Tierra de meteoritos

El Correo Digital
20/04/09

El paraje conocido como Campo del Cielo, a 800 kilómetros de Buenos Aires, fue testigo hace 4.000 años de una lluvia cósmica que dejó miles de cráteres

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La Luna está en la Tierra y si no es así, algo muy parecido se esparce por Campo del Cielo, la mayor extensión de meteoritos que se conoce en el globo. En ese enclave de la provincia del Chaco, a unos ochocientos kilómetros al norte de Buenos Aires, se produjo hace cuatro mil años la lluvia cósmica más copiosa de la que se tiene noticia. Como resultado de aquella explosión quedó una alfombra de cráteres y miles de meteoritos, entre éstos, el segundo de mayor volumen y peso del mundo: el 'Meteorito Chaco', de treinta y siete toneladas.

Descubierto en el año 1965 por una expedición científica al mando del geólogo norteamericano William A. Cassidy, esta inmensa roca estuvo a un tris de caer en manos de la red internacional que se dedica al saqueo y comercio de meteoritos. «Lo cargaron con una grúa en un camión y lograron llegar hasta la frontera donde, por fortuna, fueron interceptados por un policía que estaba avisado y, aunque le intentaron sobornar, cumplió con su deber y se pudo recuperar. Se cuenta que lo tenían vendido a un banco japonés por 60 millones de dólares».

La historia la relatan Mario Ariel Vesconi y Evangelina Soledad Fernández. Ambos son miembros de la Asociación Chaqueña de Astronomía y están entregados ad honorem al rastreo, excavación, extracción y mantenimiento de los meteoritos y los cráteres que coronan el Parque Nacional Pigüen N'Onaxa, nombre original en alguna de las lenguas aborígenes de la región de Campo del Cielo.

Sin medios, sin dinero

Sin medios, con una infraestructura turística nula y con años a sus espaldas para defender el mayor tesoro de la provincia más pobre de Argentina, junto con Santiago del Estero, ambos investigadores se lamentan: «El principal problema es que tenemos algo único en el mundo, pero el Gobierno es incapaz de valorarlo».

La falta de medidas de seguridad y de un plan adecuado para su mantenimiento ha llevado a estos jóvenes a adoptar una decisión drástica: «No vamos a extraer más meteoritos a la superficie mientras no tengamos garantías o se den las condiciones adecuadas. El resto los vamos a dejar donde están». El «resto», como dicen ellos, pueden ser un millón «del tamaño de un huevo» o de algo más voluminoso, como un ternero. Ahora se encuentran sepultados bajo tierra, cubiertos por la vegetación y escondidos dentro de sus propios cráteres, los que formaron al estrellarse hace 4.000 años. Esos socavones, fácilmente confundibles con irregularidades naturales del terreno, son ahora el principal objeto de estudio de la Asociación Chaqueña.
«Los cráteres -explican sobre el terreno- son al meteorito lo que la huella dactilar al ser humano. Toda la información la tenemos en su interior. Al entrar en colisión, el meteorito provoca un cambio en la corteza terrestre, modifica el aspecto de las distintas capas y nos permiten estudiar su historia. El misterio, por tanto, no está en el objeto en sí, sino en el cráter». Por esta razón, no les preocupa no sacar a la superficie otros nuevos. «El año pasado extrajimos hasta 1.125. Algunos de hasta de siete toneladas», apuntan.

Dentro del parque, quien desee seguir la ruta de los meteoritos ya instalados sobre pedestales o plataformas de madera y piedra sólo lo podrá hacer con la compañía de un guía y en automóvil. Salvo media docena de estas gigantescas 'pepitas' metálicas ubicadas junto a la cabaña del guarda, el acceso al resto y el recorrido por los cráteres, en buena parte, puede decepcionar debido a su grado de abandono. Y mientras se mantenga Campo del Cielo en las actuales y pobres condiciones, no se ve factible que acudan los turistas en masa. Es una lástima, ya que esta región de endémica pobreza necesita de todos los recursos para su desarrollo.

«Ni siquiera hay agua potable», reconoce Alberto Carlos Korovaichuk, alcalde de Gancedo, el municipio de 10.000 habitantes al que pertenece Campo del Cielo. Este Ayuntamiento colabora, dentro sus posibilidades, con el desarrollo de la zona. «Al menos, nos facilitan personal para extraer los meteoritos», reconocen Mario Ariel Vesconi y Evangelina Soledad Fernández, expertos en dirigir grúas y llenarse hasta arriba de barro para poder sacar de las zanjas algunas de las mejores piezas exhibidas.

Ventas ilegales

En el despacho de Alberto Carlos Korovaichuk se guardan algunas muestras de pequeños meteoritos y en un depósito se custodian «un número indeterminado». Los investigadores lamentan que no haya «un trabajo adecuado para catalogar y clasificar las piezas». De hecho, muchas familias han hecho fortunas vendiendo al mejor postor los meteoritos encontrados en sus fincas o en el campo, «donde en varias ocasiones hemos tenido que recurrir a la expropiación porque no nos dejaban entrar», recuerdan.

El mercado de la venta de meteoritos por Internet está al alcance de cualquiera. En el portal de subastas eBay se pueden adquirir muestras de aerolitos de Nigeria donde el gramo se cotiza a 3,80 euros; de Namibia por 19; Australia, por 15,30 euros o Campo del Cielo por similar precio. Namibia es donde se descubrió el 'Hoba', de sesenta toneladas, «pero nosotros -matiza Mario- tenemos, además del 'Meteorito Chaco', otro que lleva el número 8, que pesa 15.000 kilos y confiamos en que entre los mas de 16 cráteres que todavía debemos estudiar pueda aparecer en el futuro el más grande del mundo».

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