Merkel evita la palabra «guerra» al referirse a la situación en Afganistán

Ingo Niebel
Gara
30/07/09

Un soldado que muere en un campo de tiro sufre un accidente, pero si lo mismo le ocurre en un campo de batalla se dice que «ha caído». Según su dimensión, esa lucha se puede considerar una «guerra», aunque esta denominación siempre depende de si la clase política la quiere o no utilizar.

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En Alemania se vive la extraña situación de que tanto la canciller Angela Merkel como su ministro de Defensa, Franz Josef Jung, de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), entregan a los soldados alemanes medallas a la «bravura militar» e incluso hablan de «caídos», y, al mismo tiempo, evitan usar la palabra krieg en relación a Afganistán. Cabe preguntarse si 35 militares y tres policías muertos, además de los ataques casi diarios a sus instalaciones no son todavía suficientes como para hablar de una guerra en la que están involucrados unos 3.700 efectivos.

El miedo de los dos políticos se alimenta de varias fuentes. La principal es que el 27 de setiembre habrá elecciones y Merkel espera ser reelegida. La segunda es que Alemania participa en la «guerra contra el terrorismo», desde que el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder (SPD) y su ministro de Asuntos Exteriores, el Verde y pacifista Joseph Martin Fischer, decidieran en 2001 que, junto a Washington, debían «defender la seguridad de Alemania en la montaña del Hindu Kush».

Merkel cuenta con el permiso del Parlamento para mandar hasta 4.000 soldados a Afganistán. La tercera parte del contingente alemán está desplegado en el norte del país que, hasta finales de 2008, era considerado una zona «segura» en comparación con los territorios del sur o este. Ni Merkel ni Jung piensan en retirar las tropas porque quieren mantener las buenas relaciones con el nuevo presidente de EEUU, Barack Obama.

La tercera razón es que ningún Ejecutivo de Berlín ha intentado mentalizar a la sociedad de que varios miles de sus «ciudadanos uniformados» han puesto en riesgo sus vidas y salud en un Estado lejano que, en ningún momento, ha representado riesgo alguno para la seguridad de Alemania. Por lo tanto, en la jerga oficial, el Gobierno se refiere a sus contingentes militares como «unidades de estabilización».

A pesar del mutismo oficial sobre las acciones bélicas y sus dimensiones, el 69% de los alemanes prefiere que se traigan a las tropas a casa, según una reciente encuesta. El único partido que desde hace años pide eso, es Linke (La Izquierda). Este hecho es razón suficiente para el portavoz de Política Exterior de la CDU, Eckart von Klaeden, para decir que «el Gobierno federal y los partidos que lo sostienen no se doblegarán porque la operación de Afganistán se mide según la seguridad de nuestro país».

Primeras medallas a «la bravura»

Ignorando lo que piensa la mayoría social, Merkel y Jung han optado por contentar a los soldados. El 5 de julio, la canciller entregó las primeras «medallas a la bravura militar» a cuatro soldados alemanes que durante una batalla en Afganistán, el 20 de octubre de 2008, intervinieron para salvar a sus compañeros después de que éstos sufrieran un ataque suicida. En la acción murieron dos paracaidistas. Es la primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial que el Estado alemán reedita una distinción militar que, por su simbolismo, se sitúa en la tradición de la Cruz de Hierro del Ejército nazi.

Paralelamente el Ministerio de Defensa está construyendo en su sede central de Berlín «un monumento en honor» a los soldados muertos en operaciones fuera de Alemania. Sus nombres aparecerán en una placa. He aquí otro problema. Está claro que figurarán los «caídos en combate», pero ¿qué pasará con aquellos que fallecieron «sólo» en un accidente o con aquellos otros que se quitaron la vida?

Las últimas bajas se produjeron el 23 de junio de este año, cuando tres soldados murieron en una escaramuza con los talibán. Mientras que los combatientes afganos afirmaron que fallecieron a causa de su ataque, el Ministerio de Defensa se apresuró a hablar de «un accidente». Según su versión, el vehículo blindado Fuchs (zorro) cayó a una fosa llena de agua y los tres ocupantes fallecieron ahogados. En varios blogs militares, se cuestionó el relato oficial porque este tipo de vehículos cuentan con varias puertas en distintas partes.

Mientras tanto, Jung ha establecido nuevas normas para que sus soldados puedan usar «con mayor facilidad» sus armas, sin temor a pesquisas judiciales. Un paso más para escalar esta situación y acercarse a un estado de «guerra». Pero Merkel y Jung sólo hablarán de eso después de las elecciones.

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