La compasión de Israel hacia Haití no puede ocultar nuestro odioso comportamiento en Gaza
Michel Collon
La Haine
Traducido del francés para La Haine por Felisa Sastre
23/01/10
El 80% de los hombres, mujeres y niños que viven tan cerca de nosotros están sumergidos en la pobreza extrema.
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¿Quién ha dicho que estamos encerrados en nuestra burbuja de Tel Aviv? ¿Cuántos países pequeños, rodeados de enemigos, montan hospitales de campaña en la otra punta del mundo?
Proporciónennos un terremoto en Haití, un tsunami en Tailandia, o un atentado terrorista en Kenia y la oficina del portavoz de las FID [fuerzas armadas israelíes] se lucirá. Siempre es posible disponer de una avión de carga para llevar a periodistas militares que nos ofrecerán noticias sobre los admirables jóvenes del mando militar.
Todo el mundo hace un trabajo digno de mención: equipos de socorro que buscan supervivientes; médicos que salvan vidas, e incluso periodistas que les dan golpecitos en la espalda bien merecidos. Tras la comparecencia ante el mundo de nuestro vice-ministro de Asuntos Exteriores, la comunidad internacional en su totalidad puede ahora contemplar el rostro amable de Israel.
Pero la notable solidaridad con las víctimas de la terrible tragedia que arrasa al lejano Haití resalta aún más la indiferencia ante el sufrimiento que soporta el pueblo de Gaza. A poco más de una hora de coche de las oficinas de los grandes periódicos israelíes, millón y medio de personas viven asediadas, como en una isla desierta, desde hace dos años y medio. ¿Quién se preocupa por saber que el 80 % de los hombres, mujeres y niños que viven tan cerca de nosotros están sumergidos en la pobreza extrema? ¿Cuántos israelíes saben que la mitad de los gazíes dependen de la ayuda humanitaria, que la operación Plomo fundido ha dejado a centenares de personas discapacitadas, que las aguas negras se vierten directamente al mar?
Los lectores de los periódicos israelíes conocen la historia del bebé rescatado de los escombros en Puerto Príncipe. Pero es improbable que oigan hablar de los niños que duermen entre las ruinas de sus casas en Gaza. Como las fuerzas armadas israelíes [en el original “Fuerzas de Defensa Israelíes” FID] impiden que los periodistas entren en la Franja, tenemos una excusa excelente para esconder la cabeza en la arena de las playas de Tel Aviv; y sólo en la última página de los periódicos se pueden encontrar, si hay suerte, informes clínicos sobre la situación en Gaza, elaborados por organizaciones de defensa de los derechos humanos como B’tselem o Gisha, centro jurídico para la defensa de la libertad de movimientos, y Médicos por los derechos humanos, Israel. Para tener una idea de la vida en la mayor cárcel del mundo, es preciso burlar al “Gran Hermano” y acudir a cualquiera de las grandes agencias de noticias extranjeras.
En Haití, se trata de un desastre natural; el que ha azotado Gaza es la vergonzosa obra del ser humano. Es nuestra obra. Las fuerzas armadas no envían a la Franja aviones de carga repletos de medicinas y equipos médicos. Ya hace un año que los misiles lanzados por los aviones de combate israelíes dañaron más de 60.000 viviendas y fábricas, y redujeron a escombros 3.500. Desde entonces, 10.000 personas viven sin agua corriente, 40.000 sin electricidad, el 97% de las industrias están paradas debido a las restricciones impuestas por el gobierno israelí a la entrada de las materias primas que necesitan. Pronto hará un año desde que la comunidad internacional se comprometió, durante la conferencia de emergencia de Sharm el Cheikh, a donar 4.500 millones de dólares para la reconstrucción de Gaza. Cantidad que se ha convertido en papel mojado ya que Israel prohíbe la entrada de materiales de construcción.
Días antes de que los médicos israelíes se apresuraran a salvar las vidas de haitianos heridos, los responsables del puesto de control de Erez impidieron a 17 personas llegar al hospital de Ramala para recibir con urgencia un trasplante de córnea.
¿Habrían votado esas personas a Hamás? Mientras los psicólogos israelíes cuidan de los huérfanos haitianos con gran dedicación, los inspectores israelíes tratan de que nadie intente ocultar una muñeca, un cuaderno o una barra de chocolate en un contenedor que traslada a Gaza mercancías esenciales. ¿Qué importa que la comisión Goldstone haya exigido que Israel levante el bloqueo de la Franja y acabe con el castigo colectivo a sus habitantes? Sólo quienes odian a Israel podrían exigir que se haga justicia contra el primer país que ha montado un hospital de campaña en Haití.
Es cierto que las milicias haitianas no lanzaban cohetes contra Israel. Pero el sitio de Gaza no ha acabado con los Qassam. La sorprendente prohibición, establecida en 2007 para la entrada de cilantro, vinagre y jengibre en la Franja, tenía como objetivo acelerar la liberación del Gilad Shalit y provocar la caída del gobierno de Hamás. Pero como todos sabemos, ninguno de los dos objetivos se ha conseguido y, a pesar de las críticas internacionales, Israel sigue con la prohibición de entrar en Gaza. Ni las imágenes de nuestros excelentes médicos en Haití pueden disimular nuestro odioso comportamiento en la Franja de Gaza.
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