Una reciente experiencia de visita a E.U. de una joven rubia islandesa

Eva Ósk Arnardóttir
Viðar Eggertsson
Vía SOTT
Lunes 17 diciembre 2007
Traducido al inglés por Gunnar Tómasson y al español por SDLT



La historia de Eva Ósk Arnardóttir:

Durante las últimas veinticuatro horas he experimentado probablemente la más grande humillación a la que jamás he sido sujeta. Durante las últimas veinticuatro horas he sido esposada y encadenada, privada de sueño, comida y agua, y confinada a un lugar sin que nadie conozca mi paradero, presa. Ahora estoy tratando de entender todo esto, descansar y revisar los eventos que comenzaron tan inocentemente como es posible.

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El domingo pasado yo y otras chicas iniciamos nuestro viaje a Nueva York. Íbamos a ir de compras y a disfrutar del espíritu navideño. Nos pusimos cómodas en primera clase, bebimos vino blanco y esperabamos ir de compras, comer bien y disfrutar de la vida. Cuando aterrizamos en el aeropuerto JFK el proceso tradicional de documentación comenzó.

Fuimos revisadas y luego pasamos a control de pasaportes. Mientras esperaba a que terminaran de examinar mi pasaporte escuché a un oficial decir que había algo que tenía que ser revisado más a detalle y me llevaron a una estación de trabajo de 'Seguridad Doméstica' [Homeland Security]. Allí se me dijo que de acuerdo a sus registros violé mi visa por tres semanas en 1995. Por este motivo no sería admitida en el país y sería enviada de regreso a casa en el siguiente vuelo. Miré al oficial con incredulidad y le dije que de hecho había visitado Nueva York después del viaje de 1995 sin encontrar ninguna dificultad. A continuación hubo una detallada sesión de interrogación.

Fui fotografiada y se me tomaron huellas digitales. Se me hicieron preguntas que sentí no tenían nada que ver con el asunto en cuestión. Se me prohibió contactar a alguien para informarle mi predicamento y aunque se me invitó en un principio contactar al consulado o a la embajada de Islandia, la invitación fue después retirada. No sé por qué.

Luego se me hizo esperar mientras buscaban más información, y estuve sentada en una silla ante la autoridade durante 5 horas. Vi a los oficiales en esta sección hacerse cargo de otros casos y quedó claro que estos eran hombres ansiosos por demostrar su poder. Pequeños reyes con megalomanía. Tuve cuidado de permanecer completamente cooperativa, porque todavía no creía que planearan deportarme por mi “crimen”.

Cuando pasaron 5 horas, habiendo estado despierta 24 horas, se me dijo que estaban esperando a los oficiales que me llevarían a una especie de cuarto de espera. Allí se me daría una cama para dormir, comida y sería registrada. Qué es lo que esperaban encontrar, no me lo puedo ni imaginar. Finalmente aparecieron guardias que me transportaron al nuevo lugar. Vi la cama como en un espejismo, porque estaba absolutamente exhausta.

Lo que apareció ante mí era algo distinto. Se me llevó a otra oficina exactamente como la que había estado antes y una vez más siguió la espera. En total fueron 5 horas. En esta oficina me quitaron todas mis cosas. Alcancé a enviar un solo mensaje de texto a parientes y amigos preocupados cuando se me concedió ir al baño. Después de eso me quitaron el teléfono celular. Luego de haber estado sentada por 5 horas se me dijo que ahora estaban esperando a los guardias que me llevarían a un lugar donde podría descansar y comer. Luego fui puesta en un cubículo que se parecía exactamente a un cuarto de operaciones. Colgando de las paredes había cuatro planchas de acero, probablemente destinadas a servir de camas, y un baño.

Estaba exhausta, cansada y hambrienta. No entendía el comportamiento de los oficiales, por qué me estaban tratando como a un criminal peligroso. Poco después me retiraron del cubículo y dos guardias armados me pusieron contra una pared. Pusieron una cadena alrededor de mi cintura y me esposaron a la cadena. Luego encadenaron mis piernas. Pedí permiso para hacer una llamada telefónica pero se rehusaron. Así encadenada, fui llevada de la terminal del aeropuerto ante los ojos de todo mundo. Muy rara vez me he sentido tan mal, tan humillada y todo porque tomé una vacación más larga de lo que permite la ley.

No me quisieron decir a dónde me llevaban. El viaje tomó casi una hora y aunque no podía ver con claridad fuera del vehículo sabía que habíamos cruzado hacia New Jersey. Paramos frente una cárcel. Apenas podía creer lo que estaba pasando. ¿De verdad estaba a punto de ser encarcelada? Me llevaron adentro encadenada y allí fui interrogada una vez más. Otra vez me tomaron huellas digitales y fui fotografiada. Se me hizo pasar un examen médico, fui registrada y luego puesta en una celda. Se me hicieron preguntas absurdas como: ¿Cuándo tuvo su último período? ¿En qué cree? ¿Ha intentado alguna vez suicidarse?

Estaba completamente exhausta, cansada y fría. Catorce horas después de haber aterrizado comí y tomé algo por primera vez. Se me dió pan y avena. Pero no ayudó mucho. Tenía miedo y la actitud de todos los que me tenían a su cargo fue muy malo, como mínimo. No me hablaban, más bien gritaban. Una vez más pedí hacer una llamada telefónica y esta vez la respuesta fue positiva. Me alivié pero el alivio no duró mucho, porque el teléfono estaba dispuesto sólo para hacer llamadas por cobrar y no al extranjero. El guardia tenía mi teléfono celular en la mano. Le expliqué que no podía hacer una llamada del teléfono de la cárcel y le pedí que me permitiera hacer una llamada desde mi propio teléfono. Eso me fue definitivamente negado. Pasé las siguientes nueve horas en una celda pequeñas y sucia. Lo único allí era una plancha angosta de acero que se extendía desde la pared, un lavabo y un excusado. Ojalá que nunca más experimente en mi vida el sentimiento de confinamiento e impotencia que experimenté allí.

Sentí un gran alivio cuando, finalmente, se me dijo que me iban a llevar al aeropuerto, o sea que otra vez fui esposada y encadenada. Entonces no pude más y me solté a llorar. Les rogué que por lo menos no me pusieran las cadenas de las piernas pero mi petición fue ignorada. Cuando llegamos al aeropuerto, otro guardia se apiadó de mí y retiró las cadenas de las piernas. Aún así me llevaron a través de la terminal del aeropuerto esposada y escoltada por hombres armados. Me sentí horrible. Al ver esto, la gente debió pensar que allí iba un criminal muy peligroso. En esta condición me llevaron al cuarto de espera de Icelandair, y me mantuvieron esposada hasta que entré al corredor de embarque. Estaba completamente demolida por todo esto tanto en cuerpo como en espíritu. Afortunadamente pude contar con las buenas personas y tanto Einar (el capitán) como la tripulación hicieron todo lo que pudieron para atenderme. Mi amiga Auður estuvo en contacto cercano con mi hermana y el consulado y la embajada habían sido contactados. Sin embargo, todos recibieron información falsa y a todos se les dijo que había estado detenida en la terminal del aeropuerto, no que había sido encarcelada. Ahora el Ministerio del Exterior está investigando el asunto y espero recibir alguna explicación de por qué fui tratada de este modo.