Grecia: La corrupción

John Brown
Rebelión
11/05/10

“Capitals are increased by parsimony , and diminished by prodigality and misconduct”
(“Los capitales aumentan merced a la parsimonia y disminuyen como efecto de la prodigalidad y la conducta licenciosa”. Adam Smith, The Wealth of Nations)

Según nos informa la prensa occidental, sobre todo la alemana, la corrupción es una de las características fundamentales del Estado griego. En todas las esferas de la vida pública el interés privado prevalecería sobre el interés general y proliferarían por doquier las prácticas nepotistas. La población viviría así sumida en la más absoluta carencia de virtud cívica: serían perezosos, mentirosos y ladrones. El ataque de los mercados financieros contra Grecia estaría así plenamente justificado por las debilidades estructurales de un sistema corrompido y no se justificaría en modo alguno que los laboriosos alemanes socorrieran a los holgazanes helenos.

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Este discurso, de evidentes connotaciones racistas, recuerda la retórica orientalista ampliamente utilizada por el colonialismo israelí en Palestina, pero anteriormente también por el francés en Argelia o el británico en Egipto o Iraq. Se trata en todos estos casos de demostrar la incapacidad de todos estos pueblos para gobernarse a sí mismos. Los pueblos árabes, al igual que los balcánicos, los turcos o los griegos necesitarían una tutela exterior o un régimen dictatorial interno (o una combinación de ambos) para poder aprovechar las conquistas de la modernidad: comercio, industria, democracia etc. La Sociedad de Naciones así lo reconoció en el caso de los países del Machrek que se desgajaron del imperio otomano: no estaban maduros para constituir un Estado moderno y necesitaban largos períodos de protectorado occidental para llegar algún día a la mayoría de edad. Palestina sigue hoy esperando a que los occidentales le reconozcan esa mayoría de edad: los más ilusos o deshonestos confían para ello en la dura pedagogía del infinito "proceso de paz" impuesto por los Estados Unidos e Israel.

Grecia, como los Balcanes ortodoxos y musulmanes, ha estado desde su independencia frecuentemente sometida a regímenes autoritarios y dictatoriales que defendían los intereses de la oligarquía interior y los de las potencias anglosajonas. Sabido es que cuando el pueblo griego liberó el país de los nazis, tras una heróica y victoriosa resistencia cuya arma fundamental fue la lucha guerrillera dirigida por los comunistas (EAM), tuvo que enfrentarse de inmediato a una "segunda ocupación", la de las tropas británicas que apoyaron al ejército monárquico. Esto condujo al país a una larga guerra civil y a un largo período de inestabilidad, exilio y humillación del bando vencido y, por último, en los años 60, a una dictadura militar abierta (la dictadura de los coroneles) impuesta tras un golpe de Estado planeado por la OTAN. Grecia pagó su supuesta incapacidad para gobernarse, pero, sobre todo, su probada capacidad de liberarse por sí misma de la ocupación nazi. La contradicción entre la dignidad, a veces teñida de nacionalismo, de las clases populares y la brutalidad del Estado, que funcionó siempre recurriendo al clientelismo y a la represión -en diversas combinaciones de ambos elementos- para defender intereses oligárquicos e imperiales es un dato fundamental de la realidad griega actual. Grecia, aún estando en Europa, tiene algunas características de un Estado de la periferia semidependiente. Esto explica, entre otras cosas, el caudal de simpatía que existe en Grecia hacia la causa árabe y en concreto palestina.

En la prensa de la Europa occidental, y de manera paradigmática en la prensa populista alemana cuyo emblema es Bild, suele apelarse a la "corrupción" existente en Grecia para justificar la terapia de choque impuesta a los trabajadores griegos. En efecto, en Grecia "el deporte nacional es el fraude fiscal" y los servicios públicos se agilizan a menudo gracias al "fakelaki" (el sobrecito con dinero que se entrega a los funcionarios y a los médicos para ser atendido en plazos y condiciones razonables), siendo rasgos propios del país la mentira y el robo de recursos públicos. Lo peor es que, en la propia Grecia, hay quien cree que éste es un problema nacional. Es olvidar que, si hay indudablemente corrupción en Grecia, este país no tiene nada de excepcional. Si por corrupción en la vida pública entendemos que la actuación del Estado se rija, no por el interés general, sino por intereses privados, la corrupción es una característica general de los países capitalistas y es tanto mayor cuanto más ha hecho mella en estos países el modelo neoliberal. La " gobernanza ", concepto clave del neoliberalismo hoy dominante, no es en efecto otra cosa que la sustitución de la democracia por modos "más flexibles" y "ágiles" de toma de decisiones, basados en la participación directa de los "intereses económicos" en la legislación que los afecta. Vemos los resultados de la gobernanza en el derrame de petróleo del Golfo de México que resulta directamente de la influencia directa de la reducción de las medidas de seguridad de las plataformas impuesta por British Petroleum al gobierno federal norteamericano en tiempos de Bush, o la penetración progresiva de los organismos modificados genéticamente en la agricultura de la UE con la connivencia de la Comisión europea, inspirada por la patronal europea UNICE y más directamente por Monsanto, o en la propuesta del grupo de sabios encargados de estudiar el futuro de Europa de que se desarrolle aún más la energía nuclear y se prolongue la vida laboral de los europeos recortando al mismo tiempo sus pensiones... Cuando la productividad del trabajo se ha multiplicado por cuatro en los últimos treinta años, no puede decirse que el problema de las pensiones dependa de la relativamente pequeña disminución de población activa que se prevé. La denominada crisis de las pensiones es el resultado del acaparamiento de los beneficios del aumento de productividad por parte del capital. Cuando unos cuantos ciudadanos cobran mordidas y comisiones, se habla de corrupción, cuando el gobierno entero tanto a nivel nacional como europeo está al servicio de los intereses privados, a esa corrupción mayúscula se le llama buena gestión. Ocurre con la corrupción como con el terrorismo: cuando los crímenes los perpetra el propio Estado se transmutan milagrosamente en actos virtuosos.

Lo que está ocurriendo en Grecia no es, sin embargo, ninguna novedad. Desde los clásicos de la economía política, el capitalismo siempre se ha legitimado contraponiendo el obrero perezoso y dilapidador al empresario emprendedor -como no podía ser menos- y ahorrativo. Con esa denigración moral del trabajador, la economía política pretende solucionar el delicado problema del origen respectivo del capital y de los trabajadores que carecen de medios de producción y subsistencia. Marx, sin embargo, no contento con esta moralina que sirve de base a la legitimación del poder del capital, nos muestra, a partir de datos concretos cómo se produjo la expropiación inicial de los trabajadores y, con ella la acumulación originaria de capital. Así resume Marx en El Capital (I, XXIV) este turbio origen:

"En la historia real el gran papel lo desempeñan, como es sabido, la conquista, el sojuzgamiento, el homicidio motivado por el robo: en una palabra, la violencia. En la economía política, tan apacible, desde tiempos inmemoriales ha imperado el idilio. El derecho y el "trabajo" fueron desde épocas pretéritas los únicos medios de enriquecimiento, siempre a excepción, naturalmente, de " este año". En realidad, los métodos de la acumulación originaria son cualquier cosa menos idílicos".

Como sabemos, las crisis, como mecanismos de expropiación de unos capitalistas por otros y de los trabajadores por los capitalistas en su conjunto, son la continuación de este acto inicial. La actual expropriación de los trabajadores griegos y del conjunto de los trabajadores europeos es la continuación de esta historia. Su justificación ideológica a partir de categorías morales también.

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