El Gueto de Gaza y la hipocresía occidental
Tariq Ali
CounterPunch
Traducción al español para Sin Permiso por Daniel Raventós
05/01/09
El asalto al gueto de Gaza, planificado durante seis meses y ejecutado con perfecta sincronización fue diseñado principalmente para ayudar a los partidos israelíes a triunfar en las próximas elecciones de este estado. Los palestinos asesinados son poco más que un triunfo electoral en la lucha desvergonzada entre la derecha y la extrema derecha en Israel. Washington y sus aliados de la UE, perfectamente conscientes de que Gaza iba a ser asaltada, como lo eran que el Líbano lo sería hace pocos años, se sentaron y observaron. Washington, como es habitual, culpó a los palestinos pro-Hamás, con Obama y Bush cantando la misma partitura del grupo de presión proisraelita de EEUU. Los políticos de la UE, sabían del sitio, el castigo colectivo infligido a Gaza, los civiles elegidos como objetivo, etc. [véase el ensayo refrescante de la profesora de Harvard, Sara Roy, en el último London Review of Books] estaban convencidos de que los ataques de cohetitos habían “provocado” a Israel, pero instaron a “ambas partes” para poner fin a la violencia, con efectos nulos. El dictador apolillado Mubarak en Egipto y los islámicos preferidos de la OTAN en Ankara, ni siquiera se tomaron la molestia de hacer una protesta simbólica llamando a sus embajadores de Israel. China y Rusia no convocaron una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU para discutir la crisis.
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Como resultado de la apatía oficial, un producto de este último ataque será crispar a las comunidades musulmanas a lo largo del mundo y aumentar las filas de muchas organizaciones que Occidente dice combatir en la “guerra contra el terror”.
El derramamiento de sangre en Gaza obliga a discutir las más importantes cuestiones estratégicas para ambas partes, todas ellas relacionadas con la historia reciente. Un hecho que precisa ser reconocido es que no existe la Autoridad Palestina. Nunca la hubo. Los acuerdos de Oslo fueron un desastre absoluto para los palestinos, y se crearon una serie de guetos palestinos desconectados y mustios sujetos a la permanente supervisión de un brutal cancerbero.
La OLP, una vez el depositario de la esperanza palestina, se convirtió en poco más que un suplicante del dinero de la UE. El entusiasmo occidental por la democracia se detiene cuando los que se oponen a sus políticas son elegidos para gobernar. Occidente e Israel lo intentaron todo para asegurar la victoria de Fatah: los votantes palestinos rechazaron los sobornos y ataques concertados de la “comunidad internacional” en una campaña que vio a los miembros de Hamás y a otros opositores rutinariamente detenidos o asaltados por las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF, por sus siglas en inglés), sus pancartas confiscadas o destruidas, EEUU y la UE invertir en la campaña de Fatah, y a los congresistas de EEUU vociferar que Hamás no debería gobernar. Incluso la programación de las elecciones estuvo hecha por la determinación de amañar los resultados. Programadas para el verano de 2005, fueron aplazadas hasta enero de 2006 para dar a Abbas tiempo de distribuir prebendas en Gaza (en palabras de un agente de inteligencia egipcio: “la gente dará entonces el apoyo a la Autoridad Palestina contra Hamás”). El deseo popular de un escobazo después de diez años de corrupción, amenazas y jactancias bajo Fatah demostró ser más fuerte que todo eso.
La victoria electoral de Hamás fue tratada como un signo ominoso del fundamentalismo creciente, y un aterrador golpe a las perspectivas de paz con Israel, por gobernantes y periodistas del otro lado del mundo atlántico. La maquinaria de las presiones diplomáticas y financieras se puso en marcha para forzar a Hamás a que adoptase las mismas políticas de aquéllos a quienes habían derrotado en las urnas.
Sin las trabas de la combinación de codicia y subordinación de la Autoridad Palestina, sin el enriquecimiento de sus voceros y policías serviles, y su aquiescencia en el “proceso de paz”, que ha llevado solamente a una adicional expropiación y miseria a la población bajo su mandato, Hamás ofreció la alternativa de su propio ejemplo. Sin los grandes recursos de su rival, estableció clínicas, escuelas, hospitales, formación profesional y programas de bienestar para los pobres. Sus jefes y cuadros viven frugalmente, al alcance de la gente corriente. Es esta respuesta a las necesidades cotidianas la que se ha ganado amplias bases que la apoyan, no el cacareo diario de los versos coránicos.
Si su conducta en la segunda Intifada le ha dado un grado adicional de credibilidad es menos claro. Sus ataques armados a Israel, así como los de la Brigada de los Mártires Al-Aqsa de Fatah o la Jihad Islámica, han sido respuestas contra una ocupación mucho más morífera que cualquier acción que nunca se haya acometido. Medida en la escala de los asesinatos de la IDF, los golpes de los palestinos son escasos y siempre mucho menos violentos. La asimetría pudo ser crudamente computada durante el alto el fuego, propuesto unilateralmente por Hamás, iniciado en junio de 2003, y mantenido durante el verano a pesar de los numerosas campañas de ataques israelíes y de los arrestos masivos que aumentaron durante el mencionado alto el fuego, en los cuales más de 300 cuadros de Hamás fueron secuestrados en Cisjordania.
El 19 de agosto de 2003, una célula que se autoproclamaba perteneciente a Hamás, en Hebrón, ya denunciada y desautorizada oficialmente por los dirigentes de Hamás, hizo estallar un ómnibus en Jerusalén Oeste; Israel reaccionó de inmediato con el asesinato de Ismail Abu Shanab, negociador jefe de Hamás del alto el fuego. Hamás respondió también. A su vez, la Autoridad Palestina y los estados árabes suspendieron la ayuda financiera a las iniciativas sociales de Hamás y, en septiembre de 2003, la UE accedió a la antigua petición que Tel Aviv llevaba haciendo: incluyó a Hamás en su lista de organizaciones terroristas.
Lo que distingue a Hamás, que lidia en combate desigual, no son los hombres-bomba, recurso compartido con otros grupos, sino su superior disciplina, manifestada por su habilidad para hacer respetar el alto el fuego declarado unilateralmente contra Israel a lo largo del año pasado. Todas las muertes han de ser condenadas, sobre todo la muerte de civiles, pero Israel es, con mucho, el causante del mayor número de asesinatos, dato que los europeos y los estadounidenses prefieren silenciar completamente. Los palestinos no podrían matar en la proporción en que lo hacen los israelitas puesto que el ejército de Israel está equipado con reactores, carros de combate, misiles y es el más fuertemente armado ejército de ocupación de toda la historia moderna. “Nadie puede rechazar o condenar que se revele contra sus ocupantes una población que ha estado sufriendo una ocupación militar de 45 años”, dejó dicho el general Shlomo Gazit, antiguo jefe de la inteligencia militar de Israel, en 1993.
El verdadero problema de los EEUU y de la UE contra Hamás reside en que esta organización rechazó la aceptación de la capitulación de los Acuerdos de Oslo y, posteriormente, de Taba a Ginebra, han rechazado dejar en el olvido los desastres que EEUU y la UE han impuesto a los palestinos. Los EEUU y la UE tienen desde entonces, como prioridad, doblegar la resistencia de Hamás. Cortar las financiaciones a la Autoridad Palestina es el arma obvia para obligar a la sumisión a esta organización. Aumentar los poderes de Abbas —colocado por Washington como también lo fue Karzai, en Kabul—, a expensas de la influencia del Consejo Legislativo, es otra de las armas utilizadas.
No hubo ningún esfuerzo serio para negociar con los líderes políticos palestinos electos. Dudo que Hamás se dejase sobornar con facilidad por los intereses israelitas y occidentales, pero si así fuera, no sería el primer caso. Hamás carga con un pesado fardo, desde su formación, y es la flaqueza del nacionalismo palestino: la creencia que sólo habría dos posibilidades, o el completo rechazo de la existencia de Israel o la aceptación del desmantelamiento de Palestina, hasta ser reducida a una quinta parte de su territorio. Entre el desvarío maximalista de la primera vía y el patético minimalismo de la segunda, el camino es muy estrecho, como la historia de Fatal ha demostrado.
La prueba para Hamás, no es ser o no ser domesticado a satisfacción de la opinión pública occidental, sino, más bien, conseguir separarse del peso devastador de este atroz pasado. Inmediatamente después de la victoria electoral de Hamás, un palestino me preguntó, en una entrevista, qué haría si estuviese en lugar de Hamás. “Disolvería la Autoridad Palestina”, fue mi respuesta y el fin de la imaginada hipótesis. Hecho esto, sería posible reponer la causa nacional palestina sobre bases adecuadas para exigir que el territorio y sus recursos sean compartidos proporcionalmente entre las dos poblaciones cuantitativamente parecidas, no con el 80% para los israelitas y el 20% para los palestinos, una desposesión tan inicua que, a largo plazo, ningún pueblo jamás la asumirá. La única solución aceptable es un único estado, para israelitas y palestinos, en el cual los crímenes del sionismo puedan al fin ser reparados.
No hay otra alternativa. Y la ciudadanía de Israel bien podría cavilar sobre las siguientes palabras de Shakespeare (de El mercader de Venecia), en las que he introducido leves cambios:
“Soy palestino. ¿No tiene ojos el palestino?, ¿No tiene manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones? ¿No come la misma comida, no muere por las mismas armas, no padece las mismas enfermedades, no sana del mismo modo, no se calienta en el mismo verano y no se hiela en el mismo invierno, como el judío? Si nos pinchan, ¿no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos envenenan, ¿no morimos? Si nos hacen daño, ¿no nos podemos vengar? Si somos iguales en todo, por qué reprocharnos por ser iguales también en eso… la villanía que nos enseñaron, la llevaré a cabo; y será duro, pero mejoraré la instrucción.”
Tariq Ali es miembro del consejo editorial de SIN PERMISO . Su último libro publicado es The Duel: Pakistan on the Flight Path of American Power [hay traducción castellana en Alianza Editorial, Madrid,2008: Pakistán en el punto de mira de Estados Unidos: el duelo].
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