La erupción del Tambora provocó el frío estío en el que se escribieron 'Frankenstein' y 'El vampiro'

La Vanguardia
27/04/10

Ocurrió antes de que existiera la conciencia planetaria o la preocupación por el cambio climático. 1816 ha pasado a los anales de Europa como el año sin verano, debido a que en la otra punta del mundo, en Indonesia, estalló el volcán Tambora. Los efectos: un estío con un tiempo de perros y lluvias abundantes. Los que entonces veraneaban lo resolvieron como pudieron. Un grupo de amigos, reunidos en una villa de Suiza, mataron el hastío inventando historias de miedo. De aquel reto intelectual nació Frankenstein, de Mary Shelley, y El vampiro, de John Polidori.
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Sumbawa es una isla indonesia que mide 280 kilómetros de punta a punta. Al norte está el volcán Tambora. Entre el 10 y el 11 de abril de 1815, la caldera explotó con una virulencia espantosa. Antes del episodio, la montaña se levantaba 4.330 metros sobre el mar; después, 2.850. En 24 horas se generó una nube de cenizas que tapó el sol dos días y que se expandió por medio millón de kilómetros a la redonda. Hubo tsunamis (curiosamente, hoy la isla es el paraíso de los surferos por sus olas), fallecieron decenas de miles de personas y se arruinaron las cosechas; en la isla y otra cercaran se registraron miles de fallecimientos por hambre. Las puestas y salidas de sol adquirieron tonalidades purpúreas.

Estos efectos se prolongaron hasta 1816, y se lo conoció como el año sin verano por las bajas temperaturas y las constantes precipitaciones. Para los europeos, el clima no era el problema principal, sino cómo organizarse tras las guerras napoleónicas. Pero a los que veraneaban se les estropeó la fiesta. Por ejemplo, a los inquilinos de Villa Deodati, en Ginebra. En junio coincidieron allí el poeta Lord Byron y su amante Claire Clarement; el también poeta Percy Bysshe Shelley y su esposa, Mary Wollstonecraft; y el médico personal del noble, John Polidori. La noche del día 16 estaban en el caserón sin poder poner un pie fuera porque estaba cayendo una lluvia torrencial. Y a Byron se le ocurrió una forma de matar el tiempo que estaba alterado por un volcán indonesio: les leyó historias alemanas de fantasmas. Luego, propuso a sus compañeros escribir la narración más terrorífica posible.

La cosecha fue fructífera. De aquella noche cercenada por la tormenta nacieron criaturas que han trascendido al tiempo. Mary, que ha pasado a la libros de literatura con el apellido de su marido, Shelley, inventó a Frankenstein; el engendro devuelto a la vida.

Y Polidori dio vida a un relato que se llamó El vampiro. Por cierto, Polidori y Byron no se tragaban y el noble le menospreciaba. Tuvo mal final, casi tanto como el protagonista de su cuento: se suicidó ingiriendo ácido prúsico. Fue un hombre desgraciado, al que tanto Byron como Mary Shelley llamaban "el pobrecito Polidori".

1816 fue el año sin verano y el mal tiempo hizo agudizar el ingenio. El pintor Turner lo reflejó en algunas de sus obras, y el mismo Byron le dedicó un poema a tan extraña climatología:

Tuve un sueño, que no fue un sueño / El sol se había extinguido y las estrellas / vagaban a oscuras en el espacio eterno / Sin luz y sin rumbo, la helada tierra / oscilaba ciega y negra en el cielo sin luna / Llegó el alba y se fue / Y llegó de nuevo, sin traer el día / Y el hombre olvidó sus pasiones / en el abismo de la desolación.

Con semejante tiempo, no es extraño que los hijos de aquel verano marcado por un volcán indonesio fueran Frankenstein y El vampiro.

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