Todo lo que sé de Gilad Shalit (y lo que no sé de los palestinos secuestrados y retenidos en Israel)

Simon J. Black
simonjblack.com
Traducido Atenea Acevedo
09/07/08

Conozco a Gilad Shalit. No en persona, pero podría describirlo físicamente y decir su edad, a qué colegio asistió, de qué ciudad es, cuál es el nombre de su padre, describir físicamente a su padre y la forma en la que sufre por su hijo.

Sé que no es la primera vez que la familia Shalit ha recibido el impacto emocional del conflicto armado. Sé que Yoel, tío de Gilad, murió durante la guerra árabe-israelí.

Sé que el hermano de Gilad se llama Yoel, en nombre de su tío muerto. Sé que su hermano va a la universidad en Haifa y está preocupado por Gilad. Sé que Gilad se encuentra en manos de los palestinos desde su captura cuando su puesto militar fue tomado por asalto.

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Sé que Gilad es el primer soldado israelí capturado por los palestinos desde 1994. Sé que sus amigos lo describen como un joven tranquilo y callado.

Sé que el Primer Ministro de Israel, Ehud Olmert, ha hablado con el padre de Gilad y le ha asegurado que está haciendo todo lo posible para conseguir la liberación de su hijo.

Sé, también, que las palabras “todo lo posible” en boca del Primer Ministro Olmert incluyen el castigo colectivo del pueblo palestino mediante incursiones militares en territorio palestino, la destrucción de infraestructura y los cortes de energía eléctrica que dejan a las familias en total oscuridad.

Sé todas estas cosas porque veo el noticiario nocturno y leo el periódico. Desde su captura, ha sido imposible evitar la imagen de Gilad Shalit y la vida e historia detrás de esa imagen.

Lo que no sé son los nombres, lo que no he visto son los rostros de los cientos de niños palestinos presos en cárceles israelíes. No podría decir nada de alguno de sus hermanos o hermanas, si les gustaría ir a la universidad o si sus nombres les fueron dados para honrar a un pariente muerto.

Tampoco podría dar detalles de los miles de palestinos y palestinas que el Estado de Israel tiene presos sin acusaciones concretas y sin haber sido juzgados. No podría decir si sus amistades y su familia los describen como personas tranquilas o calladas.

Son personas sin nombre, sin rostro, reducidas a meros pedazos de vida: seres humanos sin derechos, carentes de dignidad y del respeto del prójimo. Tampoco merecen la atención de la BBC, The Globe and Mail, Ha'aretz o The New York Times.

A menos, claro, que participen en algún acto de violencia tan horroroso, tan aparentemente inexplicable e incomprensible que despierte una curiosidad biográfica, amerite la elaboración de un perfil psicológico y uno de esos docudramas tipo qué-habrá-fallado-en-ese-estudiante-universitario-divertido-y-lleno-de-aspiraciones.

Parece que su sufrimiento no merece la atención de los medios de comunicación masiva.

Su encarcelamiento no alimenta los titulares de los medios nacionales. Su detención arbitraria carece de explicaciones o justificaciones en las páginas de opinión en los diarios ni es tema de análisis para las cabezas parlantes que cada noche recitan las noticias por televisión.

No correrá tinta para narrar sus historias, sus vidas.

Tal es la tragedia del pueblo palestino. Tal es la tragedia de muchos de nosotros.

Solo conocemos a Gilad Shalit.

Sobre el autor

Atenea Acevedo es miembra de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.

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