El mito de la estabilidad del Cáucaso Norte

Txente Rekondo
Rebelión
27/07/09

Los acontecimientos que se vienen sucediendo desde hace unas semanas en el Cáucaso Norte echan por tierra las declaraciones de los dirigentes rusos y sus aliados locales, que pretenden dar una imagen de “normalidad” en la región, mientras que la realidad de la misma muestra una situación bien diferente.

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Sin duda alguna, un repaso de los recientes ataques contra personalidades de alto nivel han vuelto a traer a esa conflictiva zona a las primeras páginas de muchos medios. Además, si hacemos un breve repaso a dichos ataques, podemos observar que la capacidad de operación de los diferentes movimientos rebeldes se muestra muy poderosa en estos meses.

Así, el 5 de junio el ministro del Interior de Dagestán moría en un atentado reivindicado por la Sharia Jamaat. Dos días más tarde, un antiguo rebelde, y actual aliado de Moscú, Musost Khutiev, moría en un atentado en Chechenia. El 10 de junio, en la capital de Ingushetia unos hombres armados acababan con la vida de alto juez de la Corte Suprema (su predecesor también fue muerto en otro atentado el año pasado). El 13 de junio un coronel de la policía y antiguo ministro del Interior en Ingushetia moría cerca de su domicilio tras un ataque armado. Finalmente, el pasado 22 de junio, el propio presidente de Ingushetia, Yunus-Bek Yevkurov, resultó gravemente herido en otro ataque con bomba.

Estos atentados, junto a los continuos ataques contra fuerzas federales y sus aliados locales se repiten cada día en toda la zona, y todo ello a pesar de los numerosos esfuerzos de Moscú por acabar con la resistencia en el Cáucaso Norte.

Una fotografía más amplia de los acontecimientos nos sirve además para reforzar las tesis que apuntan a la grave situación que se está viviendo en esa región. En los últimos meses se ha desarrollado una importante operación a gran escala en la región montañosa de Gimry (lugar de origen del legendario Iman Shamil, líder de la resistencia en el Cáucaso durante el siglo XIX), así como una campaña militar contra la resistencia en Dagestán. Al mismo tiempo, están aflorando las tensiones internas entre los diferentes clanes aliados de Moscú en Chechenia, al tiempo que el resurgir de la actividad guerrillera de la resistencia chechena está alcanzando los parámetros de 1996 (este ultimo año, los muertos entre las fuerzas policiales han superadoal de los rebeldes). En Ingushetia la complejidad de la situación crece por momentos, y algunos ya la consideran el epicentro del movimiento resistente de todo el Cáucaso Norte. Finalmente, los ataques contra fuerzas federales en Kabardino-Balkaria, e incluso la situación en Karachayevo-Cherkesia, tampoco apuntan al optimismo que algunos pretenden presentar.

El desempleo, la corrupción, la brutalidad policial, aderezado todo ello con grandes dosis de impunidad, las importantes bolsas de refugiados y desplazados son algunos de los factores locales que aportan mayores dosis de desestabilizad a la situación. La sensación entre buena parte de la población de que el ejército y la policía tienen vía libre para cometer todo tipo de atropellos contra la disidencia, empuja a muchos jóvenes a sumarse a los movimientos guerrilleros.

En este sentido, un reciente informe sobre la sistemática violación de los Derechos Humanos en la zona, detallaba “las muertes extrajudiciales, las desapariciones, las detenciones arbitrarias, las torturas, las amenazas y persecuciones contra las familias de los afectados” en Chechenia, Ingushetia, Dagestán o Kabardino-Balkaria.

Hasta hace unos meses, la centralidad en la zona recaía en Chechenia, de ahí que la mayor parte de los esfuerzos de Moscú se centraran aquí. Sin embargo, hace unas semanas, los dirigentes rusos anunciaron el final de la llamada “operación antiterrorista” (KTO). Este movimiento, que guarda muchas similitudes y paralelismos con las intenciones estadounidenses en Iraq, ha sido calificado por muchos analistas como “una maniobra propagandística y populista”.

La carta blanca otorgada al régimen de Kadyrov tras esa declaración, ha aumentado la sensación de impunidad de éste y su política, al tiempo que los dirigentes moscovitas se reservan la posibilidad de “introducir un estado de emergencia en una zona específica y por un tiempo determinado”

Los tres pilares de la receta del Kremlin en Chechenia han sido, en primer lugar lograr un líder local con cierto apoyo o credibilidad de una parte de la sociedad, resaltando en esta operación la importancia del sistema clánico en la zona. En segundo lugar, encontramos la importante financiación económica de Moscú, y finalmente la creación de un gobierno local con suficiente poder militar y político, que sea capaz al mismo tiempo de atraer a antiguos rebeldes y opositores.

Este esquema se ha intentado repetir en otras partes del Caúcaso Norte, pero no ha logrado su objetivo. Los recientes acontecimientos en Ingushetia han hecho aumentar las dudas sobre la estrategia a seguir. Si en un principio el kremlin parecía dispuesto a repetir el esquema chechenio y asumir las “técnicas” de Kadyrov para acabar con la resistencia ingusha, otorgando poderes al propio Kadyrov para intervenir en Ingushetia, las reacciones locales parecen haber frenado estos intentos.

Hasta ahora la política rusa se asemejaba a un gobierno de facto sobre Ingushetia, con las elecciones presidenciales abolidas, las fuerzas militares rusas actuando sin consultar a las autoridades locales, e incluso con importantes asuntos políticos ignorados (el caso del contencioso sobre la región de Prigorodny), y todo ello ha hecho que las elites locales desconfíen cada vez más de la política rusa, haciendo que la resistencia amplíe sus ataques cuantitativa y cualitativamente.

Tampoco en Dagestán parece que los esfuerzos de Rusia logran los frutos deseados. A pesar de las importantes ofensivas militares y policiales que se han sucedido en la zona, las fuerzas guerrilleras daguestaníes han continuado con sus ataques, y este año, el número de policías muertos es superior al mismo período del año pasado. Además, también hemos asistido aquí a determinados ataques contra personajes muy cualificados del status quo, que supone un gran eco para las operaciones de la resistencia.

En Kabardino-Balkaria y en Karachayevo-Cherkesia, los problemas para Moscú aumentan cada día. A las diferencias interétnicas en ambas repúblicas, hay que añadir la utilización del islamismo radicalizado como arma arrojadiza por algunos actores que buscan un mayor apoyo del gobierno federal. Los distritos montañosos de Balkaria y Karachayayevo se están convirtiendo en verdaderos almacenes de armas para los rebeldes, y también una importante plataforma para los grupos salafistas. Si la muerte de uno de los dirigentes rebeldes, Musa Mukozhev el pasado mayo fue un duro golpe para el movimiento local, la identidad de otro de los rebeldes muertos hace unas semanas debería ser motivo de preocupación para los estrategas rusos.

Murat Ristov, natural de Karachayevo-Cherkesia, y campeón del mundo de sambo, murió combatiendo junto a los rebeldes locales, poniendo de manifiesto la capacidad del movimiento guerrillero para alistar además de jóvenes a parte de la “inteligentsia” local.

Mientras que Moscú prefiere presentar una fotografía de un Cáucaso Norte “normalizado”, la estrategia rebelde sigue su propio guión, atacando a todo aquel que se oponga a su objetivo final, “establecer una forma de gobierno completamente separada del estado ruso”. El movimiento armado en la región permanece muy activo, y los mencionados ataques contra personalidades de alto rango, junto a los ataques diarios contra las fuerzas policiales y militares, son prueba de esa realidad que pretende acabar con el mito de la estabilidad del Cáucaso Norte.

TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

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