Soplete de largo alcance
Manuel Garcia Jr. Cada unidad en competencia, desde el individuo hasta los servicios militares produce cada cual publicidad, en la forma de presentaciones, artículos en revistas, libros blancos, hojas de datos, y testimonios oficiales, para llamar atención y recabar fondos. Esta actividad es continua, frenética, y produce cada año una cantidad enorme de hipérbole. Las afirmaciones más antojadizas, dramáticas, y apocalípticas sobre armas y sistemas en desarrollo (tal vez una descripción más adecuada sea “mercadeadas”) son producidas como ejemplos de esa hipérbole. Como en toda publicidad, el propósito del alboroto es atraer la atención de algún “amante rico,” quien podría entonces escuchar ese rollo de venta durante suficiente tiempo como para comprar algo. La gente que trabaja en el Láser Táctico Avanzado (ATL) en el Laboratorio de Investigación de la Fuerza Aérea de EE.UU. en la Base Kirtland de la Fuerza Aérea en Albuquerque, Nuevo México, piensa evidentemente que los responsables del financiamiento situados arriba en la cadena alimentaria considerarán que “negación plausible” es una característica valiosa de su producto. El grupo que trabaja en láser químicos desde los años setenta tiene que mejorar continuamente la tecnología para seguir siendo competitivo frente a sistemas alternativos de armas (por ejemplo, los RPV, descritos más adelante), y tiene que inventar justificaciones para que los responsables políticos gubernamentales y militares promuevan sus productos y métodos. Por lo tanto, ha inventado la afirmación de que el disparo de un láser químico infrarrojo (IR), montado en un avión de carga a entre unos 10 y unos 20 kilómetros de su objetivo en tierra, puede ser hecho sin ser detectado, y por lo tanto los perpetradores – militares de EE.UU. – podrían utilizar una “negación plausible” de su responsabilidad por el ataque. La astucia artera fiable es vista como algo positivo, un atractivo para el comprador. ¿Es imposible detectarlo? Un rayo de láser infrarrojo (invisible) de un kilovatio que produce el calor equivalente a un “soplete” en un pequeño sitio de un objetivo, desde un avión a 10 kilómetros de distancia, sería muy difícil de detectar si fuera imprevisto. Si se esperara este tipo de ataque, probablemente habría detectores de radar explorando a la busca de la presencia de aviones Hercules C-130H, sensores IR explorando la atmósfera a baja altura en busca de luz dispersa de láser IR, escáneres de trazas de gas (espectroscopia Raman) para detectar el rastro de olor químico de cloro y yodo del avión atacante, y se protegerían los objetivos de alto valor con abundante material de absorción de calor (es decir, si es posible, enterrándolos). A pesar de ello, numerosos objetivos estarían en riesgo. Podría ser gente de a pie u objetivos elevados a una importancia pasajera durante una crisis, por ejemplo, el personal diplomático (espía) o militar (o insurgente), equipos de transporte: de personal, camionetas, camiones con alimentos y suministros, de municiones, unidades de comunicaciones y de rastreo electrónico, artillería, embarcaciones; e infraestructura civil considerada caza legal por los atacantes estadounidenses. Tal vez se pueda pensar en el ATL como el equivalente de un soldado estadounidense con el poder destructor de un rifle automático o de un lanzallamas, con precisión guiada por GPS (Sistema de Posicionamiento Global) [suponiendo que los coordinados de GPS del objetivo sean conocidos), y manteniendo una distancia de 10 kilómetros. Ya que la energía que llega al objetivo es menos que la de bombas aéreas (de gravedad, lanzadas) y de bombas portadas por misiles, la gente del ATL consideró útil afirmar que su sistema produce “menos daño colateral.” Así, que hay que verlo como una posibilidad de asesinato y sabotaje digna de confianza, a control remoto. Ciertamente esas afirmaciones tienen una cierta sustancia, pero esas características “furtivas” no serían a toda prueba, ni serían siempre utilizadas fácilmente. Tiene que haber mucha coordinación para utilizar este sistema de armas. Como he dicho, la ubicación según GPS del objetivo tiene que ser conocida, y es complicada cuando se trata de un objetivo móvil. La dosis que llegue al objetivo dependerá de la distancia del avión, y de condiciones atmosféricas (difusión y absorción de la luz del láser). Los atacantes desearían estar seguros de suministrar suficiente energía para causar un efecto destructivo suficiente para sus intenciones. La toma de puntería con el rayo y su posicionamiento son procesos dinámicos simultáneos, de modo que tendría que participar una serie de refinados ordenadores y sistemas electrónicos militares (lo que es necesario, pero es rutinario actualmente en las fuerzas armadas de alta tecnología). La confirmación del éxito de la operación requeriría sistemas separados de vigilancia o personal posicionado separadamente. Una tecnología competidora serían los aviones teledirigidos (RPV) con sistema para mirar abajo- disparar abajo, utilizados ampliamente por las fuerzas de EE.UU. en Iraq y Afganistán, y por los israelíes. Los RPV llegan mucho más cerca de la acción, aunque pueden ser mucho más pequeños que un C-130G y utilizan balas, bombas y misiles de estilo antiguo; pero el control se encuentra lejos. Por lo tanto, puede que los RPV no permitan la “negación plausible” cuando son utilizados en áreas densamente pobladas (demasiados testigos). El ATL es un láser químico; breves descripciones del láser y de su química aparecen en artículos en Internet “láser químico oxígeno-yodo (COIL), y “Yodo”. Primero se combina el gas de cloro y peróxido de hidrógeno (2Cl + H2O2 => 2HCL + O2), y esto produce ácido hidroclórico y moléculas de oxígeno en un estado excitado. El ácido hidroclórico reacciona entonces con hidróxido de sodio (HCL + NaOH => NaCl + H2O) para neutralizar el ácido y formar agua salada). Finalmente, se introduce yodo, que reacciona con el oxígeno excitado, que entonces emite su exceso de energía como fotones infrarrojos. Esto sucede en una cámara con espejos infrarrojos, que es la cavidad láser de la cual sale el rayo. Mi descripción de la química ha sido toscamente simplificada (ya que no soy químico), habrá numerosas reacciones entre todos los posibles productos derivados, y nunca habrá un agotamiento total del cloro y del ácido hidroclórico, ni una transformación total en agua salada pura y óxidos de yodo. Habrá un cocido tóxico que requiere reprocesamiento químico para limpiarlo para que sea reutilizado o desechado. El avión del ATL transportará tanques de gas de cloro bajo alta presión y peróxido de hidrógeno de alta pureza; ambos constituyen peligros importantes de explosión. El ATL es uno de numerosos proyectos de desarrollo de armas que chupan durante décadas el tesoro nacional, sustentando las ambiciones carreristas de tecnócratas y trabajadores en armas, y que a veces lanzan productos complejos a los inventarios de los servicios militares. El verdadero valor militar de cualquier sistema semejante es definido por la magnitud y el alcance de las amenazas que supuestamente debe eliminar, y la facilidad de uso fiable de la tecnología. Sea cual fuere la verdadera utilidad (para los militares) de algún sistema semejante, nunca es tan fantástico como pretenden sus numerosos anuncios. Considerando el brebaje que debe ser aerotransportado para producir el rayo infrarrojo ATL, se podría preguntar ¿es un sistema de armas de utilidad plausible? Manuel Garcia, Jr. es físico jubilado. Correo electrónico = mango@idiom.com
CounterPunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
21/08/08
Una reciente noticia sobre el desarrollo de armas láser de EE.UU. señala:
“Un arma láser aerotransportada apodada “soplete de largo alcance” tiene el beneficio adicional de que EE.UU. podría negar convincentemente toda participación en la destrucción causada, dicen altos responsables de la Fuerza Aérea de EE.UU. (USAF).
Los laboratorios de armamentos de EE.UU. compiten ferozmente por el financiamiento de las fuerzas armadas. Una red ramificada de complejidad fractal, como el sistema de raíces de un árbol, se extiende desde las principales cascadas de fondos que salen del Pentágono: ejército, armada, fuerza aérea; y todos esos ríos económicos se reparten en filamentos que alimentan a importantes laboratorios de armas, dentro de los cuales continúa el proceso de filamentación cuando departamentos, proyectos y grupos compiten por el financiamiento con unidades administrativas hermanas a su nivel de la jerarquía. Esta filamentación de la competencia se extiende al ámbito individual, es un sistema carrerista en el que un perro se come a otro.
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