¿Son exagerados los temores inflacionarios?

David Wessel
The Wall Street Journal / IAR Noticias
05/06/09

No hace mucho tiempo, fuimos advertidos sobre la posibilidad de una deflación devastadora, una amplia reducción de los sueldos y los precios. Hoy, recibimos advertencias igualmente terribles de un brote inflacionario. Es como prepararse para una sequía épica y que de repente nos digan: ¡Olvídenlo! Prepárense para una inundación de proporciones bíblicas.

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Incluso a mediados de marzo, según las minutas de las conversaciones de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, varios funcionarios del banco central creían que "la inflación probablemente seguirá por debajo de los niveles deseados". Pero a fines de abril, los mismos funcionarios concluyeron, con un suspiro de alivio, que "el riesgo de un prolongado período de deflación había disminuido" gracias al masivo gasto fiscal, recortes impositivos y una agresiva campaña de préstamos. Sin embargo, ahora están a la defensiva, frente a la acusación de haber hecho tanto para evitar la deflación y la depresión que la inflación es casi inevitable.

Es poco probable que haya un brote inflacionario inmediato. Los precios al consumidor en los países industrializados han subido menos en el último año (0,6%) que en cualquier otro período de 12 meses desde que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) empezó a llevar un registro en 1971. En EE.UU., la tasa de desempleo es de 8,9% y los analistas prevén que se mantendrá por encima de 9% hasta 2011. La industria estadounidense está operando muy por debajo de su capacidad total que en cualquier otra época desde que la Fed empezó a registrar los datos en 1948. Es difícil que veamos que las empresas suban los precios o que los trabajadores reciban aumentos de sueldo. Los ingredientes básicos de la inflación —demasiado dinero persiguiendo muy pocos productos— no están en evidencia.

Una cuestión más importante es qué es lo que nos espera. Los mercados están ansiosos. El mercado ha elevado los rendimientos de la deuda del Tesoro. El oro se acerca otra vez a los US$1.000 la onza. Los precios de los commodities están subiendo. Es fácil citar precedentes históricos de gobiernos muy endeudados que aceptaron la inflación como una forma de aliviar su carga de pago o de bancos centrales que sobreactuaron.

¿Pero qué tendría que suceder para que la inflación suba por encima de la meta de 2% que la mayoría de los funcionarios de la Fed fijó como su estándar predilecto?

Un error de cálculo. La Fed y los economistas del presidente Barack Obama podrían preocuparse demasiado por evitar que se repita lo que ocurrió en 1937-1938 (cuando una prematura restricción del crédito volvió a llevar a la economía de EE.UU. a la recesión) y no lo suficiente por lo que sucedió en 2004 (cuando la Fed quizás mantuvo las tasas de interés de corto plazo demasiado bajas por demasiado tiempo).

Una falta de voluntad. La Fed podría carecer del valor para subir las tasas y restringir el crédito, un temor entre algunos dentro de la Fed que se quejan de que no hay una estrategia de salida. El problema es humano y político. Para evitar la inflación, la Fed debe actuar más rápido de lo que les gustaría a los ciudadanos y a los políticos. La Fed es poderosa, pero sus líderes son humanos, y más proclives a fallas de coraje así como de sabiduría.

Una víctima de las circunstancias. Muchos países emergentes endeudados han visto cómo sus divisas colapsaban a medida que los acreedores internacionales se retiraban. Una caída en la tasa de cambio hace que los precios de las importaciones suban y pueden generar inflación aun cuando el desempleo sigue alto. EE.UU., que sigue siendo el guardián de la moneda más popular del mundo, no es Argentina. Pero su adicción a pedir prestado del exterior lo hace ver más que nunca como un mercado emergente. Un colapso del dólar podría provocar un alza de los precios del petróleo y otras importaciones. Aun si eso no provocara inflación, podría provocar un inoportuno aumento de las tasas de interés.

Un temor que se cumple a sí mismo. Puede que el desempleo sea alto y que la Fed se muestre cautelosa, pero si los consumidores, los trabajadores, las empresas y los inversionistas esperan que haya inflación, podrían hacer que sus temores se hagan realidad, incrementando los precios y demandando aumentos salariales en un delirio generalizado que desafíe las aseveraciones de los economistas y los funcionarios de la Fed de que no existe un motivo para la inflación. Las previsiones inflacionarias no siempre corresponden a la realidad económica objetiva. Las constantes promesas del presidente de la Fed, Ben Bernanke, de sostener la estabilidad de los precios están dirigidas a mantener esas expectativas bajo control.

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