Tortura: Finalmente un tema sobre valores reales
Susan Jacoby, newsweek.washington post (9-11-2007) / Traducción: mQh (10-11-2007)
Nunca. La tortura no se puede justificar, ni tampoco los análisis sobre el significado de la tortura, como las evasiones sobre el simulacro de asfixia ante el Comité Judicial del Senado por el candidato del presidente Bush al ministerio de Justicia. Todo senador que vote por la confirmación de Michael Mukasey estará deshonrando su cargo, tanto en términos morales como constitucionales. ¿Cómo es posible que mi país llegue a niveles morales y jurídicos tan bajos?
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En un artículo de opinión del 6 de noviembre en el New York Times, el senador Charles Schumer (demócrata de Nueva York) explica que votará por Mukasey, a pesar de sus evasiones sobre el simulacro de asfixia, porque el ministerio de Justicia necesita una mano firme para desenredar la maraña que dejó el ex ministro de Justicia, Alberto Gonzales. Schumer dice que tiene la "certeza" de que Mulakey implementará cualquier ley que apruebe el Congreso donde se defina como tortura el simulacro de asfixia por inmersión. Yo digo que el ministerio de Justicia necesita un líder que no necesite una ley que le diga que el simulacro de asfixia por inmersión, o el uso del potro, son tortura. Todo esto me hace recordar un lema que los trabajadores por los derechos civiles utilizaban en Mississippi en los años sesenta: "En Mississippi hay un pueblo que se llama Libertad. En Washington hay un ministerio que se llama Justicia". El senador Schumer, por el que he votado dos veces, debería saber que hay algunos principios que son más importantes que la necesidad de llenar a corto plazo un vacío administrativo.
Es absolutamente idiota preguntar: "¿Estaría usted dispuesto a torturar a un prisionero si él supiera cuándo y dónde se encuentra una bomba nuclear que será lanzada en Estados Unidos?" Este es el tipo de situaciones que sólo aparece en las novelas de espionaje. En general, los "métodos extremos de interrogatorio" se aplicaban en un intento de extraer de un prisionero, que podría o no estar en condiciones de proporcionar informaciones útiles, algún conocimiento general sobre el enemigo (o enemigos). Todos los estudios han demostrado que la mayor parte de la información obtenida mediante la tortura es inútil. La gente dirá cualquier cosa, confesará cualquier cosa para detener la tortura. Los terroristas musulmanes dirán la misma verdad bajo tortura que los judíos que renunciaban a su religión y abrazaban el cristianismo durante la Inquisición.
¿Y qué si yo estuviera dispuesta a violar mis propios valores en un intento de obtener información sobre un atentado con bomba? ¿Significa eso que debemos tener una política oficial que apruebe esas conductas de nuestras fuerzas armadas o de nuestro ministerio de Justicia? Sin duda, la Declaración de Derechos Individuales ha sido violada infinitas veces por funcionarios de gobierno. Eso no significa que haya algo malo con la declaración: sólo muestra lo necesario que es tener leyes que nos inspiren hacia las más altas normas de conducta ética.
De acuerdos a expertos en interrogatorios, la tortura no funciona. Ese es un problema práctico. El tema moral es qué hace la práctica de la tortura al carácter de los individuos que la ejercen directamente, y al carácter de un país que la tolera. La tortura envilece tanto a los individuos como a la sociedad. Nuestro rechazo a exigir responsabilidades de la parte superior de la cadena de comando responsables de Abu Ghraib lo dice todo sobre la crisis moral de nuestra sociedad.
Para mí, este no es un tema específicamente religioso, aunque varias iglesias y grupos dentro de las iglesias han adoptado diferentes posturas sobre el tema. Pero es ciertamente un tema valórico -un tema valórico de mucho mayor importancia para nuestro país que los interminables debates sobre temas sexuales como el matrimonio homosexual y el acceso de menores a los anticonceptivos.
Hay algunos temas -la esclavitud y el sacrificio humano entre ellos- con los que se miden los largos y lentos procesos civilizatorios. Al aceptar la tortura, directa o indirectamente, estamos dando la espalda al proceso de civilización mismo, así como a los ideales que dieron nacimiento a nuestro país. Siempre habrá violaciones de las normas civilizadas de la guerra -en realidad, esas violaciones son la esencia de la guerra-, pero hay una enorme diferencia entre reconocer que esas violaciones existen y hacer la vista gorda cuando el gobierno de Bush reclama el derecho a hacer lo que quiera con los detenidos, todo bajo el pretexto de proteger a Estados Unidos.
¿Qué quedará por proteger después de haber aprobado acciones que violan lo mejor de nuestros valores? Sobre la esclavitud, Jefferson dijo: "Tiemblo por mi país cuando pienso que Dios es justo". (Por favor, ahorraros los comentarios sobre el uso que hace una atea de una cita con la palabra Dios en ella). Todos esos senadores cobardes que votarán a favor de la confirmación de Mukasey como ministro, pese a sus evasiones sobre la tortura, deben reflexionar profundamente sobre la cita. Quizás no haya un Dios justo, pero siempre se rinden responsabilidades por aprobar o hacer la vista gorda ante prácticas que violan derechos humanos fundamentales.
Susan Jacoby ha publicado ‘Freethinkers: A History of American Secularism' (2004).
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