Cómo pensar acerca de China
Immanuel Wallerstein
La Jornada
Traducción: Ramón Vera Herrera
23/01/10
Si por todo el mundo se hiciera la pregunta de qué piensan de Estados Unidos como país y como potencia mundial, uno obtendría respuestas muy claras. Todos tienen una opinión –del Norte o del Sur, ricos o pobres, hombre y mujeres, políticamente en la derecha o en la izquierda, jóvenes o viejos. Las opiniones varían enormemente, de las favorables en extremo a las hostiles en extremo. Pero la gente siente que sabe cómo pensar acerca de Estados Unidos.
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Hace 30 años, lo mismo era probablemente cierto para el caso de China. Pero esto ya no es cierto. Mucha gente, tal vez la mayoría de la gente, por todo el mundo ya no está segura de lo que piensa de China como país o como potencia mundial. De hecho, es materia no sólo de incertidumbre sino de agudo debate. Es útil entonces revisar cuáles asuntos tiende a discutir la gente fuera de China cuando discute sobre China. Hay tres principales.
El primero y tal vez el más conocido debate es si hay que pensar a China esencialmente como un país socialista o como un país capitalista. Por supuesto, China proclama todavía ser socialista. China continúa gobernada por el Partido Comunista. Por otra parte, China parece basar el funcionamiento de sus operaciones económicas internas, y ciertamente su comercio mundial, en los principios del mercado.
Los puntos de vista de la izquierda política mundial y de la derecha política mundial no están unificadas en este punto. Están aquellos de derecha que insisten en que las operaciones de mercado son meramente una fachada para lo que continúa siendo el intento gubernamental de proseguir con los objetivos históricos de una ideología maoísta-marxista-leninista tradicional. Pero hay muchos en la derecha política que ven al país en "transición" hacia una economía basada plenamente en el mercado y piensan que lo que es fachada es la ideología, no las operaciones mercantiles.
Lo mismo es cierto para la izquierda. Hay los que ven a China gobernada todavía por los mismos objetivos socialistas y consideran que las operaciones de "mercado" son o una retirada táctica o una fachada. Pero hay otros de izquierda que son cínicos acerca de las actuales políticas de China o están abiertamente desilusionados.
El siguiente punto que divide la opinión es si China todavía es parte del Sur o ya se volvió parte del Norte. Hace 30 años, no había duda. En 1955, China asistió a la conferencia afroasiática en Bandung. Se presentó a sí misma por todas partes como promotora militante de los puntos de vista y los intereses geopolíticos del sur. Pero ahora, China está clasificada como la más fuerte de las naciones "emergentes" y la segunda economía más fuerte del mundo. La prensa mundial habla del G-2 (Estados Unidos y China), que en efecto comparten el poder mundial. Qué diferente de lo que ocurría a finales de los años 60 cuando China hablaba de Estados Unidos y la Unión Soviética como "las dos superpotencias" contra las que todos los demás debían unirse.
Así que hay muchos en el Norte y en el Sur que hoy consideran a China como esencialmente parte del Norte. Pero hay también otros, tanto en el Norte como en el Sur, que siguen considerando a China como la voz principal en el Sur. Después de todo, dicen, una gran parte de la población de China sigue viviendo con un nivel económico muy bajo.
Finalmente, quizá la cuestión más controvertida es si hay que continuar pensando a China como una potencia líder antimperialista o si hay que pensar a China como una potencia imperialista. Esto está menos debatido en el Norte que en el Sur. Hay muchos que insisten en que China continúa jugando un papel crucial en desbaratar el imperialismo estadunidense que, ellos dicen, continúa siendo la principal fuerza imperialista en el mundo.
Más aún, apuntan a los modos en los cuales la asistencia económica china a países de Asia, África y América Latina se entrega sin las ataduras en que normalmente se otorga la asistencia estadunidense y europea. Los chinos, dicen, ofrecen mucho del apalancamiento económico necesario a países en el Sur –un ejemplo primordial de cooperación socialista.
Pero hay otros en el Sur que ven la asistencia china como un modo de garantizarse el acceso a materia prima clave de maneras en que no sea necesario cumplir con las necesidades óptimas de estos países. Y hay otros que están perturbados por el flujo de pequeños comerciantes chinos a estos países, que aseguran que sus actividades minan el pequeño comercio local y que constituyen una forma de avanzada de colonización.
Hoy el debate es viscoso y las líneas divisorias inciertas. Es poco probable que esto continúe así por mucho tiempo. De aquí a 10 años, quizá, ciertamente en 20 años a partir de ahora, todos sabrán cómo pensar acerca de China otra vez. Las opiniones (en pro y en contra) volverán a ser firmes de nuevo.
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