Israel-2008: crisis política y paz estancada

Ulises Canales
Prensa Latina
05/12/08

La crisis política desencadenada por escándalos de corrupción y la consiguiente convocatoria a elecciones anticipadas sirvieron de pretexto a Israel para acentuar su ya probada intransigencia en las negociaciones de paz con los palestinos.

Desde que en julio del año por concluir tomaron fuerza las acusaciones de latrocinio contra el primer ministro Ehud Olmert, quien se vio obligado a anunciar su renuncia, el estado hebreo quedó sumido en una peligrosa combinación de letargo y agitación política.

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Tanto las conversaciones con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) relanzadas en noviembre de 2007 por Estados Unidos en Annapolis, como la tregua pactada en junio de 2008 con el Movimiento de la Resistencia Islámica (Hamas) en la Franja de Gaza, quedaron sentenciadas a muerte.

Virtualmente en calidad de cuidador del gobierno desde julio, Olmert se limitó a mantener lo actuado por su equipo, sin renunciar a las frecuentes redadas, arrestos y ataques contra palestinos en los territorios ocupados de la Ribera Occidental.

También recrudeció el bloqueo contra Gaza, al punto de crear una crisis humanitaria, y casi despidió el año con ataques aéreos que, al desatar una respuesta armada de los islamistas, generaron un clima de beligerancia nocivo para el cese el fuego logrado gracias a Egipto.

Tel Aviv supo igualmente aprovechar -y azuzar- a su favor las rivalidades entre los islamistas de Hamas y el partido Al-Fatah, del presidente de la ANP, Mahmoud Abbas.

Consumadas las primarias de Kadima, la nueva líder del partido, Tzipi Livni, fue encargada por el presidente Shimon Peres para crear un gobierno de coalición, pero desistió luego de cuatro semanas de infructuosa persuasión a otros partidos.

La inevitable convocatoria a comicios adelantados, que serán el 10 de febrero, implicó la desintegración del parlamento o Knesset y un nuevo desgaste entre las principales fuerzas políticas hebreas como reflejo de la situación vivida a nivel interno y regional.

Al sonar el silbato de arrancada de la lid, el jefe del derechista partido Likud, Benjamín Netanyahu, abogó porque Israel no negocie la división de Jerusalén, cuya parte oriental los palestinos reclaman como capital de su futuro estado, ni el tema de los refugiados.

Netanyahu apuntó que si vuelve a desempeñarse como primer ministro buscará la paz con los vecinos árabes mediante lo que calificó de "nuevo enfoque", pero descartó la retirada israelí de las Alturas del Golán sirio, Jerusalén o la mayor parte de la Ribera Occidental.

Aunque entre los políticos judíos existen grandes coincidencias en cuanto a la relación con los palestinos, el rechazo a hablar de Jerusalén fue el matiz que también llevó al líder del ultraortodoxo partido Shass, Eli Yishai, a negarle apoyo a la ex agente del Mossad.

En su condición de canciller y jefa del equipo negociador israelí con la ANP, Livni se comprometió con Washington a propiciar la creación de un estado independiente con su capital en Jerusalén Este.

Las encuestas iniciales favorecieron a Netanyahu en alianza con el bloque derechista ultraortodoxo hasta con 64 de los 120 escaños parlamentarios, pero sondeos posteriores equilibraron las preferencias entre el jefe de Likud y Livni, representante del llamado "centrismo".

El virtual empate hizo que muchos en Israel prefieran la cómoda posición de "esperar y ver" qué ocurrirá, aunque el pueblo palestino se perfiló desde el comienzo como el gran perjudicado.

Como elementos adicionales vale mencionar el triunfo en las presidenciales de Estados Unidos de Barack Obama, quien no esconde su identidad con los hebreos, y el casi nulo éxito del llamado Cuarteto para el Medio Oriente en fomentar una paz justa para los palestinos.

Por un lado, un informe de 21 organizaciones y agencias de ayuda al Medio Oriente consideró que el mencionado Cuarteto fracasó en conseguir progresos significativos para la paz en la región.

Una de las principales críticas al ente formado por Rusia, Estados Unidos, la ONU y la Unión Europea fue su incapacidad -intencional o no- para hacer que Israel detuviera la expansión de colonias judías en los territorios ocupados y respetara la denominada Hoja de Ruta.

Analistas políticos de diversas tendencias coinciden en que el proceso pacificador se retrasará al menos un año, porque después de las elecciones hebreas habrá que aguardar por la formación del gobierno, que, además, requerirá de tiempo para funcionar a plenitud.

Incluso, consideran que, amén del inmovilismo de las conversaciones, la desunión verificada en las filas palestinas fue una fuerte justificación para Israel negarles un estado independiente en el que tentativamente no habría estabilidad.

Lo irrefutable es que palestinos e israelíes despiden 2008 sin el acuerdo de paz prometido por Washington y, peor aún, los primeros seguirán a la espera de hacerse de un estado soberano, delimitar su territorio y ver retornar a sus casi cuatro millones de refugiados.

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