Iraq, el pastel de las transnacionales

Hedelberto López Blanch
Rebelión
10/12/07

Los dólares corren por millones en el Iraq ocupado pero no están destinados a mejorar las precarias condiciones de la población ni a restaurar la infraestructura de la destruida nación, sino que van a engrosar las arcas de las empresas transnacionales procedentes de Estados Unidos.

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Esa fue la fórmula que acordaron muchos actores corporativos de Chevron, Bechtel, Lockheed Martín, General Dynamics y Halliburton, entre otras, antes de la invasión a Iraq según explica en una detallada investigación, Antonia Juhasz, autora del libro The Bush Agenda.

La investigadora señala que esas transnacionales han tenido directivos que han estado entrando y saliendo del gobierno durante años, que han tenido influencia en la dirección de la política estadounidense para asegurar que sus empresas se beneficiaran con la invasión, y cita a Richard Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Bremer, Scooter Libby, Robert Zoellick, Paul Wolfowitz, Salami Khalizad y George Schultz como los principales responsables en la planificación a largo plazo de la toma de la economía iraquí.

Una reciente información de la Organización No Gubernamental Centro para la Integridad Pública, difundido por el canal Telesur, puntualizó que las ganancias por contratos de firmas estadounidenses en Iraq y Afganistán ascendieron a 25 000 millones de dólares, más del doble de los 11 000 millones obtenidos en 2004.

No por casualidad, la mayoría de los beneficios fueron a parar a Halliburton, empresa que fue dirigida de 1995 a 2000 por el vicepresidente estadounidense Richard Cheney, que aun recibe millones de dólares anuales de esa compañía por los servicios prestados y quien además fue uno de los que insistió y apoyó la invasión a Iraq.

Más de la mitad de las operaciones estuvieron en manos de la Kellogg Brown Root (KBR), compañía que hasta abril pasado realizó operaciones en Iraq, al funcionar como subsidiaria de la petrolera Halliburton, y que ha estado envuelta (como esta última) en numerosas actividades de corrupción y de estafas al ejército de ocupación norteamericano.

El derroche de dinero no se detiene pues al final la administración de George W. Bush y los diferentes centros de poder que dirigen la economía y la política estadounidense (pertenezcan a los Partidos Republicano o Demócrata, que son las dos alas del mismo sistema) estiman que apoderarse de una de las principales reservas de petróleo en el mundo y además poseer bases militares en ese estratégico país del Medio Oriente, reconfortarán con creces los gastos realizados. La Oficina de Presupuesto de la Casa Blanca comunicó hace pocos meses que solo la guerra en Iraq puede llegar a costar más de un billón de dólares (un millón de millones) a los contribuyentes norteamericanos, mucho más que los 652 000 millones de dólares (ajustados a la inflación) que se gastaron en el conflicto en Vietnam, según Brian Katulis, del Centro para el Progreso Estadounidense.

La compañía McClatchy Newspapers, una empresa de publicaciones fundada en 1857, con base en Sacramento, California indicó que el costo del conflicto que se previó en 2003 era de 50 000 millones y los últimos cálculos sugieren una factura que sobrepasa los 500 000 millones de dólares, y los expertos no pueden predecir hasta donde subirán los capitales para financiar las conflagraciones.

Solo los 124 000 millones adicionales para esos fines que le fueron autorizados por el Congreso a la Casa Blanca en junio pasado serviría, explicó Mc Clatchy Newspapers, para garantizar los estudios universitarios de ocho millones de adolescentes norteamericanos y la matrícula preescolar de todos los niños de tres años del país hasta el 2015 ó una gran mejora en la asistencia social para más de la mitad de los 35 millones de estadounidenses mayores de 65 años. En esa fiesta monetaria en la que gigantescas compañías transnacionales se dividen el gran pastel, en diario The Washington Post reportó a fines de 2006 que en ella aparece también una lista de empresas relacionadas con el Pentágono que suman más de 100 000 contratistas y subcontratistas de servicios, corporaciones de seguridad privada y de reconstrucción.

Para tener una idea de las proporciones alcanzadas por estos monopolios de la guerra, baste esta simple comparación. De marzo de 2003 a diciembre de 2006, el principal indicador de Wall Street, el Dow Jones, subió un 51%, mientras la compañía General Dynamics (que abastece al Ejército con todo tipo de materiales: balas, tanques o vehículos ligeros Striker) ganó 170%.

La Lockheed Martín, el mayor contratista de Defensa del mundo que fabrica aviones y sistemas aéreos, se ha revalorizado en un 100% y la Northrop Grumman, dedicada a los rubros de la electrónica, aeroespaciales y navales, han subido más de un 60%.

Así van las cosas en esta guerra de ocupación por el petróleo iraquí que esta dando jugosos negocios a las transnacionales accionistas del Pentágono mientras la población del país ocupado padece, además de una cruenta guerra, de las más elementales necesidades para la sobrevivencia.

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