Se suicida el terrorista que se inventó el vínculo Al Qaeda-Irak

Ignacio Cembrero
El País
13/05/09

Colin Powell, el secretario de Estado de EE UU, acudió en persona el 5 de febrero de 2003 al Consejo de Seguridad de la ONU para explicar las razones que aconsejaban intervenir contra el régimen de Sadam Hussein. Se refirió a "un veterano terrorista que ha contado como Irak proporciona entrenamiento con esas armas [químicas y biológicas] a Al Qaeda". Sin entrar en tantos detalles la ministra española de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, respaldó a su homólogo estadounidense. Al mes siguiente empezaría la invasión.

El terrorista al que se refería Powell era Alí Mohamed Abdelaziz al Fajir, más conocido por su apodo de Jeque Al Libi (El jeque libio), de 46 años, y ha muerto - se ha suicidado, según la versión del diario oficialista libio Oea - el pasado fin de semana en la cárcel de Abu Salim (Trípoli) dónde cumplía cadena perpetua por terrorismo. La fiscalía libia ha abierto una investigación sobre su fallecimiento, según Oea.

Años antes de morir Al Libi ya empezó a contar que todo lo que confesó a sus torturadores egipcios -la CIA le envió en 2002 a El Cairo para que fuese interrogado- era mentira. Lo hizo para librarse del suplicio. Su desmentido ha sido avalado por el servicio secreto de EE UU y por el comité de inteligencia del Senado. Aquel intento de Powell de establecer lazos entre la dictadura iraquí y Al Qaeda se basó en una falacia.

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Al Libi, natural de Ajdabiya (Libia), fue reclutado en 1990 en Arabia Saudí, donde residía, y se marchó a Afganistán a luchar contra la URSS. Fue uno de los fundadores del Grupo Combatiente Islámico Libio y acabó siendo el jefe, en 1995, del campo de entrenamiento de Khaldan por el que pasaron numerosos jóvenes árabes incluido el franco-marroquí Zacarías Mussaoui, involucrado en el 11-S.

Tras la intervención aliada en Afganistán, Al Libi intentó ponerse a salvo en Pakistán, pero fue detenido, el 11 de noviembre de 2001, en la frontera. La CIA se lo llevó preso a Kandahar (Afganistán) antes de mandarlo a Egipto para ser interrogado. De ahí fue enviado a la cárcel de Guantánamo, donde pasó cuatro años antes de que EE UU le extraditase a Libia.

Los policías egipcios pidieron a Al Libi que les diera información sobre la relación de Al Qaeda con Irak un tema "sobre el que dice no saber nada y sobre el que le costó contar una historia", según reza una nota desclasificada de la CIA elaborada tras un nuevo interrogatorio del terrorista al poco tiempo de llegar a Guantánamo.

Como a los policías egipcios no le agradaron las respuestas de Al Libi le "introdujeron en una pequeña caja" durante unas 17 horas. Cuando, por fin, pudo salir le advirtieron de que tenía una última oportunidad de "decir la verdad", según el documento de la CIA.

Aún así sus nuevas contestaciones no satisficieron a sus interrogadores que le tiraron al suelo y le "pegaron durante 15 minutos". Fue después cuando Al Libi por fin "confesó" que Irak ayudaba a Al Qaeda a manejar armas no convencionales. "Mintió para evitar la tortura", reconoce un informe del comité de inteligencia del Senado de EE UU.

La muerte de Al Libi "significa que el mundo nunca podrá escuchar su relato sobre las brutales torturas que padeció", señaló el lunes Sarah Leah Whiton, directora para Oriente Próximo de Human Rights Watch (HRW). Esta ONG estadounidense ha pedido a Libia que abra una investigación "exhaustiva y transparente" sobre el supuesto suicidio.

Una delegación de HRW pudo visitar la cárcel de Abu Salim el 27 de abril, pero Al Libi apenas quiso hablar con ellos. "¿Dónde estaban ustedes cuando se me torturaba en las cárceles norteamericanas?", fue prácticamente la única frase que pronunció el reo. La ONG de derechos humanos nunca tuvo acceso a los presos en manos de la CIA.

Algunos sospechan que Al Libi no se suicidó. El libio "es un régimen con una larga tradición de matar a gente en la cárcel y después anuncia que fue un suicidio", declaró a The Media Line Hafed Al Ghwell, experto en Libia y responsable de la Escuela Gubernamental de Dubai. "Su familia le veía con regularidad y no había indicación alguna de que estaba a punto de quitarse la vida", concluyó.

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