Codicia + captura del regulador= crisis financiera

Luis de Velasco
Estrella Digital
26/09/08

Ya es suficiente. Enough is enough. Tras una semana al borde del abismo, la Administración Bush manda al Séptimo de Caballería en auxilio del sistema financiero, mediante el rescate de los activos tóxicos, por supuesto con fondos públicos.

Aún es muy pronto para estimar la factura, pero se ha avanzado unos costes directos del orden del 10 por ciento del PNB de Estados Unidos, es decir, cerca de 1,4 billones de dólares, algo parecido a todo el PIB español.


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A ello hay que añadir los costes indirectos en términos de deterioro de la actividad económica, baja de la producción, aumento del paro y de la inflación, etc.

El rescate, que ha producido la euforia en las bolsas del mundo, supone que los brutales destrozos causados por los "Masters of the Universe" de Wall Street son pagados por los contribuyentes, los ciudadanos de a pie, lo que en EEUU se llama la Main Street.

Fondos públicos pagan vicios privados, socialismo para ricos que se embolsan sueldos, otras gabelas y blindajes -los famosos "paracaídas dorados", los golden parachutes- si son cesados.

No parecía haber otra opción. Entre el derrumbe del sistema o esta intervención, lo aconsejable es lo segundo. De acuerdo, pero a partir de aquí que los conversos, los fundamentalistas, no nos hablen de aquello de dejar actuar a la schumpeteriana "destrucción creadora" y que los mercados se ajustan por sí solos.

Zarandajas cuando estamos ante la intervención pública más grande de la historia tras la del New Deal. Aquellas ocurrentes frases de Reagan, ídolo de los desreguladores, de que "el Gobierno no es solución, es el problema" y de que "las palabras que más temo son ésas de "Soy del Gobierno y vengo a ayudar" merecen ir al basurero de la historia.

Las raíces últimas de esta crisis descansan en dos factores, interrelacionados entre sí. Codicia (Greed) y captura, por esos mismos intereses, del regulador, tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo.

La codicia de unos cuantos, de los "Señores del Universo", les ha llevado a diseñar productos bajo el vendido señuelo de la "innovación financiera" que ayudaría al mejor funcionamiento del mercado y, en definitiva, al mayor bienestar para todos.

En la práctica eso lo que ha sido es una explosión de nuevos instrumentos derivados (hace años ya el Banco Internacional de Pagos alertó sobre el enorme peligro de ellos), imposibles de comprender en muchos casos (como dijo el ex secretario del Tesoro americano el banquero Robert Rubin), con el resultado de un enorme y creciente apalancamiento de estas entidades que han jugado al capitalismo salvaje sin capital propio.

Hoy, las transacciones financieras mundiales son muchísimos múltiplos superiores a las físicas y creciendo. Dos datos en EEUU: el balance conjunto de los bancos de negocio era hace veinte años el 3 por ciento del PIB, hoy es más del 23. Las ganancias del sector financiero eran el 10 por ciento del total, hoy son el 40. Capitalismo financiero, de casino, a toda pastilla.

No hay que engañarse. Lo ocurrido no es sólo porque hay unas cuantas manzanas podridas que buscan a toda costa más poder y dinero. La cosa, para utilizar la palabra de moda, es sistémica: esos poderes han secuestrado a los reguladores en todos los niveles y las decisiones o no decisiones de éstos han establecido unas reglas de juego que han hecho posible lo ocurrido.

Veamos algunos ejemplos. Dentro de una tendencia general a la denominada autorregulación por los propios sectores, es decir, desregulación a tope, ha habido casos de no regular (ejemplos en las agencias de rating, trufadas de conflictos de intereses y decisivas en esta crisis, y también el private equity y los hedge funds), así como de modificaciones decisivas en regulaciones anteriores (caso de la derogación de la Glass-Steagall Act o disposiciones en el 2004) de la SEC, permitiendo a los cinco grandes bancos de inversión (tres ya no existen) aumentar la relación deuda-capital neto de 12 a 1 hasta 40 a 1).

Los reguladores han dejado crecer sin intervenir, por mor de esa cacareada innovación financiera, un enorme conjunto de servicios y productos financieros, la mayor parte de los cuales son intrafinancieros, improductivos, especulativos y peligrosos.

Aunque el susto ha sido y es monumental, hay que ser un poco escéptico respecto de las medidas que se adopten. Como en otras ocasiones, habrá mayor regulación y control, pero luego, pasado algún tiempo y olvidado el susto, la experiencia muestra que se relajan los controles y vuelta a empezar.

Al fin y al cabo, la codicia es inherente al ser humano. Más aún y muy importante: hoy, todos los políticos claman contra Wall Street pero resulta que Wall Street es la principal fuente de financiación de sus campañas presidenciales y legislativas. Que se lo pregunten ahora a McCain y a Obama. Y esos favores hay que devolverlos luego. Así funciona esta democracia muy agujereada.

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