Naciones Unidas y OTAN: ¿Qué seguridad y para quién?

Hans Christof von Sponeck
Horizonts et Débats / Rebelión
Traducción de Horizonts et Débats. Edición de Paloma Valverde.
15/05/09

En los documentos de Naciones Unidas el mundo está en orden. En junio de 1945, 51 Estados miembros firmaron la Carta de Naciones Unidas. Pocos años más tarde, se establecieron dos grandes pactos internacionales sobre derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales; le siguieron importantes convenciones sobre tortura, genocidio y derechos de la mujer y del niño. A fines de 2008, después de largas negociaciones, los Estados miembros firmaron el primer acuerdo sobre bombas de racimo, lamentablemente con algunas limitaciones exigidas por unos pocos Estados, entre ellos Alemania.

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La existencia de un derecho internacional amplio demuestra que los gobiernos, en todas partes del mundo, saben lo que es importante para la seguridad, y lo que es necesario proteger.

Desde 1945 se ha violado el derecho internacional repetidamente. Para numerosas personas, los derechos esenciales a la alimentación, la salud, la vivienda, la educación, el trabajo o la libertad de opinión resultan inaccesibles. Se hicieron guerras, y se siguen haciendo sin respetar la Carta de Naciones Unidas, por ejemplo en Yugoslavia, Iraq y Palestina. Se tortura, se practica el genocidio; se ignoran los acuerdos sobre armamento; se saquean las riquezas naturales, no reemplazables; se producen transacciones financieras y económicas sin control, que sumadas a la avaricia han provocado una crisis económica mundial sin precedentes. Reina el pragmatismo; los principios se abandonan; la ética se ha convertido en un concepto ajeno; crecen las mentiras políticas; día a día aumenta el abismo entre ricos y pobres. Las perspectivas de vida y supervivencia se han tornado aún más desiguales. Todo esto se produce, en gran medida, por la falta de voluntad política para consagrarse al bien de la mayoría y no al bienestar de unos pocos, así como a la negligencia con respecto al derecho y la ley. A Naciones Unidas le resulta difícil realizar su misión.

Así, no resulta sorprendente que el siglo XXI esté bajo el signo de la confrontación y del rechazo a la doble moral. Las alianzas occidentales, como la OTAN, se ven desafiadas por nuevas alianzas [1] con miembros importantes como Rusia, China e India. “Un nuevo reparto” es la frase clave. Dag Hammerskjoeld, el gran hombre de Naciones Unidas [2], poco antes de su muerte en 1964 afirmó: “En la lucha por el honor, el poder y los beneficios deben encontrarse caminos para poder salir de esta jungla”.

Mirando hacia atrás, hoy podemos constatar que desde la fundación de Naciones Unidas en 1945, han fracasado dos sistemas: el comunismo y el capitalismo. La búsqueda de un máximo de ganancias a costa de los demás, la deshonestidad y el etnocentrismo son algunas de las causas.

Naciones Unidas y OTAN

El mundo de los 192 Estados miembros de Naciones Unidas ha llegado a una encrucijada: un camino conduce hacia un mundo que se concentra en el bienestar de la comunidad, la reducción de conflictos y la paz, es decir en una vida en dignidad y seguridad, una vida de progreso social y económico para todos, sin importar el lugar —así como lo prevé la Carta de Naciones Unidas—; el otro camino es la continuación del gran juego por el poder, iniciado en el siglo XIX, que se está convirtiendo en la empresa más peligrosa que se haya conocido jamás. Presumiblemente se trata de democracia, pero en realidad se trata de poder, control y explotación.

El dividendo de la paz previsto con el fin de la guerra fría, nunca se logró. En 2007, los presupuestos militares de todos los Estados miembros de la OTAN alcanzaron un nuevo récord: 1,2 mil millones de dólares. Sólo el presupuesto militar de EEUU supone el 50% de esa suma; los países de la OTAN cubren un 70% del presupuesto mundial [3]. Ese mismo año la suma destinada a la ayuda para el desarrollo fue de 103 mil millones de dólares [4], es decir, un 8,3% del gasto militar.

Desde 1969, se espera de Naciones Unidas que los países industrializados provean el 0,7% de su producto interior bruto [PIB] para la ayuda al desarrollo. Sin embargo, en 2008 la cantidad destinada fue del 0,3% [5]. Este desequilibrio extremo entre los gastos militares y los de ayuda para el desarrollo demuestra que no se pone el acento en la mejora de la seguridad humana, según los objetivos de desarrollo para el milenio de Naciones Unidas [6], sino en la seguridad del Estado. Los que consideran tal comparación fuera de lugar, no quieren entender que el fortalecimiento de la seguridad personal contribuye de manera decisiva a eliminar las causas de los conflictos en el mundo; no quieren aceptar que la seguridad militar, por medio de alianzas e intereses propios de los Estados, aumenta y profundiza las causas de los conflictos

Una comparación de los mandatos de Naciones Unidas y de la OTAN muestra claramente el contraste entre los objetivos de esas dos organizaciones. En los 63 años de existencia de Naciones Unidas, su misión no ha cambiado. La Organización de Naciones Unidas fue fundada para mantener e impulsar la paz en el mundo. La OTAN existe para asegurar los intereses propios de sus 26 Estados miembros. Su misión, definida en el Tratado de Washington de 1949, fue inicialmente la defensa de los Estados miembros. Hacia el final de la guerra fría en 1989, esa misión parecía estar cumplida. Sin embargo, los miembros de la OTAN quieren mantener la alianza occidental, y eso justificó la búsqueda de un nuevo rol para la OTAN.

En el año 1999, la OTAN confirmó que quería sentar nuevas bases por medio de un concepto estratégico diferente. Se pretendía modificar una alianza militar estrictamente defensiva en una amplia alianza para proteger las fuentes energéticas vitales de los países miembros. Además de la defensa de las fronteras de los Estados miembros, se fijaron nuevos objetivos como el acceso a las fuentes de energía, el derecho de intervenir en ‘movimientos de una gran cantidad de personas’ y en zonas de conflictos lejanas de los Estados miembros. La disposición a permitir el ingreso de nuevos Estados, sobre todo los que habían pertenecido a la Unión Soviética, demuestra cómo ha cambiado el carácter de esa alianza militar.

El tratado de Washington de 1949 reconocía la Carta de Naciones Unidas como el marco jurídico obligatorio de la OTAN. Sin embargo, el monopolio de Naciones Unidas sobre el recurso a la fuerza, tal y como figura en el artículo 51 de la Carta, fue rechazado por la doctrina de la OTAN de 1999. El sector de intervención, limitado hasta entonces al espacio Euro-Atlántico, fue extendido por los Estados miembros de la OTAN al mundo entero y provisto de una estrategia de intervención global. En la reunión cumbre de Budapest del 3 de abril de 2008, la OTAN declaró que quería ‘hacer frente a los desafíos del siglo XXI con todas las posibilidades de su misión’. Hay que agregar, que el acuerdo de Washington del año 1949 había sido ratificado por los parlamentos de los países miembros, y así tiene validez como derecho internacional, contrariamente a las estrategias y doctrinas dictadas por la OTAN ulteriormente.

A pesar de esas decisiones de la OTAN, que sólo beneficiaban visiblemente a una pequeña minoría de Estados miembros de Naciones Unidas, el 23 de septiembre de 2008, Ban Ki-moon, Secretario general de Naciones Unidas y Jaap de Hoop-Scheffer, de la OTAN, firmaron un acuerdo, que no se había presentado al Consejo de Seguridad. Dicho acuerdo, por obvias razones formulado en términos muy generales, trata de una ‘ampliación de consultas’ y de un ‘trabajo operativo conjunto’, por ejemplo, para el ‘mantenimiento de la paz’ en los Balcanes y en Afganistán. En caso de amenaza o de desafío, los dos secretarios generales se comprometían a actuar en común.

En la actual época de confrontación, se espera del Secretariado de Naciones Unidas un alto grado de neutralidad política. El acuerdo ONU-OTAN no es en absoluto neutral y tendrá graves consecuencias para el trabajo en beneficio de la paz. Dimitri Rogozin, embajador de Rusia para la OTAN en Bruselas, considera el acuerdo de Naciones Unidas-OTAN, una estructura político-militar, ‘ilegal’; Serge Lavrov, ex embajador ruso en Naciones Unidas en Nueva York y actual ministro de Exteriores, se mostró ‘escandalizado’ de que un acuerdo tal haya sido firmado en secreto y sin consultar.

Respecto a la compatibilidad del acuerdo con la Carta de Naciones Unidas, se cuestionan importantes aspectos:

El acuerdo entre la OTAN —una alianza militar que posee armas nucleares— y Naciones Unidas ¿es compatible con el artículo 2 de la Carta de las Naciones Unidas, que exige que los conflictos se resuelvan pacíficamente? ¿Es posible distinguir las intervenciones de Naciones Unidas de las de la OTAN, si tres de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad son también miembros de la OTAN? ¿Cómo podrán la justicia perseguir futuras violaciones del Derecho internacional que cometa la OTAN? Una entidad como la OTAN, que bombardeó Serbia y Kosovo en 1999 sin un mandato de Naciones Unidas y en contravención del Derecho Internacional, ¿es un asociado adecuado para Naciones Unidas?

Una apreciación del acuerdo entre Naciones Unidas y la OTAN debería considerar también que ésta última es una reliquia de la guerra fría; que la OTAN, como alianza occidental, se ha ganado la desconfianza de la mayoría de los 166 países miembros; que un objetivo de la OTAN es imponer por la fuerza armada sus intereses energéticos y de política de poder contra otros países miembros de Naciones Unidas; que EEUU, miembro dirigente de la OTAN, ha ignorado constantemente y sin ningún escrúpulo a Naciones Unidas y ha violado el Derecho Internacional [7]. Finalmente, hay que recordar que la Carta de Naciones Unidas prevé un comité de Estado Mayor encargado de aconsejar y asistir al Consejo de Seguridad en todo lo concerniente a los recursos de orden militar necesarios para salvaguardar la paz mundial y la seguridad internacional [8]. Como consecuencia, si los Estados de la OTAN se preocuparan del bien común y no de los intereses de un pequeño grupo de Estados, un mandato de Naciones Unidas haría innecesaria la OTAN.

Es urgente que uno o varios Estados miembros soliciten a la Corte Internacional de Justicia que interprete el acuerdo entre Naciones Unidas y OTAN del 23 de septiembre de 2008 conforme a su estatuto [9]. La opinión pública mundial tiene derecho a presentar tal solicitud y a obtener respuesta. Recordemos que el Preámbulo de la Carta dice: “Nosotros, el pueblo de Naciones Unidas […] decididos a crear las condiciones necesarias para mantener la justicia y el respeto a las obligaciones fijadas en los acuerdos […]”. Nótese que el preámbulo no dice: ‘Nosotros, los gobiernos’ [10]. Ésta sería una respuesta a la pregunta concerniente al camino que debería seguir la comunidad internacional. Quien quiera servir a la paz y a la reducción de conflictos, debe seguir el camino multilateral y lleno de baches de Naciones Unidas y evitar el camino allanado de la OTAN. Como Lloyd Axworthy, ministro de Exteriores canadiense, afirmó en 1998 ante el Consejo de Seguridad: “Debemos encontrar el camino hacia un multilateralismo que conduzca al beneficio de la comunidad internacional y no al interés personal de unos pocos”. Ese camino será largo, porque, hasta ahora, no ha habido un multilateralismo desinteresado.

A partir de 1994, Naciones Unidas comenzó a utilizar la noción de ‘seguridad humana’. Con esto quería subrayar la importancia que tiene la realización de los derechos de cada persona en la vida cotidiana, para liberarlo de la angustia y del sufrimiento. En el año 2000, por primera vez en la historia de Naciones Unidas, se determinaron cuantitativamente los objetivos para el desarrollo. Esto supone un verdadero progreso para el fortalecimiento de la seguridad humana. Ocho de los llamados objetivos de Desarrollo para milenio cuya finalidad es combatir la pobreza, la mortalidad infantil y de las madres y el acceso a la escuela primaria, tienen que haberse cumplido en 2015.

Naciones Unidas pretende así recalcar que, además de la seguridad que depende del Estado (militar), existe una seguridad relativa al hombre. Los defensores de la seguridad dependiente del Estado, cuyo objetivo no es otro que la seguridad militar, quieren cumplir sus objetivos por medio de alianzas como la OTAN. Hablan abiertamente de ‘humanismo militar’ para legitimar sus intereses. Parte de esta tentativa es la interpretación del nuevo concepto de ‘responsabilidad de proteger’ [11]. Esto es un engaño, ya que se trata de defender intereses propios y no de proteger a inocentes ajenos. Si éste fuera el caso, la situación sería muy diferente en Afganistán, Darfur, Gaza, Goma, Somalia y Zimbawe.

En todos los ámbitos de la seguridad humana hay progresos. Sin embargo, es improbable que los objetivos fijados sean alcanzados hasta 2015. Para cubrir los objetivos de desarrollo en el período restante —de 2009 hasta 2015— son necesarios 135 mil millones de dólares, es decir 22,5 mil millones por año. Quién afirme que es mucho dinero ignora, probablemente, que EEUU gasta al año 180 mil millones de dólares sólo en sus tropas en Iraq y Afganistán o que los países afectados por la crisis financiera y económica, en el término de pocas semanas, pusieron a disposición unos tres billones de dólares para salvar en sus países a instituciones abusivas que debieran ser reformadas. El éxito de los objetivos del Desarrollo para el milenio de Naciones Unidas no es una cuestión de dinero, aún en estos tiempos económicamente críticos. El progreso dentro de la seguridad humana necesita voluntad política para su realización. En las últimas décadas de discusión sobre la financiación de la cooperación internacional, siempre se ha señalado que no sería difícil introducir nuevas alternativas financieras [12]. Pero las propuestas de este tiempo se ignoran o se rechazan porque algunos gobiernos temen que eso acrecentaría demasiado la independencia de organizaciones internacionales como Naciones Unidas.

Quien quiera vivir en paz en el siglo XXI no tendrá dificultades en elegir su camino. El camino está abierto. El principio de Naciones Unidas, según el cual las espadas deben convertirse en arados y no lo contrario, sigue siendo el fundamento del progreso humano y de la seguridad.

Los siete desafíos actuales

En resumen, los desafíos actuales son los siguientes:

1. La reforma de Naciones Unidas y el multilateralismo en interés de la humanidad.

2. El retorno a los principios de la Carta de las Naciones Unidas. Naciones Unidas no puede seguir siendo ‘un taller de reparaciones políticas’.

3. El reconocimiento e impulso de la seguridad humana como prioridad para una supervivencia digna. La seguridad militar no puede reemplazar a la seguridad humana.

4. El respeto del derecho internacional. No puede existir responsabilidad política sin responder jurídicamente por los actos cometidos.

5. El rechazo de la libertad de mercado. El orden, la observación y el control son una garantía y no un peligro para la democracia.

6. La urgencia de una declaración de Naciones Unidas contra la doble moral. La reducción de los derechos especiales para las alianzas es una condición esencial para la solución de conflictos y sirve para la paz.

7. La elaboración de principios para la ética de la información de los Estados y los gobiernos, así como de los medios de comunicación. La mentira organizada ha de ser perseguida.

Finalmente, es necesario hacer un llamamiento a la opinión pública para interpelar continuamente sobre las decisiones políticas y para participar más activamente en los hechos actuales.

Notas del autor y de IraqSolidaridad:

1. A las nuevas alianzas pertenecen: a) la Shanghai Corporation Organisation (SCO), fundada en 2001 por China, Kazajistán, Kirguistán, Rusia, Tayikistán, Uzbekistán. Su objetivo principal es la seguridad de Asia Central. India, Paquistán, Irán y Mongolia forman parte de la organización como observadores. b) Brasil, Rusia, India y China (BRIC) forman una comunidad de intereses políticos y económicos desde 2001. c) Brasil, India y Sudáfrica forman una asociación que, por divergencias en las tarifas, ha hecho fracasar varias veces la ronda de Doha de la Organización mundial de comercio.

2. Dag Hammerskjoeld nació en 1905 cerca de Lund (Suecia). De 1953 a 1961 ejerció las funciones de segundo Secretario general de Naciones Unidas. Murió en un misterioso accidente de avión en Rodesia, cerca de la frontera congolesa.

3. Datos de Swedish International Institute for Peace Research (SIPRI) anuario de 2008, 9 de junio de 2008.

4. Datos de Organisation for Economic Cooperation and Development (OECD); Aid Targets Slippage out of Reach? DAC 1 Official and Private (Aid) Flows.

5. Conforme a una directiva de Naciones Unidas de 1969, los países donantes deben poner a disposición el 0,7% de su PIB para el trabajo conjunto de desarrollo. Hasta ahora sólo Dinamarca, Luxemburgo, los Países Bajos, Noruega y Suecia han logrado ese objetivo.

6. En el año 2000 la Asamblea general de Naciones Unidas ha fijado ocho objetivos de desarrollo para el período que va desde 2000 a 2015. Entre ellos figuran reducir en un 50% el hambre y la pobreza, el acceso a la escuela primaria para todos los niños y niñas, la igualdad entre el hombre y la mujer, la disminución del 66% de la mortalidad infantil y del 75% de la mortalidad en los partos.

7. La invasión en Iraq en 2003, Guantánamo, Abu Ghraib y los vuelos hacia los lugares de tortura son algunos puntos claves.

8. En su artículo 47, capítulo VII, la Carta establece un Comité de Estado mayor compuesto por los jefes del Estado mayor de cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. A pesar de no haber sido convocado desde 1945, el artículo 47 sigue en vigor.

9. En el capítulo II, artículo 36 del estatuto de la Corte Internacional de justicia se le otorga a ésta la competencia de interpretar los tratados.

10. Véase el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas, disponible en español en: http://www.un.org/es/documents/charter/preamble.shtml

11. Ese concepto se menciona en el documento de Naciones Unidas “2005 World Summit Outcome” (A/60/L.1–15 de septiembre de 2005; §138 y §139 así como §79). En ese documento, la Asamblea general deja claramente establecido que sólo el Consejo de Seguridad tiene derecho, de acuerdo con el capítulo VII de la Carta, a proteger a las poblaciones —aún por la fuerza— contra el genocidio, los crímenes de guerra, las limpiezas étnicas y los crímenes contra la humanidad.

12. Entre las propuestas innovadoras de financiación están: el impuesto ‘Tobin’, llamado así por el economista americano James Tobin, quien en 1972 propuso un impuesto sobre las operaciones de cambio internacionales de entre el 0,05 y el 1,0%. Los fondos así recaudados deberían disponerse especialmente para financiar la ayuda al desarrollo.

Fuente: periódico Horizonts et Débats, número 6, 16 de febrero de 2009.

Hans Christof von Sponeck es ex Secretario general adjunto de Naciones Unidas.

Paloma Valverde es miembro de IraqSolidaridad.

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