa es la razón por la que los medios de comunicación estadounidenses, omnipresente en Iraq desde la invasión de 2003, no han aprovechado sus altos estándares de profesionalismo para reunir datos precisos acerca de la tragedia humana en Iraq. Associated Press ha mantenido un registro durante el periodo comprendido entre el 25 de abril de 2005 hasta el 30 de septiembre de 2010 que recoge 49.416 muertes.
Sin embargo, aún más preocupante que estos fracasos estadounidenses ha sido el fracaso de los sucesivos gobiernos iraquíes en establecer un proceso eficiente de recopilación de datos para registrar las muertes de ciudadanos iraquíes y para compensar a sus familias.
La dejadez en la recopilación de datos y las estadísticas poco fiables, no son los únicos problemas. También está el problema de cómo contar las muertes directamente relacionados con la guerra y la ocupación, separándolas de las muertes como consecuencia de la violencia en el país.
Queda fuera del debate una explicación de la crisis humanitaria que ha golpeado a Iraq desde la invasión liderada por Estados Unidos en 2003, incluyendo el aumento de la pobreza, el desempleo, el deterioro de los servicios de salud y la destrucción del sistema ecológico del país. Estadísticas como las publicadas por el ejército de Estados Unidos también ignoran en gran medida las muertes iraquíes causadas por la falta de agua potable y por la descomposición de los servicios públicos. Las agencias humanitarias como el Comité Internacional de la Cruz Roja, han advertido de que las instalaciones de salud afrontan una grave escasez en personal y suministros, estando el agua, el alcantarillado, y las infraestructuras eléctricas en estado crítico. Las tasas de cáncer, leucemia y tumores cerebrales, que se cree han sido causadas por el armamento estadounidense, han ido en aumento: ciertas investigaciones sugieren que rivalizan con las recogidas entre los supervivientes de los ataques nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki.
El informe del ejército de Estados Unidos sobre el número de muertos en Iraq llega en un momento en que el presidente Barack Obama ha alcanzado su calificación más baja en las encuestas de opinión de Estados Unidos, antes de las cruciales elecciones de mitad de legislatura del próximo mes. La publicación de estas estadísticas en el momento en que Obama se embarca en una campaña para conseguir apoyo para los candidatos del Partido Demócrata no puede ser una coincidencia. Puede que mediante la publicación de un número limitado de víctimas en Iraq, la Administración Obama espere poder seguir adelante con su política de “pasar página” en Iraq, poniendo fin a la presencia militar de Estados Unidos en el país a finales del próximo año. Salir de Iraq beneficiaría al Partido Demócrata, cuyo presidente se comprometió a poner fin al legado del Partido Republicano y de su presidente en Iraq.
Si todo va según lo previsto, Iraq ya no será noticia de primera plana en Estados Unidos, a medida que los soldados estadounidenses hagan las maletas para irse a ayudar a que los demócratas logren algún tipo de esperanza de victoria en las elecciones del próximo mes. Sin embargo, el mismo día en que este artículo se ha enviado a imprimir, una serie de atentados con bomba en Iraq ha matado y herido a muchas personas, lo que ilustra que la amenaza de muerte sigue formando parte de la vida cotidiana en el país.
Si la idea de Albright de que el precio pagado por la población civil iraquí por la política de Estados Unidos “vale la pena” puede servir como una especie de recordatorio en este triste capítulo de la historia de Iraq, entonces debe ser que la invasión liderada por Estados Unidos se ha convertido en una tragedia humanitaria, así como en un atolladero nacional para Estados Unidos.
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