Los “cyborgs” ya existen. Yo, robot

la nacion.cl / 16 - 11 - 2007.
Por Claudia Courtois
Le Monde
The New York Times Syndicate
Mitad autómata, mitad hombre. La era posthumana está cada vez más cerca, donde los seres humanos tecnologizarán sus funciones para mejorar su calidad de vida. Esperanzador y aterrador a la vez.
En 1998, el británico Kevin Warwick, profesor de la Universidad de Reading, causó revuelo al implantarse un chip en el antebrazo. Al difundir una señal de radio que lo identifica, le servía de control de acceso a su laboratorio. Cuatro años más tarde, introdujo un implante en uno de sus nervios para aislar la señal cerebral que por ahí transita cuando abre y cierra la mano. Esta señal es luego reutilizada, por ejemplo para mover una mano robótica que reenvía señales al cerebro del investigador. Un poco después, experimentó un rudimentario intercambio de señales entre su cerebro y el de su esposa equipada de un electrodo implantado en un nervio.

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¿Es esta la primera etapa hacia una comunicación a través del pensamiento? ¿Una puerta abierta a los "cyborgs", fusión del ser orgánico y la máquina? La experiencia del profesor Warwick no es, en todo caso, más que un reflejo entre otros del abundante estado de la investigación internacional en este ámbito.

¿Ejemplos? En Estados Unidos y en Japón, numerosos laboratorios estudian cómo el ser humano puede intervenir sobre una máquina a través del pensamiento. Esta disciplina, llamada Brain Computer Interface (BIC), estudia las distintas técnicas - invasoras o no- que permiten transformar las señales bioeléctricas desencadenadas por la actividad mental del cerebro en señales de mando digitales. Mediante la sola voluntad de su corteza cerebral, quedó demostrado que un hombre puede hacer funcionar unas prótesis mecánicas o una silla de ruedas. El programa europeo Presenccia experimenta por su parte una forma de interfaz hombre-máquina que pone en relación una persona cubierta con electrodos con unos avatares virtuales. No se habla todavía de su comercialización, pero es sólo una cuestión de tiempo.

Más invasor, pero más prometedor: asociado con el Laboratorio de electrónica y tecnología de la información (LETI en francés), el CEA de la ciudad de Grenoble, en Francia, desarrolló, a comienzos del 2007, un estimulador único en el mundo, actualmente sometido a prueba en cinco pacientes que presentan Parkinson. Implantados en el cerebro, unos electrodos envían estímulos eléctricos que atenúan, y hasta suprimen los temblores. Una innovación que podría ser empleada en el tratamiento de otras patologías, tales como la epilepsia o la depresión.

Junto a estos propósitos médicos podrían aparecer aplicaciones más rentables. En las discotecas de moda de Rótterdam y Barcelona ya se venden unos chips RFID (identificación por radiofrecuencia), empleados como tarjetas de acceso y billetera. Ahora se espera la comercialización de un casco que registre la actividad cerebral de los niños para mejorar su capacidad de concentración, y la de un pañuelo high-tech que permite generar música a través del pensamiento. Medicamentos químicos están siendo estudiado para modificar las emociones gracias a la estimulación de neurotransmisores precisos. Ya existen sustancias que aumentan la memoria y disminuyen el estrés, mientras que en el ámbito militar, estimuladores de acción mejoran la resistencia a la fatiga y el dolor. En un escenario extremo, quizás aparezcan algún día unos medisentimientos que actúen sobre la timidez, los celos y la creatividad.

Posthumanos

¿Son estos sueños de mutación y de especie "posthumana" portadores de esperanza? ¿De amenaza? Para los trans-humanistas, cuya asociación mundial (4.600 adherentes según su sitio en Internet) fue fundado en 1998 por el filósofo inglés Nick Bostrom (de la Universidad de Oxford), el progreso tecnológico permitirá inventar nuevas herramientas, que el ser humano empleará para remodelar su condición imperfecta. Criogenización, superinteligencia artificial, descarga a distancia de la conciencia en la realidad virtual: estos avances deben servir de instrumento hedonista para un mejor desarrollo personal. Pero esta evolución, más allá de sus aspectos técnicos y económicos, también plantea preguntas políticas y éticas que comienzan apenas a emerger en los ambientes científicos.

¿Veremos aparecer un eugenismo tecnológico (niños "aumentados" sin su consentimiento)? ¿Una sociedad de dos velocidades (aquellos que tengan los medios para acceder a ella, y los demás)? ¿Una mutación de nuestra especie? Ante estas perspectivas que, en su conjunto, convergen para modificar al ser humano, "será necesaria una ética infinitamente más exigente que la de hoy en día", advierte Françoise Roure, vicepresidente del Consejo general de las tecnologías de la información. Por su parte, Daniela Cerqui, antropóloga de la Universidad de Lausana, en Suiza, se interroga sobre "el punto de no-retorno" que hará bascular la especie humana hacia otra categoría. "Con un deslizamiento de las normas éticas y sociales, lo que es aceptable en la actualidad en el ámbito terapéutico podrá serlo mañana en la vida cotidiana para mejorar nuestras capacidades estándares". Y esta evolución bien podría hacerse sin que nos demos cuenta. Siguiendo el ejemplo de Internet, que sin realmente avisar, cambió drásticamente al mundo.

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