Pakistán al borde del precipicio

Sahid R. Siddiqi
Axis of Logic
Traducción para Rebelión de Manuel Talens
02/10/09

En años recientes, los estrategas usamericanos han propagado la necesidad de redefinir las fronteras políticas de algunos Estados islámicos de acuerdo con principios étnicos. Obsesionados por la paranoia de un islam renaciente y deseosos de controlar esta importante región petrolífera, tratan de legitimar sus acciones camuflando dicha estrategia como si se tratase de un esfuerzo por hacer justicia a las “minorías musulmanas oprimidas”.

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Los mueve el convencimiento de que unas entidades más pequeñas serían más fáciles de controlar por medio de regímenes fantoches, lo cual les permitiría contener la militancia y aplastar los brotes de jihadismo limitando su financiación.

Esta remodelación fronteriza requiere la partición del mundo musulmán y 1) la creación de los Estados soberanos del Baluchistán, el Kurdistán y el Estado Árabe Shií mediante la unificación de territorios paquistaníes y del Baluchistán iraní para crear el Baluchistán Libre; 2) la unificación de los kurdos iraníes, iraquíes y turcos para crear el Gran Kurdistán y 3) la separación del territorio oriental de Arabia Saudita que, unificado con el sur de Iraq, formaría el nuevo Estado Árabe Shií. El hecho de que tales territorios posean la mayor parte del petróleo mundial y alberguen movimientos antiimperialistas en su seno no es una anécdota casual.

Sobre el papel, esta “brillante” estrategia les promete un mundo musulmán perfecto, hecho a la medida. Sin embargo, el problema es que dicha estrategia resulta demasiado ambiciosa, irreal e inalcanzable. Además, corre el peligro de enfrentar al cristianismo y al judaísmo contra el islam, un escenario horripilante.

Los intereses planetarios de Usamérica han terminado por alienarle el mundo musulmán, al que ahora tienen enfrente como adversario. Suele ser la norma que los intereses de Israel determinen la dirección de la política exterior usamericana, en particular allá donde sus intereses confluyen. Tanto Usamérica como Israel tienen los ojos puestos en las reservas petrolíferas del Mar Caspio y del Asia central. Ambos países necesitan un oleoducto/gaseoducto que atraviese Afganistán y el Baluchistán paquistaní [hasta el Océano Índico] y, al mismo tiempo, buscan desesperadamente la ampliación del escudo de seguridad de Israel, la cual necesita como premisa ineludible la desnuclearización de Pakistán.

El interés israelí por neutralizar las capacidades nucleares de Pakistán data de los años ochenta del pasado siglo, cuando trató de bombardear las instalaciones de Kahuta en connivencia con la India, una misión que fue abortada cuando las fuerzas aéreas paquistaníes tomaron el control de su espacio aéreo. Ahora, en Afganistán los israelíes tienen la oportunidad perfecta de coludir con Usamérica y la India para arrebatarle a Pakistán sus capacidades nucleares.

La desnuclearización de Pakistán es también importante para la India, que necesita la partición paquistaní para alcanzar un liderazgo incuestionado en la región. Esto último también le interesa a Usamérica: como poder regional dominante, la india podría contener a China, que crece sin freno y que en algún momento podría entorpecer el expansionismo usamericano en Asia. Junto con Rusia, China ya ha forjado una alianza, la Organización de Cooperación de Shanghai, cuyo objetivo es rodear las bases militares usamericanas del Asia central. Para Usamérica, un Baluchistán independiente será también muy importante, pues podría utilizarse con facilidad para presionar a Irán y como corredor energético de conexión con el Asia central.

Por estas razones, Pakistán corre el riesgo de verse reconfigurado en esta jugada de ajedrez de intereses geoestratégicos. A Usamérica ya no le interesa Pakistán como entidad única. La insistencia del presidente Obama por permanecer en Afganistán e incrementar de forma masiva sus contingentes militares no parece ser ajena a esto. No solamente Afganistán le ofrece un refugio seguro y un apoyo logístico para el espionaje y la subversión contra Pakistán, sino que su gobierno fantoche también se ha subido al carro del desmembramiento paquistaní y ha creado, con ayuda de la India, su propio servicio de inteligencia, el Research & Analysis Milli Afghanistan (RAMA), cuya tarea consiste en desestabilizar Pakistán.

En su tratado Blood Borders (2006), el coronel Ralph Peters, que es consejero del Pentágono, propuso la incorporación a Afganistán de la provincia fronteriza en el norte de Pakistán (la denominada North-West Frontier Province) y la creación de un Baluchistán Libre y soberano con territorios baluches de Pakistán e Irán, todo ello sobre la base de su “afinidad étnica”.

Se estima que el Baluchistán paquistaní alberga 25,1 billones de pies cúbicos de gas natural y 6 billones de barriles de petróleo, además de oro y cobre en su subsuelo. Limita con Irán, Afganistán, Asia central y China y posee un puerto con valor estratégico que puede ofrecer a los países del Asia central y China una salida al Mar Arábigo.

En su artículo “Drawn and Quartered”, publicado en el New York Times, Selig Harrison (del Center of International Policy) prevé que Pakistán quedará dividido en tres entidades soberanas, separadas por fronteras étnicas: el Pashtunistán (con pashtunes de la North-West Frontier Province y Afganistán); el Baluchistán Libre (una federación entre la provincia de Sindh y el Baluchistán) y Pakistán (con la inclusión del resto del Estado punjabí, que posee armamento nuclear). Atribuye la balcanización de Pakistán al creciente sentimiento nacionalista que existe en el cinturón pashtún y a la cada vez mayor desilusión de pashtunes, balochis y sindhis con el Punjab y Pakistán.

Tanto el coronel Peters como Harrison dicen lo mismo y presentan una doctrina que parece reflejar ampliamente los objetivos usamericanos a largo plazo.

En su artículo “The Destabilization of Pakistan”, Michel Chossudovsky, director del Center for Research on Globalization, con sede en Montreal (autor de America’s “War on Terrorism”), advierte: “El curso de la política exterior de Washington consiste en promover la fragmentación política y la balcanización de Pakistán como nación”. Y añade: “Consiste en fomentar divisiones sociales, étnicas, fácticas, así como la fragmentación política, incluida la ruptura territorial de Pakistán. Todo ello dictado por los planes militares usamericanos en Irán y Afganistán.”

No se puede rechazar lo anterior como si se tratase de una teoría de la conspiración. Hay indicios que corroboran la tesis de Chossudovsky. El acuerdo estratégico entre la India y Usamérica “está en marcha y pretende contener y desactivar el cada vez mayor poder económico y militar de China y el aumento de la amenaza de extremismo islámico en la región”. Algunos informes indican que en Afganistán existe una red conjunta de espionaje, compuesta por la CIA, el Mossad, el MI-6 del Reino Unido y el RAW de la India, cuyo objetivo es la desestabilización de Pakistán y otros países de la región. Hay indicios de que disidentes paquistaníes están siendo entrenados en Sarobi y Kandahar para que lleven a cabo misiones en el interior de la North-West Frontier Province, donde las bases de Lashkargah y Nawah sirven para el entrenamiento de disidentes del Baluchistán en misiones de apoyo al Ejército de Liberación del Baluchistán.

Con estos datos de fondo, recopilemos ahora los acontecimientos: Benazir Bhutto regresó a Pakistán después de alcanzar un acuerdo con Usamérica y fue eliminada. A Pervez Musharraf lo pusieron luego de patas en la calle. Asif Ali Zardari, hombre de dudosas credenciales, fue catapultado a la presidencia como reemplazo de Benazir y asumió todos los poderes. El país está sumido en la bancarrota, lo cual ha provocado caos social. Los gobiernos federal y provinciales permanecen completamente inmovilizados. La corrupción es infinita. Y el pueblo empieza a perder la fe en la federación.

Además, tras el fracaso en Bombay, el ejército debe atender demasiados frentes; hay sublevaciones en las áreas tribales de administración federal (FATA), en el norte y el sur del Waziristán y en el Malakand, instigadas por la organización yihadista Tehrik-e-Taliban Pakistan, ayudada, financiada y protegida por los ocupantes de Afganistán; la North-West Frontier Province sufre desestabilización; el ejército está empantanado mientras trata de controlar sublevaciones y de mantener el orden público; los separatistas de Baloch están envalentonados y el pueblo paquistaní sufre los efectos de masacres y terrorismo.

La interferencia usamericana en los asuntos internos de Pakistán es tan profunda que el país parece gobernado por un vicesecretario de Estado del imperio, Richard Holbrook, más que por sus representantes elegidos. El parlamento ha perdido toda su importancia y Pakistán se encuentra de repente sumido en una agitación hasta ahora desconocida en toda su historia.

Incluso el ciudadano ordinario teme que la conexión existente entre Usamérica, Israel y la India prive a Pakistán de sus poderes nucleares y lo fragmente en el proceso. Los medios denuncian que tanto la North-West Frontier Province como el Baluchistán son objeto de subversión. El consenso es que tanto el apoyo como la ayuda económica de Usamérica son una trampa y que el gobierno del Pakistan Peoples Party (PPP) no es más que un títere en este juego.

Todo el mundo teme que Pakistán se encuentra ya al borde del precipicio.

Por desgracia, la elite política paquistaní no parece darse cuenta. Históricamente ha carecido de visión de futuro y es incapaz de comprender la situación en su totalidad. Los políticos paquistaníes sólo buscan su propio beneficio y el incremento de su poder personal, lo cual les hace desestimar el desastre que se avecina. Sus seguidores siguen alabándolos, con la cantinela de que “todo se arreglará cuando volvamos al poder”. Quien crea que unos pigmeos políticos como éstos pueden cambiar la situación es un suicida.

¿Puede todavía Pakistán alejarse del borde del precipicio? La respuesta es sí. Pero para enfrentarse a estas extraordinarias circunstancias hace falta un liderazgo de habilidades extraordinarias. El problema es que dicho liderazgo no existe.

La alternativa está en que todos los partidos políticos se unan de inmediato, olviden sus diferencias y encuentren la manera de gestionar el país por medio de un gobierno de unidad nacional. Su primera prioridad debería ser la evitación del colapso, que es ya inminente. Es necesario acabar de una vez por todas con la interferencia extranjera y poner en marcha un plan nacional que sustituya a los insignificantes planes personalistas. Los problemas del país son múltiples y profundos y han de identificarse y resolverse con la sabiduría colectiva de políticos, fuerzas armadas, tecnócratas y personalidades del mundo de la cultura. Para que el país pueda empezar desde cero es inevitable que se pongan en marcha reformas constitucionales, políticas, económicas y sociales. Tras un período especificado de antemano de, digamos unos cinco años, podría retomarse el sistema electoral.

Ésta parece ser la solución de último recurso. Si no se aprovecha, quienes están al mando del timón y quienes miran y guardan silencio serán cómplices del desmembramiento de Pakistán.

Artículo original publicado el 28 de septiembre de 2009

Sobre el autor

Manuel Talens es miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.

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