Mutilado, enfermo y encarcelado

Pam Bailey
IPS
14/04/10

Ya era suficientemente grave que el adolescente Ahmad Asfour quedara mutilado por el ataque de un avión no tripulado israelí el 9 de enero de 2009. Cuando procuró recibir tratamiento médico especial, terminó en la cárcel.

Según Mahmud Abo Rahma, del Centro Al Mezan para los Derechos Humanos, no muchos palestinos son arrestados como lo fue Ahmed, pero es cada vez más común que a los pacientes que ingresan a Israel se les niegue tratamiento a menos que ellos o su familia acepten colaborar con las agencias de inteligencia del Estado judío.

El Centro Al Mezan se unió con la organización Médicos por los Derechos Humanos y el Centro ADALA para acusar a Israel de chantajear a pacientes palestinos de Gaza.

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Ahmad y cuatro primos suyos adolescentes resultaron heridos por un misil lanzado por un avión no tripulado al este de Khan Younis, en el sur de Gaza, apenas 14 días después de que concluyera un masivo ataque israelí contra ese territorio costero.

Fragmentos del misil se alojaron en el ojo izquierdo de Ahmad --estudiante de periodismo hoy de 19 años--, rompieron su mandíbula y sus dientes, laceraron sus dos manos y su muslo derecho, destruyeron sus genitales y dañaron su páncreas e intestinos.

Su padre, Samir, estaba en Egipto entonces acompañando a otro hijo que también había resultado herido apenas ocho días antes. A causa del cerco impuesto por Israel desde que Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica) tomó control de Gaza en 2007, la atención médica allí es por lo general inadecuada.

Los palestinos no han podido reconstruir los 15 hospitales ni los 43 centros de primeros auxilios destruidos en la invasión israelí del año pasado debido a que está prohibida la importación de materiales de construcción.

El tratamiento que se brinda en Egipto no es avanzado y, de acuerdo con Abo Rahma, el riesgo de contraer hepatitis C allí es significativo. Obtener permiso para ingresar a Israel siempre es difícil para los palestinos en tiempos normales, y era imposible durante e inmediatamente después de la invasión a Gaza.

La Organización de las Naciones Unidas informó que a casi un cuarto de los 1.103 pacientes palestinos que solicitaron tratamiento en Israel en diciembre de 2009 se les prohibió ingreso. Como resultado, 27 de ellos murieron.

Ahmad y sus primos fueron llevados a un hospital local por un hermano mayor, y el director del nosocomio los transfirió de inmediato a Egipto. Ahmad pasó los ocho meses siguientes allí, pero poco se pudo hacer. Debido al grave daño que sufrió en el páncreas y ante la falta de tratamiento adecuado, desarrolló una diabetes.

Los médicos que lo atendían recomendaron enviarlo a Alemania. Pero había un problema: Ahmad necesitaba una visa, y para tramitarla necesitaba ir a Tel Aviv, algo imposible para los habitantes de Gaza.

Finalmente, un médico sugirió enviarlo al hospital St. Joseph, de Jerusalén. Samir debió llevar a su hijo en silla de ruedas al puesto fronterizo de Erez el 23 de noviembre. Luego de esperar cuatro horas, fueron rechazados y se les dijo que regresaran dos días después. Cuando volvieron, fueron sometidos a una horrenda experiencia.

"Estoy aquí con mi hijo herido, aterrorizado por su salud, y nos obligan a sacarnos toda la ropa para ser cacheados. Luego se llevan a mi hijo", contó Samir a través de un intérprete.

"Ahmad necesitaba insulina cada dos horas, pero no podía dársela. ¡La siguiente cosa que sé es que le ponen grilletes! Tomaron toda la medicación que había traído para Ahmed y todo el dinero que recolecté de donaciones (unos 2.500 dólares), y él se había ido".

Pasaron 20 días, dijo Samir, antes de que finalmente pudiera averiguar qué le había sucedido a su hijo, gracias a la ayuda de organizaciones de derechos humanos a las que había solicitado colaboración.

Abogados del Centro Al Mezan descubrieron que otros jóvenes que habían ido a Erez antes que Ahmad habían sido interrogado y al parecer lo habían implicado a él, señalando que poseía un arma y un explosivo de una de las milicias palestinas de Gaza.

Samir indicó que los "explosivos" eran en realidad las ampollas de insulina.

Ahmad se declaró inocente durante las cuatro horas que fue interrogado en Erez . Luego fue transferido a la prisión israelí de Askhelon. Después de cinco días consecutivos de interrogatorios, no resistió y aceptó una confesión.

Los cargos: "integrar una organización terrorista, pasar información al enemigo, proveer servicios a una organización terrorista y poseer armas de fuego".

"Fue sometido a prácticas que consideramos tortura y maltrato, principalmente a posturas incómodas por largas horas, como ser sentado en una silla con las manos atadas hacia atrás", señaló el equipo legal de Al Mezan.

"La tortura es algo desmesurado en cualquier caso, pero en éste fue particularmente cruel, ya que la víctima tenía la salud vulnerable", añadió.

Samir, quien recibe información sobre su hijo de parte de abogados y de la Cruz Roja, dijo que luego averiguó que al joven le habían dicho que su padre se encontraba también en la cárcel, y por tanto debía cooperar con la Shin Bet, la agencia de seguridad interna israelí.

Mientras, Médicos por los Derechos Humanos pudo saber que a Ahmad se le había negado tratamiento médico y sólo se le había permitido recibir su insulina. Samir dijo que la última noticia que tuvo de él fue que uno de sus brazos debía ser amputado.

Hoy, Ahmed está todavía en prisión, aunque fue transferido a la sureña ciudad israelí de Beerseba. Basándose en su "confesión", las autoridades israelíes le ofrecieron un acuerdo por el cual pasaría 33 meses en prisión. El joven rechazó la oferta el 24 de marzo, y el tribunal fijó una nueva audiencia para junio, para permitir que la fiscalía presentara a sus testigos: los policías que llevaron a cabo el interrogatorio.

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