Tráfico de menores: también un mal del fútbol mundial

Prensa latina
Héctor Miranda
29/09/08

El Tigre, Venezuela. - El tráfico de menores además de ser un patrimonio de bandas criminales con el objetivo de vender a los infantes a familias adineradas o comercializar sus órganos, llegó al deporte, donde echa cada vez más sólidas raíces.

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Miles de buscadores de talento recorren cada día las instalaciones deportivas de los países pobres -y también de los barrios marginales de las naciones ricas- en busca de algún chico talentoso con los cuales dar un golpe de fortuna.

Ocurre en el baloncesto, el béisbol y el boxeo, pero en ninguno como en el fútbol, una disciplina que alimenta las esperanzas de millones de hambrientos en Africa y Suramérica, sobre todo.

Cualquier pequeño que tire un taco elegante o haga una gambeta a un compañero de juego puede estar en el objetivo de los buscadores, quienes enseguida comunicarán a los grandes clubes haber descubierto una perla.

Es la ley del fútbol y aunque la poderosa Federación Internacional (FIFA) prohíbe las transferencias de jugadores menores de 18 años, nadie puede contra las fortunas inmensas de las poderosas franquicias.

Un día, hace ya unos años, un ojeador del club español Barcelona descubrió a un chico de 13 abriles, espectacular, con una habilidad exquisita para tocar la pelota, para acomodarla a sus pies y para leer las situaciones de juego.

A los pocos días Lionel Messi estaba en la urbe catalana con un tratamiento hormonal para aumentar su físico, demasiado endeble y pequeño para el fútbol de máxima competición.

Sus padres encontraron trabajo seguro y Argentina perdió a uno de sus futuros cracks, en una historia que tuvo un final feliz, porque no todos llegan a donde Messi, considerado hoy entre los tres mejores del mundo.

La edad con la cual Messi se fue a Europa no es récord ni mucho menos. Cada día se marchan o se inscriben en escuelas del Milán AC, Chelsea, Manchester United o Real Madrid centenares de pequeños.

Incluso, al concierto de los poderosos de siempre, se suman otros, entre ellos el Villarreal español, cuyos buscadores de talento asolaron Suramérica en los últimos meses, al extremo de que uno del Madrid se quejó.

"Vi en Brasil a una docena de chicos talentosos pero 10 de ellos ya estaban comprometidos con el Villarreal", comentó entonces.

El sociólogo mexicano Juan Villoro, escritor, analista de fútbol y apasionado del más universal, cree que la tendencia es a aumentar el ritmo del tráfico y la contratación de menores de edad, con la intención de encontrar cracks del futuro.

Villoro piensa que en un futuro no muy lejano se harán contrataciones prenatales y pone el ejemplo del hijo del astro argentino Sergio Kun Agüero con la hija de Diego Armando Maradona.

Alguien puede pensar en la transferencia de genes y querer contratar al pequeño antes de nacer, comentó Villoro a un canal de televisión, aunque en este caso no será el dinero el móvil, porque el vástago de Agüero nacerá en cuna de oro.

Otro de los grandes conocedores del balompié, el argentino Jorge Valdano, cree que ese fenómeno perdurará, porque millones de familias pobres, solo por asegurar el futuro, verán con buenos ojos cualquier contratación.

Si llegan a estrellas, bien. Y si no regresan a casa y a empezar una nueva vida, dirán algunos, mientras otros se quedan en la glamorosa Europa y luego visten hasta los colores de selecciones nacionales que les son ajenas.

¿Cuántos africanos no defienden los colores de Francia? Basta con observar un par de fotos de dos momentos de la selección gala para darse cuenta. Una de cuarenta años atrás y otra de hoy.

Portugal, con los brasileños Pepe y Deco, vive una situación similar. Y España no queda al margen, al extremo que en el último mes el seleccionador Vicente del Bosque convocó a Bojan Krkic solo para que no debutara con Serbia.

Tal vez no lo llame nunca más, pero por lo menos acabó con las críticas de la opinión pública, que reclamaba un paso por la selección para que otra no lo pudiera elegir.

Así va el fútbol, cada vez con más poder y dinero, sin pensar en las secuelas que deja.

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