Es mejor ser una vaca en Europa que un pobre en un país en desarrollo
Danielle Bleitrach
Rebelión
Traducido por Caty R.
20/04/08
La frase del título es la amarga afirmación que hacía Joseph F. Stiglitz en 2006, al constatar que «la vaca europea media recibe una subvención de 2 dólares al día (el umbral de la pobreza, según el Banco Mundial). Más de la mitad de los habitantes de los países en desarrollo viven con menos. Por lo tanto, parece que es mejor ser una vaca en Europa que un pobre en un país en desarrollo».
La crisis agrícola y el subdesarrollo
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Stiglitz añadía que «el cultivador de algodón de Burkina Faso vive en un país cuya renta media anual apenas supera los 250 dólares. Se gana la vida penosamente cultivando pequeñas superficies semiáridas. No dispone de ningún tipo de riego y es demasiado pobre para adquirir abonos, un tractor, o semillas de buena calidad. En cambio el cultivador de algodón californiano labra una inmensa explotación de varios cientos de hectáreas con ayuda de toda la tecnología agrícola moderna: tractores, semillas de alta calidad, abonos, herbicidas, insecticidas… La diferencia más impresionante es el riego, el agua que utiliza para este fin está fuertemente subvencionada, por lo que le cuesta mucho más barata de lo que le costaría en un mercado competitivo. Pero a pesar del agua subvencionada y todas las demás ventajas, el agricultor californiano no podría ser competitivo en un mercado mundial justo; además tiene que recibir ayudas directas del Estado que garantizan la mitad de su renta, o más. Sin dichas ayudas, producir algodón en Estados Unidos no sería rentable; gracias a ellas, Estados Unidos es el primer exportador mundial.
Veinticinco mil cultivadores de algodón estadounidenses muy ricos se reparten 3.000 ó 4.000 millones de dólares de subvenciones que les incitan a producir todavía más. Naturalmente, la subida de la oferta provoca una bajada de los precios mundiales que repercute en 10 millones de agricultores en Burkina Faso y otros países de África. En los mercados, integrados a escala mundial, los precios internacionales influyen en los precios internos de los países. Cuando los precios agrícolas mundiales caen debido a las enormes intervenciones estadounidenses y europeas, los precios agrícolas interiores también bajan y esto afecta a todos los agricultores, incluso a los que no exportan y sólo venden en su propio mercado. Y la reducción de los ingresos de los agricultores implica una reducción de los ingresos de todos los que abastecen a los agricultores: sastres, carniceros, tenderos, peluqueros... Todo el mundo sufre las consecuencias en el país. Esas subvenciones seguramente no tenían por objeto hacer tanto daño a tanta gente, pero esta situación era una consecuencia previsible (1).
Lo que supone que las medidas temporales de compra masiva de alimentos en países cuya producción agrícola se ha arruinado sólo pueden empeorar la situación si no se acompañan de un análisis y medidas para ayudar a la reconstrucción de la agricultura.
A unos, en efecto, se les persigue, más allá de la caridad de un día, con la dura ley del mercado y la imposición de las políticas del FMI y del Banco Mundial, que desmantelan los Estados prohibiéndoles apropiarse de sus recursos mineros; y a otros, si se niegan a entregar sus recursos, se les imponen la guerra y la desestabilización. Si se niegan, se emprenden contra ellos «separatismos», se orquestan campañas mediáticas que claman contra las dictaduras y se crean las condiciones ideológicas del derecho de injerencia -el deber de injerencia-. Es este orden internacional, el de un imperialismo sumido en una crisis profunda, lo que hay que reconsiderar.
China tiene la culpa
Porque no hay que olvidar el contexto real, el de una crisis del sistema financiero que ya ha sobrepasado la de las subprimes para convertirse en la crisis total del sistema. Desde hace años el monstruoso endeudamiento de Estados Unidos se transporta por todo el planeta, actualmente estamos frente a una crisis de confianza en lo que pasó a ser en los años setenta la moneda universal, el dólar (2). Todo el sistema aparece como un monstruoso cáncer financiero. Todos los escolares de Francia han visto la popular imagen de la Revolución Francesa en la que un campesino lleva sobre sus hombros al aristócrata y al cura; imagínense al campesino de Burkina Faso cargando en su espalda, además, a las monstruosas instituciones financieras, todos los foros de Davos, las salas donde los expertos juegan con los «productos derivados»... y él tiene una tierra árida, sin abonos, su sudor y su miseria... como aquí los obreros despedidos de sus empleos.
Añadan a eso los biocombustibles... el relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, el suizo Jean Ziegler, declaró el 13 de abril de 2008 en Alemania que la producción masiva de biocombustibles es «un crimen contra la humanidad» por su impacto en los precios de los alimentos a escala mundial. El 14 de abril los campesinos de América Latina solicitaron una moratoria sobre las bioenergías. En poco tiempo, lo que parecía una obsesión de Fidel Castro contra dichas bioenergías aparece, efectivamente, como uno de los factores que agravan la penuria. Porque se añade a todos los demás.
Pero no hay nada mejor que la manipulación de la opinión pública para hacer que el coste de la crisis financiera lo paguen los trabajadores de los países ricos y los pueblos miserables del Tercer Mundo y, sobre todo, para impedir que se unan, que se den cuenta de que se va a intentar socializar las pérdidas y hacerles pagar el coste de la crisis financiera enfrentándolos a unos contra otros.
Así, parece que la moda es acusar de todos los males a los chinos: si actualmente hay revueltas por el hambre es, más o menos, por su culpa. En ese sentido Pascal Lamy, el director general de la OMC, ante la Asociación de periodistas económicos y financieros (Ajef) cuestionó la emergencia de clases medias en China y la India, donde la demanda estalla por la mejora de la calidad de su alimentación. «Cada vez consumen más pollo y cerdo, derivados de la transformación de los cereales», añade. Definitivamente los socialistas franceses, cualesquiera que sean sus tendencias, tienen esto en común: incriminan a China para hacerle carantoñas al imperialismo estadounidense.
Por lo tanto, si creemos a Lamy y otros economistas del mismo pelaje, la gran escalada de la demanda de los países emergentes sería la causa de las revueltas del hambre. Elemental, queridos amigos, hay que ponerles freno porque si pretenden vivir un poco mejor, será la debacle definitiva. Y esto lo vemos surgir incluso en las filas de la extrema izquierda, en la LCR y el PCF, que siguen las huellas erráticas del PS en materia internacional, los defensores de la «contención», no para ellos, sino siempre para esos malditos chinos.
Muchos de ustedes son demasiado jóvenes para haber conocido la aguda crisis del dólar de 1971. Entonces el Club de Roma achacó la vertiginosa subida del precio de las materias primas y lo que se convirtió en «el choque petrolero» al agotamiento de los recursos naturales. Solución: crecimiento cero. No vivieron aquel sorprendente momento en el que nos invitaron a apagar las luces de nuestras ciudades. Todos los medios de comunicación cantaban la misma canción: los recursos se agotan; y desviaron la atención del hecho de que Estados Unidos activó la máquina de fabricar billetes lanzando un montón de dólares, especialmente para librar su guerra de Vietnam, dólares que ya no tenían ningún patrón de referencia. Por todas partes la clase obrera y los países del Tercer Mundo tuvieron que asumir su parte. Entonces nos explicaron que el planeta se agotaba y era necesario apretarse el cinturón. Nos hicieron gritar «Viva la crisis».
Actualmente todo es culpa de los chinos que, no contentos con ir en sus ratos libres a mortificar a ese gran espiritualista, el Dalai Lama, además quieren comer más carne. Fíjense bien, el chino que ayer consumía 1 kilo de cereales hoy consume 5 kilos transformados en carne. Tienen la culpa de todo, fíjense bien, pronto contaminarán tanto como Estados Unidos.
Desde hace tiempo tengo mis sospechas de que todos esos recién enamorados del espiritualismo tibetano se están diciendo que ya es hora de acabar con los chinos voraces porque si no, pronto no dejarán nada para nosotros. Que el Tíbet sin China sea intolerable y sus habitantes vuelvan a la esclavitud y al subdesarrollo les importa poco. Hace falta que los chinos dejen de consumir para que el mundo viva. Viva el monje ascético que tiende su platillo.
Una magnífica argumentación para los papanatas que somos. Pero si el trigo se ha triplicado desde enero de 2006, como señala de pasada Paul Fabra en su crónica del periódico económico Les Echos, que denuncia a la vez la idea de la escasez y la culpabilización de China y la India: «Hay que mirar más bien hacia los grandes mercados del trigo, la soja y el maíz, el Chicago Mercantile Exchange. Los bancos inversionistas están tomando posiciones fuertes. En ausencia de un mercado organizado del arroz, ciertos fondos de inversión financian el acaparamiento. El mismo razonamiento vale para el petróleo (o los metales). La subida de los precios sólo en parte se explica por la debilidad de las inversiones de los últimos años. La verdad es más bien que esas inversiones parecen totalmente irrisorias frente a las posiciones que, con respecto a la subida, han tomado… los bancos sobre el Nymex (Mercado de materias primas) en Nueva York o sobre el International Petroleum Exchange en Londres. Los mercados se descontrolan porque el oro negro y hasta los productos agrícolas se han convertido en «valores refugio» (3).
Sí, han leído bien; y si se nos organiza la escasez, ¿quienes son los especuladores? Ni el campesino de Burkina Faso, ni el asalariado francés, sea obrero o profesor, ni el chino en su fábrica, ni siquiera el campesino que se beneficia de las subvenciones; son los bancos, las multinacionales financieras que han creado los valores refugio...
He aquí porqué y por quién los miserables fluyen, se presienten a las puertas del mundo desarrollado; y tengan la seguridad de que nada los detendrá porque los han colocado en condiciones de supervivencia.
También hay que señalar en este contexto el otro aspecto que describe Mike Davis en Le pire des mondes possibles (el peor de los mundos posibles), es decir, el paso masivo del mundo rural al urbano. Los agricultores, expulsados por las políticas del FMI y el Banco Mundial, vienen a engrosar los suburbios, gigantescos núcleos urbanos donde no hay empleo ni condiciones de vida que garanticen un mínimo vital. Según los economistas liberales esta afluencia, al enfrentarse a la falta de empleo, debería detenerse. Y de eso nada (4).
Ese contexto es, finalmente, el africano que huye del control de nuestra policía lanzándose al agua y muriéndose literalmente de miedo porque, no contenta con asfixiar al Tercer Mundo, no contenta con apoyar con su ejército a las dictaduras, la Francia de los derechos humanos pretende cribar la inmigración, arrebatar a los países a los que asfixia las pocas personas que dichos países consiguieron formar con grandes esfuerzos y tratar a los demás como infrahumanos.
Y cuando al día siguiente se ve a esta Francia egoísta y estúpida manifestar su odio contra un país, un gran país que no hace daño a nadie y que intenta salir de la maldición del subdesarrollo, da vergüenza ser francés. Vergüenza por tantas enormes banalidades vertidas a lo largo del día en nuestros serviles medios de comunicación sobre la «espiritualidad» tibetana; vergüenza de la idealización metafísica de la liberación humana para encubrir mejor la pretensión esencial de todas esas hermosas almas: seguir explotando, actuar como sanguijuelas, predicar el statu quo con el fin de frenar el crecimiento de China.
En el fondo, qué representa para esta banda de cretinos fascistas el Tíbet de sus sueños: llevar la cuestión social, que empuja a miles de millones de seres humanos del planeta a rebelarse contra el hambre, a un proceso interior y una liberación por la vía de la restricción mental. No hay realización humana más económica que ésta, dirige al hombre inculto para que la vida se convierta en el misterio de la reencarnación perpetua para obviar mejor la vergonzosa cuestión de la explotación, de la supervivencia de la humanidad. Una vez más, enfrentado a su crisis, el capital necesita «misterios», oscurantismo y chivos expiatorios, en este caso los chinos, con la excusa de defender una cultura milenaria.
Ese es el fundamento de lo que hicimos el día que la antorcha olímpica pasó por París, la imagen que dimos, bajo la batuta de un histrión que dirigía el baile desde lo alto de Notre Dame de París, mientras en la calle los chiflados disfrazados de tibetanos de opereta gritaban de dolor; este Goebbels que son nuestros medios de comunicación, la mayor empresa de lavado de cerebros que se pueda imaginar, practica la política según el modelo del anuncio comercial; y es el becerro de oro, el de los grandes magnates de la prensa y los publicistas, quien dirige el baile de la explotación planetaria y la búsqueda de la liberación metafísica, de los derechos humanos y los de la raza superior, la única que tiene derecho, impunemente, a rapiñar, violar y sembrar la miseria y el odio. Ese día, allí, París se entregó a los jinetes del Apocalipsis del imperialismo.
Durante este tiempo la mayoría de la humanidad grita que tiene hambre y nos juzga como lo que somos, cerdos que imparten lecciones, ignorantes y estúpidos. Mientras no adquiramos conciencia de la explotación planetaria, mientras no elijamos nuestro bando, mientras no comprendamos que nuestras balas deben ser para nuestros propios generales y que debemos unirnos y no dejarnos dividir por la propaganda, seremos juzgados como cómplices.
(1) Extracto de Joseph E. Stiglitz Un autre monde contre le fanatisme du marché Fayard, 2006.
(2) Ya anunciamos esta situación en nuestro libro: Danielle Bleitrach, Viktor Dedaj, Maxime Vivas, les Etats-Unis de Mal Empire, ces leçons de résistance qui nous viennent du sud, Aden 2005. En español: Estados Unidos o el imperio de mal en peor, Ed. José Martí, La Habana, 2006, traducido por Aurora Fibla Madrigal.
(3) Les Echos, viernes 11 y sábado 12 de abril de 2008. La crónica de Paul Fabra: «Matières premières et inflation mondiale».
(4) Mike Davis, Le pire des mondes possibles, Ed. La Découverte, 2006, París.
Original en francés :
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